lunes, 30 de marzo de 2015

AFUERA




AFUERA


Afuera había una claridad que yo nunca había visto. Era como miles de diminutos reflejos de luz de las estrellas, todos parpadeando al mismo tiempo, creando una luminosidad intensa. La luminosidad más intensa que pudiera imaginarse. Pero extrañamente, la intensidad de la luz no lastimaba en absoluto mis ojos.



Caminé lentamente, y entonces me di cuenta de algo en lo que no había reparado: mis pies no tocaban el piso. Pero… tampoco había piso. Miré hacia abajo, y a los lados, no había nada sobre lo cual pudiera apoyarme…pero, tampoco necesitaba apoyarme. Mi cuerpo, o yo, o la imagen de mí, en realidad no  lo sé, parecía no tener ningún peso. Traté de tocar mi cuerpo, mis manos, mi cara y encontré algo distinto a lo que siempre había sentido. No sentía la textura de mi piel. En absoluto, no había nada de lo que yo había conocido en mí misma. Ahí, en el lugar en donde se suponía debía estar mi cara, apenas sentía algo delicado, fino, como la espuma del mar. Y un calor, un calor muy tibio, apenas como un susurro.

¿En dónde estaba? Todo parecía vacío, ni un ruido, ni un árbol, ni  una casa, ni un animal, ni una persona, no había nada que indicara la presencia de alguien. Ningún indicio de algún ser vivo. Tampoco podía sentir el viento o el calor del sol. Pero es que, no había sol tampoco. Jamás había escuchado un silencio tal. Un silencio perfecto, un silencio que no era interrumpido por el ladrido de ningún perro. Sin ruidos de personas, animales, carros o del viento.

Quise hablar, llamar a alguien, pero, de mi boca no salió ninguna palabra. Acaso en este lugar de silencio, no podía existir tampoco mi voz. ¿Dónde estaba mi voz?, pero ¿qué era yo? Sin voz, y sin cuerpo. Y si no tenía cuerpo. Entonces, ¿de dónde venían mis pensamientos?, ¿cómo podía saber que yo era o había sido alguien? Miré hacia abajo, todo vacío, tampoco tenía sombra. Y aquí, ¿es de día, de noche, o  tarde?, ¿cómo saberlo? No tengo ningún punto de referencia para saber del tiempo. ¿Desde cuándo estoy aquí?

Escuché una sonrisa que llamó mi atención. Miré hacia todos lados y no vi a nadie. ¿De dónde viene?, ¿acaso de mí misma? No. Yo no puedo hablar y tampoco hay ningún sonido. Pero esa respuesta llega, de algún lado. Una respuesta para mí. Las respuestas vienen de algún sitio. Como si alguien escuchara mis pensamientos.

Sigo mirando hacia los lados, parece no haber nadie, y sin embargo, siento como si alguien estuviera junto a mí. Algo me dice que me tranquilice, que todo está bien. En verdad lo dice con un tono tranquilo, sin prisas, con una certeza implícita. Una certeza que no sé cómo llega muy profundo dentro de mí. Hay algo frente a mí, como una silueta, apenas dibujada como con un reflejo del agua. Algo que parece moverse. Lentamente mis ojos aprenden a mirarlo. Entonces su cuerpo empieza a tomar forma, pero no es una figura completamente definida, a veces, parece a punto de diluirse y cuando está a punto de desaparecer,  vuelve a formarse.  Me parece conocido, aunque no recuerdo haberlo visto jamás. Hay algo demasiado familiar en él. Me produce la sensación de alguien que conozco de toda la vida. A la vez, me mira también como si me conociera de siempre. Como si adivinara cada uno de mis gestos y preguntas que me produce su presencia.

Quiero hacerle mil preguntas, él sonríe con un gesto de comprensión. Como un padre que mira a su hijo pequeño descubriendo el mundo y preguntando el por qué, de todas las cosas. Quiero preguntarle, pero no le he preguntado nada y él me dice que tenga calma, que sabré todo a su tiempo. Pero cómo puede saber lo que quiero preguntarle. Él sonríe con benevolencia ante mi cara de asombro. Sin que yo diga nada, dice las respuestas a mis preguntas. O mejor dicho, no las dice, porque no se escucha de sus labios ni un solo sonido. Pero las respuestas llegan hasta mí.

