jueves, 28 de julio de 2016

ESTA MUJER NO ES PARA MÍ




ESTA MUJER NO ES PARA MÍ


Francisco es un hombre alto, deIgado, de mirada ausente. De carácter apacible y solitario, demasiado callado y tímido,  no tiene muchos amigos. Sin embargo va con frecuencia a los bailes en las fiestas del pueblo. No le gusta bailar, pero le agrada ver a las jovencitas. Más de una es de su agrado, pero no se atreve a acercarse a ninguna. Ellas se sienten atraídas por su docilidad. Cada vez que necesitan algo se lo piden a él, pues bien saben que no se negará.

Él está enamorado de Antonia una muchacha de un pueblo vecino, la conoció cuando cursaba la escuela secundaria, pero nunca se atrevió a conquistarla. Ahora es más difícil para él acercarse y los días se le van pasando sin que encuentre la manera de hacerlo. Una noche decide asistir a un  baile en el pueblo donde ella vive con la esperanza de encontrarla, pero esto no ocurre. En espera de que el baile termine para regresar a su pueblo caminando con otros jóvenes, comienza a beber cerveza. No está acostumbrado al alcohol así que pronto se siente mareado y desinhibido, por fin, se atreve a invitar a bailar a una muchacha: Carmen.

Ella baila con él, no una sino varias veces, al mismo tiempo que le coquetea. Él es demasiado tímido para rechazarla, así que permite que el juego de la seducción avance. Ella lo que quiere es sentirse bonita, sentirse deseada. Después de haber peleado con su novio, decidió ir al baile y coquetear con otros para hacerle sentir celos. Pero lo que no esperaba era encontrar a su novio con otra. Así que llevada por el enojo y deseo de venganza decide seducir a Francisco.

La borrachera, la timidez y la inexperiencia de Francisco lo hacen caer en el juego. Así que al terminar el baile  la invita a irse con él a su casa. Ella acepta. En su pueblo, esta es una práctica común en varias parejas jóvenes que deciden unirse. Llegan a la casa de los padres del novio, y después de pasar la primera noche juntos, al siguiente día, la nueva pareja acompañada de los padres del novio, va a casa de los padres de la novia a notificarles su decisión de casarse.

Así ocurrió en el caso de Francisco, aunque al siguiente día, una vez pasada la borrachera, no está contento con lo que ha hecho. Pero no encuentra la manera de salir del embrollo. Él es incapaz de rechazar a una mujer, y mucho menos, de avergonzarla públicamente. Así que estoica y resignadamente asume un matrimonio sin decir nada.

Durante los primeros meses, su relación no funciona bien, pero tiene la esperanza de que con un poco de tiempo y de paciencia, las cosas mejoren. Aunque no tardará en darse cuenta qué eso simplemente no sucederá. Su esposa es una mujer muy demandante y controladora. Siempre quiere saber a dónde va, qué hace, con quién. Apenas lo escucha saludar a una mujer, quien quiera que sea, sin importar que sea joven o mayor, le arma una escena de celos. Es una mujer que se exaspera a la mínima cosa y pretende imponer su voluntad a gritos. Cada pelea, día con día, lo convence de su mala elección y se dice a sí mismo: “esta mujer no es para mí”.    

Los días continúan su curso, atrapado en un matrimonio molesto, decepcionante. Las semanas se hacen meses y en silencio, Francisco soporta  a su esposa pasivamente. Vienen los hijos, sin que por ellos logren acercarse entre sí. Él cumple lo que considera es su obligación: trabajar y dar sustento a su familia. Pero su casa no es un hogar en donde quiera quedarse. La mayor parte del tiempo lo pasa fuera, con los amigos, en la calle. Ve a sus hijos crecer y por ellos, mantiene el silencio y evita las peleas cuando vienen los reproches de Carmen. Él calla, evita o evade, mientras un pensamiento fijo se repite como un mantra en su mente: “esta mujer no es para mí”.

