viernes, 26 de octubre de 2012

LOS GIGANTES

LOS GIGANTES

 Hace millones de años, cuando el planeta era tan distinto a lo que es hoy. Estaba despoblado de seres vivos, prácticamente era desértico. Durante el día era muy caliente y por las noches demasiado frío. A pesar de que el núcleo terrestre ardía a altas temperaturas, ese calor no se mantenía en el exterior lo suficiente como para mantenerlo tibio en las noches. Ninguno de los seres vivos aerobios que hoy existen, habrían tenido ninguna probabilidad de sobrevivencia en ese mundo.  Algunas veces, meteoros de universos lejanos que se acercaron demasiado a nuestro planeta, fueron atraídos por el magnetismo de la tierra. Muchos de ellos se impactaron en la superficie, y a pesar de que ocurrieron grandes colisiones que movieron el eje de la tierra, en distintas ocasiones; no  hubo incendios, porque en aquella época, en la atmósfera terrestre  no existía suficiente oxígeno como para permitir la combustión.

Los animales que habitaron en aquéllos días, eran tan distintos a los que ahora podemos ver. De hecho, no se parecían nada y es casi imposible imaginarlos porque su sistema de vida era tan distinto al nuestro; no requerían de oxígeno, algunos podían permanecer sin alimento por mucho tiempo y otros más se desarrollaban en medios tan ácidos en formas que hoy no existen. La mayoría de las especies desaparecieron en la medida que el planeta se fue transformando. De ellos no quedan fósiles. Los datos más antiguos que los antropólogos han logrado obtener sobre organismos con vida se remontan a la época de los dinosaurios, pero antes de ellos, la tierra estuvo habitada por seres de los que apenas quedan pocos o ningún rastro. Su tamaño era enorme. Existieron aves de más de tres metros, serpientes de veinte que vivían en los pantanos, y dragones que tuvieron su hogar en las altas montañas, en la selva y en el profundo mar. Algunos evolucionaron y dieron origen a algunas formas de vida actual, los demás; desaparecieron.

Los primeros pobladores inteligentes que llegaron a este planeta tenían cierto parecido con el hombre moderno. Sólo que eran más grandes y más evolucionados. Su estatura promedio era de seis metros. Su piel era blanca, más bien, casi transparente. Eran ágiles y ligeros. Su voz era clara y melodiosa, aunque pocas veces se les escuchaba hablar, porque ellos solían comunicarse a través del pensamiento,  es por ello que no les era posible mentir, tampoco consideraban necesario hacerlo. La comunicación mental hacía imposible los equívocos y cada uno se consideraba parte del otro. Razón por la cual se procuraban los unos a los demás.

Estos seres gigantes, no requerían de la tecnología, sus conocimientos y habilidades sobrepasaban con mucho a las que el hombre moderno posee. Conocían la manera de desplazarse a grandes distancias, en formas que resultan inconcebibles para nosotros. Eran capaces de estar en dos o más lugares distantes a la vez, o trasladarse de un sitio a otro  en menos de un segundo. Tenían un control absoluto sobre su cuerpo físico y astral. Eran plenamente conscientes de sus orígenes y de su misión universal. Los límites del espacio y el tiempo no existían para ellos. Todo era un continuo presente, en el que a la vez se encontraba el pasado y el futuro. Podían ser y no ser al mismo tiempo. Siendo seres espirituales muy evolucionados habían trascendido las limitaciones de su cuerpo físico y no padecían de enfermedades. La extensa memoria de todas sus vidas terrenales los hacía conscientes de las consecuencias de sus acciones, por lo que actuaban siempre con cautela. Sus metas en la vida no estaban ligadas a la satisfacción personal, sino al servicio que pudieran ofrecer a especies menos evolucionadas que la suya.