Es demasiado extraño, en el lugar parece no haber nada, pero de alguna manera, también lo encuentro familiar, como si hubiese estado aquí antes, muchas veces, aunque no sé cuándo. Entonces me río yo misma. Recuerdo aquélla vez en que escuché música árabe por primera vez y comencé a bailarla como si la hubiera bailado toda la vida. Mi cuerpo comenzó a moverse siguiendo fácilmente el ritmo. Todas las personas que estaban presentes se quedaron mirándome con atención, con asombro, por lo bien que ejecuté esa danza árabe. ¿Cómo lo hice? No lo sé. Algo dentro de mí pareció despertarse al compás de la música. Algo dentro de mí parecía saber cómo hacerlo. Al final, todos me aplaudieron entusiasmados.  Una mujer lloró de emoción, corrió a abrazarme diciendo que era el baile más hermoso que había visto en su vida. ¿En qué parte de mí estaba ese conocimiento?, ¿dónde lo aprendí? Jamás había tomado clases de ningún tipo de danza. Alguien dijo que en alguna vida anterior yo había sido una gran bailarina. Por primera vez me pregunté ¿existen otras vidas?

Ahora, aquí en este lugar extraño, que me da una sensación de familiaridad, vuelvo a preguntarme ¿dónde estoy?, ¿por qué no hay nadie? Miro alrededor tratando de  explicarme lo que veo. Pero no puedo explicar nada. En medio de este absoluto silencio me desplazo lentamente tratando de encontrar algo conocido, pero esto no se parece a ningún sitio, a ninguna ciudad.

¿Y mi familia?, ¿mis amigos, dónde están?, ¿dónde están todos?, ¿qué pasó con ellos?, ¿a dónde fueron?, ¿cómo ha podido desaparecer todo? He caminado tratando de encontrar algo o alguien. Quiero volver con mi familia, pero no sé cómo. ¿Desde cuándo estoy lejos de ella?, ¿también me buscan?, ¿cómo puedo encontrarlos? He caminado mucho, pero no importa cuánto camine, todo sigue igual, vacío y silencioso.

Algo que parece ser una voz que se escucha dentro de mí me indica que avance pero no sé a dónde ir. Todo parece ir a ningún lado. Pero súbitamente algo aparece al frente, ante mis ojos. Hay una serie de imágenes, las miro. Hay una niña, corre a todo lo que pueden darle sus pies, corre entre mucha gente. Parece que huyen aterrados, se escuchan disparos de armas, el ruido de pisadas de caballo. Se escuchan gritos de gente y cuerpos que caen violentamente. La niña sigue corriendo, aun cuando siente que no puede más, le falta el aire y el corazón está a punto de estallarle. Da vuelta a la derecha, sigue corriendo, a su lado hay un cercado de piedra, tiene mucho miedo, están a punto de alcanzarla. Ellos vienen montados a caballo y otros corriendo, mientras disparan sus armas contra la gente. Ella se mete en la primera puerta que encuentra, trata de buscar un escondite; no hay nada. Sólo piedras y una cantidad incontable de cuerpos regados en el suelo. Cuerpos sangrantes, heridos, nadie se mueve. Yo siento miedo, el miedo de la niña, trato de buscar una salida, ellos ya están muy cerca. No hay a dónde ir. Ella se tira con la cara hacia abajo, entre los cuerpos inmóviles, quiere quedarse quieta. Pero respira agitadamente. Está oscureciendo, afuera la persecución, los gritos y los disparos continúan. Escucho los pasos de los hombres acercándose. Disparan a los cuerpos tirados, un hombre, los mueve con su pie, mira su cara, les dispara en la cabeza. Se escucha un hombre parado a un lado mío, estoy tirada en el suelo, se oye un disparo. Estoy aterrada. Después, no hay nada.

