EL NIÑO
Y LOS DUENDES
Luis
era un joven callado, introvertido que convivía con muy pocas personas. Desde
niño había sido distinto a los demás, tanto que parecía que no fuera de este
planeta. Los niños no querían jugar con él, sentían algo extraño en la forma en
que los miraba, pero además él tampoco quería jugar con ellos. Solía pasar las
largas horas dela tarde caminando por el campo. Miraba los árboles con
detenimiento, se paraba frente a ellos y les platicaba de los sueños que tenía
por las noches.Después se quedaba sentado apoyándose en algún tronco y sonreía
inesperadamente o hacía gestos de desagrado. Sucedía que dentro de su cabeza los
sonidos, y las palabras se transformaban en colores. Ante sus ojos aparecía una
mezcla de colores que explotaban o se diluían lentamente pasando por diversas
tonalidades hasta desaparecer o transformarse en otro color. También ante su
mirada aparecían colores que sin que se pudiera explicar cómo, le resultaban
asquerosos.
Alguna vez cuando era niño trató de explicar a
sus padres la manera tan peculiar en que percibía los sonidos y las palabras,
ellos lo llamaron fantasioso y creyeron que en cuanto creciera se olvidaría de
ello, pero lo cierto es que Luis, siguió percibiendo los colores y sonidos de
la misma manera. Todos en su familia creían que estaba loco, porque cuando lo
escuchaban hablar en voz alta ellos creían que hablaba solo, sin imaginar que
él hablaba con seres que los demás no percibían.
Un día
muy caluroso cuando apenas tenía diez años, fue a refrescarse en un manantial.
En el lugar había otros niños tomando un baño. Sabiendo que su presencia no era
del agrado de los demás, se sentó a la sombra de un árbol en espera de que
terminaran de bañarse para poder entrar al agua. Pronto a su lado se sentaron
dos duendes con los que frecuentemente platicaba. Los demás niños al escucharlo
hablar, aparentemente solo, se asustaron y se fueron del lugar tan pronto como
pudieron. Luis entró al agua acompañado de los duendes y como muchas otras
veces, jugó con ellos, quienes al terminar el baño pidieron al niño que les
comprara un helado.
Aquellos duendes además de ser amigos de Luis,
en algunas ocasiones también lo habían curado cuando se encontraba enfermo.
Incluso habían curado a otras personas que el niño les pedía que curara y
cuando eso ocurría en pago lo único que pedían era alguna golosina. Así que no
era la primera vez que Luis les concedía un gusto.
Acompañado
por sus amigos invisibles Luis encaminó sus pasos hacia la paletería. Ahí pidió tres helados, uno para él y dos
para sus amigos. En la mano derecha tenía el helado suyo y en la izquierda los
de ellos. Poco a poco él fue terminándose su helado en tanto los de la mano
izquierda se derretían rápidamente. Por supuesto, sólo él podía ver a sus
amigos acercándose a comer sus helados, en tanto la gente murmuraba que Luis
era un tonto que dejaba escurrir dos helados en su mano en un día tan caluroso.
Esa era
la expresión más común sobre Luis, que era un tonto, él la había escuchado
tantas veces desde que era niño, que ahora ya no le importaba. Durante mucho tiempo él llegó a pensar de sí
mismo que estaba loco por la manera que veía y escuchaba los sonidos y las
palabras, pero poco a poco se fue dando cuenta que solamente era distinto a los
demás. Al paso de los años renunció a su intención de explicar a los demás la
manera tan peculiar en que percibía el mundo, y comprendió que lo mejor era no
hablar con nadie de lo que le ocurría. Finalmente, la gente era incapaz de
imaginarse lo que él les platicaba.
La
primera vez que vio y escuchó seres que eran invisibles para los demás tuvo
mucho miedo, corrió a su cuarto y se escondió entre las cobijas de su cama. Por
varios días no salió de su casa. Pero una voz le dijo que no debía de tener
miedo, que los seres que había visto eran amigables y sólo querían ayudarle a
él y a los seres humanos, pero dado que las demás personas no podían verlos, era
él quién debía comunicarse con ellos.
Después
de algunas semanas Luis venció su miedo y decidió volver al bosque, su lugar
favorito y el sitio en donde habitaban los seres que según supo cuando habló
con ellos, eran los duendes. Estos seres se encargaban de hacer prosperar el
bosque y en los últimos años habían estado muy ocupados, porque cada vez el
hombre ocasionaba más incendios que acababan en pocos días con grandes
extensiones de vegetación.
Los
bosques, plantas, barrancas, montañas y todo lo que existe en este planeta
posee su propio campo energético que los conecta unos con otros y los hace ser
más fuertes, pero cuando los incendios destruyen la vida, se rompe también el
campo energético y esto hace que sobrevivir sea más difícil para los árboles que
no se quemaron.
Los
duendes se encargan de unir los campos energéticos, de tal modo que la vida
vuelva a renacer lo más rápido posible, pero es un trabajo arduo y cada vez más
difícil de cumplir, porque los incendios son cada vez más continuos
y devastadores.
Un día,
los duendes dijeron a Luis que era el momento de enseñar a los hombres lo
importante que era el cuidar el planeta y mantener los campos energéticos que
permiten el renacer de la vida. Por lo que pidieron a Luis que ofreciera una
sanación a un hombre, que sabían que estaba enfermo desde hacía mucho tiempo y
que los médicos no habían podido curar. Aunque
el propósito de ellos no era curar enfermedades, solamente querían hacer
evidente que existían, y que en el mundo invisible hay energías muy poderosas
capaces de sanar o cambiar la materia de cualquier ser. Querían que el hombre
comprendiera que dentro de sí existe esa energía capaz de modificar el cuerpo.
Aquél
hombre fue curado por los duendes y en cuanto se sintió sin ningún malestar
volvió a la vida de excesos y desorden
que había tenido siempre. No comprendió el cuidado que debía tener para sí
mismo y para los demás. En pocos años, tal vez meses, volvería a desarrollar el
mismo problema de salud.
En
ciertas ocasiones a ciertas personas se les hace algún regalo de este tipo. Es
una oportunidad para comenzar a trabajar en eso que es invisible dentro de sí
mismos. Algunos comprenden el mensaje y lo agradecen cambiando su actitud, otros
simplemente retoman su vida de antes.
Luis
siguió siendo amigo de los duendes el resto de su vida, ellos le enseñaron
miles cosas que los demás humanos no sólo no podían ver, sino tampoco imaginar.
Le obsequiaron con el don de dibujar y pintar. Los cuadros y paisajes que
alguna vez Luis pintó son extraordinariamente hermosos. Para la gente, él
siguió siendo una persona extraña que por largas temporadas se adentraba en el
bosque sin que nadie pudiera encontrarlo. Después de un tiempo volvía a su casa
y seguía pintando como si nada. Pero lo cierto es que durante sus
desapariciones, él se encontraba de visita en el mundo de los duendes, los
únicos amigos que había tenido siempre.
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