EL
ENCANTO
Era una fría noche aquélla víspera del año nuevo. La gente se preparaba para
celebrar con alegría por todas las cosas obtenidas en el año transcurrido y
plantearse sus nuevos objetivos. Todos estaban felices, con sus familiares y
amigos. Pero en esta ocasión los planes míos eran diferentes. También realizaba
preparativos, pero no para la cena. No iba a quedarme en casa, más bien pensaba
en tener una aventura fuera de ella.
Papá con frecuencia me hablaba acerca de algunas
leyendas del pueblo, que si se aparecía
el fantasma de algún muerto a una determinada persona para darle algún mensaje,
que había almas penando en las calles o en el cerro, que alguien había visto al
diablo y había tenido un pacto con el, o que alguien había sido obsequiado con
riquezas por su bondad. Desde pequeña escuché esas historias mezcla de fantasía
y verdad, en donde al final nadie podía distinguir la una de la otra. Lo cierto
es que esta vez, estaba dispuesta a ver qué tanto había de verdad en una de ellas.
Como en muchos lugares del país, se decía en mi
pueblo de cierto lugar en donde justo a la media noche del año nuevo, el cerro
se abría dejando ver una cueva en la que se hallaban una cantidad incontable de
tesoros. Por generaciones esta leyenda de propagó de padres a hijos, sin que
nadie osara atreverse a corroborarla. Pues todos temían caer presos de un
hechizo que los mantuviera paralizados dentro de la cueva un año.
Algunas veces cuando acompañaba a mi padre al
campo, pasé por ese lugar, donde había una larga pared de rocas compactadas que
eran sostenidas por largas raíces de arboles gigantes. En la parte central del
muro podían apreciarse inscripciones antiguas, hechas con una pintura roja que
los siglos no habían podido borrar. No obstante que mucha información de mis
ancestros se transmitió oralmente, nadie sabía el significado de dichas
inscripciones.
Este sitio fue el que inspiró nuestra aventura.
Según la creencia. Sólo por breves instantes se abriría la cueva encantada justo
ese día en punto de la media noche. Era una experiencia atrevida y desafiante
para muchos. No cualquiera podía arriesgarse a quedar hechizado y morir al paso
de un año, o exponerse a encontrar algún ser maléfico de otro mundo, o bien ser
atacado por algún animal salvaje habitante de la selva en medio de la oscuridad
y la soledad más profunda. Así que invité a varios de mis primos a participar,
a sabiendas de que la mayoría rechazaría la propuesta presa de sus temores. Tal
como lo supuse, la mayoría de ellos, temerosos de lo sobrenatural pero sobre todo
de la posibilidad de no regresar jamás, se negaron a ir. Así que, solamente
siete fuimos los valientes atrevidos dispuestos a constatar qué de cierto tenía
esta leyenda.
Decidimos que partiríamos hacia el sitio a las
9 de la noche, para así ir con calma, y esperar en el lugar indicado a que las
campanadas y los cuetes señalaran la media noche. Sin duda, el clima era de
máxima emoción y misterio. Algunos familiares temían que algo grave nos
sucediera por curiosos, pero ningún temor ajeno nos hizo desistir de nuestro
plan. Así que preparamos un caballo, nuestros abrigos, y todo lo necesario para
hacer fuego, un poco de comida para celebrar el nuevo año y un rifle por si
encontrábamos un animal salvaje en nuestro camino, y así a las nueve en punto partimos
hacia nuestro objetivo.
La noche estaba especialmente hermosa, las
estrellas brillantes parecían saltar de alegría iluminando el firmamento. La
luna era un enorme y rojo círculo de fuego, y como una buena madre parecía ir detrás
de nosotros para protegernos. Ese día coincidía la luna llena. Caminamos a
ritmo natural hacia la orilla del pueblo y al iniciar por el sendero que nos
conducía al encanto, pudimos escuchar y sentir el impacto de los rugidos de los
animales salvajes, tales como tlacuaches, coyotes, lobos, aves nocturnas como
lechuzas y muchos más que simplemente no pude identificar porque era la primera
vez, que yo iba al campo en la noche. A
lo lejos, en lo alto de la montaña se escuchaba un poderoso rugido, sin duda
era el de un puma.
