martes, 1 de abril de 2014

UNA VIDA, UNA MENTIRA



UNA VIDA, UNA MENTIRA


Tengo que reconocer, aunque me avergüence decirlo, que una gran parte de mi vida ha estado equivocada. Por muchos años pensé que mis decisiones eran acertadas, que todo estaba bien y es sólo hasta que tengo veinte años de casada que me he dado cuenta, que desconozco al hombre con quien me casé. Bueno, es mejor darse cuenta ahora que nunca. Durante los primeros años de mi matrimonio creí que había hecho una buena elección. Aunque más que una elección,  Flavio en realidad fue la tabla de salvación a la que me aferré después de que me lancé a las cascadas de Agua Azul, dispuesta a morir con y por el hombre de mi vida, que desde luego, no era Flavio. Desde ese día en que yo salvé la vida milagrosamente él estuvo a mi lado, dispuesto a ser mi paño de lágrimas y mi esclavo, al menos eso fue lo que él me hizo creer hasta hace pocos días.

Veamos en retrospectiva. Aquél día, como muchos otros, Pablo, el chico de la escuela que era mi novio, estaba deprimido. No era la primera vez que le pasaba, de hecho durante el tiempo que duró nuestra relación, él continuamente se deprimía. Y entonces yo, en mi papel de super-novia quería salvarlo. Salvarlo de su tristeza, de su dolor, de todo lo que hiciera perder el brillo a sus ojos.  Constantemente decía que nadie lo quería y que hubiera sido mejor no haber nacido. Y cuanto más decía que nadie lo quería, mayores eran mis esfuerzos por demostrarle que yo estaba dispuesta a dar la vida por él.

En aquélla ocasión habíamos ido en una excursión con los compañeros de la escuela. La belleza de las cascadas y la selva no lograron ahuyentar los zopilotes negros de su depresión.Sin ánimo de convivir (ni de vivir) con nadie, salió a caminar rumbo al río. Él ya había tenido tres intentos de suicidio, así que decidí acompañarlo en su caminata a pesar de que no me lo pidió. Me dijo que estaba harto de todo, incluso de mí. Harto de mis consejos. Que finalmente yo era como todo el mundo que le decía que le echara ganas, cuando de lo único que a él le sobraban ganas era de morirse. Quería escaparse del dolor, pero todo dentro de él, era sólo dolor.

A pocos minutos encontramos el sendero que conducía a la cascada, la fuerza que provocaba la caída del agua hacia cimbrar el piso y el ruido casi no permitía escuchar las palabras. Dijo que estaba muy cansado de no ser nada en la vida, que siempre había sido un estorbo para sus padres y que no quería ser un estorbo para mí.  Se quedó mirando fijamente el chorro de agua durante algunos minutos y sin decir nada, de improviso saltó hacia la corriente. Con desesperación miré cómo era arrastrado rápidamente.Y sin pensarlo me levanté y me lancé también con la intención de salvarlo. El golpe de la caída me aturdió, la turbulencia del agua me llevó hasta el fondo y sentí que el enorme peso del agua me impedía respirar. Mientras la corriente me arrastraba sentí un duro golpe en la cabeza,debí haber perdido el sentido, cuando desperté estaba en el hospital.

Lo primero que hice al abrir los ojos fue preguntar por Flavio. Un pesado silencio y miradas evasivas me dijeron al instante lo ocurrido. Él no había sobrevivido, como no lo hacen la mayoría de las personas que se lanzan a la cascada. Tres días habían pasado desde aquel suceso, mismos que estuve inconsciente. Una manera abrupta de terminar un viaje. El recuerdo amargo de no haber podido hacer nada. Un salto al vacío persiguiendo un amor que tal vez para él, nunca existió.

Sólo hasta una semana después de mi estancia en el hospital reparé en que Flavio había estado durante todo ese tiempo pendiente de mí. Solícito, silencioso, imperceptible, casi como una sombra. Quizás por comodidad, porque no tenía ni siquiera ánimos de correrlo de mi lado o porque no quería hundirme en el vacío que dejó en mí la muerte de Pablo, permití que permaneciera junto a mí. Me fui acostumbrando a su presencia. Sumida en mi tristeza no me interesaba nada y cuando no quería ni comer, estaba Flavio para traerme un delicioso platillo, para acompañarme, para ofrecerse a llevarme a un paseo que me hiciera distraerme  y olvidar mi pena. Siempre tan amable y complaciente conmigo y con mi familia,quienes rápidamente lo aceptaron como mi ángel de la guarda y después de un tiempo; como el hombre que me convenía por su amor incondicional.

El vacío emocional que dejó en mí la muerte de Pablo, la aceptación de mi familia hacia el dispuesto y comprensivo Flavio, el tiempo, y un poco mi estupidez, fueron las razones que me convencieron de que había encontrado al hombre que estaba dispuesto a morir por mí, lo mismo que yo por mi anterior novio. Convencida de su bondad y devoción, me embarqué en la aventura del matrimonio con él.

