jueves, 28 de febrero de 2013

UN ENCUENTRO DESAFORTUNADO



UN ENCUENTRO DESAFORTUNADO

Me despierto con la garganta reseca y un poco cansada de la postura en que me sorprendió el sueño. La noche es fría, el silencio es absoluto, eso me agrada, últimamente ha habido tantas fiestas cerca de la casa y con la música a tal alto volumen no he podido descansar bien. Pero hoy todo es quietud, agradezco por ello. Me volteo entre las sabanas y me acomodo sobre la almohada. Tengo mucho sueño y sed, pero no quiero levantarme a beber agua. De pensar que al salirme de la cama se enfriará mi cuerpo y el sueño se me irá, elijo ignorar mi sed y continuar durmiendo. Estiro mi pierna izquierda y siento un piquete doloroso. Instintivamente alejo las sábanas de mí. Rápidamente me levanto y enciendo la luz, reconozco por el dolor intenso que el causante ha sido un alacrán. Ahora necesito encontrarlo para confirmar mi sospecha y para deshacerme de él porque puede picar varias veces. Estoy tan enojada que lo he sentenciado a muerte.
Comienzo a buscarlo en las sábanas, no se ve nada, instintivamente él también ha corrido a esconderse, no en vano su instinto lo ha ayudado a sobrevivir millones de años en este planeta. Lo busco mirando detenidamente las sábanas, pero el dolor del veneno dentro de mi pierna me hace detenerme. Es un dolor intenso y ardiente como el fuego. Entonces me acuerdo que debo tomar algo para que su veneno no me meta en serios problemas. A la mano, tengo un frasco de medicamento homeopático antialacrán, tomo una primera dosis y continúo buscando. Miro el reloj son las dos de la mañana.
Después de sacudir el edredón y las sábanas, el insecto cae al piso y de inmediato corre tratando de hallar un escondite. No hay piedad para él, es aplastado por mi pie al instante. El dolor de la pierna es cada vez más intenso. Me cambio de ropa tan rápido como me es posible para ir de inmediato al servicio de urgencias en el hospital. Esta es la cuarta vez en mi vida que un alacrán me pica, y sé por experiencia propia que, el veneno puede comenzar a hacer serios estragos incluso después de una hora de haber sido inoculado. Si eso ocurre, necesitaré un suero antialacrán. El hospital más cercano está a veinte minutos en coche, así que lo más prudente es trasladarme hasta allá y esperar en previsión de necesitar ayuda médica.
Sigo tomando el medicamento homeopático cada diez minutos pero el dolor es continuo y se incrementa a intervalos. Siento el hormigueo y entumecimiento en la pierna. Me es difícil caminar y el dolor aumenta al tener que soportar mi peso. Mientras me dirijo al hospital, no puedo evitar recordar las veces anteriores en que me encontré en similar situación.
La primera vez que tuve un desafortunado encuentro con uno de estos insectos había regresado de llevar comida a mi padre que trabajaba en el campo. Cinco kilómetros caminando de ida y cinco de vuelta, me dejaron cansada  y llena de polvo. Aticé el fogón de leña para calentar el agua para bañarme. Eran esos años en que en el pueblo no había agua potable en las casas. No se podía usar más de una cubeta de agua para la higiene personal. Al tomar el leño entre mis manos, sentí el piquete en el dedo. Vi al alacrán corriendo en el leño para esconderse,  lo tiré al piso y lo aplasté furiosamente. Después comí lentamente varios dientes de ajo para evitar los efectos del veneno. Para mi sorpresa me sabían dulces, no picantes. El hormigueo se extendió por mi brazo, pero después de un rato comenzó a disminuir.
Pasaron los minutos sin ningún signo de alarma y cuando había transcurrido una hora y pensé que me había librado del peligro, comencé a estornudar repetidamente. En menos de diez minutos sentí el hormigueo en todo el cuerpo, un mayor entumecimiento, escurrimiento nasal, mareo, un fuerte dolor de cabeza, dificultad para respirar y hablar, y la vista nublada. No había duda, necesitaba el suero antialacrán de emergencia. Alguien de mi familia corrió a conseguirlo con un vecino que siempre tenía una dosis disponible desde que años atrás perdiera un hijo por el piquete de tan temible insecto. Todo el pueblo lo sabía y cuando alguien requería el medicamento se lo pedía prestado, con el compromiso de devolverlo a la brevedad. 
En menos de diez minutos no podía ni siquiera sostenerme de pie, de tan mareada que me sentía. Tampoco podía distinguir las cosas y el dolor de cabeza era muy fuerte. Vino mi hermana para aplicarme la inyección y al ver el estado en que me encontraba, decidió administrarme el medicamento directamente en la vena. El efecto fue inmediato, como por arte de magia, desaparecieron los estornudos, el mareo, la dificultad para respirar y disminuyó el dolor de cabeza. El hormigueo, entumecimiento y dolor en la zona aledaña a la picadura me duró por lo menos una semana más. Un final feliz, gracias al vecino que siempre tenía una dosis del suero lista para usarse.
