viernes, 29 de diciembre de 2017

VIAJE A LAS ALTURAS



VIAJE A LAS ALTURAS


Es un hermoso día, con un cielo azul intenso y un viento fresco, decidimos ir a un recorrido en la sierra, toda la familia está muy emocionada. Preparamos nuestros suéteres, gorros y abrigos. Es la primera vez que visito ese lugar, creo que soy la más entusiasmada. En el valle hay un sol intenso, pero a la sombra la temperatura es fría. Tengo puesto un suéter, y llevo un abrigo, sé que en la parte alta, es aún más frío, así que decido llevar un suéter extra, a pesar que mi abrigo es muy cálido.

Nos subimos al coche y comenzamos el recorrido, en verdad todo es hermoso. En el valle, podemos ver las formaciones onduladas de la montaña a ambos lados de la carretera, esas suaves ondulaciones parecieran haberse formado después del paso de una ola gigantesca, eso es lo que imaginé desde la primera vez que las vi.



Comenzamos el ascenso entre curvas que bordean la montaña, la vegetación semidesértica  de cactus y nopales se va quedando atrás para dar lugar a pequeños arbustos con flores amarillas, blancas y lilas. Después de unos minutos, aparecen árboles de encino frondosos, más adelante, los primeros pinos, y en aproximadamente veinte minutos sólo tenemos abundantes pinos a cualquier lado que miramos. Avanzamos durante una hora más por la sinuosa y estrecha carretera, no hay muchos carros, lo cual hace nuestra travesía rápida.



Ya en lo alto, leemos un letrero que dice: “comienzan pueblos mancomunados”. Hay indicaciones de caminos que conducen a pequeñas poblaciones, nuestro objetivo es un pueblo llamado: “Benito Juárez”, el nombre del único presidente indígena que ha tenido esta nación, autor de una popular frase que ha trascendido el tiempo y las fronteras: “Entre los pueblos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. Parte de mi motivación para visitar este lugar, fue conocer la sierra donde este presidente nació y creció cuidando ovejas, un pueblo llamado Guelatao. Lo cierto es que a ese pueblo se llega por una carretera distinta y es un poco más lejos, pero es la misma sierra.

Vemos letreros de pueblos con nombres en lenguaje zapoteco principalmente, aunque hay uno llamado Nevería, me parece curioso, me pregunto a qué se debe ese nombre, pues no me imagino que alguien pueda poner un negocio de venta de nieves a esa altura, donde hace tanto frío. Después me entero que su nombre se debe a que hace varios años la gente de esa localidad, construyó, unos contenedores en donde el agua se congelaba y después bajaba al valle a vender esos trozos de hielo, cuando aún no había empresas que se dedicaran a la fábrica de hielo.



Ya cerca de nuestro objetivo, observamos muchos magueyes a lo largo de la carretera, ésta es también una zona donde la gente produce pulque. Finalmente aparecen a nuestra vista algunas casas, que son construidas al borde de las profundas cañadas. Descendemos del coche cerca la Agencia Municipal y un comedor comunitario, fuera del cual se encuentra un mapa de la zona, indicando los lugares que se pueden visitar y las actividades que pueden realizarse.

Una vez fuera del auto, sentimos el frío, todavía tenemos señal en los teléfonos celulares, alguien checa la temperatura, siete grados, el viento es suave. Nos acercamos al comedor para pedir servicio, está muy lleno, tenemos que esperar a que se desocupen un par de mesas. Tan pronto como es posible entramos al local, pues ahí es más cálido que afuera. Ordenamos nuestro desayuno y esperamos, no hay una gran variedad de alimentos y el servicio es muy lento, después de una hora por fin, nos sirven la comida.

Terminamos y nos dirigimos  a la zona del mirador, la tirolesa y el puente colgante, el cielo todavía está despejado. Pagamos la entrada, y volvemos a subir al coche, pues la distancia a recorrer aún es larga, aproximadamente,  kilómetro y medio hacia arriba. Con ese frío y a esa altura, difícilmente podríamos hacer el recorrido a pie. El camino es muy estrecho, sólo cabe un coche. Por fortuna, sólo encontramos una camioneta en sentido contrario en todo el trayecto.  Después de aproximadamente cinco minutos llegamos a un espacio plano, al frente se levanta un peñasco, más al fondo hacia la izquierda se mira la cañada, su profundidad es incalculable. El cielo aquí no se mira, una espesa cortina de niebla desciende rápidamente acompañada de ráfagas de viento que hacen silbar las hojas de los pinos.



La humedad se condensa rápidamente en el follaje de los árboles y empiezan a escurrir gotas de agua, el frío es intenso, quema la piel de nuestra cara y manos. Nos preparamos para el último ascenso hasta donde se encuentra el mirador, una estructura metálica desde donde dicen, se mira todo el valle de Oaxaca y sus poblados. Lo que tenemos que subir son apenas unos treinta metros, bordeamos el peñasco, por un camino que se ha tornado resbaladizo por el agua que escurre y las agujas de pino que se han acumulado. Doy algunos pasos y me detengo a recuperar la respiración, estamos a más de tres mil metros de altura y hay poco oxígeno.

