domingo, 30 de septiembre de 2018

LA SEÑORA DEL BOSQUE


LA SEÑORA DEL BOSQUE



Ella era una niña tímida, su aspecto era muy frágil pero dentro de su ser había una gran fortaleza. Callada, la mayor parte del tiempo se mantenía, distante, a pesar de los intentos de sus compañeros de animarla a convivir con ellos, prefería estar sola. Dentro de su corazón había una herida profunda, demasiado profunda, ella no tenía modo de explicarlo, sabía que dentro de ella misma, algo le dolía profundamente. En sus ojos se adivinaba la tristeza, y aunque aparentemente no tenía motivo para estar triste, lo estaba. No se sentía como los demás niños que podían correr y gritar alegremente de un lado a otro sin preocupación alguna. No, ella simplemente no podía hacer eso, parecía como si la alegría no pudiera tener cabida dentro de ella. Había conocido el dolor demasiado pronto, un dolor intenso y prolongado que la tuvo postrada en la cama por meses. Y después, un día simplemente desapareció, pero dentro de ella era como si el dolor hubiera dejado un hueco, un lugar latente donde volvería a anidar ese dolor.



Habían pasado algunos años, desde aquéllos días funestos, oscuros, grises en que parecía que su vida llegaba a su fin. Ella había experimentado tanto dolor, que no quería nunca más volver a sentirlo. Deseaba tanto la felicidad, el amor, la alegría, pero era como si todo eso fuera inalcanzable. Ahora el dolor había desaparecido, pero el recuerdo la atormentaba constantemente, los episodios dolorosos se perpetuaban en su mente una y otra vez, su cuerpo estaba cansado, muy agotado. Ella se decía a si misma que estaba mejor, era verdad, el dolor se había ido. Pero por cuanto tiempo. No lo sabía, ni quería saberlo. Quería experimentar con su cuerpo algo nuevo, algo hermoso. Pero el recuerdo del dolor la hacía encogerse, aislarse de los demás. Solo quería escapar del laberinto que había dentro de sí misma, pero no sabía por dónde estaba la salida.

Un día miró el cielo, preguntándose si en algún lugar se encontraba dios, el que su madre le dijo que era su creador. En verdad vio el inmenso cielo azul, pensó en el perfecto equilibrio de la naturaleza, en las nubes blancas como algodón que estaban suspendidas en el aire. Y deseo ser esa nube ligera que se desplaza suavemente a través del cielo. Cerró los ojos, tratando de verse a sí misma como una parte de la nube y para su propia sorpresa, pudo sentir en su propia piel la caricia del viento, una caricia muy suave al mismo tiempo que sentía desplazarse en el espacio.



Después se quitó los zapatos y caminó sobre el piso, experimentó muchas sensaciones, calor, humedad, dureza, suavidad, frío. Se quedó parada cerrando los ojos por un momento sintiéndose completamente unida a la tierra, como una planta que estuviera enraizada en ese lugar. Se sentó y puso las palmas de la mano sobre el pasto y cerrando los ojos nuevamente sintió una poderosa energía que bajaba desde su cabeza por la columna y llegaba al suelo y en sus manos sintió el latido de la tierra. Un poderoso latido, como el de su propio corazón. Por un momento se preguntó si esa sensación era real o era producto de su imaginación. Alrededor suyo la gente hablaba de muchas cosas totalmente ajenas a la vida de la tierra.



Algo dentro de sí le decía que todo estaba vivo, incluso las cosas que parecían no tener movimiento, entonces comenzó a hablar con las plantas, con las nubes, con la montaña, con los árboles y los animales. Un día muy soleado fue al monte a recolectar plantas comestibles, inesperadamente se acercó una enorme nube gris que amenazaba con una gran tormenta, el viento comenzó a soplar violentamente. Fue la primera vez que decidió hablar con la nube. Mirándola en lo alto del cielo, le dijo que por qué estaba tan enojada: “no sé qué te ha hecho enojar tanto, pero yo no te he hecho daño, no me hagas daño a mí, deja que el agua descienda suavemente sobre los cultivos, sin viento ni granizo”. La nube la miró y amablemente la obedeció, entonces dejó caer parte de la lluvia en ese lugar y se marchó más lejos. En medio de la suave llovizna la niña volvió a su casa. Desde aquél día ella hablaba con las nubes y ellas la escuchaban y obedecían. Hubo muchas veces en que estando a punto de llover, ella hablaba y decía: “esperen un momento, que la lluvia caiga hasta que yo esté dentro de mi casa” y así era como ocurría. O en otras ocasiones había una gran tormenta, y si tenía que salir fuera de su casa, ordenaba a la nube que se fuera a otro lado, y dejará despejado el lugar donde estuviera ella.



