VISITANTES DE LAS ESTRELLAS
Era una noche muy oscura y fría, noche de invierno,
cuando los días son más cortos. La mayoría de las personas se refugiaba a
tempranas horas de la tarde, para protegerse del viento helado y disfrutar del
calor del hogar. Pero ese día su rutina se vería perturbada por un
acontecimiento singular. En ese pequeño pueblo enclavado al pie de una
cordillera todo se desarrollaba siempre de la misma manera. Todos los
habitantes se conocían y cada fin de semana se reunían en la cafetería del
pueblo en donde los hombres y mujeres conversaban, cantaban y bailaban para
distraerse de las arduas labores de la semana.
Fue una noche a media semana cuando la tranquilidad
del pueblo se vio alterada por un enorme resplandor en el cielo, parecía como
si de súbito hubiera amanecido, cosa imposible pues eran las ocho de la noche.
La luz se intensificó al tiempo que comenzó a percibirse una intensa vibración
que aturdió a todos. A medida que la intensidad de la luz aumentaba, era
imposible mirarla directamente, además todos parecían paralizados tal vez de
asombro, o por la fuerte vibración que sentían en todo su cuerpo.
Hubo un momento en que la luz intensa pasó justo sobre
el pueblo, parecía no tener forma, y se alejó hacia el oeste y a medida que iba
distanciándose, pudieron percibirla como una esfera gigante de color azul. Los
pobladores salieron a las calles y patios a mirar la luz, en tanto esta iba
alejándose en el cielo, pudieron ver que caía a considerable distancia. Jamás
habían presenciado situación igual. Curiosos por saber de qué se trataba,
acordaron que, al día siguiente, un grupo de personas irían al lugar en el que
parecía haber caído la esfera. Todos eran conocedores de su territorio, pues
por generaciones habían vivido en el lugar, y la cacería era un modo de procurase
provisiones para el invierno.
Al día siguiente iniciaron la expedición, caminaron
varias horas, hasta llegar al lugar indicado, pero lo único que encontraron fue
un área circular, en donde los árboles parecían haberse quemado, aunque no
había rastros de fuego, las ramas de los arboles lucían secas. Buscaron
alrededor sin encontrar nada. Pero cuando habían decidido retirarse, sin que
supieran de donde surgió, vieron delante de ellos un niño de piel morena y ojos
muy azules y grandes. Eso era extraño, la gente de ese lugar era de piel blanca
y cabello rojizo. En la mirada del niño había algo muy diferente a lo que ellos
conocían, aunque no sabrían decir qué era. Parecía que aquellos ojos miraban
demasiado profundo, pero no expresaban emociones.
Preguntaron al niño quién era, de donde venía, y que
hacía en ese lugar, pero el niño no les dio ninguna respuesta, parecía no
comprender lo que se le preguntaba. Solo los miraba y además se encontraba
completamente desnudo. Una de los hombres, llevaba una piel extra y se la
ofreció para que se abrigara. Pero al niño parecía no importarle su desnudez y
el frío. Decidieron llevarlo con ellos al pueblo, en tanto averiguaban quien
era, o si alguien venía a buscarlo. Como pudieron explicaron al niño que los
siguiera él así lo hizo.
Una vez en el pueblo, decidieron alojarlo con un
matrimonio que no había tenido hijos y ellos aceptaron, a pesar de que notaban
algo raro en él. Toda la comunidad colaboró para adaptar la casa para su
estancia, le hicieron una cama y le consiguieron ropa adecuada. Aunque el niño
parecía estar muy cómodo desnudo, pero aceptó ponerse ropa ligera, pues el frío
no le afectaba como a los demás.
Pasaron semanas sin que nadie reclamara al niño, la
familia se daba cuenta que el niño estaba en silencio siempre y por las noches
no se acostaba a dormir, solo se sentaba y cerraba los ojos. En cuanto a la
comida lo que más hacía era beber agua y sólo aceptaba algunos frutos
silvestres, los cuales eran muy pocos en ese clima tan frío. Y a pesar de la
poca comida, se le veía muy bien de salud. Salía a caminar por el bosque por
muchas horas y siempre volvía antes del anochecer, pero no tenía interés en
jugar como todos los niños.
Un día que salió a caminar, sus cuidadores, fueron
tras de él y vieron que se adentraba en el bosque hasta llegar a un claro,
levantaba la cabeza hacia al cielo y en poco tiempo una luz azul se hacía
presente. No se veía nadie, pero parecía como si el niño estuviera hablando con
alguien.
Meses después el matrimonio se había acostumbrado al
niño y poco a poco él se iba involucrando en las tareas de su padre adoptivo.