En menos de cinco minutos estamos arriba, hay varios peñascos, sobre uno de ellos se levanta el mirador, que tiene una escalera para subir. Todo el metálico y está escurriendo agua, el frío es intenso, nuestras manos se enfrían rápidamente apenas las exponemos al aire. Nadie lleva guantes, no esperábamos está temperatura tan baja, así que todos protegemos nuestras manos en las bolsas de nuestros abrigos o pantalón. Sólo las sacamos cuando es imprescindible apoyarnos de algo, o para tomar fotos. Es imposible subir al mirador, nuestras manos se congelarían al contacto con el metal, por lo demás, serían inútil, no podemos ver nada. La densa niebla apenas permite ver unos diez o veinte metros hacia adelante. Todo el blanco, prácticamente, estamos dentro de una gran nube, que nos cimbra con sus fuerte ráfagas y que humedece la ropa que llevamos puesta, afortunadamente, mi abrigo es impermeable.



Nos tomamos fotos, miramos y sentimos el poder de la naturaleza. Las fuertes ráfagas nos hacen tambalearnos continuamente, tenemos que extremar cuidados, pues todo está resbaloso, nuestras piernas tiemblan un poco por el frío. En nuestro camino encontramos unas hermosas flores amarillas, rosas y violetas. Me sorprende cómo en este clima tan frío puede florecer algo tan delicado. Hacia el oriente, se encuentra el lugar desde donde se lanzan en la tirolesa, hay un joven atrevido que hace el recorrido, es el único. Caminamos hacia el puente colgante que mide aproximadamente cuarenta metros de largo y se encuentra en perfecto estado. Dudo sobre hacer el recorrido o no, pero me digo a mi misma que no vine de tan lejos para no hacerlo. Un letrero indica que por seguridad no deben estar en él más de siete personas. Algunas personas vienen de regreso, decido esperar a que lleguen a la orilla, para no tener que cruzar con ellas a medio puente.

Respiro profundo antes de comenzar, con las manos a los lados sobre el cable me equilibro al caminar, pues el puente está en continuo movimiento ocasionado por el desplazamiento de las personas que van delante mío. A medio camino alguien toma una selfie, yo no me atrevo a tanto, mantengo la vista el frente para no marearme por el movimiento. El cable de acero está tan frío que quema mis manos cuando lo rozo mientras avanzo. Para mi sorpresa, a medio recorrido, las violentas ráfagas de viento desaparecen, coincide con que estoy sobre lo más profundo de la cañada, miro un poco hacia abajo, pero no hay mucho que ver, sólo la densa arboleda de pinos casi desdibujada por la niebla.  Ese cambio de clima súbito me hace sentir que estoy en otra dimensión, o dentro de una esfera protegida del frío inclemente.



Llego al otro lado, estamos sobre un peñasco en donde también la temperatura es más cálida que del otro lado del puente, tal vez, se deba a que la roca estuvo expuesta al sol hasta hace poco que no había niebla. Pero, ahora miro a todos lados girando sobre mi misma, todo es blanco, como si la niebla hubiera devorado todo el bosque. El viento continúa silbando. Me quedo aquí, un momento, sola, como si estuviera sola en este gran planeta verde, majestuoso, imponente. Entiendo perfectamente porqué los españoles no pudieron nunca doblegar a los nativos de esta sierra, ellos se enorgullecen de haber conservado su libertad. Hasta hoy día, quien gobierna en estos pueblos es el mismo pueblo.

Este es el México intacto, con su naturaleza imponente, donde sólo hombres y mujeres fuertes pueden vivir. Puedo respirar la libertad y la grandeza de esta tierra que no ha sido mancillada, me siento agradecida por ello, por estos bosques densos que han sido cuidados y defendidos por los pueblos nativos que los habitan. Aquí donde ellos se organizan y gobiernan para sí mismos. Siento un profundo respeto y admiración por esta gente que trabaja en beneficio de todos.

Estoy tan a gusto aquí, pero me llaman de regreso, de aquél lado el viento los azota con violencia, me despido con agradecimiento por tener la posibilidad de esta experiencia. El frío intenso hace que tengamos que bajar al pueblo, ha sido una visita breve pero única y extraordinaria, literalmente ha sido un viaje a otro mundo, una experiencia que espero volver a repetir.

En el pueblo el cielo está despejado y con sol, la temperatura es soportable, consultamos el mapa, no es muy claro en cuanto a las indicaciones, tratamos de orientarnos aunque sin mucho éxito. Elegimos al azar un sendero para realizar una caminata, nos dirigimos hacia abajo por un camino de terracería, que después nos enteramos conduce hasta Teotitlán del Valle, un pueblo en donde hacen hermosos tapetes artesanales de lana.




Caminamos veinte minutos admirando el paisaje antes de regresar por otro camino más angosto rodeado de pinos, el olor es tan agradable. Recogemos frutas, tomamos fotos de las plantaciones de flores y finalmente encontramos la escuela primaria, por esa única calle volveremos al punto de inicio. El viento empieza a ser muy fuerte y con ráfagas violentas como en la zona del mirador. La niebla comienza a descender y a cubrirlo y mojarlo todo. Es tiempo de irnos o en pocos minutos estaremos mojados. Así llegamos al final del paseo y comenzamos es descenso por esta inmensa sierra.         

No hay comentarios:

Publicar un comentario