Su vida se torna insípida, vacía, sin colores. Lo único importante para él son sus hijos. Y la mujer que es su esposa se le hace cada vez más intolerable, pero el amor a sus hijos es una cadena que lo ata a ella. Él no conoció a su padre, pues huyó apenas supo que su madre estaba embarazada.  Siempre ha dicho que, lo único bueno de su matrimonio y su vida son ellos.  No quiere que crezcan en la misma situación que él.  Ni está dispuesto a perderse la oportunidad de verlos crecer, no puede imaginarse su vida lejos de ellos. Los quiere a todos, pero principalmente a su hija, la más pequeña. Una niña frágil, enfermiza, la más vulnerable y a quién siente, tiene el deber de proteger más que a sus hermanos. Sus hijos es todo lo que tiene, sigue con su determinación de mantenerse en ese matrimonio, aunque a cada complicación con su esposa, se repite como una letanía: “está mujer no es para mí”.

Se pasan los años sin que su matrimonio mejore, quejándose débilmente, tratando de evitar peleas que son inevitables. Pues no surgen a causa de él, sino porque es la forma en que a su esposa le gusta vivir. Un matrimonio que se ha vuelto un calvario, pero que ni aun así, jamás tuvo la intención de terminarlo.

Un día, yendo a trabajar a un pueblo vecino, conoce a otra mujer muy joven y atractiva, sin compromiso, madre soltera, ¿cómo y cuándo se relacionó con ella? Nadie lo sabe. Simplemente un día a Evelia le empezó a crecer el vientre. Un nuevo hijo venía en camino, y a ese le siguieron otros tres.

Francisco tiene una nueva familia que es un secreto a voces, lo saben todos en el pueblo y con el tiempo se entera también su propia esposa, a quien esto parece no importarle. Los años pasan, los niños crecen, cuatro en total, ellos no saben quién es su padre. Cuando alguno de ellos se atreve a preguntar a su madre, Evelia responde que a su padre se lo comió un perro. Ante esa respuesta, los niños no vuelven a preguntar. De cualquier forma no es importante, en ese pueblo hay muchos niños sin padre, tras el reciente término de la revolución.

La nueva familia, tampoco es motivo para intentar separarse de Carmen, más bien es la oportunidad de no asfixiarse en su monótono matrimonio. Lleva años viviendo de esa manera y aunque sus hijos han crecido y formado su propia familia, parece haberse acostumbrado a esa forma de vida. Para Evelia, tampoco es importante casarse, hace años perdió la confianza en los hombres. Para ella los hombres son una carga innecesaria, un mal que es mejor evitarse. Siempre ha dicho, que no necesita un hombre que la controle, a quien someterse y obedecer. Prefiere ser una madre soltera, aunque tenga que trabajar duro para mantener a sus hijos.

Francisco y Carmen como siempre, atados por la costumbre. No hay nada nuevo, nada diferente, podían haber vivido así hasta la eternidad, pero hasta la eternidad se hartó de ellos.

En un día de trabajo, Francisco subió a un árbol para derramarlo. No tenía ya la habilidad de sus años jóvenes. Un mal cálculo al apoyarse en una rama demasiado frágil para su peso fue suficiente. Una caída vertiginosa, un golpe contundente sobre la misma rama que se rompió. Las costillas rotas, perforándole un pulmón y una agonía lenta mientras sus compañeros trataban de auxiliarle. Hubo tiempo suficiente para pedir ver a Evelia por última vez. Ella vino, lo miró sin perturbarse siquiera y se despidieron serenamente. De los ojos de ella no cayó una sola lágrima. Era una mujer dura, incapaz de mostrar ningún signo de debilidad por un hombre.   

Francisco se sintió feliz de morir en los brazos de la mujer por la que sintió lo que tal vez, fuera amor. La que hizo que sus días dejaran de ser grises, a pesar, de que nunca vivió con ella. Sintió como si por fin, hubiera sido rescatado de aquélla mujer que en una noche de borrachera lo atrapó. Una mujer a la  que nunca pudo pertenecer y que siempre sintió distante y ajena. Y que sin embargo, fue su compañera de toda la vida. Aquélla de la que no tuvo el valor de alejarse, aunque desde el primer día que vivió con ella, una voz interior le dijera: “esta mujer no es para mí”.




  

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