Ver y sentir el mar, es una mezcla increíble de sensaciones para cada uno de los sentidos de mi cuerpo. El sonido de las olas rompiéndose en la orilla. El rumor de la espuma que se deshace lentamente. Las gaviotas que aletean en la orilla. El olor a sal de la brisa. El calor suave de la arena en mis pies. El espectáculo de las olas que van y vienen continuamente. Y el horizonte azul y ondulante con destellos plateados que reflejan el sol.
Entro al agua y su caricia es suave, pero a cada paso, me jala hacia adentro con fuerza cuando la ola se retira. Viene nuevamente y me salpica de agua todo el cuerpo, agua tibia y salada. Me adentro más y las olas rompientes estallan en espuma blanca que acaricia mis brazos y mis piernas en un ligero cosquilleo. Más adentro ya no toco el fondo y me dejo llevar por el vaivén de las olas. Me eleva, me lleva y me trae, una y otra vez; en un ritmo continuo que me mece y me relaja. Entonces el tiempo se detiene. Siento como el mar me abraza y su tibieza me recuerda mi estancia en el vientre de mi madre. Me gusta quedarme así por mucho tiempo, solo flotando, solo dejando que las cosas pasen. Viendo que la vida misma es como el mar. Todas las cosas van y vienen continua e interminablemente.
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