jueves, 28 de agosto de 2014

EL NACIMIENTO DE LA SOBERBIA



EL NACIMIENTO DE LA SOBERBIA


Hace muchos, muchos años, cuando Dios creó el mundo, era común que viniera a este planeta. Los primeros hombres conscientes de su origen divino se dirigían a él con profundo amor y respeto. Pedían cuánto necesitaban y Dios simplemente lo concedía.

Con el paso de los años el hombre evolucionó, aprendió a conocer su medio y  modificarlo. Y al ver que podía crear herramientas y muchas otras cosas, fue olvidándose de Dios, se fue convenciendo de que no lo necesitaba más, de que era capaz de crear todo cuanto le hacía falta por sí mismo. Y comenzó a sentirse poderoso por poseer varias cosas.

Los hombres que se creían más poderosos e inteligentes que los demás, comenzaron a burlarse de los que seguían pidiendo la ayuda de Dios, llamándolos tontos e ignorantes. A medida que el hombre construía más herramientas y era capaz de producir una cantidad innumerable de cosas, se sentía más lleno de poder. Acumuló riquezas.

Y estas dos cosas: poder y riqueza le hicieron sentirse un dios. Y fue así, cuando hubo el primer hombre que pensó que por ello valía mucho más que otros, que nació LA SOBERBIA.

PEQUEÑAS TORTUGAS




Pequeñas tortugas

Miro el inmenso mar, el azul intenso, el rugido constante y el romper de las olas. Es de los espectáculos que me hacen pensar en la  infinitud del universo y en mi contrastante pequeñez y fragilidad.

Una enorme ola puede arrasarme en un instante, convertirme en algo menos que un grano de arena.

Soy nada y soy todo en un momento. Nada ante la furia de los elementos  y al mismo tiempo un ser con todo lo necesario para vivir esta vida.

Son la seis de la tarde, puntualmente el sol se pone sobre el horizonte. 



Es el momento esperado para la  liberación de las tortugas. Pequeñas criaturas nacidas dos o tres días antes.

Se marca una línea sobre la orilla de la playa, muy cerca de donde rompen las olas.

Al mismo tiempo todas las tortugas son depositadas sobre la línea. Es la primera vez que enfrentan el mar.

Las miro caminar presurosas, algunas tambaleantes, pero todas absolutamente saben hacia dónde ir.

Inscritos en sus genes está cuanto necesitan para enfrentar su destino. El inmenso y avasallante mar. 


Algunas fuertes y otras débiles pero todas siguen el camino. Esa línea de destellos  dorados que el sol dibuja sobre el mar antes de marcharse cada día.

Poco a poco alcanzan las olas, son tan pequeñas que el mar las arrastra y devuelve un poco cada vez.

Ellas se levantan, siguen avanzando, siempre hacia adelante  hasta rebasar la zona en que son devueltas por las  olas.

Poco a poco todas desaparecen en las profundidades de mar. Las miro valientes y  determinantes.

Las veo pequeñas, frágiles enfrentando la vida y la adversidad. Con un fuerte impulso por la vida. Sin duda esto es obra de Dios.


EL TESORO ENTERRADO


 EL TESORO ENTERRADO




Hace algunos años, en un pequeño y hermoso pueblo, vivió un señor llamado don Desiderio. Este señor de origen campesino era muy religioso y con mucho entusiasmo se había comprometido en repetidas ocasiones a realizar la comida para la fiesta anual del santo de su pueblo. Aquélla vez, se acercaba el día de la celebración y don Desiderio no tenía suficiente dinero para realizar la fiesta. Su preocupación aumentaba día con día, pensando en cómo podía cumplir con su compromiso.

En uno de esos días, en que todavía no resolvía su problema, tuvo necesidad de poner un clavo dentro de su casa para colgar algunas cosas. Su casa había sido  la herencia de sus padres. Una casa enorme de paredes muy altas y gruesas, tanto que algunas paredes medían un metro de ancho.

Don Desiderio, tomó martillo y clavo, y comenzó a perforar la pared. No había golpeado ni tres veces con el martillo, cuando una porción de la pared se vino abajo. Era una capa muy delgada. Al golpear varias veces con su mano en ese lugar pudo darse cuenta que estaba hueco. Con su martillo derribó otra parte de la delgada pared y dentro encontró una enorme olla de barro completamente llena de monedas de oro. Al instante don Desiderio se llenó de júbilo pensando en que con ese dinero podría hacer la gran fiesta que había prometido a Dios. Y así lo hizo. Para él lo más importante en su vida era demostrar gratitud al creador.

El tesoro que había encontrado don Desiderio era tanto, que una gran parte la donó a la misma iglesia. Con la donación se compraron bancas, floreros, se arreglaron puertas, se pintó el altar, el techo y   paredes. Para él mismo apenas si tomó algunas monedas, porque era un hombre trabajador y honesto que no requería de grandes lujos para ser feliz.

A pesar de que tenía tanta riqueza como para no trabajar por el resto de su vida, don Desiderio eligió tener la vida de siempre, seguir trabajando y vivir con modestia. La gente del pueblo se enteró de su hallazgo. Todos sabían que algo así podía ocurrir, pues en ese pueblo habían sido escondidos mucho dinero, joyas y objetos de valor por bandidos que durante la revolución se habían dedicado al robo y al saqueo. Ellos acostumbraban enterrar el botín o esconderlo en las cuevas que hay en el campo.