Ciertamente parecíamos
estar dentro de una película de suspenso. Los árboles cubiertos por su propio
follaje, por plantas parásitas y por bejucos que se habían colgado de sus ramas
parecían formar figuras humanas acechantes, monstruos o cualquier cosa que
pudiéramos imaginar. Se completaba el ambiente con el crujir de las ramas secas
al romperse con nuestros pasos. A veces veíamos un par de ojos brillando en la
oscuridad y antes de poder averiguar a quién pertenecía, desaparecían
acompañados del ruido de unos pasos alejándose a toda velocidad. Sin duda,
alguien tenía tanto o más miedo que nosotros.
Algunos parecía sentir miedo, pero yo disfrutaba de los sonidos de la
naturaleza viva y del olor a tierra y hierba mojada, algunos árboles y flores
tenían un aroma exquisito, a veces reconocíamos el olor de alguna planta o
flor, a veces el de la madera de un árbol, e incluso el de algún insecto, como
el del jumil. Los aromas cambiaban tanto como lo hacía el paisaje a cada
instante. Mientras avanzábamos la conversación se centró en el relato de
diversos anécdotas divertidos y de cómo nos asombraba que algunos no se habían
atrevido a venir con nosotros por miedo. Simplemente nos parecía insólito que la gente tuviera miedo de salir
al campo a la media noche hacia un lugar supuestamente encantado.
Después de caminar aproximadamente 40 llegamos
a nuestro destino. Un lugar impresionante, un claro en medio de la densa selva,
lleno de misterio. En el lado oriente se levanta una muralla natural de piedra
caliza, aproximadamente de 10 metros de alta. Entre las piedras que la misma
naturaleza ensambló de manera perfecta, se aferran las raíces de un amate amarillo
enorme. Un lugar llama la atención, se trata de una de una chimenea entre medio
de la piedra caliza. A simple vista pareciera estar hecha por el hombre, porque
incluso en su interior es negra como el humo que se impregna en las paredes
cuando se cocina con leña, pero al acercarnos y pasar las manos por las paredes,
nos dimos cuenta que toda esta coloración se debe a los minerales que a través
de millones de años se han adherido a la roca por el escurrimiento del agua que
proviene de la lluvia. También en las rocas encontramos dibujos rupestres, los
cuales nos hablan de nuestros ancestros que algún día estuvieron en este sitio
como nosotros. Se reconoce un sol, unas figuras humanas sobre un animal, y
algunos animales silvestres como conejos y venados.
Al llegar al encanto, un viento fresco movía
las hojas de los árboles, nos sentamos sobre una piedra y desde ahí escuchamos
los festejos de las poblaciones aledañas. Curiosamente todos los sonidos se
percibían como si provinieran de muy
cerca. Se oía la música de lo que sin duda era un baile. Y sobre todo los coyotes
que tienen distintas voces parecían estar a unos cuantos metros con su aullido
prolongado. Había bastante luz de luna sobre nosotros, no fue necesario
encender el fuego, porque tampoco hacía demasiado frío. Así que mirábamos el
reloj impacientemente con frecuencia
mientras charlábamos sobre cualquier cosa. Todos nos conocíamos porque
éramos primos, pero creo que fuera de esa experiencia no teníamos demasiado en
común.
