viernes, 28 de septiembre de 2012

DÍAS EXTRAÑOS




DIAS EXTRAÑOS
                                                          


Hoy mismo te extraño, en éste espacio
En el que ambos estamos sin que tú seas tú
Y en el que yo tampoco… soy yo
Pero no, no es por la tristeza de no tenerte
A no tenerte, hace mucho me he acostumbrado
Más bien, es por ese que ya no eres
Es por esa que ahora, ya no soy
Porque volver a verte, pasados los años
Me es tan ajeno, tan diferente
Quedan tus palabras, tu mirada tierna y tu voz
Pero ese con el que yo converso no eres tú
No eres al que yo guardé en mi pensamiento
El tiempo, la soledad o tal vez el sufrimiento,
se llevó la luz y el brillo de tus ojos
Y aunque tus ojos me miran como siempre
Detrás de tu mirada no está tu alegría por la vida
No están esas ganas inmensas de hacer tantas cosas
Quizás las decepciones derrumbaron tu entusiasmo
Te oigo hablar, pero ya no oigo tus proyectos y sueños
De tus palabras brota la amargura por el desengaño
 y la culpabilidad del “ si yo hubiera”, por lo que no fue
Te preguntas dónde torciste el camino
Pero sucede simplemente que no hay camino torcido
Cada paso era solamente una lección
Te niegas a aceptar que las cosas han sido
Tal y como tenían que ser, nada más
Te veo triste, te escucho resentido
Como si tu vida toda, fuera una equivocación
Hiciste las cosas sin encontrarles sentido
Tal vez las hiciste sin preguntarle a tu corazón
Te miro y te siento, te oigo y te hablo
Pero eres un extraño en un cuerpo querido
Un hombre distinto que no conozco yo 

EL DESCUBRIMIENTO DEL AMOR




EL DESCUBRIMIENTO DEL AMOR

Hace miles de años, hubo una ocasión en que el planeta atravesó por una larga era glaciar. Los campos y enormes bosques se cubrieron de nieve.  Grandes bloques de hielo se formaron en las altas montañas y en el mar.  Un viento gélido azotaba cruelmente a cualquier ser vivo que se atreviera a caminar a la intemperie. Muchos animales murieron y especies completas de ellos se extinguieron. La sobrevivencia era extremadamente complicada.

En ésa época el hombre ya había aprendido a cazar y cubría su cuerpo con las pieles de sus presas, y a pesar de que encontró abrigo y protección en las enormes cuevas de las montañas, los habitantes de la tierra comenzaron a disminuir drásticamente ante el clima adverso y la dificultad para obtener alimentos. Entonces comenzaron a organizarse en grandes grupos para aventurarse a salir en la búsqueda de comida. Muchos de ellos no volvían nunca, víctimas del clima helado y el hambre. Los que sobrevivieron se dieron cuenta de la necesidad unir esfuerzos para el bien común.

Hicieron lo que nunca antes habían hecho: decidieron compartir los pocos alimentos que obtenían en sus expediciones. Comenzaron a acercarse los unos  a los otros y a cuidarse entre sí. Dormían los unos cerca de los otros para procurarse mayor calor en las largas horas de la noche. El invierno era largo y la oportunidad de salir al exterior y regresar con vida era casi nula. Se vieron forzados a convivir por mucho más tiempo del que jamás habían estado. Ya no eran compañeros ocasionales que permanecían juntos por una vez en algún refugio. Pronto comenzaron a conocerse y a sentir la alegría de tener un compañero permanente, la tranquilidad de sentirse protegido y el gozo de ser notable para alguien.

Y así, cuando el hombre y la mujer notaron que la presencia de otro ser humano hacía nacer un tibio fuego en su interior que le inundaba todo el cuerpo…se descubrió el amor 

EL RAPTO




EL RAPTO

Todos salieron corriendo tan rápido como era posible. Tenían que esconderse, el ejército venía en camino. El vigía que estaba apostado en lo alto del cerro les había dado la señal. Sabían que en cuestión de treinta o cuarenta minutos ellos llegarían. Todos los días eran así. También tenían que esconderse de los revolucionarios y de los bandidos. Al final de cuentas todos hacían lo mismo, se llevaban a los hombres para pelear, abusaban de las mujeres, se las robaban y también les quitaban las pocas provisiones que tenían.