Ella se acostumbró tanto a hablar con las nubes, eran como sus amigas, pues siempre la escuchaban, hablaba con ellas como si de una persona se tratara, les contaba de sus miedos, de lo que la ponía triste, y al momento se sentía confortada. Pero no podía contar a nadie de su conversación con ellas, todos hubieran pensado que estaba loca o que todo era parte de su imaginación. Nadie sabía su secreto, ni siquiera sus padres, pero ella era capaz de comunicarse con las nubes y pedirles que dejaran de hacer la lluvia. Después encontró que también podía llamar a las nubes cuando las necesitara, así que un día muy caluroso en que fue a caminar al campo se sintió tan agotada que decidió llamar a las nubes para que avanzaran sobre ella proporcionándole sombra, y las nubes la protegieron de los rayos del sol.



En adelante ella no temía a las tormentas ni granizadas, pues sabía muy bien que, con sólo hablar con las nubes, ellas la obedecerían, aunque no sabía por qué sucedía eso. Sabía que, si las nubes podían escucharla, entonces también la escucharían las plantas y los animales. Y cuando iba por el bosque se quedaba en silencio tratando de escuchar a la naturaleza, hablaba con ellos, aunque no pudiera escuchar sus respuestas, lo cierto es que cada vez que ella necesitaba una planta medicinal o para alimento, no tenía dificultad para encontrarla. Pues siempre al entrar al bosque decía: “espíritus de las plantas y animales guíen mis pasos por este lugar para encontrar lo que necesito”. Acto seguido comenzaba su recorrido, las plantas se abrían a su paso mostrándole el sitio por el que debía ir, a veces, se presentaba una mariposa o un colibrí que le indicaban el camino. Y entonces ella, caminaba hasta encontrar lo que necesitaba. Una vez que hallaba la planta daba las gracias a los espíritus que la habían guiado y antes de tomar la planta, le agradecía por dar su vida por ella, ya fuera como alimento o para sanación.



En el pueblo la gente le tenía miedo, porque decían que era bruja, pues muchas veces ella era la única que encontraba en medio del inmenso bosque las plantas que requería sin mucho esfuerzo, mientras que las demás personas después de un largo recorrido volvían con las manos vacías.  Y mientras algunos le temían, otros la buscaban para pedirle ayuda. Pues era la persona que conocía mejor el bosque y sabía dónde encontrar cada cosa. Pronto se supo de ella en otros lugares más lejanos y venían también personas a solicitar su ayuda. Pero algunos se acercaban a ella con la intención de conocer su secreto, el secreto que se imaginaban que ella tenía, creían que realizaba algunos hechizos o conjuros que sólo ella conocía, y desde luego que no podían encontrar ningún secreto y robarlo, porque no lo había.

Ella no lo sabía, pero a su lado siempre que se adentraba al bosque la acompañaban los distintos seres invisibles que lo habitaban para protegerla, es por eso que ella no corría ningún peligro ni tuvo jamás ningún accidente, y aunque ella no lo sabía con certeza, en realidad sí los escuchaba, porque cuando ella se hacía una pregunta sobre alguna situación específica, en su mente aparecía automáticamente una respuesta, como si en ese instante de pronto lo supiera. Al principio ella creyó que sólo era una casualidad, pero un día notó que ocurría siempre que necesitaba una respuesta. En sus caminatas la acompañaba siempre su fiel perro, que durante todo el recorrido iba alerta escuchando cualquier pequeña señal de peligro dispuesto a defenderla aún con su propia vida.

Algún tiempo después comenzó a usar las plantas para curar a las personas que le pedían ayuda, ella no había ido jamás a la escuela, ni nadie en su familia reciente tenía conocimiento sobre el uso y propiedades de las plantas, pero ella descubrió que no era necesario tenerlo. Cuando alguien se acercaba a solicitarle ayuda, ella la miraba y de inmediato a su lado veía la planta que podía ayudarla, de ese modo, nunca se equivocaba y las personas mejoraban rápidamente cuando seguían sus indicaciones. Ella no sabía de donde le venía todo el conocimiento que necesitaba, era como si alguien dentro de sí misma lo supiera desde siempre. Pero algunas cosas también le eran reveladas en sus sueños, por ejemplo, ahí veía de qué manera podían usarse las plantas.

