viernes, 26 de julio de 2013

VALENTINA



VALENTINA


Valentina nació en un pueblo de la sierra, fue la mayor de cuatro hermanos. Una niña de piel blanca, ojos grandes y almendrados. Gabino, su padre es un peón como todos los hombres de ese lugar, que tiene que salir a trabajar a un pueblo más grande que dista una media hora en camioneta. Él y otros peones son llevados y traídos cada día por su patrón. Su madre es una mujer amorosa y responsable, que, dentro de las limitaciones que su situación económica le impone, ha dado siempre lo mejor a sus hijos.

Es costumbre en este pueblo comprometer en matrimonio a los hijos cuando son muy pequeños y es muy común que apenas entrada la adolescencia se realice la boda. El novio debe pagar al padre de su novia cierta cantidad de dinero. Cuando los padres realizan el trato entre ellos y los novios son muy pequeños, es el padre del novio quien da dinero al padre de la novia cada determinado tiempo o cuando se lo piden, hasta completar lo que han acordado. En otras situaciones, cuando el trato se realiza cuando la novia ya está en edad de casarse se realiza un sólo pago con la cantidad total.

Valentina cumplió doce años, su apariencia armoniosa, su piel y ojos claros, hacen resaltar su belleza en donde la mayoría de las niñas son morenas y de estatura pequeña. Al padre de ella pronto le hacen ofertas de dinero por su hija. Cincuenta mil pesos es una cantidad tentadora, en toda su vida el señor, no ha visto esta cantidad de dinero junta. Piensa en todo lo que podría hacer con ese dinero, comprar algo de ganado o arreglar su casa. Su esposa no está de acuerdo con las costumbres de su pueblo, habla con su esposo y logra convencerlo de que no acepte.

Por otras niñas vecinas han pagado veinte mil o treinta mil pesos. Adriana, una amiga de Valentina ya está comprometida, su padre ha estado recibiendo dinero a cambio de ella. Adriana no está de acuerdo, pero no tiene otra opción, en poco tiempo sus padres la entregarán a su novio.

Pasa el tiempo, y a don Gabino le hacen una oferta más tentadora, nuevamente su esposa logra convencerlo de que no acepte. Días después la madre habla con su hija, le dice que tiene que irse del pueblo, que en dos ocasiones pudo convencer a su esposo de no venderla, pero teme que en una siguiente vez, él no le haga caso y termine vendiéndola. Ella no quiere esa vida para su hija. Le dice que debe irse a la ciudad, buscar trabajo y estudiar para salir adelante y que no vuelva al pueblo. Valentina entiende muy bien lo que su madre le dice, es una niña muy valiente y se prepara para irse.

Un día muy temprano cuando su padre ya se había ido a trabajar, la madre le dio comida para el camino, un poco de dinero que pudo conseguir, la acompañó un largo tramo del camino, le explicó hacia donde irse para encontrar la ciudad y después de darle su bendición se despidió de ella diciéndole que no se dejara vencer. Valentina antes de irse fue a buscar a su amiga, la invitó a irse con ella, a huir antes de que la casaran. Adriana lloró de tristeza, le dijo que su padre  ya había recibido mucho dinero y que si ella no cumplía el trato lo matarían. No hubo manera de convencerla,  así que se despidieron y se fue sola a buscar su camino.

Valentina llegó a la ciudad en donde encontró trabajo y casa. Acostumbrada  a vivir con lo más necesario ahorraba lo más posible de su sueldo y comenzó a buscar la forma de estudiar. En la escuela vendía dulces a sus compañeros y cosméticos a sus compañeras y con ese dinero completaba los gastos de sus estudios. Su carácter amable ganó la simpatía de quienes la conocían. En los momentos más difíciles sus amigos la ayudaron. Con esfuerzo y dedicación logró salir adelante, primero cursó la escuela secundaria, la preparatoria y finalmente la carrera de derecho. Su tenacidad y disciplina le abrieron las puertas.

Quince años pasaron desde el día que Valentina se fue de su pueblo, decidió que era momento de volver. Nadie esperaba su regreso. Fue recibida con gran alegría, aún por su padre que en un inicio se enojó con su esposa al saber que ella se había ido. Largas fueron las horas para conversar y ponerse al tanto de lo que había pasado. En el pueblo las cosas seguían siendo iguales en cuanto a las costumbre de vender a las hijas. Nunca su madre estuvo más feliz de haberla motivado a irse. Ahora su hija era una mujer independiente, con una carrera y había logrado escapar del destino de todas las mujeres de ahí. Todos los días en que no supo nada de ella,  las largas horas llenas de angustia cavilando sobre todo lo que había podido pasarle a su hija llegaron a su fin.


Valentina fue a buscar a su amiga Adriana, quien ahora tenía también una hija que ya estaba comprometida. Fue entonces cuando decidió ayudar a las mujeres de su pueblo que estuvieran dispuestas a salir de ese círculo que por generaciones las había atrapado usurpándoles su derecho a decidir sobre su propia vida. Ahora Valentina y otras personas luchan por los derechos de la mujer en esa comunidad y otras cercanas. Les dan apoyo legal y capacitación para trabajar e iniciar una vida diferente. Ella está feliz de poder ayudar a mujeres que por su condición social y cultural no tendrían posibilidad de otra forma de vida.

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