 Cuando recién llegaron, observaron las características del planeta y con gran inteligencia eligieron las especies de plantas y animales adecuadas, que poco a poco crearan el ambiente y equilibrio perfecto que diera origen a la vida.  Pronto las plantas se reprodujeron, surgieron los árboles y empezó a haber oxígeno, para los gigantes no era necesario; pero sí para los seres que serían los nuevos pobladores del planeta. Surgieron nuevas especies animales, algunos fueron traídos por ellos desde planetas más avanzados y unos pocos de los que ya existían, se adaptaron a las nuevas condiciones ambientales desarrollando características que les permitieron ser más funcionales para responder a las necesidades que les planteaba el medio.

 Ellos recibían su energía directamente del sol, tal como hacen las plantas, por lo que no requerían de mucha cantidad de alimentos, y la carne no se encontraba entre sus platillos. Pero sí el agua, la cual tomaban en abundancia, para tener siempre flexibilidad y un aspecto lozano y fresco. Aunque no precisaban de tomar exclusivamente agua dulce, que por cierto, en aquéllos tiempos era muy escasa, se nutrían de agua de mar y absorbían sus minerales lo mismo que las primeras plantas que surgieron. Las flores como su principal alimento, eran consideradas seres sutiles que se nutrían de las energías creadoras del universo, por lo que el ingerirlas les proporcionaba salud y longevidad. Los gigantes llegaban a vivir hasta mil años, lo cual explica que llegaran a ser tan sabios y con amplia experiencia.

Estos gigantes podían regular su temperatura de acuerdo al ambiente. Esto ocurría porque tenían un vínculo estrecho con todos los seres del planeta, de tal modo que se sincronizaban con gran facilidad. Por lo que las variaciones en el clima eran irrelevantes, cualquier temperatura, para ellos era siempre perfecta. Hablaban con el mar de la misma manera, que lo hacían entre ellos mismos. Conocían los lenguajes de todos los animales, plantas, montañas, nubes, aún de aquéllos seres que no pueden verse a simple vista, pero que ellos eran capaces de distinguir por su percepción sensorial tan desarrollada. Una de sus actividades favoritas era caminar por las grandes playas y bañarse en sus tibias aguas. En donde las olas los acogían con amoroso cuidado. Su habilidad para nadar era natural y podían permanecer bajo la superficie del agua por varias horas.

No precisaban de construir enormes palacios, porque su cuerpo era adaptable a todos los ambientes y sus necesidades físicas eran pocas. Además disfrutaban de la naturaleza que poco a poco construían con amor y paciencia. Para ellos, este planeta era un lugar de creación y descanso, que estaban preparando para que algún día viviera el ser humano. Por miles de años estuvieron gozando de su vida en este lugar, tomando baños de sol, mientras su vista se deleitaba con los grandes y azules océanos. Y las pocas construcciones que realizaron las hicieron simplemente por el placer de crear, lo hicieron en poco tiempo sin las dificultades que el hombre tiene, porque ellos poseían la capacidad de mover objetos con la mente, aún los más pesados. Todavía hoy, existen algunos indicios de lo que fueron sus construcciones, pero que actualmente los estudiosos  no comprenden o que incluso confunden con civilizaciones antiguas precursoras del hombre moderno.

Moldearon hasta el último rincón del planeta y ubicaron los sitios en donde hay mayor recepción de energía del universo. En esos puntos se reunían para reflexionar sobre su tarea en este mundo, convenían en cuáles eran las formas de vida que deberían existir para lograr un equilibrio perfecto. Nada fue dejado al azar. Cada criatura y forma de vida fue elegida en consideración a la coexistencia de todas las especies. Los puntos más energéticos se mantenían siempre despejados para que la energía del universo llegara continuamente a la tierra y permitiera su evolución  y la de los seres que existían.

Una actividad que realizaban sin excepción cada día, era establecer contacto con el ser creador de todo, a través de la meditación. Era algo  que todos podían hacer, sin que nadie se los enseñara. Ellos eran maestros en escuchar su sabiduría interna y pocas veces tenían dudas de lo que debían o no hacer. Su esmero y cuidado en la tarea que les fue encomendada no disminuyó ni por un instante en cada uno de los días que estuvieron aquí.

