jueves, 31 de agosto de 2017

LA REINA


LA REINA

Ella lleva un vestido rojo, perfectamente entallado en su esbelto cuerpo de gacela. Su andar cadencioso acapara todas las miradas de los hombres que se cruzan en su camino. Ella lo sabe, disfruta ver la cara de sorpresa de los hombres,su incontrolable deseo de mirarla, de no quitar la mirada de su cuerpo. Lo disfruta, goza con ello, con esas miradas que dicen más que las pálabras. Su madre se lo decía siempre, levanta el pecho, mete el estómago, saca el trasero. Lo oyó desde que era muy pequeña, desde mucho antes que comprendiera el porqué su madre le decía eso.



Creció con toda una serie de consignas sobre lo que debía de hacer para ser la chica más popular, la más deseable, la que consigue lo que quiere, la que no acepta un no por respuesta. Desde pequeña, toda su educación estuvo encaminada a enseñarle todas las artimañas para salirse con la suya, pasara por quien pasara e hiciera lo que hiciera.

La consigna fue muy clara: “tú eres especial, tú eres única, tú eres una reina”. Todo estaba encaminado a que ella creyera en ello. En la casa todo estaba diseñado para complacerla, no había capricho que no le fuera satisfecho, costara lo que costara y sin importar a quien le costara. Su madre podía trabajar todo el día si era necesario para comprar el más caro de los juguetes que ella quisiera. Así fue, no una sino muchas veces. El deseo de su madre por complacerla era tal que dejaba de comprarse ella misma lo más indispensable con tal de darle gusto.

Sus hermanos no importaban, nada en absoluto, sí, eran sus hermanos, pero para sus padres carecían de todo valor por una razón principalmente, eran morenos. Morenos como sus padres, como sus tíos, como toda la familia, y eso era suficiente para ser considerados de menor valor. Pero ella, ella era especial, única, una diosa, pues de ese modo se le trataba.  Ella por supuesto creció despreciando a todos, principalmente a su familia, porque todos ellos eran morenos.

En la escuela hizo creer a sus compañeros, que sus papás estaban en el extranjero y cuando alguno de ellos la llevaba o recogía de la escuela, decía que eran sus tíos a quienes sus padres pagaban para hacerse cargo de ella. Sus compañeras no la soportaban, pues estaba acontumbrada a hacer sólo lo que ella quería. Cuando era niña todos los juegos terminaban siempre en pelea, pero cuando fue mayor, ella terminaba siempre aislada, incapaz de aceptar otras ideas, otras opiniones, otras necesidades. Se consolaba a sí misma comprándose la ropa y zápatos más caros. Solazándose de usar márcas exclusivas delante de sus compañeras. Ella podía tener todo lo que el dinero podía comprar, pero era incapaz de ganar una amiga, una compañera.

Alguna vez tuvo un par de novios que fueron atraidos por su apariencia física, pero a los poco días huían de ella, simplemente era imposible de complacer y de contradecir. Cuando no estaban de acuerdo con ella, entonces eran agredidos, insultados e incluso golpeados. Para ella los demás no importaban, todos debían estar sujetos a su servicio, a su capricho. Así que más tardaban en acercarse, que en huir. Por lo demás no había ningún compañero que pudiera complacer sus caprichos, pues todo cuanto ella quería, y exigía era muy costoso. 

Tampoco era una buena estudiante, pero no le hacía falta preocuparse por ello, pues sus padres le arreglaban todos los líos en que se metiera. Terminó la escuela preparatoria aunque no pudo obtener su certificado por no aprobar todas las materias. Su padre buscó desesperado entre sus amistades alguien que pudiera ayudarle para conseguir su certificado. En un país tan susceptible al soborno y la corrupción, todo el posible con un poco de dinero. Y sus padres lo lograron, pagaron por los exámenes que ella no había aprobado.

Ella nunca fue brillante, estudiosa, ni disciplinada, pero aprendió a coquetear a los maestros, a seducirlos, a dar regalitos a las maestras, en fin a salirse con la suya. Esa estrategia le había resultado muy eficiente, por lo que ella creyó que era la estrategia correcta para seguir haciendo su voluntad.

Nunca tuvo interés en los estudios, ni en nada, porque nunca había carecido de nada. Más bien le habían concedido todo, aún a costa de sus hermanos, quienes habían sido privados de lo más básico y se vieron obligados a trabajar desde muy pequeños para satisfacer sus propias necesidades y los caprichos de ella. Para ellos no  hubo nunca consideraciones, tenían que estar al sevicio de ella, así lo ordenaban sus padres, y tenían que acatarlo sin ninguna reserva, tenían que acatarlo si querían vivir en la casa.

Gracias a algunos amigos de sus padres, ella consiguió un empleo como recepcionista en un consultorio médico. Era un trabajo que no le implicaba mucho esfuerzo y que le permitía lucir sus zapatos y ropa costosos. Y sobre todo, era un trabajo en donde tenía la oportunidad de conocer a gente con dinero, y quizás con un poco de suerte, podría conocer a alguién que se sintiera atraído por su belleza. Esa fue su principal motivación para cumplir las responsabilidades de ese trabajo.  