Todo estaba demasiado tranquilo, parecía que el
tiempo transcurriera muy lento para nosotros. De pronto se anuncio la media
noche, por todos lados se lanzaron cuetes y luces de bengala, sonaron las
campanadas y de súbito a espaldas nuestras, en una cavidad en forma de óvalo
entre la muralla de piedra caliza se encendió una luz. Para sorpresa y asombro
de todos los presentes que no creíamos que verdaderamente algo mágico pudiera ocurrir
de verdad. Todos volteamos a mirarla, y fuimos hacia ella, con zozobra e
incredulidad. Era luz era pequeña como la flama de una vela, no sabíamos de donde
había surgido, no sabíamos cómo es que brillaba aislada dentro de esa cavidad. Revisamos todo alrededor de ella,
tratando de buscar una explicación, pero simplemente no la había. Nadie pudo
haberla encendido porque no era de fuego y porque todos estábamos por lo menos
a 5 metros de ella cuando apareció. Nos quedamos mirándola atentamente, había
transcurrido cerca de un minuto y la luz seguía brillando. Uno de mis primos se
atrevió a acercarle la mano y con sorpresa dijo que no quemaba. Retiraba y
acercaba la mano y no le sucedía nada. Su hermano quiso tocarla y fue entonces cuando se dio cuenta
que la luz emanaba de una pequeña piedra caliza. Al tomarla entre sus manos la
luz se extinguía y al regresarla a su lugar volvía a encenderse. El primero de
mis primos tomó la piedra entre su mano y la cerró. A pesar de ello la luz
seguía encendida y podía verse traspasando su piel. Cuando el segundo de mis
primos la tomó en su mano, la luz nuevamente se apagó. Pudimos comprobar que
sólo con el primero de mis primos la luz se mantenía encendida sin importar que
su mano estuviera abierta o cerrada. No sé cuánto tiempo duró esta luz, tal vez
cuatro o cinco minutos, finalmente se extinguió. Solamente quedó la piedra, la
cual todos revisamos sin encontrarle nada de extraordinario. Se trataba de una
piedra caliza tan común como la grava que se utiliza en la construcción de
casas. Después de lo que presenciamos, por unanimidad decidimos que esa piedra debía quedar bajo el resguardo de
la persona con quien la luz no se apagó.
Habíamos
contemplado un hecho completamente insólito y único. Estábamos seguros de que
fuera de nosotros que lo habíamos mirado, jamás nadie nos creería. Regresamos
al pueblo sorprendidos, incapaces de comprender lo que pudimos mirar. Sin tener
una explicación, desconcertados porque aquello rebasaba toda lógica de lo
posible. Cualquiera sin duda podrá decir que es un cuento inventado por nuestra
imaginación. Pero lo cierto es, que todo ocurrió tal y como lo he relatado, y
de eso fuimos testigos siete personas, que se atrevieron a ir a lo desconocido
sin saber que podían encontrar.
Esa fue la única ocasión que fuimos al encanto
a media noche, y la piedra que alguna vez tuvo una luz mágica aún se encuentra
resguardada, como prueba tangible de que esto no fue un sueño, aún y cuando nos
sea imposible demostrar la veracidad de este relato. Así que si esta historia
real llega a conocerse, todos absolutamente creerán que es solamente una más de
aquéllas leyendas que en mi pueblo van de boca en boca y que todos escuchamos
con el interés y el agrado con que escuchamos un cuento de hadas, de seres
fantásticos o de los reyes magos.
Pero yo sólo puedo decir que en esta vida
ocurren demasiadas cosas para las que simplemente no se encuentra ninguna
explicación. Vivimos en un mundo lleno de misterios, donde cosas invisibles han
existido desde siempre. Nuestra vida puede estar llena de sucesos inesperados y
milagrosos. Comprensibles o no pueden ocurrir a cualquiera, ni la naturaleza ni
el universo están limitadas por nuestra capacidad de comprensión. La magia de
la vida puede estar muy cerca de nosotros, mucho más de lo que pensamos y tal
vez, lo que presenciamos es sólo una muestra de que el universo de lo invisible
e inexplicable veces hace contacto con nosotros. O quizás es la muestra de que la
magia puede estar dentro de cada ser humano esperando a que la descubramos. Tal
vez proviene desde lo más profundo de nuestro corazón. Y quizás si aprendemos a
desear cosas bellas, esta magia pueda transformar nuestras vidas.
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