Ya habían pasado varios años en esa situación, y durante todo ese tiempo lograron sobrevivir escondiéndose en las cuevas, en lo más alto de los cerros. Tenían lugares específicos en donde guardar sus provisiones y sus utensilios para cocinar.   Cuando les era posible sembraban un poco de maíz en los lugares más ocultos. Pero a veces eran descubiertas sus milpas y los dejaban sin nada. No sólo se robaban sus provisiones, también las mujeres, se las llevaban sin que nadie pudiera hacer nada. En el pueblo sólo quedaban ancianos, mujeres  niños.

Teodora creció así, huyendo continuamente a través de los cerros, ella y su hermano eran los únicos sobrevivientes de toda su familia, sus demás hermanos murieron de hambre, su padre se fue con los revolucionarios y no había vuelto. Como todas las mujeres jóvenes y bonitas se llenaba de lodo y tizne para no llamar la atención de ningún hombre. El cabello despeinado y sucio, la ropa desgarrada, los pies descalzos, pero aún así le gustó a un coronel del ejército. Cuando ellos entraron al pueblo, ella había corrido para esconderse, pero no pudo hacerlo tan rápido, días antes se lastimó el pie, cuando al saltar una cerca una piedra le cayó encima. Los hombres a caballo la alcanzaron sin dificultad. Habrían abusado de ella, pero el coronel los detuvo y decidió quedársela. Nadie podía oponerse a su voluntad y se la llevó muy lejos.  

Por muchos años no se supo nada de ella. Tiempo después de que la revolución terminó, cuando ya nadie la esperaba, un día volvió. Llegó pálida y flaca. Sólo dijo que se había escapado y a nadie le contó lo que al lado del coronel vivió. Desde entonces su vida consistió en trabajar su parcela, sembrando maíz y flores de gladiola que después salía a vender. Siempre estaba callada,  una profunda tristeza se notaba en sus ojos negros. No lloraba, no hablaba, sólo su mirada vacía,  perdida, y, su silencio insinuaba el dolor de su alma.

No tenía amigas, ni le gustaba conversar, elegía un encierro voluntario en su cuarto.  Ahí en esa habitación de paredes gruesas y descarapeladas de viejas,  pasaba las horas de la tarde. De un palo entroncado en la esquina colgaban los pocos vestidos que tenía. Un lugar oscuro con un piso de tierra. Un par de sillas eran todos sus muebles y unos cuantos trastos se sostenían de clavos en la pared. Desde el techo de teja alto, pendía un canasto donde guardaba sus escasas provisiones. Apenas un poco de carne seca, frijol, arroz, azúcar, café y  pan. En la tarde se la veía preparando en su fogón de leña la comida en una olla de barro y su café. A veces remendaba sus ropas que ya estaban muy viejas. Hacía todo sin prisa, con infinita paciencia. Y aunque vivía en la casa de su hermano ella prefería siempre estar sola. A veces algún sobrino pequeño se asomaba curioso a ver que estaba haciendo, no lo regañaba, pero su trato era hosco y podría decirse que hasta indiferente. Pronto los niños aprendieron a mantenerse alejados, les parecía extraña.

Pasaron los años y ella se mantuvo alejada de cualquier persona, no quiso volver a casarse a pesar de que era una mujer hermosa y tuvo oportunidades. No deseaba saber nada de los hombres y parecía no querer saber nada de nadie. Lo que sucedió durante el tiempo en que fue raptada jamás nadie lo supo. Sin duda era un secreto que empañó su alma. No se le vio reír nunca, ni se le vio ilusionarse con nada. A veces alguien de la familia se acercaba con la intención e conversar, pero ella era parca en sus respuestas, cortante. No era grosera, pero se mantenía distante, no quería compartir el tiempo  ni las palabras.