Todos los días entraba a las nueve de la mañana y en verdad era muy puntual para llegar. Le agradaba estar ahí, en ese lugar lujoso, en dónde gente pudiente eran los clientes. Ella sonreía amablemente a todos, principalmente a los hombres, pues estaba segura que tarde o temprano ahí conocería a alguién que pudiera complacerla en todos sus caprichos.

No era su interés buscar un novio con quien casarse, pues consideraba que el matrimonio era una esclavitud. Y ella no había nacido para pertenecer a nadie, ella estaba acostumbrada a hacer su voluntad y la de nadie más.

En poco tiempo conoció a varios hombres que podían ser interesantes. Y tal como lo había pensado, no fue díficil hacerse notar por ellos. Salió con algunos, recibió regalos y dinero, pero en poco tiempo dejaban de buscarla. No había mucho problema, ella era joven y hermosa, y pronto conocía nuevas personas.  

Aquél día, caminando con su vestido rojo, un coche lujoso se le emparejó al paso. Dentro un hombre joven, le sonrió y se ofreció a llevarla a donde quisiera. Ella lo miró, no era muy atractivo, pero vestía ropa cara. Ella se negó a aceptar el ofrecimiento, no por recato, sino por dar la imagen de una mujer digna, que no se va con desconocidos. Pero en todo el recorrido, el coche avanzó a su ritmo. Así fue ese y los siguientes días de la semana.

No fue díficil que pronto salieran juntos y que aquél joven le hiciera regalos costosos. Y tal como ella deseaba, todos sus caprichos eran complacidos. La convenció de dejar el trabajo y mudarse a vivir con él. Se fue sin decir a dónde iba, de hecho, ella dijo no tener familia. Pronto estaba viviendo en una lujosa mansión con un hombre del que no sabía nada, y por algunos días, su vida parecía sacada de un cuento de princesas.

Así fue por varias semanas, ella solamente estaba en la casa, dormía comía, veía la televisión, nadaba en la alberca y tenía a su disposición a varios empleados que se hacían cargo dela casa. El joven con el que se mudó entraba y salía sin decirle a donde iba y también le daba dinero para que fuera de compras, y quien la llevaba era el chofer, pues a ella no le había dado ningún carro, a pesar que tenía varios.

En la casa no había casi nada, sólo los muebles y algo de ropa, pero no había fotografías, objetos que tuvieran mucho tiempo y el personal era completamente hermético, se limitaban a cumplir sus labores. En la noche llegaba el joven, le ordenaba arreglarse y se iban a bailar a lugares exclusivos, ahí conoció a otros hombres que eran empledos de él y guardaespaldas. Ella no sabía con certeza qué clase de negocios tenía su joven pareja, pero comprendía perfectamente que eran ilícitos. Y aunque algunas veces ella trató de saber, él  simplemente le respondía que no se metiera en sus asuntos, que cuanto menos supiera, era mejor, y se lo dijo con un tono, que a ella le quedó muy claro que no debía volver a preguntar.

Mientras tanto la familia de ella estaba muy angustiada, pues no sabían nada de ella, la habían reportado como desaparecida, y la habían buscado por todos los lugares posibles, hospitales, cárceles, morgues, sin haberla encontrado. Ella no quería saber de su familia, nunca le había importado y por fin, tenía lo que siempre había deseado, dinero, y una mansión donde era tratada como una reina, la reina que siempre le había dicho su madre que era. Se pasaba durmiendo hasta el medio día, después de haber pernoctado toda la noche, tenía acceso a todo lo que el dinero puede comprar, aunque no sabía de dónde proviniera.

Tres semanas estuvo disfrutando de esa vida de placer y opulencia, un día muy temprano, cuando ella dormía profundamente, unos hombres armados irrumpieron violentamente en la casa, los empleados huyeron y algunos fueron asesinados. A ella la sorprendieron en la cama, con pistola en mano le preguntaron por un hombre, ella no sabía de quién se trataba. En realidad ella no sabía nada del hombre con el que se fue a vivir. Ni sabía en donde estaba. Por supuesto no le creyeron y se la llevaron. Hablaron de que habían sido traicionados por él y que lo encontrarían tarde o temprano, pero que iban a enviarle  un mensajito con ella.

La amordazaron, le ataron pies y manos, le taparon los ojos y la metieron en la cajuela del coche, la dejaron ahí encerrada hasta que llegó el atardecer, entonces manejaron hasta llegar a una carretera sin tráfico, y ahí la bajaron, la pusieron de rodillas y le dieron un disparo en la cabeza. Sobre su cuerpo tirado en la carretera un letrero que decía;” aquí está tu reina y aquí termina tu reinado”


A la mañana siguiente su cuerpo fue encontrado, la familia lo reconoció por las fotos que salieron en el periódico. No comprenden que pasó y es mejor que no lo sepan. Durante el velorio, afuera de la casa estuvieron unos hombres, parecían esperar ver llegar a  alguién que se presentara al sepelio, pero no llegó quien esperaban. Así murió esta jovencita después de tres semanas de ser la reina.

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