Una noche antes de dormirse ella quiso saber de dónde le venía el conocimiento y cómo era que de pronto le llegaba y pidió que se lo dijeran en sueños. Aquella noche se soñó a si misma siendo una curandera en una época muy lejana, ni siquiera podía reconocer de dónde era la ropa que usaba, pero supo que era un lugar muy lejano, y ciertamente aquélla mujer de sus sueños, era un poco distinta a la apariencia física que tenía ahora, pero tenía la certeza de ser ella misma, pues se sintió dentro de ese cuerpo. Cuando despertó se sintió extraña, como si viniera de un lugar lejano, pero entendió que ese sueño era real, que ella había sido curandera en alguna otra vida, y ahora de algún modo que no comprendía, podía tener los conocimientos que había adquirido desde entonces.

Para ella esto era muy extraño, aunque creía en los espíritus de la naturaleza que la acompañaban siempre y la ayudaban y protegían, en realidad no estaba convencida de que hubiera tenido otras vidas, pero ahora de repente, parecía tener esa certeza, y que se iba corroborando cuando aparecía en su mente todo el conocimiento que necesitaba de una planta. Primero se sintió desconcertada, pero después de algunos días, se sintió feliz al darse cuenta de que dentro de ella había conocimientos que iba recordando a medida que iba necesitándolos. Para la demás gente, ella era cada vez más extraña y no alcanzaban a comprender cómo es que sabía tanto, la gente mayor decía que era un ser bendecido por el cielo y que estaba ahí para ayudar a los demás y que dios le había concedido un don especial. Pero también hubo algunos pocos que la llamaban hechicera y la consideraban un ser maligno. Lo cierto es que jamás nadie la encontró haciendo un hechizo y en su rostro y en sus ojos cafés sólo podía mirarse la bondad, así que poco a poco las habladurías fueron desapareciendo, y sobre todo, porque más y más gente sabía de ella y sus dones de sanación.

Con el tiempo, ella se convirtió en una gran sanadora, y gente de lugares muy lejanos supieron de ella, y vinieron a solicitar su ayuda. Ella siempre se mostraba amable y les decía a todos, que eran sanados en el nombre de dios y de acuerdo a su voluntad. Y la mayoría de las personas que acudían a ella recuperaban la salud, fueron muy pocas personas que no fueron sanadas físicamente, pero cuando eran atendidos por ella, sentían la presencia de la divinidad y de inmediato comprendían que esa era la voluntad de su creador, entonces su ser se llenaba de paz y tranquilidad y podían continuar su camino sin miedo. Por muchos años ella brindó su ayuda a mucha gente, hasta que llegó el momento de volver al lado de su creador. Hoy todavía muchos la recuerdan y se cuentan muchas historias sobre esa mujer de campo sin ningún estudio que fue una gran sanadora. Y muchos se preguntan en por qué no heredó su gran conocimiento alguien que pudiera continuar su trabajo. Pero lo cierto es que no había ningún conocimiento que pudiera heredar, pues este le llegaba en el momento de atender a alguna persona.



Quizás los humanos no tendremos esa capacidad de sanación porque hemos perdido el vínculo con la naturaleza y los seres que la habitan, porque no estamos lo suficientemente quietos y en silencio para escuchar esas voces que nos hablan, porque confundimos nuestra imaginación con la voz de esos seres y los ignoramos. Porque al ignorar su existencia, olvidamos el respeto que les debemos. Quizás tendremos que aprender a tocar la tierra con nuestros pies y manos, con toda nuestra piel y reconocerla con todos nuestros sentidos y quizás entonces, ella nos revele todos sus secretos, todo el conocimiento que guarda en su propia memoria como el ser vivo que es.

Así que la próxima vez que tengas una gran pregunta no busques demasiado lejos, quizás sólo tienes que mirar el cielo, caminar descalzo sobre la tierra y disponerte a escuchar la respuesta.    