Por muchos años don Desiderio se siguió encargando de preparar la comida para la fiesta patronal, pues tenía dinero de sobra para ello. Con la finalidad de no despertar la codicia de ninguno de sus descendientes, decidió prescindir del resto del tesoro. Con el cuero de buey que mató para la comida de la fiesta que ofreció, mandó a hacer algunas bolsas. Dentro de ellas depositó el resto de las monedas, y las enterró en distintos lugares. Algunos creen que dentro del mismo patio de su casa, otros piensan que las llevó al campo. Pero lo cierto es que nunca le dijo a nadie donde estaban.

Hoy día, la casa en que vivió don Desiderio está completamente deshabitada, a pesar de su antigüedad, se conserva en perfectas condiciones. Una casa hecha de tierra y cal, de enormes habitaciones con ventanas y puertas de madera. Desde la entrada se mira su patio interior y al frente un corredor amplio. Una casa vacía con un aire de misterio. Ninguno de sus descendientes la habita, pero algunos de ellos, suelen ir de vez en cuando, a buscar un tesoro que aún no encuentran.


DERZU UZALÁ


DERSÚ UZALÁ


Una película de Akira Kurosawa, que trata sobre la relación que establece un capitán del ejército ruso con un cazador indígena perteneciente al pueblo de los Ussuri taiga, el cual, se convierte en guía y amigo del militar en el transcurso de su viaje de exploración por la taiga siberiana, a principios del siglo XX.

Dersú Uzalá es el nombre del viejo cazador, un hombre que perdió a su familia e hijos a causa de la viruela, desde entonces su hogar es el bosque en donde caza y acampa en algún cobertizo improvisado. A lo largo del film se muestra la particular forma en que Dersú concibe el mundo, los animales, los espíritus y la forma cómo el hombre debe relacionarse con ellos.

Para Dersú el sol es la persona más importante sin la cual todos moriríamos.  El fuego, aire, y viento también son personas poderosas, a quienes hay que temer cuando están furiosos. Es común escuchar que les habla y se dirige a ellos con respeto. Es un hombre con mucho conocimiento y muy observador del lenguaje de los animales y la naturaleza. Descubre rastros y huellas claras donde los demás no ven nada. Es capaz de saber quién o qué y hace cuánto pasó por algún camino.

Dersú se preocupa no sólo por él, sino por lo demás hombres  aún y cuando no los conoce. Por eso antes de irse, arregla el techo del cobertizo en donde han pasado la noche porque sabe que alguien más lo usará. Deja leña seca, arroz, sal y fósforos como una cortesía y ayuda para quien busque refugio y descanso. Para él es clara su relación y respeto a los demás y le resulta incomprensible que un hombre que se dice su amigo y le invita unas copas, le robe su dinero.

Para un hombre que vive y caza en la taiga siberiana es posible sobrevivir a una tormenta, inundación o al feroz y helado viento. Sabe dónde y cómo obtener lo  que necesita. Es capaz de resolver eficientemente los problemas que el medio le presenta. Todos sus conocimientos y experiencia le permiten ayudar a su amigo y salvarlo en momentos críticos.   Su sentimiento de lealtad hacia el explorador le impide recibir dinero como pago a su trabajo de guía, algo que él hace de cualquier forma en su vida diaria.

La vida de Dersú toma un giro trágico cuando comienza a perder la vista. Poco a poco se ve impedido para disparar con precisión su arma. En la naturaleza lee funestos presagios sobre su futuro, se siente perseguido por el espíritu de un tigre al que hirió de muerte. Y acepta el ofrecimiento de su amigo explorador para vivir en su casa en la ciudad. Pero después de unos días, se da cuenta de que esa forma de vida no es para él.  Se siente decepcionado de no poder ser útil para sus anfitriones en conseguir las cosas más básicas como el agua y la leña. No hay ninguna actividad que él pueda realizar dentro de la casa. Sus intentos por colaborar lo meten en problemas en una ciudad en donde todo está reglamentado y derribar árboles o acampar en la calle es un delito.    

Después de aburrirse de estar solamente en una habitación, decide volver al único lugar en donde él sabe vivir, a pesar de que físicamente no se encuentra en condiciones de enfrentar un medio tan adverso.

Una película maravillosa que muestra la forma de ver la vida de los indígenas siberianos, que como muchos otros, tienen un especial respeto por los animales, la naturaleza y el hombre mismo. Si bien la película no es reciente sigue siendo actual, pues muestra las grandes diferencias en la forma en cómo se concibe la vida un campesino y un hombre de ciudad. La manera como el campesino se percibe a sí mismo como parte de su medio y no como algo individual y superior a todo y a todos

En la historia de modernización de las ciudades se destruyen bosques, selvas, lagos, arrecifes, etc., y se desplazan o se exterminan a los indígenas, con ellos mueren concepciones de formas de vida, que sin duda, serían de gran ayuda a muchas de nuestras actuales sociedades para ser menos caóticas.