MARTHA
El corazón está roto, no es fácil sanar un
corazón lastimado. En unos días será el aniversario de la pérdida de su hija,
de ese nuevo ser que esperaba con mucha ilusión, y que de no ser por la
negligencia de los médicos tal vez, estaría con ella.
Hace tres años Martha estaba embarazada, treinta
y un semanas de gestación, se suponía que aún no era tiempo de dar a luz, pero
el seis de septiembre comenzó a tener los síntomas del parto, a las nueve de la
noche sus familiares la llevaron al hospital de Pahuatlán de Valle, en el
estado de Puebla, fue recibida, pero se le comunicó que tendría que ser
trasladada a otro hospital, debido a la falta de ginecólogo, anestesiólogo y
pediatra en esa unidad.
Se solicitó el servicio de ambulancia para
trasladarla de emergencia al Hospital General de Huachinango, ubicado en el
estado vecino de Hidalgo, para ese momento Martha había perdido mucho líquido,
pues se había roto la fuente. Pero la respuesta a la solicitud de emergencia,
fue que no había ambulancia, ni chofer. Ante esa situación, un empleado llamó
por teléfono a la comandancia de policía de Pahuatlán para pedir ayuda y
realizar el traslado, pero una vez más, no hubo ayuda, la respuesta fue que no
había gasolina ni chofer.
Martha, estaba ya en labor de parto, y la
familia desesperada por la falta de atención de las instituciones, decide llevarla por sus propios medios al
hospital de Huachinango, llegando a él en la madrugada del siete de septiembre.
Martha es ingresada y es revisada por personal médico a las dos de la mañana,
en ese momento se solicita un ultrasonido para saber las condiciones en que se
encontraba el producto, sin embargo, el mismo no se realizó de inmediato. Ella
estuvo ahí, sin recibir la atención profesional que el caso requería, tomando
en cuenta que sólo tenía treinta y un semanas de gestación, por lo que el bebé
sería prematuro, requiriendo atención especializada.
Fue hasta las 8:57 de la mañana, momento en que
fue atendida nuevamente, habían pasado casi siete horas desde su ingreso,
tiempo en que las condiciones del producto se habían complicado.
El ultrasonido que debió ser tomado
urgentemente, se realizó hasta las diez de la mañana, ocho horas después de
haber sido ordenado. Mismas horas que el bebé llevaba sufriendo oligohidramios severo, poniendo en
riesgo su vida. Además de la disminución importante del líquido amniótico,
había compresión del cordón umbilical, poniendo en alto riesgo la vida del
bebé. Es hasta ese momento, después de ocho horas de asfixia por el cordón
umbilical, que los médicos, deciden realizar una “cesárea urgente”. Y a pesar
de tener conocimiento del sufrimiento fetal, la cesárea se practicó hasta las
12:30 de la tarde y no de manera urgente como correspondía.
La bebé nace y sobrevive apenas dos horas y media,
el reporte médico señala: muerte por “asfixia perinatal severa” y “síndrome
dismórfico”. Situación que pudo evitarse de haber recibido una atención médica
a tiempo. La recomendación de la CNDH para el entonces gobernador de Puebla,
Rafael Moreno Valle fue que proveyera de servicio de ambulancias y chofer
disponible todo el año. Cabe señalar que este gobernador tenía su servicio
particular incluso un helicóptero, mismo que pagaba con dinero del erario
público. Y mientras él y su familia disfrutaban de todos los privilegios que
otorga el dinero, en los servicios públicos del estado no había ni siquiera lo
más indispensable.
Pero ¿quién es responsable de todas las
negligencias? Es cierto que, Martha no recibió una atención adecuada y a tiempo
en un hospital al que llegó de otro estado. En realidad no se trata sólo de
negligencia sino de una gran corrupción y desvió de fondos del erario, pues si
el gobernador tiene para su uso personal un helicóptero, los hospitales
deberían tener todo lo necesario para la atención no sólo de las mujeres, sino
de todos los usuarios, dinero hay, y mucho, tal como lo ha demostrado la estafa
maestra, sólo que está en donde debiera sino en las cuentas de los políticos y
“servidores públicos” de esta nación.
Pero la historia no termina ahí, Martha una
mujer indígena, que no habla el idioma español, según hacen constar sus
familiares, fue obligada a ponerse un Dispositivo Intrauterino (DIU), como
método anticonceptivo. Ella misma denunció ante la CNDH que una doctora le dijo
que “no saldría de ahí hasta que le pusieran en DIU”. Situación que no fue para
nada tomada en cuenta por el obispo de Puebla, monseñor Víctor Sánchez
Espinosa, quien le negó toda atención y la acusó de haber provocado, la pérdida
de la vida de su hija, con el pretexto de la pobreza y la condenó a la
excomunión por no oponerse a la colocación del DIU.
La CNDH emitió sus recomendaciones para los
gobernadores de ambos estados, pero este caso no es el único, de hecho, las
negligencias médicas en la labor de parto son reiterativas, según lo reporta el
Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), en un informe que va de
todo el año del 2014 a junio de 2015, donde 266 mujeres denuncian violencia
obstétrica, en los hospitales estatales
de Guerrero, Morelos, Ciudad de México, Puebla, Hidalgo, etc. Denuncias que, la
mayoría de las veces, quedan en el olvido.
Ser pobre, ser mujer y ser indígena en este
país, no es fácil. La violencia, el abuso golpea a los más vulnerables. Y la
vida sigue, a pesar de las heridas y del dolor, la vida tiene que continuar.
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