LOS HIJOS
DEL SOL
En un lugar muy remoto, a miles
de años luz de distancia. Más allá de todo lo que nuestros ojos pueden ver,
existe una de las estrellas más enormes de nuestro universo, es quizás la más
vieja de todas. La madre de todas las estrellas. El lugar en donde se empezó a escribir la
historia de la vida. Su brillo intenso puede apreciarse incluso desde
otros sistemas planetarios. Aunque desde la lejanía parece una estrella
como cualquier otra, no lo es. Porque el gas que compone su atmósfera es
desconocido en nuestro planeta. Es un compuesto que se genera solamente a muy
altas temperaturas y después de varios millones de años.
Desde los planetas en que es
visible, toda la estrella parece estar siempre ardiendo, exactamente como el
sol alrededor del que gira nuestro planeta. Pero su propia luz intensa capaz de
iluminar varios planetas impide cualquier atisbo a su interior, que por cierto
no es de fuego. Posee una corteza compacta y la temperatura no es tan distinta
de la del planeta tierra. Y tal como
aquí, ahí también la vida fue posible desde hace miles de millones de años.
Formas de vida que dieron origen a la vida en los demás sistemas planetarios,
entre ellos, el nuestro. Ahí habitan aún los seres más antiguos e inteligentes
del universo.
Estos seres son llamados los
hijos del sol. Su cuerpo está compuesto de una materia que no es tan sólida
como la nuestra. Las moléculas que conforman su estructura se mueven a una
velocidad tal que la hacen menos densa, pero con la suficiente cohesión para
mantener una forma definida y continua, y al mismo tiempo mutable en función de
la temperatura a que se halle expuesto. Esto les permite viajar distancias
imposibles para el hombre a velocidades jamás vistas por el ser humano.
La superficie de este sol
ciertamente es más elevada que la de la tierra, pero ni remotamente se acerca a
las altas temperaturas de la corona exterior. Una gruesa capa de un gas
intermedio debajo de la atmósfera incendiada, actúa como aislante impidiendo
que la temperatura de la corteza se
mezcle con la parte externa.
A distancia pareciera que este
sol está compuesto de un sólo gas que es el que continuamente desde hace
millones se consume produciendo la luz y la elevada temperatura que llega a los
planetas más cercanos que lo rodean. Pero lo cierto es que la corteza del sol
está rodeada por un gas que le brinda una protección y estabilidad como no hay
en otro planeta conocido. Ahí, surgieron las primeras formas de vida de todo el
universo y aunque han pasado miles de millones de evolución, algunas de ellas
han tenido muy pocos cambios.
Los seres que habitan éste lugar son
capaces de moldear su apariencia física o su cuerpo con sorprendente facilidad
y rapidez. Por lo que, para ellos es de
lo más simple tomar la forma de cualquier ser vivo, incluida la nuestra. Si
bien en apariencia pueden llegar a ser iguales a nosotros, son muy diferentes
en su funcionamiento interno y en su alimentación. Ellos jamás consumen carne ni las proteínas
que requiere el cuerpo humano. Los pocos alimentos terrestres de los que pueden
alimentarse son las flores y algunos vegetales. Su organismo está adaptado para
aprovechar directamente la energía solar. La luz les es tan indispensable que
no pueden vivir sin ella, la requieren de la misma manera como los humanos
necesitan el aire. Incluso en las noches que llegan a pasar en nuestro planeta necesitan
de alguna fuente de luz mientras duermen.
Su tiempo de vida es mucho más
largo que el nuestro. Son los viajeros continuos del universo, visitan los
distintos planetas habitados, conocen todas las formas de vida de cada uno.
Desde el origen mismo de la vida en la tierra, ellos la han estado visitando.
La forma en que lo hacen, es y será todavía por mucho tiempo, un misterio. Llegan, se mezclan e interactúa con el común
de la gente, pasan completamente desapercibidos. Conocen al ser humano desde siempre,
saben de su evolución, de sus grandes limitaciones y tratan de ayudarlo. La misión de los hijos del sol en este planeta
es principalmente de sanación. Para ellos es fácil relacionarse entre la gente,
saben a quién dirigirse, su capacidad telepática les da ventaja para conocer
planes y propósitos del hombre.
Durante su estancia, suelen
establecerse con gente que se dedica a la curación a través de la transmisión
de energía. Poseedores de técnicas y secretos milenarios son capaces de
revertir enfermedades que los médicos consideran incurables. Lo hacen por medio de vibraciones creadas por sonidos
imperceptibles al oído humano. Vibraciones que equilibran el campo energético
haciendo que todos los sistemas vitales del cuerpo humano vuelvan a funcionar
eficientemente.
Los hijos del sol pasan largas
temporadas con nosotros. Pueden ir y venir a su planeta en fracciones de
segundos y cuando les llega el tiempo de irse para siempre, simplemente
desaparecen, como si la nada se los hubiera tragado. Mientras viven entre humanos
no procrean familia, se mueven de una ciudad a otra con cierta frecuencia,
nunca permanecen en un sitio por más de cinco años. En todos los lugares a los
que llegan se presentan como si fueran originarios de otro país, para que a la
gente que los conoce no le parezca extraño que sean diferentes a los demás.
La estatura normal en su planeta
es de tres metros, no requieren comunicarse a través del lenguaje hablado entre
ellos. Pueden acceder al conocimiento directo de las cosas, por lo que no
requieren de años de aprendizaje escolarizado como los humanos, ni de
complicadas explicaciones racionales. Millones de años antes de que los humanos
existieran, alguna vez fueron los únicos habitantes de nuestro planeta por un
muy largo tiempo. Desde entonces les gusta visitarlo con cierta frecuencia.
Ellos van y vienen sin problema, en silencio sin dejar huella.
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