Mi corazón sigue latiendo aceleradamente, toco mi cuerpo, miro alrededor, mi respiración es muy rápida, me digo a mí misma que estoy bien, pero sigo teniendo miedo. Camino. Camino por mucho tiempo. No sé cuánto, las imágenes se diluyen lentamente. Creí que me mataron, pero estoy aquí. Vi todo, sentí todo. Estoy aquí, aunque no sé dónde.

No sé cuánto tiempo ha pasado, ni a dónde ir, siento que ha transcurrido mucho tiempo. Este no es un lugar tenebroso, pero parece no haber nada, sólo yo, mis recuerdos y las imágenes que surgen de no sé dónde. Sigo caminando, no siento hambre, cansancio, ni sed. Y mi espalda, tampoco siento el dolor de tantos años en mi espalda. Ese dolor que no conseguí aliviar con nada. Ningún tratamiento médico, ninguna medicina consiguieron liberarme de esa molestia de varios años. Un dolor que se hizo crónico y más intenso cada día. Pero ahora mi cuerpo se siente ligero, como si fuera una pluma. Aquí todo es tan sutil.  Tan silencioso. Tan vacío.

EL CLIMA




EL CLIMA

 
Los días se volvieron grises. ¿Desde cuándo? No lo sé. Pero sucedió que el clima de súbito se volvió loco, inestable. A días extremadamente calurosos, de pronto, le siguieron días lluviosos y muy fríos. El cielo antes lleno de vapores calientes, se volvió de un azul intenso y lleno de nubes como borregos. Las lluvias cayeron intensas, y a veces, con mucho granizo. Aguaceros, como en pleno temporal de lluvias.

En las calles de la ciudad, la gente no sabía cómo sentirse. Al principio se les veía agotados por el calor extremo, como muñecos desmadejados. Molestos por los desagradables olores de los cuerpos sudorosos hacinados en el transporte público de las horas pico. Después, las lluvias sorpresivas causaron desconcierto, pero también un poco de alivio. Llegó la frescura del viento libre del polvo.



Pero el clima seguía cambiando, dos o tres días de calor intenso, después, lluvia, frío. Había días en que la gente estaba especialmente irritable. Todos parecían tener prisa de llegar a no sé dónde, o de escapar de no sé qué. Veía a gente trasgrediendo reglas, conductores de automóviles rebasando en lugares inapropiados y por el lado derecho. Conductores del transporte público haciendo lo imposible por arrebatarse a los pasajeros, en una batalla que implicaba recorridos a toda velocidad. O en retrasar su recorrido para esperar la mayor cantidad de pasajeros antes de que el siguiente transporte lo alcance.

¿Se trata de escapar de algo?  O, de evitar que algo se escape a como dé lugar. Tal vez escapar de los cambios súbitos, de los efectos inesperados que sentían en el propio cuerpo. O de evitar que se fuera aquello que había sido estable hasta hace algún tiempo. De preservar aquello que brindaba seguridad. Los comentarios en la calle son muy parecidos: no hay trabajo, las jornadas laborales son esclavizantes, de doce horas, los salarios extremadamente bajos. El sueldo de una persona no es suficiente para cubrir las necesidades más elementales.

El malestar general es enorme, las cuotas por servicio de energía eléctrica se triplicaron desde el año pasado, mientras el gobierno sigue publicitando, los miles de pesos que las familias se ahorran en este servicio. Las ejecuciones públicas siguen ocurriendo a plena luz del día. El tiempo de parada ante un semáforo es aprovechado para ajustar cuentas por los distintos bandos. La gente que tiene la desfortuna de estar en el momento equivocado, trata de evitar el horror huyendo de prisa o mirando a otro lado.

Y las manifestaciones públicas se volvieron algo demasiado cotidiano. Lunes, miércoles, sábados, y a veces, hasta los domingos. Incluso el gobernador las tiene ya agendadas, su reacción es muy simple. No está en el palacio de gobierno en los días en que sabe, le harán una manifestación, se traslada a los municipios en lo que él mismo, impuso al presidente municipal. Lo que reclamen a gritos en las calles o le escriban en las pancartas para nada es de su incumbencia. Con ayuda de los presidentes municipales y de los medios de publicidad, sigue pintando la fachada del progreso. Se colocan mantas que anuncian la inversión de millones de pesos en obras de rehabilitación y re-encarpetamiento de carreteras en dónde no se ha invertido un solo peso, o en las que apenas se colocaron algunos señalamientos o taparon algunos baches, que por supuesto no justifican el gasto millonario que pretenden.

