Quiero compartir un poema que
conocí hace muchos años. Un poema con
el que me identifiqué y que me gustaba declamar en los eventos escolares. Una
vez que lo aprendí lo conservé en la memoria y desde entonces hasta hoy me
sigue pareciendo hermoso.
EL SEMBRADOR
M. R.
Banco Belmonte
De aquél
rincón bañado por los fulgores
Del sol
que nuestro cielo triunfante llena
De la
florida tierra donde entre flores
Se
deslizó mi infancia dulce serena
Envuelto
en los recuerdos de mi pasado
Borroso
cual lo lejos del horizonte
Guardo el
extraño ejemplo nunca olvidado
Del
sembrador más raro que hubo en el monte
Aún no sé
si era sabio, loco o prudente
Aquél
hombre que humilde traje vestía
Sólo sé
que al mirarlo toda la gente
Con
profundo respeto se descubría
Y es que
acaso su gesto severo y noble
A todos
asombraba por lo arrogante
Hasta los
leñadores mirando el roble
Sienten
las majestades de lo gigante
Una tarde
de otoño subí a la sierra
Y al
sembrador sembrando miré risueño
Desde que
existen hombres sobre la tierra
Nunca se
había trabajado con tanto empeño
Quise
saber curioso, lo que el demente,
sembraba
en la montaña sola y bravía
El
infeliz oyome benignamente
Y
dijo con honda melancolía
Siembro
robles, pinos y sicomoros
Quiero
llenar de frondas estas laderas
Quiero
que otros disfruten de los tesoros
que darán
estas plantas cuando yo muera
¿Por qué
tantos afanes en la jornada
sin
buscar recompensa? –dije. Y el loco
murmuró
con las manos sobre la azada
¿Acaso tú
imagines que me equivoco?
Acaso por
ser joven te asombre mucho
el
soberano impulso que mi alma enciende
Por los
que no trabajan, trabajo y lucho
Si el
mundo no lo sabe, dios me comprende
Hoy es el
egoísmo, torpe maestro,
a quien
rendimos culto de varios modos
Si
rezamos, pedimos sólo el pan nuestro
Nunca al
cielo pedimos, pan para todos
En la
propia miseria los ojos fijos
Buscamos
las riquezas que nos convienen
Y todo lo
arrostramos por nuestros hijos
Es que
los demás padres, ¿hijos no tienen?
Vivimos
siendo hermanos sólo de nombre
Y en las
guerras brutales con sed de robo
hay
siempre un fraticida dentro del hombre
Y el
hombre para el hombre, siempre es un lobo
Hay que
ser cual abejas que en la colmena,
fabrican
para todos dulces panales
Hay que
ser como el agua que va serena,
brindando
al mundo entero frescos raudales
Hay que
imitar al viento que siembra flores,
lo mismo
en la montaña que en la llanura
Hay que
vivir la vida sembrando amores,
con la
vista y el alma siempre en la altura
Dijo el
loco y con noble melancolía,
por las
breñas del monte siguió trepando
Y al
perderse en las sombras aún repetía
Hay que
seguir sembrando… siempre sembrando
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