martes, 1 de abril de 2014

EL NIÑO Y LOS DUENDES


EL NIÑO Y LOS DUENDES


Luis era un joven callado, introvertido que convivía con muy pocas personas. Desde niño había sido distinto a los demás, tanto que parecía que no fuera de este planeta. Los niños no querían jugar con él, sentían algo extraño en la forma en que los miraba, pero además él tampoco quería jugar con ellos. Solía pasar las largas horas dela tarde caminando por el campo. Miraba los árboles con detenimiento, se paraba frente a ellos y les platicaba de los sueños que tenía por las noches.Después se quedaba sentado apoyándose en algún tronco y sonreía inesperadamente o hacía gestos de desagrado. Sucedía que dentro de su cabeza los sonidos, y las palabras se transformaban en colores. Ante sus ojos aparecía una mezcla de colores que explotaban o se diluían lentamente pasando por diversas tonalidades hasta desaparecer o transformarse en otro color. También ante su mirada aparecían colores que sin que se pudiera explicar cómo, le resultaban asquerosos.

 Alguna vez cuando era niño trató de explicar a sus padres la manera tan peculiar en que percibía los sonidos y las palabras, ellos lo llamaron fantasioso y creyeron que en cuanto creciera se olvidaría de ello, pero lo cierto es que Luis, siguió percibiendo los colores y sonidos de la misma manera. Todos en su familia creían que estaba loco, porque cuando lo escuchaban hablar en voz alta ellos creían que hablaba solo, sin imaginar que él hablaba con seres que los demás no percibían.

Un día muy caluroso cuando apenas tenía diez años, fue a refrescarse en un manantial. En el lugar había otros niños tomando un baño. Sabiendo que su presencia no era del agrado de los demás, se sentó a la sombra de un árbol en espera de que terminaran de bañarse para poder entrar al agua. Pronto a su lado se sentaron dos duendes con los que frecuentemente platicaba. Los demás niños al escucharlo hablar, aparentemente solo, se asustaron y se fueron del lugar tan pronto como pudieron. Luis entró al agua acompañado de los duendes y como muchas otras veces, jugó con ellos, quienes al terminar el baño pidieron al niño que les comprara un helado.

 Aquellos duendes además de ser amigos de Luis, en algunas ocasiones también lo habían curado cuando se encontraba enfermo. Incluso habían curado a otras personas que el niño les pedía que curara y cuando eso ocurría en pago lo único que pedían era alguna golosina. Así que no era la primera vez que Luis les concedía un gusto.

Acompañado por sus amigos invisibles Luis encaminó sus pasos hacia la paletería.  Ahí pidió tres helados, uno para él y dos para sus amigos. En la mano derecha tenía el helado suyo y en la izquierda los de ellos. Poco a poco él fue terminándose su helado en tanto los de la mano izquierda se derretían rápidamente. Por supuesto, sólo él podía ver a sus amigos acercándose a comer sus helados, en tanto la gente murmuraba que Luis era un tonto que dejaba escurrir dos helados en su mano en un día tan caluroso.

Esa era la expresión más común sobre Luis, que era un tonto, él la había escuchado tantas veces desde que era niño, que ahora ya no le importaba.  Durante mucho tiempo él llegó a pensar de sí mismo que estaba loco por la manera que veía y escuchaba los sonidos y las palabras, pero poco a poco se fue dando cuenta que solamente era distinto a los demás. Al paso de los años renunció a su intención de explicar a los demás la manera tan peculiar en que percibía el mundo, y comprendió que lo mejor era no hablar con nadie de lo que le ocurría. Finalmente, la gente era incapaz de imaginarse lo que él les platicaba.





La primera vez que vio y escuchó seres que eran invisibles para los demás tuvo mucho miedo, corrió a su cuarto y se escondió entre las cobijas de su cama. Por varios días no salió de su casa. Pero una voz le dijo que no debía de tener miedo, que los seres que había visto eran amigables y sólo querían ayudarle a él y a los seres humanos, pero dado que las demás personas no podían verlos, era él quién debía comunicarse con ellos.

Después de algunas semanas Luis venció su miedo y decidió volver al bosque, su lugar favorito y el sitio en donde habitaban los seres que según supo cuando habló con ellos, eran los duendes. Estos seres se encargaban de hacer prosperar el bosque y en los últimos años habían estado muy ocupados, porque cada vez el hombre ocasionaba más incendios que acababan en pocos días con grandes extensiones de vegetación.

Los bosques, plantas, barrancas, montañas y todo lo que existe en este planeta posee su propio campo energético que los conecta unos con otros y los hace ser más fuertes, pero cuando los incendios destruyen la vida, se rompe también el campo energético y esto hace que sobrevivir sea más difícil para los árboles que no se quemaron. 

Los duendes se encargan de unir los campos energéticos, de tal modo que la vida vuelva a renacer lo más rápido posible, pero es un trabajo arduo y cada vez más difícil de cumplir, porque los incendios son cada vez más continuos y devastadores.

Un día, los duendes dijeron a Luis que era el momento de enseñar a los hombres lo importante que era el cuidar el planeta y mantener los campos energéticos que permiten el renacer de la vida. Por lo que pidieron a Luis que ofreciera una sanación a un hombre, que sabían que estaba enfermo desde hacía mucho tiempo y que los médicos no habían podido curar. Aunque  el propósito de ellos no era curar enfermedades, solamente querían hacer evidente que existían, y que en el mundo invisible hay energías muy poderosas capaces de sanar o cambiar la materia de cualquier ser. Querían que el hombre comprendiera que dentro de sí existe esa energía capaz de modificar el cuerpo.

Aquél hombre fue curado por los duendes y en cuanto se sintió sin ningún malestar volvió  a la vida de excesos y desorden que había tenido siempre. No comprendió el cuidado que debía tener para sí mismo y para los demás. En pocos años, tal vez meses, volvería a desarrollar el mismo problema de salud.

En ciertas ocasiones a ciertas personas se les hace algún regalo de este tipo. Es una oportunidad para comenzar a trabajar en eso que es invisible dentro de sí mismos. Algunos comprenden el mensaje y lo agradecen cambiando su actitud, otros simplemente retoman su vida de antes.

Luis siguió siendo amigo de los duendes el resto de su vida, ellos le enseñaron miles cosas que los demás humanos no sólo no podían ver, sino tampoco imaginar. Le obsequiaron con el don de dibujar y pintar. Los cuadros y paisajes que alguna vez Luis pintó son extraordinariamente hermosos. Para la gente, él siguió siendo una persona extraña que por largas temporadas se adentraba en el bosque sin que nadie pudiera encontrarlo. Después de un tiempo volvía a su casa y seguía pintando como si nada. Pero lo cierto es que durante sus desapariciones, él se encontraba de visita en el mundo de los duendes, los únicos amigos que había tenido siempre.

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