La gente ve las mantas, su enojo es manifiesto, las rompe. Comentan el robo tan descarado en las calles, en el transporte, o aún en el facebook. Se enteran que en aproximadamente, dos o tres poblaciones por cada municipio del estado, se han colocado mantas sobre esta clase de “obras públicas”. Algunas de estas acciones se denuncian en programas de protestas, pero no se ejecuta ninguna acción legal sobre las personas que las realizan. Como si nada, algunos presidentes municipales siguen preparando su carrera política. Inician su campaña para lanzar su candidatura a diputados federales. Los puestos políticos son un buen negocio, permiten el enriquecimiento rápido e ilícito. De esto hay muchos ejemplos, el más conocido ahora, el del anterior presidente de Iguala. La impunidad es otro de los privilegios de los políticos poderosos. Ahora la gente se pregunta, ¿cuánto tiempo estará Abarca en la cárcel?, ¿dos, tres años? ¿En qué condiciones?, ¿como un rey, con todas las comodidades que el dinero le puede comprar? ¿Cuántos estudiantes desaparecidos hacen falta para aplicar la justicia? Cuarenta y tres, ¿no son suficientes?

El descontento es en todos los ámbitos. Se acercan nuevas elecciones. El INE, trabaja ya en los procesos para la elección. Los capacitadores que se encargan de notificar a los ciudadanos que han sido electos para ser funcionarios de casilla, se encuentran con la negativa de los ciudadanos a participar. El sentir es, ¿para qué participar en un proceso, que ha sido y puede ser fraudulento?, ¿Cómo se puede elegir a un buen presidente, cuando todas las opciones que ofrecen los partidos, de antemano, se sabe que son sólo malas y peores?, ¿para qué jugar a elegir un presidente, cuando con anticipación se sabe, que ya ha sido electo en los altos mandos?

¿Para qué participar en el juego de las apariencias? Las elecciones se han convertido en un pretexto para dar a los partidos políticos presupuestos millonarios. Las campañas son la oportunidad de negociar con los pobres su hambre. El voto a cambio de una despensa, de cien pesos, de un puesto de trabajo, de recibir ayuda a través de algún programa social, que por supuesto, se dice es ajeno a cualquier partido político. En algunas comunidades esta práctica se ha arraigado tanto que ya no se preguntan ¿cuál es el partido?, ¿Quién es el mejor candidato? No. La única pregunta es ¿quién da más? Y los militantes, desde luego, van de un partido a otro, según les convenga.

Durante sus campañas los políticos, llevan consigo toda una comitiva dispuesta y entrenada en aplaudirles sus huecos e incoherentes discursos, llenos de palabras rimbombantes, cuyo significado, ellos mismos ignoran. Algunas personas se acercan esperando alguna dádiva, que puede ser, una gorra, una bolsa, un paraguas, una pluma, una camiseta, un vaso de refresco, o una torta. Los candidatos saludan a los pobladores con una amplia sonrisa y de mano, mostrando el afecto e interés casi de un hermano. Una actitud contrastante con la indiferencia con que los tratarán, el día que soliciten una ayuda o que cumpla las promesas hechas, una vez que llegue al puesto aspirado.

Pero algunas personas atrevidas, le cuestionaran si parte de su política, también será desaparecer a los estudiantes de la única escuela preparatoria de la localidad. Momento que los políticos, aprovechan para manifestar su total repudio y desaprobación a este tipo de actos. Su propósito es sólo uno: ganar adeptos, sin importar lo que tengan que prometer. Después de todo, ellos mismos dicen: “prometer no empobrece”



Este es el clima, de descontento, de inseguridad, de hastío, de desesperanza. Un clima gris, inestable, que promete no mejorar por mucho tiempo.