Los dos primeros años su actitud solícita se mantuvo, vino nuestro primer hijo y con él desapareció mi profunda tristeza por no haber podido salvar al amor de mi vida. Todo marchaba a la perfección, él era un buen agente de ventas, viajaba constantemente  por la república y siempre que podía lo acompañaba en sus viajes. Y fue en uno de esos días que salió a provincia que al regresar me dijo que había vivido una experiencia única, algo que dudaba en decirme porque temía que yo lo tomara por loco. Incapaz de imaginarme a lo que se refería y llena  de curiosidadle pedí que me explicara a qué se refería. Entonces, de su portafolio sacó una fotografía en donde aparecían tres luces alineadas en triángulo, después me mostró dos fotografías más y me dijo que eran unas naves espaciales, que los seres que viajaban en ellas se habían comunicado con él y le habían dado un mensaje de paz para la humanidad. Me relató que se le habían aparecido una mañana en una carretera hacia un pueblo y que incluso lo habían llevado en un viaje interestelar al planeta en donde ellos habitaban. Con sus propios ojos había visto su avanzada tecnología y era testigo de lo maravilloso que puede ser un mundo en donde todos trabajen para el bien común.

Al principio me pareció extraño su relato, pero su entusiasmo y su labia me convencieron de que decía la verdad. Me dijo que tenía una petición que hacerme. Lo cual no era usual en él. Al mirar mi sorpresa dijo, como si pudiera saber lo que yo pensaba, que nunca antes me había pedido nada, que complacerme y cuidarme eran las dos cosas que lo habían hecho feliz en su vida. Pero que ahora necesitaba mi ayuda para poder realizar la misión que le había sido encomendada por aquéllos seres de otro planeta.

A los pocos días comenzó a contactar a acaudaladas personas de la ciudad. A todos les contaba de su experiencia y de la misión que tenía que realizar. La mayoría de ellos lo ignoró pero hubo algunas personas que estuvieron dispuestas a financiar su proyecto, el cual consistía en realizar giras en distintos estados de la república dando conferencias para difundir el mensaje de amor que le había sido transmitido. Se abrió una página en la internet en donde publicó las fotografías de las naves interestelares que él había fotografiado (las cuales por cierto sólo se mostraban como enormes luces  brillantes sobre el fondo oscuro de la noche).

Pronto se convirtió en un hombre famoso, y su popularidad rebasó las fronteras internacionales. Su capacidad innata de contar historias le había ganado el apoyo de reconocidas personalidades del mundo artístico. Contaba su experiencia una y otra vez, dando una serie de detalles y pormenores ante las preguntas curiosas de sus seguidores. Muchas personas quedaron plenamente convencidas de la veracidad de sus relatos, entre ellas yo. Quien por veinte años fui su compañera y la traductora de sus conferencias en los países de habla inglesa.

Su popularidad rebasó las fronteras, nuestro matrimonio y mi propia vida. En todos estos años, transmitir su mensaje al mundo se convirtió en la prioridad de nuestra familia. Los viajes a distintos países fueron continuos, poniendo en nuestra vida un orden en el que cualquier otra cosa carecía de importancia. Fue en una de sus conferencias en E. U., donde conoció a Karla, una rubia alta de ojos azules que se convertiría en su  sombra y poco después en su amante. Una mujer que astutamente fue ocupando un lugar que por muchos años fue mío. Pero la infidelidad descarada de Flavio no ha sido la peor decepción de mi vida. Lo que realmente me asombra es descubrir que estuve casada con el mejor mentiroso que haya existido.

Después del horroroso y frustrante juego de las peleas, reconciliaciones, promesas al aire, revanchas y reproches que duró más de dos años, finalmente convenimos en una separación voluntaria, a fin de salvar y poder repartirnos lo único productivo de nuestra sociedad conyugal: los bienes materiales. A mí me tocó la casa en donde vivíamos, apremiada por mi necesidad de rentar parte del inmueble, me dispuse a desalojar el lugar que había sido la oficina de mi exesposo.

Por primera vez en muchos años entré en la habitación. Al remover las cosas y los papeles, encontré varias fotografías en donde se veían luces en distintos ángulos, entonces me di cuenta que, varias de las fotografías habían sido superpuestas y modificadas. En unas cajas, encontré también un equipo muy sofisticado de reflectores que permitía iluminar a grandes distancias con efectos muy singulares. Pude reconocer que de ahí habían salido las fotografías de naves espaciales que Flavio mostraba en sus conferencias.

Enmudecí de sorpresa al tiempo que comprendía lo que esto implicaba. Una mentira perfectamente planificada y de la que yo fui colaboradora sin saberlo por años. Una mentira sobre la que giró toda nuestra vida.


Por mi mente jamás cruzó la más mínima sospecha y le brindé todo mi apoyo en transmitir un mensaje que creí crucial para la humanidad. Por muchas horas me quedé sentada en el piso, mirando la evidencia mientras en mi mente miles de preguntas pululaban. Tratando de adivinar cuántas de las cosas que creí genuinas en Flavio eran sólo una gran mentira.

No hay comentarios:

Publicar un comentario