Aquéllos gigantes terminaron su tarea de hacer del planeta un lugar habitable para  el hombre, la mayoría de ellos tuvo que irse a mundos lejanos para continuar en su misión de ayudar a otras especies. Pero algunos de ellos fueron elegidos para vigilar la evolución de la humanidad, su labor consiste  en estar al tanto de los avances que ocurren, y aún hoy día, algunas veces deben guiar sus pasos. Hoy, ellos son seres completamente invisibles para el común de las personas. Algunos hombres avanzados espiritualmente han logrado establecer contacto con ellos, y muchas veces piden su ayuda y consejo que siempre es otorgado si es en beneficio de la colectividad. Y cuando la humanidad yerra el camino y se pone en peligro a sí misma; ellos intervienen  de maneras que son imposibles para nosotros.

Actualmente esos gigantes no viven directamente en la tierra, pero continuamente tienen comunicación con ciertas personas y a través de ellas realizan su trabajo en el planeta. Las personas que están en contacto con ellos reciben conocimientos y habilidades especiales que deberán ser usados para propiciar el mayor desarrollo espiritual de la humanidad. Sus visitas a los seres humanos pasan desapercibidas para el resto de los mortales. Por siglos han mantenido a resguardo conocimientos que el hombre no estaba capacitado para adquirir y actualmente han confiado secretos que pueden cambiar el curso de nuestra vida e  historia, sólo a determinadas personas que han sido preparadas.

Hoy que la humanidad parece estar a punto de caer al precipicio, aquellos gigantes trabajan con ahínco preparando a una gran cantidad de personas que puedan lograr un cambio favorable. Como una gran tormenta, la violencia, el caos, la mentira, la ambición y el abuso devastaran nuestra sociedad por algún tiempo, en tanto que, con perseverancia y diligencia los gigantes preparan a las personas que serán  los cimientos de la humanidad del futuro. Con un mayor grado de conciencia y capacidad de servicio, los hombres poco a poco serán partícipes de aquéllos conocimientos que han sido resguardados para permitir su evolución a planos que no son solamente terrenales.  

POR UNA VIDA MEJOR


POR UNA VIDA MEJOR


Guadalupe apenas sabía leer y escribir. Llegó de la sierra de Michoacán cuando tenía 10 años. Su familia había vivido siempre en una ranchería demasiado alejada de la civilización. Ella era la mayor de cinco hermanos. A pesar de sus grandes esfuerzos los padres de Guadalupe no podían dar lo necesario a sus hijos, el trabajo era escaso, las abundantes lluvias habían arrasado con las cosechas. El invierno era especialmente cruel para las personas que no  tienen un buen techo. Por todo ello, un día decidieron que su hija mayor debía irse  para que tuviera la oportunidad de educarse. Le buscaron alojamiento con algunos parientes lejanos en un pueblo donde había escuela.

Ella tomó sus enaguas hizo un bulto con ellas y después de despedirse de sus hermanitos  y recibir la bendición de su madre, partió con su padre caminando todo el día por el largo sendero. Él la acompañó hasta el pueblo, habló con sus conocidos y llegaron a un acuerdo: la niña les ayudaría con los quehaceres de la casa y ellos la mandarían a la escuela. Pasaron los días, ellos cumplieron en mandarla a la escuela, pero se negaban a darle dinero para sus útiles y le exigían demasiado trabajo. Su comida diaria consistía solamente en un plato de frijoles y dos tortillas. Ella no tenía derecho a comer nada más.  Sus tareas eran impostergables, sin importar que estuviera enferma. El trabajo más pesado era acarrear agua del pozo para cubrir las necesidades de limpieza de todos los miembros de la casa. Día  tras día era lo mismo, sin ningún descanso.