Un día lo acompañó a revisar las trampas con las que atrapaba animales de los
que vendía la piel. Cuando sacaba de la trampa un pequeño oso, la madre de la
presa apareció súbitamente, abalanzándose sobre el señor, alcanzó a herirlo con
sus garras, rasgándole la piel de la cara y cuando estaba a punto de
destrozarle la cabeza, el niño levantó la mano y sin tocar a la osa, esta fue
paralizada en el instante, como si alguien enorme e invisible la detuviera. El
niño hizo algunos movimientos al mismo tiempo que pronunciaba unas palabras
raras y la osa se dio la vuelta y se fue.
El niño se acercó a su padre, poniendo las manos sobre
sus heridas, pero sin tocarlo, comenzó a cantar en un idioma desconocido pero
que producía una vibración muy especial. El señor sintió un intenso calor qué
de súbito, le quitó el dolor y pudo ver que luces con colores desconocidos
entraban en su cuerpo y sanaban las heridas y restauraban toda la piel. En cosa
de minutos había sanado completamente sin que quedara huella ni siquiera de un
rasguño. El señor estaba muy asombrado y tal era su pasmo que no pudo hablar
por un tiempo. Entonces pudo escuchar la voz del niño que le hablaba, pero que
ni siquiera movía los labios. Le dijo que se tranquilizara, porque él no había
venido a causarle daño a nadie.
Entonces le dijo que había venido de un lugar muy
lejano, que los humanos ni siquiera pueden ver en su cielo. Había sido enviado
para ayudar a ciertas personas a sanar. Tenía que ayudar a personas que habían
venido de su mismo planeta, pero que lo habían olvidado porque alguna otra
raza, los había manipulado y engañado y ahora ellos no recordaban quienes eran
ni su misión en este planeta. Estas personas estaban atrapadas en cuerpos con
mucho dolor porque les habían ocasionado daño o accidentes deliberados para que
no pudieran cumplir su misión. Y ellos presa del dolor no podían recordar
quienes eran. Él tenía que buscarlos y liberarlos.
Su padre no comprendía lo que el niño decía, pues todo
era demasiado inverosímil, pero su recién experiencia de curación le decía que
todo lo que escuchaba podía ser verdad, aunque él no lograra creerlo. El
niño le pidió que no contara esta historia hasta que se hubiera ido de este
planeta, pues aún no terminaba la misión que le encomendaron. El señor se lo
prometió y le agradeció por haberle salvado la vida.
Así, ese niño proveniente de una de las estrellas más
lejanas, durante sus caminatas al bosque, llamaba esa extraña esfera y en ella
iba con las personas a las que tenía que ayudar y volvía cada día. Las personas
visitadas por el niño, no eran conscientes de la visita que recibían, pero de
manera inexplicable su salud mejoraba y se sobreponían a enfermedades que se
consideraban incurables. La mujer con la que vivía, era joven, pero no había
podido tener hijos, así que un día, también a ella la sanó a través de sus
manos y cuando se acercaba el momento en que se fuera a su planeta, ella se
enteró que estaba embarazaba. Ella no quería ilusionarse, pues todas las veces
anteriores, sus embarazos se habían truncado, pero el niño le dijo que esta
vez, todo saldría bien.
El niño dijo a su padre que se ya era tiempo de irse,
pues había terminado su trabajo, pero que le dejaría una pequeña roca con la
que podría sanar a su familia cuando fuera necesario. Esta era una roca de su
planeta y estaba programada para curarlo solo a él y a su familia. Que tal vez
el no volvería en mucho tiempo, pues los años terrestres son muy pequeños en
relación a los años en que se mide el tiempo del cosmos, pero que, si algún día
necesitaba de su ayuda o simplemente quería hablar con él, solo tenía que salir
y mirar al cielo, llamarlo con su pensamiento, porque sin importar la
distancia, él podía escucharlo en cualquier lugar que estuviera.
Así una tarde, el niño se despidió, se adentró en el
bosque en donde una esfera azul, vino por él, y desapareció de este cielo. La
gente del pueblo notó que el niño desaparecio pero no hizo preguntas, pues
siempre veían al niño adentrarse al bosque y regresar, pero jamás habló con
nadie que no fuera el matrimonio, por lo que pensaron que tal vez, el niño
simplemente se había ido. Por mucho tiempo el matrimonio no dijo nada de esta
historia a nadie, sólo muchos años después, se la contaron a su hija cuando
fueron mayores y pusieron en sus manos la piedra que les dejara el niño de
aquella lejana estrella.
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