domingo, 26 de octubre de 2014

LA FELICIDAD



LA FELICIDAD


Había una vez en una enorme y densa selva, un pájaro de brillantes colores, sus alas de color azul turquesa, su pecho de color amarillo, su cabeza de color rojo y su pico era negro, delgado y muy alargado.




Tenía ya muchos días que volaba de un lugar a otro, de norte a sur, de oriente a poniente, buscando incansablemente la felicidad. Miraba aquí y miraba allá. Preguntando al águila, al gorrión, a la calandria, a la codorniz, al correcaminos, a la golondrina, a la paloma, al perico… en fin, a cuanta ave se encontraba en su camino.

Así paso un día, dos, tres, hasta que le fue imposible saber cuánto tiempo había pasado. Buscó tanto sin encontrar nada. Estaba tan agotado y decepcionado. Y se quedó parado en un árbol pensando: ”creo que la felicidad no existe”. Entonces, muy triste decidió quedarse ahí definitivamente, hasta que llegara el día de su muerte.



Habían pasado algunos días cuando escuchó el aleteo de un viejo pájaro, que al verlo tan triste se acercó a su rama y le preguntó:
-¿Por qué estás triste?
- Te lo voy a decir.
- Los dos somos aves y a la mejor te puedo ayudar.
- Dicen que existe la felicidad, pero yo he ido de norte a sur, de oriente a poniente, buscando y preguntando y no la he podido encontrar. Estoy cansado de buscar




- ¡Ah!...todos los que vivimos en este mundo pensamos en ser felices de alguna manera. ¿De verdad quieres encontrar la felicidad? Yo te puedo decir cómo encontrarla.
- ¿De verdad sabes dónde encontrarla?
- Yo sé cómo puedes encontrarla, te lo diré si quieres.
- ¡Claro que quiero!, es lo que he estado buscando todo este tiempo.
- Bueno, pues si de verdad quieres encontrarla, entonces harás exactamente lo que yo te digo.
- Sí, yo haré lo que tú me digas, porque ya me cansé de buscar.
- Entonces, escúchame bien. Es importante que escuches con atención lo que harás. ¿Ves ese enorme árbol a lo lejos?
- Sí, de aquí lo veo muy bien.



- Busca en sus ramas un lugar seguro, y construye tu nido, cuando hayas terminado, pon tus huevos y empóllalos. De ahí nacerán dos o tres pajaritos como tú. Atiéndelos, cuídalos, dales de comer, enséñales a volar y a buscar su alimento. Después de hacer esto, yo vendré y me dirás si todo lo que has hecho te ha servido de algo.
– Haré todo lo que me dices.
- Ahora ve de inmediato y hazlo.

El ave voló hacia el árbol y de inmediato se puso a buscar hojitas, ramitas, pasto, todo lo necesario para construir su nido. Cuando vio que estaba bien hecho puso sus huevos y pacientemente esperó a que nacieran los polluelos. Al principio se preguntaba qué tenía que ver lo que hacía con la felicidad. La verdad es que no le encontraba sentido. Y llegó a pensar que era una prueba que el viejo pájaro le ponía para al fin decirle dónde estaba la felicidad.



Cuando los polluelos salieron del cascarón no tuvo tiempo de pensar más. Se encontraba muy atareado yendo a buscarles comida. Y cada vez que lo  veían llegar con un gusano para alimentarlos, los polluelos abrían enormemente su pico y  trinaban alegremente, y esto daba al pájaro una gran satisfacción. Los miró dar sus primeros pasos tambaleantes, los vio crecer y hacerse fuertes. Y se sintió muy feliz cuando los vio volar por primera vez y buscarse su alimento.



Cuando los polluelos hubieron crecido, al fin el pájaro tuvo tiempo de pararse a descansar en la rama del árbol, en donde tiempo atrás había encontrado al viejo pájaro que le dijo lo que tenía que hacer. Y un día volvió a encontrarlo.
– Compañero, ¿cómo te ha ido?
- Soy muy feliz, cuidé a mis polluelos, los alimenté, les enseñé a volar y están muy hermosos.
- Ahora ¿ya sabes dónde está la felicidad?
- Sí, no tengo que ir a buscarla a ninguna parte.
- Así es, la felicidad no se busca. La felicidad se hace.