martes, 28 de febrero de 2017

LA MUJER QUE VINO DEL MAR

LA MUJER QUE VINO DEL MAR



Se fueron, me dejaron sola y aquí la noche es muy oscura, nunca me gustó la noche, está llena de ruidos desconocidos. Todos los ruidos se escuchan en cuanto comienza a oscurecer, ruidos de animales que durante el día no puedo escuchar. ¿Será que durante el día los animales y los insectos duermen?O, ¿el bullicio de los carros y la gente no me deja oírlos?No lo sé con certeza, pero yo imagino que están agotados por el sol despiadado que calcina la tierra y la agrieta, la abre, la parte. De esos largos campos secos, llenos de hierbas urticantes y espinosas, sale un vaho caliente, la tierra hierve, quema mis pies a pesar de los zapatos. Mis pies arden dentro de ellos, me acaloran, quisiera estar descalza sin el sudor entre mis dedos, pero no es posible. El sol quema, quema la tierra, la hierba, la piel.

Sí, mi piel está caliente, muy caliente, me arde, se pone roja y el cabello también. La cabeza parece a punto de incendiarse, a punto de explotar, me cubro para aliviar el ardor en la piel. Y el aire, que hasta hace pocos días, era la esperanza de refrescarse, ahora es agobiante. En el campo, cerca de la montaña, cerca de los enormes arboles, el aire me traía frescura, pero aquí, en esta ciudad sobre poblada, llena de casas y vacía de arboles y plantas, el viento arde, es una ráfaga caliente que se levanta desde el pavimento de la calle. No hay donde refrescarse. La ropa me incomoda, pero sin ella mi piel arde.

El agua, pienso en el agua, sí, esa debe ser la única opción mientras pueda, mientras esté en la casa. Lleno una tina de agua y me sumerjo en ella por un momento, el alivio es inmediato, completo, placentero. Por fin, mi cuerpo deja de arder, deja de sudar. Y el sudor, también es irritante, escurre desde la cabeza, la sal se acumula en la frente,en el cuello. Un sudor salado, muy salado, me sorprende la cantidad de sal que mi cuerpo elimina, pues no soy de las personas que abusan de la sal. Pero me sale más sal que si fuera un animal de mar. De niña imaginé que a los peces no había que cocinarlos con sal, puesto que si venían del mar debían de estar salados. Pero yo no vengo del mar, ¿o sí?



Según la teoría evolutiva los hombres, y claro las mujeres, venimos del mar. La mujer que vino del mar, así me decía uno de mis novios, nunca le pregunté por qué, tal vez no quería escuchar la respuesta, no quería romper el encanto, quería conservar una metáfora sobre mí. ¿Y si lo decía por mi sudor salado? ¡Ah, qué importa! La razón por la que lo dijera es irrelevante. Importa cómo me sonaba a mí, importa que me parecía como venir de un mundo inmenso, profundo, misterioso, insondable. ¿qué significaba para él? No lo sé, ni quiero saberlo. Es mejor así, de sobra sé que hombres y mujeres no nos ponemos de acuerdo.

Quizás por eso, entre un hombre y una mujer, es mejor hablar con metáforas, decir cosas que no puedan ser interpretadas literalmente, usar un lenguaje poético, un lenguaje que pueda ser leído y sentido con ayuda de una mirada, de un tono sensual, de un volumen suave. Quizás por eso, nos entendíamos tan bien al principio, él me escribía poemas, muchos poemas y yo le escribía a él. Y lo que cada quién trataba de decir con ello, es mejor mantenerlo en el misterio, en la fantasía, en secreto.



Así es el juego de la seducción, un juego de apariencias, de sonrisas, de miradas, de complacencias, de ilusiones. Y después, después…después la realidad se atraviesa, se impone, secuestra la imaginación, la encarcela, la ata y a veces, muchas veces, la extermina.

Por eso construyo ese mundo hermoso en mi mente, en mi imaginación, en mi pensamiento, como esa tina llena de agua en la que me meto para refrescarme del agobiante calor. Cuando pelee con él, cuando estemos en desacuerdo, cuando estemos hartos y cansados el uno del otro, seré esa otra mujer, la que vino del mar, la que él soñó, de la que se enamoró desde la primera vez, usaremos la metáfora. Él la mirará a ella y yo seré ella, la que sonríe, la que se ilusiona, la que puede amar sin tantas explicaciones.

Quizás los animales y los insectos buscan también una metáfora, pero no tienen una tina de agua donde refrescarse, donde relajarse, donde descansar del sol agobiante. Y sólo en la noche oscura, pueden cantar fuertemente sin que el sol candente los tueste, los calcine, los aniquile. ¿Buscan una pareja que los acompañe en la noche oscura? Su canto, ¿es un canto de amor?,¿huyen también de la soledad como los humanos?

Parece que sí, buscan desesperada mente una pareja, pero no por miedo a la soledad como los hombres, sino por la necesidad urgente de perpetuarse, de procrear, de reproducirse, de conservar su especie. La mayoría tienen una vida muy breve, unos pocos días, o incluso horas. Están en una carrera contra el tiempo siempre. Ellos cantan, cantan muy fuerte, un canto que es un llamado, un llamado de amor que tiene que hacerse escuchar.



Y yo, por la noche prefiero el silencio y a veces, también la soledad. Me meto en la tina, dentro del agua tibia, cierro los ojos y vuelvo a ser… la mujer que vino del mar.



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