Guadalupe era delgada, pero pronto su semblante se volvió pálido y demacrado. Un dolor constante acosaba su espalda. Sus huaraches viejos y desgastados pronto no le sirvieron de nada y hubo de andar descalza. Agotada  de trabajar hasta muy noche nunca tenía tiempo de realizar las tareas escolares. A la escuela llegaba corriendo, siempre que estaban a punto de cerrarle la puerta, la vencía el sueño sentada en su banca. Era objeto de burlas continuas por parte de sus compañeros cuando la escuchaban hablar y ella mezclaba palabras de su lengua materna, el tarasco, con un español que no dominaba. Sentada en cualquier rincón, pasaba las horas del recreo solita, mirando cómo los demás niños jugaban.

Cada día era un suplicio, agotada, mal nutrida y sin esperanza de que las cosas mejoraran. Cuando su padre venía a verla, entonces sus parientes la trataban como si fuera su hija, comía lo mismo que ellos en su mesa y pretendían estar preocupados porque había bajado de peso, decían que se negaba a comer bien porque extrañaba a su familia. Y entonces ella incapaz de decir una palabra, guardaba un silencio obstinado mientras que sus ojos se anegaban de las lágrimas. Nunca tuvo oportunidad de decir la verdad a su padre y él se volvía a su casa, sin imaginar lo que pasaba.

Tres años pasaron de esa manera, hasta que no pudo más. Entonces comenzó a buscar la manera de irse de esa casa. Su maestra continuamente le preguntaba el por qué no jugaba con sus compañeros y un día ella se atrevió a decirle la forma en que la trataban sus parientes. Le pidió que la ayudara a encontrar otro lugar donde la emplearan y pudiera seguir yendo a la escuela. Su maestra supo de un matrimonio de ancianos que vivían solos porque todos sus hijos se habían ido a trabajar a los Estados Unidos y como eran ilegales no podían venir a visitarlos. Ellos necesitaban de alguien que los acompañara y los auxiliara con algunas cosas que ya no podían hacer debido a su avanzada edad. Eran unas personas muy nobles que recibieron a Guadalupe con cariño, y le dieron el apoyo que necesitaba. Ella estaba muy agradecida y los cuidaba con esmero y afecto. Y los días corrieron apacibles por algunos años.

Aquél nefasto día que cambió su vida fue un miércoles. Como era costumbre al regresar de la escuela, ayudó a preparar la comida y después fue al mercado a comprar algunas cosas para la despensa. A la hora de comer, los ancianos le encargaron comprar algunas especias, en dos días sería el cumpleaños del señor y su esposa quería prepararle un delicioso mole. Dos horas tardó en volver. Cuando llegó, le extrañó que hubiera demasiado silencio, el señor no estaba en el patio desgranando su maíz como usualmente hacía por las tardes. Puso la bolsa de las compras en la mesa de la cocina  y mientras los llamaba por su nombre, escuchó unos quejidos en el cuarto, corrió de inmediato a buscarlos. Tirado sobre el piso estaba el anciano, de una herida en su abdomen salía abundante sangre, ella se acercó de prisa a auxiliarlo. Angustiada miró hacia los lados al tiempo que gritaba pidiendo auxilio. De pronto miró una navaja a un costado de la cama, sin pensarlo la tomó con sus manos. Y mientras trataba de comprender que había sucedido, entraron los vecinos que con horror la miraron llena de sangre  y empuñando el arma.

La sujetaron para que no escapara, mientras ella desesperada trataba de explicar que ella no lo había atacado. No hubo quien la defendiera, la anciana había recibido un fuerte golpe en la cabeza, estuvo en coma por tres semanas y cuando despertó no recordaba nada, ni siquiera reconoció a Guadalupe. Envuelta en las tinieblas del olvido no se percató de la tragedia de la que formaba parte, ni de que su esposo había muerto. Con la evidencia y la declaración contundente de los vecinos que la encontraron empuñando la navaja; una joven mujer que sólo trataba de salir adelante, yace resguardada entre las paredes de una cárcel. Nadie cree en su inocencia,  y ella no espera ya nada de la vida, sólo que los días pasen.  