Un día se siguió al otro, la misma rutina todos los días. Hacía sus labores con precisión y destreza. A media mañana tomaba un descanso sentada sobre una piedra y su mirada se perdía en el horizonte. Miraba sin ver o quizás lo que veía no estaba fuera sino dentro. En ese lugar donde se quedan guardados los momentos más buenos y más malos. Donde el fuego de las heridas seguía ardiendo. Comía por comer, como si el gozo de la vida se hubiera ido hace tiempo. Sólo lo suficiente para mantener el cuerpo.

Los años pasaron lentos, nadie jamás la vio quejarse. Nadie tampoco vio una sonrisa en sus labios.  Su piel envejeció y el cabello adquirió el color gris de su alma. A veces enfermaba y sin poder trabajar se quedaba sin dinero. Entonces para comprar comida sacaba una moneda de oro que nadie supo de dónde obtenía. Lento, llegó el momento en que el tiempo venció al cuerpo. Recostada sobre su petate esperó el final de sus días. No había pesar, ni miedo en sus ojos. El último respiro dibujó el alivio en su rostro. Al fin sereno, esa helada mañana de enero. Ese día que sabía, era el último. 


EL TIEMPO SE ACABA Y DEBO IRME

*
EL TIEMPO SE ACABA Y DEBO IRME

No sé cómo pasó. Todo fue tan repentino, tan  inesperado. Y ahora es tan extraño todo esto que siento. Quiero hablarles y les hablo, pero de mi boca no sale ningún sonido. Pronuncio las palabras, pero no se escucha mi voz. Es extraño yo sí los escucho pero ellos a mí no.

Mi madre está llorando, está llorando mucho, muy fuerte, como si algo le doliera demasiado. Me llama por mi nombre y yo voy a su lado rápidamente, pero ella no me ve ni me oye. Todos van de un lado a otro. Todos lloran no sé por qué, yo estoy aquí. Pero, ¡que extraño es esto, ya no me duele nada! Ese dolor de espalda desapareció de pronto. Ahora me siento ligera, tan ligera como una pluma. Y sí, así es, puedo desplazarme con la misma facilidad con la que una pluma es sostenida por el viento, pero lo hago muy rápidamente. Tanto que no puedo controlarlo.

Cuando escuché llorar a mi madre, corrí para ver qué le pasaba. Salí rápidamente de mi cuarto y…no sé por qué, pero no pude detenerme. Mi cuerpo es demasiado ligero. De pronto estaba flotando en lugar de caerme por las escaleras. Me sorprendí. ¿Por qué de pronto estoy flotando? Y todos lloran y hablan sobre mí. Hay demasiada gente en la casa, están haciendo preparativos como si fuera una fiesta. No recuerdo que mi familia fuera a celebrar algo. Y todos hablan sobre mí. Escucho sus conversaciones y sus pensamientos también. Aunque no logro entender lo que dicen, porque todas las palabras se superponen, sin que pueda entender con claridad.

Dicen que fue muy difícil rescatar el cuerpo, tardaron horas en sacarlo de la barranca. Dan detalles sobre las maniobras que tuvieron que realizar. Todos hablan de lo mismo, y de la manera en que se han enterado. Llega más gente, en verdad se ven acongojados. Sus pensamientos expresan su tristeza. Pero hay algunas personas que sólo vienen a enterarse de los detalles del accidente, sienten una gran curiosidad. Quieren ver cómo reacciona mi madre ante esta situación inesperada. Dicen que no pueden creerlo y todos confirman ésta idea. Coinciden en señalar que no había ninguna razón para que esto sucediera.