ERNESTO


ERNESTO

Él se acurrucaba en el rincón del único cuarto de la casa, por alguna razón que no comprendía, su madre lo golpeaba constantemente, era un niño de ocho años, pero desde siempre su madre lo golpeaba. Con o sin razón, era golpeado, y cuando veía a su madre acercarse furiosa hacia él, sabía que no tenía escapatoria, su única opción eran encogerse en ese rincón, soportando la paliza hasta que ella se cansaba de golpearlo. Después de algunos minutos de insultarlo y maldecirlo, su madre se cansaba y se daba la media vuelta, dejándolo tirado en el piso. Entonces, cuando Ernesto creía que se había ido, levantaba la cabeza y miraba hacia la puerta, por donde Catalina, su madre, tenía que pasar. Pero a veces, ella volvía la mirada y si se daba cuenta que Ernesto se estaba incorporando regresaba para propinarle una segunda golpiza. Ernesto se hacía un ovillo, hasta que nuevamente ella se cansara de pegarle.



En realidad, él no sabía por qué su madre lo trataba de esa manera, no sabía la causa de su enojo y   su desprecio, sólo sabía el dolor de los golpes. Una y otra vez, las palizas eran su pan de cada día, lo que nunca faltaba y que incluso, podía repetirse varias veces. Su padre no estaba mucho en casa, pero cuando llegaba a aparecerse le daba el mismo tratamiento que su madre. Para él no había palabras dulces ni amables, menos aún, alguna caricia. No podía comprender por qué su hermano mayor, era el motivo de orgullo de sus progenitores, el favorito, al que le daban cuanto pedía. Más de una vez vio que su hermano le pedía a su padre dinero para un dulce, y su padre se lo daba, pero cuando él se acercaba a pedir lo mismo, la respuesta siempre fue: “no tengo dinero”. Ni una sola vez logró obtener cinco centavos para un chocolate, pues esa era la única golosina que vendían en su pueblo.


Cuando su madre recibía alguna visita, siempre señalaba a dos de sus hijos como los más inteligentes y de Ernesto decía en todas las ocasiones que era un tonto. Alguna vez, escuchó decir a su padre que él no era su hijo. Así que, ante las diarias palizas de su madre, su padre jamás intervenía en su favor. La única persona que lo defendía era su tía, una mujer que vivía en la casa contigua, sólo ella se atrevía a enfrentar a la fiera en que se convertía su madre cuando lo golpeaba y se lo llevaba por un rato a su casa. Más tarde, cuando la noche se acercaba, Ernesto volvía hurtadillas, sin hacer ruido, a acurrucarse en un rincón junto a sus demás hermanos para pasar la noche, tratando de no despertar a nadie, y sin que su madre se diera cuenta, porque el hecho de que su tía lo defendiera también la molestaba.


Las palizas siguieron todos los días, por lo que Ernesto trataba de estar fuera de casa la mayor parte del tiempo, su sola presencia molestaba a su madre, muchos días fueron así, hasta que finalmente decidió irse a trabajar. Con tan sólo ocho años buscó trabajo como peón en una hacienda. Aquel lugar era el único en donde podía conseguir trabajo. Contrataban hombres, mujeres y niños, la paga era miserable, pero no había otra fuente de empleo. Ernesto fue aceptado, y todos los días prefería irse a trabajar en lugar de estar a merced de la furia de su madre. Él era un niño muy pequeño de estatura, pero muy hábil con las manos, pronto se volvió diestro en la cosecha. Se le veía ir a la cabeza entre los demás trabajadores y realizar el mismo trabajo que las personas mayores y en algunas ocasiones incluso más. Él se esforzaba esperando recibir una justa recompensa por su trabajo, a pesar de que ahí, tampoco se salvaba del maltrato del capataz, un hombre rudo que con malas palabras siempre apresuraba a todos los trabajadores y de cuya boca sólo salían insultos para todos.