Esperando en el hospital, ha pasado casi una hora desde que recibí el pinchazo, parece que el medicamento homeopático está funcionando. Una toma cada diez minutos durante la primera hora. El hormigueo no se extiende, pero extrañamente el dolor en mi pierna es muy intenso y siento un fuego que me quema. Me sorprende lo doloroso que es, las tres veces anteriores no me dolió de esta manera. No sé si se debe a la zona en que me picó, ahora fue en la pierna, en dos ocasiones anteriores en la mano y una en el antebrazo. Me duele la pierna al caminar o con tan sólo moverme. Me siento enojada de no poder tomar ningún medicamento para el dolor. Es sabido por todos los que interactuamos con estos bichos, que cuando se ha sido picado no se puede comer ni beber agua por varias horas para evitar los efectos mortales.
Dentro de mi pierna, alrededor de la zona en que recibí el pinchazo, los músculos comienzan a contraerse y distenderse violentamente, parece que una serpiente estuviera retorciéndose, me asombra como se ve. Después de una hora y media me voy del hospital, parece que el peligro ha pasado, no así el dolor que no disminuyó nada. Tengo la esperanza de que al calentarse mi pierna entre las sábanas podré relajarme y dormir. Idea completamente alejada de la realidad, el dolor se intensifica en cuanto me acuesto, envuelvo mi pierna con un par de toallas para darle más calor, pero no sirve de nada. Me quedo quieta intentando evitar el dolor y sin dormir hasta que amanece.
A las ocho de la mañana me levanto a prepararme un poco de café con leche. Me aplico un poco del jugo de una planta que los campesinos, y en especial mi padre, usan para estas ocasiones. Después me pongo un poco de alcohol en la zona afectada. Es un alcohol donde mi hermano, previamente puso a remojar todos los alacranes que ha ido encontrando y que sirve para calmar el dolor. Mi madre me da a beber un té de poleo para el mismo propósito. Cancelo por teléfono las citas de trabajo que tenía para hoy. No me siento nada bien, camino con dificultad y la cabeza y el cuerpo me duelen, así que me quedaré a descansar. Tomo mi desayuno y al poco tiempo  empiezo a sentir mucho calor, me acuesto y por fin el dolor comienza a disminuir. Consigo dormirme algunas horas, aunque despierto a intervalos y finalmente a las dos de la  tarde me siento mejor.
Por fin me levanto, tengo la pierna entumida pero ya puedo caminar bien, aunque con una ligera molestia al asentar mi peso. En la zona del piquete me salió un pequeño salpullido. Siento todavía la cabeza embotada y con mucho sueño. En el piso está el culpable de todo esto, ha quedado como una calcomanía por tantas pisadas que ha recibido. En realidad, ahora que estoy más tranquila, reconozco que nadie es culpable, él sólo hace lo que ha sido inscrito en sus instintos por millones de años. Lo miro y pienso en él como una criatura desolada, sin amigos.  El instinto maternal  de las hembras de su especie dura apenas dos semanas, el mismo tiempo en que las crías cambian su traje transparente a su color natural. Entonces, ellas los corren de su lado persiguiéndolos con su amenazante aguijón y para que comprendan que el asunto va en serio, se comen a algunas de sus crías, delante de la borrosa mirada de sus hermanos, acto que les hace aprender una dura lección de sobrevivencia: no se pueden fiar ni de su propia madre.
No obstante la naturaleza desalmada de estos insectos, cuando se aparean bailan por horas una hermosa danza entrelazando sus colas y tenazas, es el vals del amor, que lo único que le falta es la música. Una danza que puede durar horas antes de que la hembra dé el sí a su pareja. Y para cerrar con broche de oro, en algunos casos, la hembra se almuerza al macho asegurando el alimento que necesitará durante los días que no podrá cazar por llevar cargando en el lomo a sus crías. Es una forma muy práctica de ahorrarse los juicios por pensión alimenticia.
Después de todo, no puedo quejarme, cuatro piquetes de alacrán en todo lo que va de mi vida no es tanto, considerando que vivo en un lugar en donde hay demasiados. Tampoco significa que quiera más. Hemos tenido muchos encuentros y la mayoría no desafortunados. Alguna vez incluso, me bañé con uno de ellos en mi pierna sin que me picara, otras veces me han caminado sobre la mano, caído en mí desde el techo y en una ocasión llevé uno sobre mi pantalón puesto por más de una hora. Me temen y  les temo, es inevitable. Coexistimos en un mismo espacio, ambos seguiremos peleando nuestro territorio, no es un asunto personal, sólo es cuestión de sobrevivencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario