QUE NO FUERA
ELLA
I
Su cuerpo estaba sobre el pavimento de la calle. La reconoció
de inmediato a pesar de que sólo podía mirar la cabeza, pero su cabello era
inconfundible. Corrió hacia ella con el corazón latiendo aceleradamente. Tan
rápido era su latido que le costaba respirar y sentía un golpe continuo,
rebotando en el pecho. Miró hacia adelante mientras corría tanto como le
permitían sus piernas y deseando con todo el corazón que no fuera ella, que todo
fuera una equivocación. Pero dentro de sí, sabía que era ella, sólo que deseaba
estar equivocada, deseaba que todo fuera un mal sueño, aunque sabía que era
ella.
Ahí estaba con su cabello recién teñido, su cabello
largo y ondulado de color castaño. Por un momento la recordó pequeñita, con sus
rizos en la frente y sonriendo mientras jugaba sobre el pasto del jardín o
cuando al llegar del trabajo ella venía corriendo a abrazarla. No había momento
más feliz en el día que ese, cuando sus pequeños brazos la rodeaban en el
cuello y le daba un beso.
El corazón se le rompía y el aliento le faltaba a cada
paso que se acercaba a ese cuerpo inmóvil, vio la blusa que se había puesto ese
mismo día muy temprano, apenas dos horas antes. Ella se levantó muy temprano
porque ese día tenía una misión que cumplir, era un día especial y estaba
orgullosa de participar en ese evento. Ella quería un lugar mejor para vivir,
un país mejor con gente honesta y valiente. Por lo que ella no hizo caso de no
ir ese día, cuando aquél hombre se presentó en la casa en que ella vivía con su
familia. Aquél hombre dijo saber todo sobre ella, sobre sus hijos y sus padres
y le dejó dicho que no tenía que ir ese día, que la tenían vigilada.
Pero ella no tenía miedo, no tenía por qué tenerlo,
sólo era una joven estudiante y sólo trataba de cumplir con su responsabilidad
ciudadana. No era militante de ningún partido, pero quería participar en el
proceso electoral, ser partícipe de ese momento crucial en la historia de su
país. Sus padres tenían miedo y le insistieron que desistiera de su decisión de
participar en el proceso electoral, la situación de violencia, amenazas y
extorsión en el estado en que vivían era algo de sobra conocido por todos. Pero
ella había tomado una decisión.
Cuando la llamaron por teléfono, ella sintió un
sobresalto, ni siquiera puede recordar quién le llamó, pero escuchó las
palabras que nadie quiere escuchar: “su hija fue baleada”. Sí, le dijeron otras
cosas, sólo que ella no puede recordar más, la primera frase fue suficiente, en
ese momento en que sentía como si le clavaran un cuchillo en el corazón, esa
única frase, era lo que se repetía en su mente. No lo pensó, salió de inmediato
hacia el lugar en que estaban las casillas de la que su hija era presidenta, de
camino, llamó a su esposo, le dijo que tenía que venir de inmediato con su
hija, que había habido problemas, no podía decir más, no quería tampoco
hacerlo.
II
Él dejó lo que estaba haciendo en el trabajo sin decir
nada a nadie, salió corriendo, sólo quería llegar junto a su hija, verla, saber
que estaba bien, ponerla a salvo, cuidarla como lo había hecho cuando era
pequeña, su hija mayor, la más querida, la que lo motivaba a ser mejor, la luz
de su casa, la que siempre estaba alegre y le enseñaba a ver el lado bueno de
todas las cosas. Esa hija que amó profundamente desde antes de nacer, apenas
supo que venía en camino y que sintió como una bendición de dios cuando la miró
por primera vez y la tomó en sus brazos.
El tiempo que tardó en llegar se volvió una eternidad,
nunca el tiempo fue más largo, mientras pedía a dios que ella estuviera bien.
La angustia se reflejaba en ese hueco que de pronto sentía en el estómago.
Faltaba poco más de una cuadra para llegar al lugar de votaciones cuando vio
que mucha gente se había reunido en la calle, cuando estuvo más cerca, miró que
alguien estaba sobre el piso, no pensó en su hija, creyó que alguien había sido
atropellado, pero de pronto alcanzó a oír la voz de su esposa, su llanto. Todo
comenzó a suceder como lejos de él mismo, como si estuviera dentro de una
película, escuchaba las voces de las personas, aunque no pudiera distinguir lo
que decían.
Corrió sin saber cómo, pues a cada paso sentía que las
piernas no lo sostendrían más, ahí en medio de todos los curiosos yacía su
esposa hablándole a su hija que no podía escucharla. Arrodillada sobre el piso
pedía ayuda para su hija, pero no había nada que pudiera hacerse. Ella yacía
inmóvil mientras la sangre brotaba de las heridas causadas por las balas. Un
nudo en la garganta le impidió hablar sin poder creer lo que estaba viendo.
Apenas un par de horas antes, estuvieron en casa juntos y aunque él sabía de
las amenazas, no pensó que fueran a cumplirlas. No porque aquéllos hombres
dijeron ser de un partido político. Ni su hija, ni nadie de su familia habían
estado involucrados en asuntos de política, a pesar de haber sido invitados por
algunos familiares y amigos, ellos jamás quisieron afiliarse con ningún
partido. Su hija había sido elegida como todos los funcionarios de casilla, por
sorteo, como cualquier otro ciudadano mexicano.
Su hija tirada sobre el pavimento en medio de su
propia sangre derramada y él, parado a un lado de ella, impotente,
completamente impotente, no había nada que pudiera hacer. Los responsables
habían huido. Después… todo lo que vino después, se sucedió como en un mal
sueño. El velorio, el entierro, ese entierro donde se le fue una parte de sí
mismo, una parte de su fe. El dolor profundo de perder a ese ser que cuidó con
amor y que le fue arrebatado sin ninguna razón. No había respuestas para todos
los
cuestionamientos que, en ese momento, la pérdida de su hija le planteaba.
Y qué iba a hacer ahora con ese dolor tan grande, con
esa ausencia, con ese vacío en la casa, con esos niños pequeños que preguntaban
por su madre. Qué podía decirles, si él mismo no encontraba respuestas. Ahora
su hija era uno más de los miles de inocentes masacrados, masacrados sin razón.
Desaparecidos porque le estorbaban a alguien, porque su mera existencia le
estorbaba a alguien. Quizás porque no formaban parte de la corrupción, porque
no se les podía comprar con dinero, pero tampoco se les podía intimidar con
amenazas.
En la casa no había modo de escapar del dolor, todo le
recordaba a ella, y los niños, esos niños que no podían entender que su madre
no estuviera, que clamaban por su presencia. Cómo podía darles consuelo, si él
mismo no lo hallaba. Era insoportable llegar a una casa donde ella no iba a
estar más, él no podía con eso. No tenía la fortaleza para continuar, sólo
quería huir de ese dolor y ahora su casa era el infierno en donde todos los
recuerdos se agigantaban y le hacían más notoria la ausencia. No podía con
ello, sólo quería salir corriendo lejos, muy lejos, donde el dolor no pudiera
alcanzarlo.
Sí, los niños lo necesitaban más que nunca, él lo
sabía, pero qué podía ofrecerles, si su corazón estaba lleno de dolor, de
impotencia, si cada día sentía que se hundía en el más oscuro y hondo de los
pozos. Todo ahora carecía de sentido, a
¿qué sabe la vida cuando los seres amados son arrebatados de esa manera?, ¿cómo
calmar ese dolor? Nada podía dolerle más que perder a su hija de esa manera.
Todos sufrían, su esposa, sus demás hijos y él no podía verlos sufrir de esa
manera. Necesitaba irse, alejarse con esa oscuridad que le crecía en el
corazón, con ese dolor para el que no hallaba consuelo. Quizás eso era lo
mejor, irse, para no ser una sombra más en esa casa, para no tocar con su
oscuridad a lo demás, así que se fue de la casa.
III
Todo había
ocurrido muy rápido, aquéllos hombres llegaron y se la llevaron a jalones,
nadie supo que hacer, la fila de personas que esperaban para emitir su voto no
pudo hacer nada. La subieron al coche y a escasos metros la hicieron bajar, la
empujaron sobre el piso y le dispararon dos balas. Ella solo escuchó el trueno
y sintió un dolor agudo en el lugar de impacto, apenas unos instantes, después
nada.
Su cuerpo
estaba tirado en el pavimento de la calle, ella lo vio bajo sus pies, podía
verlo, ahí estaba su propio cuerpo tirado mientras la sangre brotaba de las
heridas. Los hombres volvieron a subir al coche y se alejaron sin que nadie les
dijera nada. Ahora ella miraba todo, en medio de una sensación muy extraña, no
podía sentir el dolor, veía su propio cuerpo, desconcertada, era la primera vez
que lo veía desde fuera. Entonces escuchó que alguien dijo:” está muerta, unos
hombres en un carro le dispararon”. La gente comenzó a acercarse.
Entonces pudo
ver a su madre dentro de su casa, vio incluso cuando la llamaron por teléfono,
cuando su madre le llamó a su padre, sus hijos, la gente rodeando su cuerpo
baleado. el caos que se originó en la calle, la llegada de los
funcionarios del INE, la prisa de sus padres tratando de llegar a ese lugar, su
desesperación, su llanto, su dolor, ella podía verlo todo. Y entonces lo comprendió,
la habían matado. Pero estaba ahí, viendo todo, incluso abrazó a sus padres
cuando los vio estallar en llanto, mientras les decía al oído que ella estaba
bien, que no le había pasado nada, pero ellos no podían escucharla ni verla, lloraban desesperadamente delante de su cuerpo tirado en el piso. Ella
intentaba tocarlos y lo hacía, sólo que ellos no podían sentirla.
A un lado de
ella se encontraban unos seres luminosos muy altos, ella los conocía, eran de
su familia, no de la familia que acababa de perder, de la que fue arrancada
violentamente, no, esta era una familia más antigua, de la que también sus
padres que ahora lloraban ante su cuerpo formaban parte. De súbito era como si
muchas cosas que antes no podía saber ni ver, se le mostraran con claridad.
Ella miró a los seres de luz, y al instante lo comprendió todo, estaban ahí
para acompañarla en su viaje de regreso. Dentro de ella había un gran gozo por
haber vuelto, era como haber despertado de un oscuro sueño, eso había sido su
vida, ahora estaba en un lugar sin dolor, empezaba a recordar más cosas y veía
el sufrimiento de sus padres y eso, le hacía sentir ganas de quedarse, aunque
sabía que no debía hacerlo.
Los seres de
luz se lo confirmaron, ella había cumplido su tiempo de encarnación en esa
vida, ese era el momento en que ella debía irse, pero no pudo evitar pensar en
sus pequeños hijos, en cómo estarían sin ella, quién los cuidaría. Sus padres
estaban devastados, veía y sentía su dolor. Ella no quería irse, quería volver
para cuidar a sus hijos, entonces uno de los seres de luz le dijo que no se
preocupara que todo estaba bien, ellos saldrían adelante, eran almas valientes,
almas viejas que tenían los recursos para continuar su camino. Ella sabía que
era cierto, pero, aun así, tenía un fuerte deseo de volver.
Uno de los
seres de luz, paso una mano frente de sus ojos y ella pudo ver a sus hijos siendo
personas mayores, ellos estarían bien. Pero su padre, aquél hombre que siempre
la había apoyado y amado incondicionalmente, sufría lo indecible, su dolor tan
profundo lo había hecho huir de la casa familiar, sufría porque la creía muerta
y ella le susurraba al oído que no estaba muerta, al contrario, estaba más viva
que nunca, siendo capaz de ver y sentir lo que los humanos sólo consideraban
creencias, suposiciones, ella quería decirlo, que no se preocupara, que
volverían a verse, una y muchas veces más, pero él no podía escucharla, a pesar
que se presentó en sus sueños, tan concentrado estaba en su dolor, que no
escuchaba nada.
Uno de los
seres de luz le dijo que no se preocupara que todo estaba bien, pues su padre
también recibiría la ayuda que necesitara y todo lo que sucedía, le llevaría a
un conocimiento profundo, a desarrollar su parte espiritual, a ser una mejor
persona, si bien eso requería un poco de tiempo, pero siempre tendría la guía y
protección que necesitara. Algo dentro de ella le decía que lo que le estaban
diciendo era verdad, y le dijeron también que una parte de ella misma podría
quedarse a ser la guía de sus seres queridos. Esto al principio le pareció
absurdo, pero no lo era, pues ahora sólo era un ser espiritual y sin que ella
supiera cómo, podía estar en distintos sitios a la vez, sin importar si era lo
que ella consideraba pasado o futuro.
Poco a poco
iba recordando los conocimientos que había adquirido a lo largo de sus vidas
anteriores y que había olvidado al momento de nacer en aquélla familia a la que
ahora había dejado. Era necesario dejarlos, pues así había sido convenido por
todos, ninguna cosa era accidental, aunque todo pareciera caótico, en realidad
formaba parte de un plan mayor para el mejor bien de todos. Se sintió tranquila
cuando pudo recordarlo y comprenderlo, tenía que dejar que todo sucediera de
acuerdo a lo previsto, después de todo ella también debía continuar su camino,
en algún momento volvería a encarnarse en un nuevo cuerpo y volvería a vivir
dentro de una nueva familia, quizás en esa misma familia, pero en un momento
futuro.
La familia
que recién había dejado estaría bien y como un ser espiritual, ella podía
volver a verlos cuando así fuera necesario y algunas veces, alguno de ellos la
escucharía en sueños, una parte de ella estaría siempre a su lado. Ella iría a
un mejor lugar, por un tiempo, antes de encarnar un nuevo cuerpo.