Para Ernesto sin embargo eso era un trato mucho menos cruel que el que le daban en la casa, así que no le importó mucho, después de todo, no podían dolerle más los insultos de un desconocido, que los de sus propios padres. Pero los sinsabores no acababan ahí, cuando llegaba el fin de semana, formaban a todos los trabajadores para pagarles, entonces él capataz haciendo uso de su poder y por simple diversión decía al encargado de la paga: “págales por tamaño”. Y los peones eran formados por tamaño, sin importar el trabajo que habían hecho, recibían dinero en relación proporcional a su estatura, a Ernesto no le iba nada bien, él era de los más pequeños. Los ojos se le llenaban de lágrimas cuando escuchaba esto, de nada servía su esfuerzo, ante esa decisión arbitraria. Contenía las lágrimas, lleno de impotencia, mientras el capataz se carcajeaba de su ocurrencia delante de todos los trabajadores que no podían contradecirle, pues de hacerlo serían despedidos sin miramientos. Era la década de los sesentas, pero en aquel lugar, la revolución mexicana no había pasado, los hacendados seguían siendo dueños de grandes extensiones de tierras cultivables. Los trabajadores no tenían ningún derecho, y su trabajo lo realizaban bajo las condiciones que el hacendado quisiera.
Sólo yéndose a trabajar Ernesto pudo librarse del maltrato de sus padres, no ganaba mucho dinero, dos pesos era todo su sueldo de la semana, y eso, por supuesto no era suficiente para todas sus necesidades, pero él estaba mucho mejor que en su casa en donde sólo recibía golpes y maltratos de sus padres, y también de sus hermanos, quienes siguiendo el ejemplo que a diario tenían, se expresaban con desprecio sobre él. Sólo de una persona recibió un poco de cariño, su tía Luisa, una mujer que no pudo tener hijos, pero que siempre que pudo, trató de proteger a Ernesto.
Trabajando en la hacienda, Ernesto llegó a la adolescencia, no pudo seguir en la escuela, pues de antemano su madre lo consideraba un tonto por el que no se debía hacer ningún esfuerzo, apenas si terminó el segundo año de primaria. El depositario de todo su orgullo era el hijo mayor, a quien siempre alababa ante los familiares y amigos y de quien esperaba fuera un profesionista, para él buscó siempre todas las oportunidades sin que nadie se lo pidiera. Todo para su hijo, él más inteligente, el que se parecía a su padre y que se llamaba como él. Así que fue el único de todos los hijos que tuvo la oportunidad de ir a la escuela, apoyado económicamente por sus hermanos, a los que su madre, mandaba a trabajar y les exigía dinero para pagar la escuela, libros, y útiles del hermano mayor.


Cuando Ernesto llegó a la adolescencia se fue del pueblo, hacia otro estado, en busca de mejores trabajos, y lo consiguió, debido a su gran interés por aprender y a que desde niño había trabajado, era un joven fuerte, acostumbrado a largas jornadas de trabajo. En todos los lugares en que trabajó, se desempeñó eficientemente, su temperamento tranquilo, le abrió las puertas. Lejos de su familia, por fin, tenía tranquilidad, no quería saber de nadie, mucho menos de su madre. Pero recordó que, cuando su padre murió, después de agonizar durante todo un día, con algunos huesos rotos y contusiones internas por la caída de gran altura desde un árbol, le pidió que, de ahí en adelante, ayudara a su madre. Ese fue el primero y único día en que su padre no lo despreció ni lo rechazó. Sino que pidió a todos, que salieran de la habitación y lo dejaran únicamente con Ernesto, puesto que él era el más fuerte de todos. Cuando Ernesto recordaba este episodio sentía culpa por no ayudar a su madre. Pese a que en su corazón había un gran resentimiento por el maltrato que sufrió de ella, se sentía obligado a brindarle alguna ayuda. Así que comenzó a enviarle dinero, sin que esto implicara un interés en su bienestar y así lo hizo siempre, aunque él sabía muy bien, que gran parte de ese dinero era para costear la carrera profesional de su hermano mayor.



Pasaron los años, y un día él decidió volver a su pueblo, formó una familia y siendo una persona tan trabajadora y con muchas habilidades no tuvo problema para iniciar un trabajo por su propia cuenta, poco a poco, su situación económica mejoró. Se casó tuvo sus hijos a quienes siempre les brindó todo lo que necesitaban, aunque no era un hombre muy cariñoso siempre estuvo al pendiente de todos sus hijos y particularmente, tuvo cuidado de darles un trato igualitario, sin preferencias para nadie, no quería ser como sus padres que lo relegaban al último lugar.


Ahora Ernesto es un hombre mayor, a sus más de setenta años, siente todavía tristeza y dolor por la forma en que fue tratado por sus padres, aunque se siente muy orgulloso de haber salido adelante por sus propios méritos y a pesar de todas las adversidades que la vida le presentó. Lleva una vida tranquila, apoya a sus hijos cuando lo necesitan, pues es una persona autosuficiente, con una vida ordenada, sin excesos ni lujos.   


