miércoles, 28 de noviembre de 2012

NO SABIA QUE SE PODIA VIVIR DE OTRA MANERA

NO SABIA QUE SE PODIA VIVIR DE OTRA MANERA

Lucina se caso apenas cumplió los 16 años. Tenía prisa por irse de su casa. Su padre era un hombre alcohólico y desobligado. No había día en que no golpeara a su madre. Era común que ella y sus hermanos corrieran a esconderse, apenas se daban cuenta que venía de la calle. Le tenían mucho miedo porque a veces pateaba a su madre hasta que se cansaba y la dejaba tirada en el patio, tan sólo porque ella le daba comida que no era de su agrado. El trabajaba pocas veces, pero todo su dinero era gastado en satisfacer su vicio. Y aunque no daba el gasto exigía que se le diera lo mejor de la comida. Pasaba varios días embriagándose, y cuando “estaban de suerte” llegaba a dormirse sin hacer aspavientos.

 Ella fue la mayor de seis hermanos y por ser mujer estaba obligada a ayudar a su madre en la crianza de sus hermanitos. Desde que tuvo diez años, lavar y planchar ropa ajena, era parte de sus labores para ganar un dinero con el que poder obtener comida. Su padre  les exigía incluso, que le compraran bebida para curarse la cruda. Cansada de los golpes y de hacer un trabajo por el que ella no recibía ni un sólo peso, ansiaba la oportunidad de escapar de esa vida.

Cuando conoció a Samuel quedó deslumbrada por la forma en que él le hablaba, sus formas amables, su caballerosidad, además de las flores y pequeños detalles que le obsequiaba cada vez que se veían. Algunas personas que conocían a Samuel, dijeron a Lucina que en realidad era un borracho y bueno para nada. Pero ella se negó a escuchar y creer lo que esas personas le decían. En menos de un mes, después de acostumbrarse a sus dulces palabras y caricias tiernas; decidió aceptar su propuesta de arrejuntarse con él. Y una noche no volvió más a su casa, se fue dispuesta a vivir su sueño de amor.

Unos pocos meses le duró el gusto de tener la vida que soñaba, porque de pronto él no fue a trabajar más y empezó con las borracheras que le duraban semanas. E igual que su padre, llegaba en la madrugada exigiendo que lo atendieran “a cuerpo de rey”. Al instante en que él tocaba la puerta ella tenía que abrir, si tardaba aunque sea un poco, era motivo para que la golpeara sin ninguna consideración. La dejaba adolorida y llena de moretones. Llegó a tenerle tanto miedo, que cuando su marido no estaba, ella se acostaba en el piso a un lado de la puerta para abrir en el momento en que él llegara.

No la ponía a trabajar, porque era un delincuente que robaba y le daba suficiente dinero para todos los gastos de la casa, pero le tenía prohibido salir. Encerrada estaba todo el día, no podía visitar ni siquiera a sus padres y cualquier desobediencia era castigada con severos golpes e insultos. A veces le llevaba a la casa hombres que se escondían de la policía y ella debía de atenderlos. Muchas veces los escuchó hablar de las fechorías que cometían.


Así fue su vida por casi diez años, confinada a su casa, sin familia y sin amigas. Sabía que no había forma de huir de su marido, ella no tenía a quien pedir ayuda y aunque hubiera escapado,  Samuel la habría encontrado en cualquier lugar, y le habría dado un castigo terrible. Muchas veces estuvo a punto de cometer suicidio, pero nunca tuvo  el valor. Desesperada, lloraba sola en los momentos en que sabía que él no vendría pronto.

Sucedió sin embargo que una noche, Samuel tuvo una pelea en un baile con un hombre que lo empujó sin querer, se hicieron de palabras y de golpes. Pero estando tan borracho fue fácilmente derribado por el otro, quién al verlo tirado le dio la espalda para alejarse. En ese momento Samuel se levantó y antes de que aquél hombre se diera cuenta lo apuñaló repetidas veces, hasta que estuvo seguro de que estaba muerto. Sin pensarlo se dio a la fuga, pero en unos cuantos días  cayó preso.

Al principio Lucina lo visitaba en la cárcel y él la amenazaba con que la mandaría  a matar si no iba. Pero después de algunos años, ella conoció a otro hombre y a pesar del miedo que le tenía  a Samuel, decidió iniciar una nueva relación. Y esta vez encontró a alguien diferente que la trataba con respeto, y, era honrado y trabajador. Y tuvo algunos años de feliz matrimonio, siendo tratada de una manera que no pensó que existiera, porque antes ella sólo había conocido el maltrato y el abuso.

Hasta que un día, se enteró de que Samuel había escapado de la cárcel y entonces no pudo volver a dormir por las noches. Se despertaba llena de pánico en medio de pesadillas, en las que era atacada por su ex marido. En el día, la sobresaltaba el timbre de la casa o del teléfono, temía que él se apareciera o le llamara en cualquier momento. Recordaba las veces en que al ir a visitarlo, él le decía con todo detalle como la mataría si ella se atrevía a dejarlo. Pronto bajó de peso y perdió el apetito, en ningún lugar se sentía segura. Temía asomarse a la ventana y mandó poner cortinas oscuras para que nadie pudiera mirar desde fuera.

Mientras tanto, Samuel seguía huyendo de la policía y algunos reos que escaparon con él fueron atrapados nuevamente en un enfrentamiento. Él logró escabullirse por unos días más, pero sin amigos que le ayudaran tuvo que arreglárselas solo. Un día cometió un robo en una colonia que era territorio de una pandilla, pronto llegaron a “ajustarle las cuentas”. Amaneció muerto, tirado en una banqueta con el rostro irreconocible. Nadie supo quien era. Pero Lucina, todavía teme que un día llegue a buscarla. Aún teme salir a la calle y se despierta sobresaltada en medio de la madrugada…

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