Otra vez esta aquí mi madre, llora desconsoladamente, la gente llega y la abraza. Le dicen que la acompañan en su dolor. Pero, ¿qué es su dolor? Me quedo muy cerca de ella para escucharla con claridad, sin que me interrumpan las demás conversaciones. Ella derrama lágrimas con cada persona que viene a verla. Piensa que se ha quedado sola, no esperaba que esto sucediera. Llora por éste imprevisto. Por la forma en que me fui contra su voluntad. Siempre estuvo pendiente de que nadie que pudiera llevarme de su lado se acercara a mi. Hizo mil cosas para aislarme de la gente. Ni siquiera le gustaba que tuviera amigas. Me quería completamente a su servicio. Ahora lo comprendo. Veo cómo ella se encargó de que no volvieran más. Quería que yo me dedicara sólo a ella, que la cuidara, que estuviera pendiente del más mínimo de sus deseos. Se esmeró en que yo aprendiera a cocinar sus platillos favoritos. Me quería a su servicio para siempre.   

Yo quería estudiar medicina, pero ella me mandó a la escuela de modistas, dijo que la sangre le horrorizaba y que yo tenía que estudiar algo que fuera propio de mujeres. Ella quería que su hijo fuera el del éxito, como mi padre, era quien debía poner el apellido de la familia en alto. Pero a mi hermano le gustaba más divertirse. Por años fingió estar estudiando. Mi madre le depositaba dinero en el banco para pagar su escuela y él lo gastaba en francachelas con sus amigos, ella no lo supo hasta que al final de la carrera que se supone tendría que haber estudiado, él se fue al extranjero para evitar ser confrontado. Lo buscó por mucho tiempo, sin importarle que la hubiera estafado. Era su hijo adorado. Él no quiso saber nada de la familia. Tiempo después algunas personas que volvieron del extranjero dijeron haberlo visto trabajando pasando indocumentados en la frontera. Y se fue a buscarlo, sólo para escuchar que no le interesaba volver, que era más feliz viviendo del otro lado, viviendo del modo americano. No le importaron las lágrimas y las súplicas de mi madre. Le rogó hasta el cansancio, y después tuvo que volverse con el orgullo pisoteado y con la amargura derramándose a cada palabra.

Descargó su furia conmigo, como si yo hubiera sido quien la defraudó. Desde entonces dijo a todo mundo que no quería saber nada de su hijo ingrato, pero todas las tardes lloraba ante su foto encerrada en su cuarto. Le molestaba la felicidad de otros, sobre todo la mía. Hizo todo lo posible para que mi vida fuera tan amarga como la suya.  Nunca entendí el motivo de su desamor. Me culpaba de todo, hasta de lo que ella hacía mal. No importaba cuanto me esforzara en complacerla, nunca estaba satisfecha. Siempre encontraba algo de lo cuál quejarse. Fui como ella me pidió que fuera. Hice todo cuanto ella quiso y jamás llegó a ser suficiente. No hubo manera de ganarme una migaja de su afecto y me cansé de su desaprobación reiterada. Pero no, no me suicidé como toda esta gente dice. Yo no estaba harta de la vida, sólo estaba harta de ella. Demasiado harta para soportarla.  Sólo quería irme lejos para ver si así me extrañaba un poco, para ver si mi ausencia me daba un pequeño lugar en su pensamiento y en su corazón.

Tomé las llaves de la camioneta en la noche, para irme mientras ella dormía, quería que en la mañana cuando ella se diera cuenta de mi partida hubieran pasado demasiadas horas como para poder encontrarme fácilmente. Es cierto que no empaque ropa, no estaba dispuesta a seguir usando nada de lo que ella había elegido para mí. Iba a iniciar una vida nueva donde nadie me conociera, donde pudiera empezar completamente de cero, donde por fin pudiera ser yo misma. Es mentira que me venciera el sueño y el cansancio. Iba muy atenta, pero la curva era muy cerrada, un tráiler en sentido contrario invadió mi carril, me sacó de la carretera, y caí vertiginosamente a ese barranco tan profundo. Es lo último que recuerdo…después simplemente  estaba aquí delante de toda esta gente.

Ellos no me ven, no  me oyen y yo no puedo tocarlos. Ahora puedo escuchar todos sus pensamientos  y deseos, pero ya no importa. Se acabó el tiempo, debo irme.

*VIDEO SONG: TRANSMUTATION, 
DINO SALUZZI _BANDONEÓN, 
ANDINA : ECM