viernes, 29 de diciembre de 2017

EL TAXISTA



EL TAXISTA


Es un día con demasiado tráfico, la reparación interminable en un tramo de la autopista hace la circulación lenta y desgastante. Se hace tarde, tengo prisa por llegar a un sitio, entonces al notar lo imposible del paso, comienzo a caminar a la orilla de la carretera, buscando algún sitio más despejado y un taxi libre. Después de avanzar algunos metros, veo aproximarse un taxi disponible, saludo al chofer y hablamos para acordar el costo del servicio de traslado, es accesible y dentro de las tarifas establecidas.

Lo abordo y él avanza buscando la zona más despejada mientras pide informes a través de su radio sobre las avenidas que no están bloqueadas. Me pregunta por dónde irse, le sugiero dos posibilidades, indicándole, que tome la que considere más conveniente. Le pregunto si conoce el recorrido, me dice que sí, aunque tiene poco tiempo de estar trabajando en el taxi. Comenta sobre lo frío del clima, es cierto, hay un frente frío que ha hecho bajar la temperatura drásticamente a grados muy por debajo de normal para esta zona. Sigue platicando sobre distintos temas comunes hasta llegar a contar sobre su propia vida.

No menciona su nombre, pero es un joven moreno de cabello muy negro y ligeramente ondulado, muy pulcro y sobrio en su vestimenta, que aparenta tener poco más de veinte años, una persona muy respetuosa, que se expresa con fluidez. Me comenta que vino a esta ciudad que considera muy segura y tranquila en relación al lugar desde donde es originario: Guerrero. Un estado en donde la violencia ha alcanzado niveles incontrolables.

De alguna manera le he inspirado confianza y me dice que en el lugar donde vivía, del cuál, tampoco dice el nombre, él se dedicaba al cultivo de la amapola. Es una actividad que en su pueblo es cotidiana, es decir todos se dedican a ella. Me explica que la planta de mejor calidad es la que se cultiva en las zonas más altas de la sierra, aunque pocos producen en esta zona, pues es donde hace más frío. Es una planta, relata, que requiere muchos cuidados, que hay que estar atendiendo constantemente para evitar que se llene de maleza. Un trabajo intenso que se realiza en grupo, pues no es algo que pueda hacer solo una persona. La forma de trabajo, es asociarse, con amigos o familiares, gente de su confianza, con la que invierte su capital y con la que se divide las ganancias a partes iguales. Pues ahí, reitera, esa es la forma de trabajo, se ayudan entre sí y todos se benefician por igual, no existe prácticamente el campesino asalariado, todos son socios, pero si alguien quiere trabajar como peón se le pagan trescientos pesos, lo cuál, es tres veces y medio más del salario mínimo recién aprobado en la ciudad.

Esa es la forma en que la gente de esa zona trabaja y vive, así obtienen dinero para sus casas y todas sus necesidades. Comenta que el cultivo de la planta, lo considera normal, pero que cuando ha platicado a personas de esta ciudad, sobre su anterior actividad, lo miran con asombro y miedo. En realidad él sólo se dedicaba al cultivo y una vez que se recogía su cosecha, la vendía por treinta y cinco mil pesos.

Las cosas ahí, dice, son claras y directas. No comprende porque su actividad puede ser considerada mala, si es una forma de vida para todos, si trabajan en la confianza y la ayuda común, si todos se benefician y respetan. Ahí, dice todos tienen que respetar, no es como aquí, que un chofer, señala los buses de transporte colectivo, puede rebasar y manejar sin tener cuidado y respeto por los pasajeros, poniendo en riesgo la vida de todos. Allá, puntualiza, si alguien hace eso, le dan un tiro, y se acabó el problema, el mal se arranca de raíz, así que todos respetan.

Ahorita, todo se puso violento, se empezaron a pelear las plazas, pero antes no había ningún problema, todas las cosechas se vendían al jefe de la zona y ellos se encargaban de lo demás. Ahora, el gobierno ha armado comunitarios, me dice, ¿si sabe lo que son los comunitarios? Le digo que no del todo, entonces me explica, son policías comunitarios, así les llaman, pero es gente que el gobierno arma, para sacar de las plazas a quienes no estén con ellos. No son las policías comunitarias que en algunos pueblos han nacido por necesidades propias y para la defensa y seguridad de los pobladores, sino gente que el gobierno arma para defender la plaza.
Antes, todo era tranquilo, para asegurar que no hubiera ningún problema con la siembra o en la entrega de la cosecha, se llegaba a acuerdos con los jefes, con los meros jefes, se les hacía una comidita, se les mataba un animalito, un chivo o un cerdo, y todo quedaba arreglado, pero ahora, hay muchas matanzas, ya no se puede vivir ahí. Por eso él se vino de su pueblo, a buscar una oportunidad y tiene poco tiempo de trabajar en el taxi. Él es una persona honesta y trabajadora, que sólo busca una forma de ganarse la vida. Las personas que cultivan en la sierra, son gente tranquila, que se dedican a la siembra solamente, que no se meten en problemas, ni roban, ni matan. 

No entiende, dice, como se les considera delincuentes, si no roban a nadie, si viven de su propio trabajo, si no saquean al país, sino al contrario, se ayudan los unos a los otros. No como aquí, dice, que los políticos saquean al pueblo y al país, siempre están robando. No dice, allá no se permite eso.


Casi llegamos al fin del viaje, falta un tramo corto, pero nuevamente caemos en un embotellamiento, avanza demasiado lento, estoy muy cerca de mi objetivo, así que decido seguir a pie escasos cincuenta metros,  pago su servicio y le doy las gracias mientras desciendo del coche. Su plática, sin duda es tema de reflexión, sobre la relatividad de lo bueno y lo malo, sobre la justicia e injusticia, sobre el robo legal e ilegal que hacen los gobiernos a su nación a través de reformas, impuestos, salarios miserables para la población en contraste con elevados salarios y bonos de reyes para gobiernos, diputados y senadores, saqueos y corrupción. En fin, un tema del que todavía queda mucho por hablar.   

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