NO SABIA QUE
SE PODIA VIVIR DE OTRA MANERA
Lucina se caso apenas cumplió los 16 años. Tenía prisa por irse de su casa. Su padre era un hombre alcohólico y desobligado. No había día en que no golpeara a su madre. Era común que ella y sus hermanos corrieran a esconderse, apenas se daban cuenta que venía de la calle. Le tenían mucho miedo porque a veces pateaba a su madre hasta que se cansaba y la dejaba tirada en el patio, tan sólo porque ella le daba comida que no era de su agrado. El trabajaba pocas veces, pero todo su dinero era gastado en satisfacer su vicio. Y aunque no daba el gasto exigía que se le diera lo mejor de la comida. Pasaba varios días embriagándose, y cuando “estaban de suerte” llegaba a dormirse sin hacer aspavientos.
Ella fue la mayor de seis hermanos y por ser
mujer estaba obligada a ayudar a su madre en la crianza de sus hermanitos. Desde
que tuvo diez años, lavar y planchar ropa ajena, era parte de sus labores para ganar
un dinero con el que poder obtener comida. Su padre les exigía incluso, que le compraran bebida
para curarse la cruda. Cansada de los golpes y de hacer un trabajo por el que
ella no recibía ni un sólo peso, ansiaba la oportunidad de escapar de esa vida.
Cuando
conoció a Samuel quedó deslumbrada por la forma en que él le hablaba, sus
formas amables, su caballerosidad, además de las flores y pequeños detalles que
le obsequiaba cada vez que se veían. Algunas personas que conocían a Samuel, dijeron
a Lucina que en realidad era un borracho y bueno para nada. Pero ella se negó a
escuchar y creer lo que esas personas le decían. En menos de un mes, después de
acostumbrarse a sus dulces palabras y caricias tiernas; decidió aceptar su
propuesta de arrejuntarse con él. Y
una noche no volvió más a su casa, se fue dispuesta a vivir su sueño de amor.
Unos pocos
meses le duró el gusto de tener la vida que soñaba, porque de pronto él no fue
a trabajar más y empezó con las borracheras que le duraban semanas. E igual que
su padre, llegaba en la madrugada exigiendo que lo atendieran “a cuerpo de rey”.
Al instante en que él tocaba la puerta ella tenía que abrir, si tardaba aunque
sea un poco, era motivo para que la golpeara sin ninguna consideración. La
dejaba adolorida y llena de moretones. Llegó a tenerle tanto miedo, que cuando
su marido no estaba, ella se acostaba en el piso a un lado de la puerta para
abrir en el momento en que él llegara.
No la ponía
a trabajar, porque era un delincuente que robaba y le daba suficiente dinero
para todos los gastos de la casa, pero le tenía prohibido salir. Encerrada
estaba todo el día, no podía visitar ni siquiera a sus padres y cualquier
desobediencia era castigada con severos golpes e insultos. A veces le llevaba a
la casa hombres que se escondían de la policía y ella debía de atenderlos.
Muchas veces los escuchó hablar de las fechorías que cometían.
Así fue su
vida por casi diez años, confinada a su casa, sin familia y sin amigas. Sabía
que no había forma de huir de su marido, ella no tenía a quien pedir ayuda y
aunque hubiera escapado, Samuel la habría
encontrado en cualquier lugar, y le habría dado un castigo terrible. Muchas
veces estuvo a punto de cometer suicidio, pero nunca tuvo el valor. Desesperada, lloraba sola en los
momentos en que sabía que él no vendría pronto.
Sucedió sin
embargo que una noche, Samuel tuvo una pelea en un baile con un hombre que lo
empujó sin querer, se hicieron de palabras y de golpes. Pero estando tan
borracho fue fácilmente derribado por el otro, quién al verlo tirado le dio la
espalda para alejarse. En ese momento Samuel se levantó y antes de que aquél
hombre se diera cuenta lo apuñaló repetidas veces, hasta que estuvo seguro de
que estaba muerto. Sin pensarlo se dio a la fuga, pero en unos cuantos días cayó preso.
Al principio
Lucina lo visitaba en la cárcel y él la amenazaba con que la mandaría a matar si no iba. Pero después de algunos
años, ella conoció a otro hombre y a pesar del miedo que le tenía a Samuel, decidió iniciar una nueva relación.
Y esta vez encontró a alguien diferente que la trataba con respeto, y, era
honrado y trabajador. Y tuvo algunos años de feliz matrimonio, siendo tratada
de una manera que no pensó que existiera, porque antes ella sólo había conocido
el maltrato y el abuso.
Hasta que un
día, se enteró de que Samuel había escapado de la cárcel y entonces no pudo
volver a dormir por las noches. Se despertaba llena de pánico en medio de
pesadillas, en las que era atacada por su ex marido. En el día, la sobresaltaba
el timbre de la casa o del teléfono, temía que él se apareciera o le llamara en
cualquier momento. Recordaba las veces en que al ir a visitarlo, él le decía
con todo detalle como la mataría si ella se atrevía a dejarlo. Pronto bajó de
peso y perdió el apetito, en ningún lugar se sentía segura. Temía asomarse a la
ventana y mandó poner cortinas oscuras para que nadie pudiera mirar desde
fuera.
Mientras
tanto, Samuel seguía huyendo de la policía y algunos reos que escaparon con él
fueron atrapados nuevamente en un enfrentamiento. Él logró escabullirse por
unos días más, pero sin amigos que le ayudaran tuvo que arreglárselas solo. Un
día cometió un robo en una colonia que era territorio de una pandilla, pronto
llegaron a “ajustarle las cuentas”. Amaneció muerto, tirado en una banqueta con
el rostro irreconocible. Nadie supo quien era. Pero Lucina, todavía teme que un
día llegue a buscarla. Aún teme salir a la calle y se despierta sobresaltada en
medio de la madrugada…
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