domingo, 24 de septiembre de 2017

EL GRAN TERREMOTO




El GRAN TERREMOTO

…y un gran terremoto sacudió la tierra, derribando iglesias y templos, ante los ojos atónitos de sus fieles.



Dios habló de tantas maneras a sus hijos, pero ellos no escuchaban, los falsos maestros no les permitían escuchar más verdad que la suya.

Y derribó el símbolo de la apariencia, de lo irreal, de lo que no es, de lo que jamás ha sido, de lo que hay que dejar para llegar a él.



Lo derribó para evitar la falsas creencias, los falsos líderes, las falsas idolatrías. Para recordarle al hombre, una verdad tantas veces dicha, pero no escuchada, que no requiere de templos para acercarse a él. Que no requiere de sacerdotes intermediarios para escuchar a todos los hombres que son su creación, para recordarles que puede llegar a todos.



No más negocios en su nombre, porque no quiere ni necesita de la simulación, de los falsos cultos, de las costosas fiestas y castillos en su nombre. Porque dios no tiene las carencias humanas, porque es más grande que todo lo que es posible ver, de todo lo que es posible imaginar. Porque dios no tiene las limitaciones del hombre.

Sólo desea experimentarse en el corazón del hombre, en  la bondad y el amor a los demás. Experimentarse en la alegría de dar incondicionalmente, en la alegría de construir y crear.
Y dio a sus hijos la oportunidad de ayudarse incondicionalmente, de protegerse los unos a los otros.

Como tantas veces, puso en las manos de los hombres, la posibilidad de elegir entre amar y dar confiando en la abundancia que para todos hay, o la posibilidad, de robar, saquear y acaparar, sintiéndose separado de lo que realmente son, parte de Dios.


Y aquellos que oyeron sin escuchar, que mirarón sin ver, siguieron asistiendo al templo en ruinas, siguiendo a los falsos líderes, sin mirar nada más, sin mirar hacia sí mismos, robando y saqueando a sus propios hermanos, sin descubrir su propia magnificencia como parte de dios.

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