EL TAXISTA
Es un día con demasiado tráfico,
la reparación interminable en un tramo de la autopista hace la circulación
lenta y desgastante. Se hace tarde, tengo prisa por llegar a un sitio, entonces
al notar lo imposible del paso, comienzo a caminar a la orilla de la carretera,
buscando algún sitio más despejado y un taxi libre. Después de avanzar algunos
metros, veo aproximarse un taxi disponible, saludo al chofer y hablamos para
acordar el costo del servicio de traslado, es accesible y dentro de las tarifas
establecidas.
Lo abordo y él avanza buscando la
zona más despejada mientras pide informes a través de su radio sobre las
avenidas que no están bloqueadas. Me pregunta por dónde irse, le sugiero dos
posibilidades, indicándole, que tome la que considere más conveniente. Le
pregunto si conoce el recorrido, me dice que sí, aunque tiene poco tiempo de
estar trabajando en el taxi. Comenta sobre lo frío del clima, es cierto, hay un
frente frío que ha hecho bajar la temperatura drásticamente a grados muy por
debajo de normal para esta zona. Sigue platicando sobre distintos temas comunes
hasta llegar a contar sobre su propia vida.
No menciona su nombre, pero es un
joven moreno de cabello muy negro y ligeramente ondulado, muy pulcro y sobrio
en su vestimenta, que aparenta tener poco más de veinte años, una persona muy
respetuosa, que se expresa con fluidez. Me comenta que vino a esta ciudad que
considera muy segura y tranquila en relación al lugar desde donde es
originario: Guerrero. Un estado en donde la violencia ha alcanzado niveles
incontrolables.
De alguna manera le he inspirado
confianza y me dice que en el lugar donde vivía, del cuál, tampoco dice el
nombre, él se dedicaba al cultivo de la amapola. Es una actividad que en su
pueblo es cotidiana, es decir todos se dedican a ella. Me explica que la planta
de mejor calidad es la que se cultiva en las zonas más altas de la sierra,
aunque pocos producen en esta zona, pues es donde hace más frío. Es una planta,
relata, que requiere muchos cuidados, que hay que estar atendiendo
constantemente para evitar que se llene de maleza. Un trabajo intenso que se
realiza en grupo, pues no es algo que pueda hacer solo una persona. La forma de
trabajo, es asociarse, con amigos o familiares, gente de su confianza, con la
que invierte su capital y con la que se divide las ganancias a partes iguales.
Pues ahí, reitera, esa es la forma de trabajo, se ayudan entre sí y todos se
benefician por igual, no existe prácticamente el campesino asalariado, todos
son socios, pero si alguien quiere trabajar como peón se le pagan trescientos
pesos, lo cuál, es tres veces y medio más del salario mínimo recién aprobado en
la ciudad.
Esa es la forma en que la gente
de esa zona trabaja y vive, así obtienen dinero para sus casas y todas sus necesidades.
Comenta que el cultivo de la planta, lo considera normal, pero que cuando ha
platicado a personas de esta ciudad, sobre su anterior actividad, lo miran con
asombro y miedo. En realidad él sólo se dedicaba al cultivo y una vez que se
recogía su cosecha, la vendía por treinta y cinco mil pesos.
Las cosas ahí, dice, son claras y
directas. No comprende porque su actividad puede ser considerada mala, si es una
forma de vida para todos, si trabajan en la confianza y la ayuda común, si
todos se benefician y respetan. Ahí, dice todos tienen que respetar, no es como
aquí, que un chofer, señala los buses de transporte colectivo, puede rebasar y
manejar sin tener cuidado y respeto por los pasajeros, poniendo en riesgo la
vida de todos. Allá, puntualiza, si alguien hace eso, le dan un tiro, y se
acabó el problema, el mal se arranca de raíz, así que todos respetan.
Ahorita, todo se puso violento,
se empezaron a pelear las plazas, pero antes no había ningún problema, todas
las cosechas se vendían al jefe de la zona y ellos se encargaban de lo demás.
Ahora, el gobierno ha armado comunitarios, me dice, ¿si sabe lo que son los
comunitarios? Le digo que no del todo, entonces me explica, son policías
comunitarios, así les llaman, pero es gente que el gobierno arma, para sacar de
las plazas a quienes no estén con ellos. No son las policías comunitarias que
en algunos pueblos han nacido por necesidades propias y para la defensa y
seguridad de los pobladores, sino gente que el gobierno arma para defender la
plaza.
Antes, todo era tranquilo, para
asegurar que no hubiera ningún problema con la siembra o en la entrega de la
cosecha, se llegaba a acuerdos con los jefes, con los meros jefes, se les hacía
una comidita, se les mataba un animalito, un chivo o un cerdo, y todo quedaba
arreglado, pero ahora, hay muchas matanzas, ya no se puede vivir ahí. Por eso
él se vino de su pueblo, a buscar una oportunidad y tiene poco tiempo de
trabajar en el taxi. Él es una persona honesta y trabajadora, que sólo busca
una forma de ganarse la vida. Las personas que cultivan en la sierra, son gente
tranquila, que se dedican a la siembra solamente, que no se meten en problemas,
ni roban, ni matan.
No entiende, dice, como se les
considera delincuentes, si no roban a nadie, si viven de su propio trabajo, si
no saquean al país, sino al contrario, se ayudan los unos a los otros. No como
aquí, dice, que los políticos saquean al pueblo y al país, siempre están
robando. No dice, allá no se permite eso.
Casi llegamos al fin del viaje,
falta un tramo corto, pero nuevamente caemos en un embotellamiento, avanza
demasiado lento, estoy muy cerca de mi objetivo, así que decido seguir a pie
escasos cincuenta metros, pago su
servicio y le doy las gracias mientras desciendo del coche. Su plática, sin
duda es tema de reflexión, sobre la relatividad de lo bueno y lo malo, sobre la
justicia e injusticia, sobre el robo legal e ilegal que hacen los gobiernos a
su nación a través de reformas, impuestos, salarios miserables para la
población en contraste con elevados salarios y bonos de reyes para gobiernos,
diputados y senadores, saqueos y corrupción. En fin, un tema del que todavía
queda mucho por hablar.
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