RECAPACICLA

RECAPACICLA

Es una iniciativa de la comunidad de San Andrés de la Cal (Tenextitla), ubicada al sur del municipio de Tepoztlán. Pueblo de extraordinaria belleza natural, rodeado de montañas escarpadas, y cerros de cal, donde todavía se pueden observar antiguos hornos en donde se cocinaban las piedras para extraer la cal, la cual era comercializada en las distintas ciudades aledañas del estado e incluso a la ciudad de México, con una vegetación propia de la selva baja caducifolia y una laguna que son el refugio de mas de doscientas especies de aves, algunas migratorias provenientes del norte (Canadá) y otras endémicas. También posee una gran diversidad en plantas medicinales y después de la temporada de lluvias los cerros se llenan de flores variadas, que hacen que la miel que se produce en esta localidad sea de exquisito sabor y excelente calidad.

Este pueblo es uno de los pocos en México que posee dos iglesias católicas, la una frente de la otra, pero que en el terremoto del 19 septiembre  de 2017 sufrieron daños que las hacen inutilizables, las reparaciones que se le han hecho son sólo de fachada, pero no de la estructura. También es el único pueblo en el municipio que posee un acueducto por el que corría el agua hace varios años desde los manantiales hasta unas piletas en donde los pobladores acarreaban agua hacia sus casas y las mujeres iban a lavar la ropa, El manantial principal que surtía al pueblo fue dañado con una red de torres eléctricas que instalaron en la parte superior cerro norte del pueblo y en el proceso utilizaron dinamita, lo que ocasionó grietas internas por las que el agua encontró otro camino, dejando casi seco el manantial.

Al sur de esta localidad se encuentra un valle de piedra de texcal, en donde se producen cultivos de maíz, frijol y  calabaza, pues se considera el segundo productor agrícola del municipio. También por su altura y clima es el lugar en donde se produce la ciruela de mejor calidad en el estado, pero este fruto sólo puede disfrutarse entre los meses de julio, agosto, septiembre y octubre. Por la diversidad de su ecosistema es hogar también de una gran cantidad de mamíferos, tales como tejones, mapaches, zorrillos, coyote, tlacuaches, hurones, ardillas, tejones, armadillos, conejos, liebres, y también serpientes, y una gran variedad de insectos.

Aunque es un pueblo que se ha destacado por la practica del deporte, como el basquetbol, en el cual llegó a ganar un torneo estatal, en el futbol soccer y voleybol, no tenía una unidad deportiva. En el 2016 se designó para esta comunidad un recurso federal de diez millones y medio para una unidad deportiva, pero la negligencia y omisión de la administración del Ayuntamiento de Tepoztlán, encabezado por el profesor Lauro Salazar Garrido hicieron que se perdiera ese recurso al no realizar los trámites correspondientes, para acceder al mismo. Situación que mereció la protesta y reclamo de la comunidad, puesto que por parte del ayudante de San Andrés se presentó toda la documentación en tiempo y forma, tal y como consta en los archivos de la comunidad. El presidente negó su negligencia y no se fincó ninguna responsabilidad a la persona encargada del proceso, que era el director de obras públicas Pedro Islas, ahí mismo otros inconformes dijeron también que habían dejado perder el recurso de pueblo mágico, que era de treinta millones de pesos y un recurso más de comunidades indígenas por diez millones de pesos.

Ante la presión del pueblo el presidente gestionó recursos por otros medios y con la ayuda del diputado Matías Nazario Morales se logró la construcción de una primera etapa, para la cual el presidente formó un comité a su conveniencia con gente de su partido y que no le hiciera ningún cuestionamiento, pues la razón  de que dejara perder el primer recurso fue que el ayudante municipal de esta comunidad no es una persona corrupta que se prestara a sus robos. De acuerdo a los datos en los documentos que se pidieron a la Unidad de Transparencia y Acceso a la Información de Entidades Publicas sobre el monto ejercido por el ayuntamiento en la primera etapa hay una gran cantidad de dinero faltante, mismo que el presidente municipal y su administración se niegan a comprobar. Es por eso que aún estando contemplado en los planos de la unidad deportiva una cisterna y una fosa no se construyeron. Al final miembros de la comunidad se organizaron para recaudar fondos para la cisterna, la cual costó cincuenta mil pesos, y fue construida, pero queda pendiente la fosa séptica, pues sin ella no son utilizables los baños.


Esta es una comunidad de gente trabajadora, luchadora, con profundas raíces, que busca siempre mejorar y preservar su entorno.  Por lo que algunos miembros de la misma toman iniciativas, como la del uso de no más desechables. He aquí una muestra de su lucha.

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