DICES QUE ME QUIERES


 
DICES QUE ME QUIERES.

 

Dices que me quieres y la risa escapa de mis labios porque sé que con esas palabras expresas tantas cosas, menos una; que me quieres

Dices que me quieres, y me pregunto ¿cómo? No entiendo ese amor que fácilmente olvidas en los brazos de otras mujeres.

Dices que me quieres, y me pregunto ¿dónde? Porque con frecuencia me huyes y me mandas al diablo si estás inconforme.

Dices que me quieres, y me pregunto ¿cuándo? Quizás sólo en las noches que te lleno  de placeres.

Dices que me quieres y me pregunto, ¿por cuánto tiempo? Tal vez te refieres a esos momentos en que la soledad te persigue.

Dices que me quieres y me pregunto, ¿para qué? Tal vez, sólo para mantener la ilusión de un matrimonio y una familia feliz.

Dices que me quieres, pero tus ojos ya no brillan con ese fuego que incendiaba mi corazón.

Dices que me quieres, y en tu voz ya no encuentro la ternura, ni en tus brazos el calor y protección.

Dices que me quieres para siempre. Pero eso, es demasiado tiempo, es un compromiso con sabor a obligación.

Dices que me quieres, quizás para que olvide tus infidelidades, tus mentiras y tus promesas incumplidas.

Dices que me quieres. Lo dices tantas veces… que probablemente, es a ti mismo a quien tratas de convencer

Dices que me quieres. ¡Vamos cariño!, no te esfuerces. Hace tanto tiempo que yo sé y tú sabes…que no me quieres.

HYSTERIA


HYSTERIA

 

Una comedia sorprendente de principio a fin. Narra los pormenores de cómo un médico (Granville) y su amigo (St. John-Smythe, que es inventor de aparatos eléctricos) inventan el primer vibrador electromecánico del mundo. Pero más allá de ser sólo la historia de un invento, el director consigue con gran habilidad mostrar el pensamiento de la sociedad victoriana sobre las mujeres a quienes se considera caprichosas, agresivas o violentas solo por tener pensamientos distintos, además de  ser incapaces de sentir placer sexual.

 

 Ambientada en la Inglaterra de la clase alta, un espacio en el que las mujeres pudientes tienen el suficiente dinero cómo para curarse de la  “histeria”, que no es sino la manifestación de todos los síntomas causados por una vida frustrada y carente de sentido en una sociedad con pocas oportunidades para las mujeres que se ven encadenadas a una vida tareas domésticas o una enfermedad que se utiliza para explicar las conductas fuera de la normalidad de la época.  Pero que el Dr. Darlymple trata de curar dando masajes en la vulva de sus pacientes.

 

La protagonista Charlotte hija mayor del doctor Darlymple (especialista en el tratamiento de la histeria), es el personaje que continuamente cuestiona el trato hacia las mujeres, no sólo a través de las palabras, sino también con sus acciones, que son precisamente todo lo contrario a lo que su padre y la sociedad esperan de ella. Una mujer de carácter fuerte, inquebrantable en sus propósitos, decidida a vencer cualquier obstáculo que se presente en la realización de su labor de servicio a los pobres. Sin miedo a defender sus convicciones hasta las últimas consecuencias, exactamente el tipo de mujer que no puede ni debe existir en ése tipo de sociedad.   

 

El joven médico M. Granville ve frustrada su carrera al lado de médicos, que utilizando los antiguos métodos de curación, se resisten a aceptar los avances de la ciencia, logra el éxito como asistente del padre de Charlotte. La posibilidad de un matrimonio con Emily la hija menor del Dr. Darlymple y una vida confortable y llena de prestigio se ve cuestionada cuando Charlotte le muestra su determinación al defender sus ideales  y una verdadera vocación de servicio a los más desprotegidos. Una mujer que se atreve a realizar lo que en un inicio él quería, pero que fue olvidando en la medida que el dinero y la fama llegaban a su vida.

 

Una historia con un final predecible, pero no por ello menos divertida