Ella lleva un vestido rojo, perfectamente entallado en su
esbelto cuerpo de gacela. Su andar cadencioso acapara todas las miradas de los
hombres que se cruzan en su camino. Ella lo sabe, disfruta ver la cara de
sorpresa de los hombres,su incontrolable deseo de mirarla, de no quitar la
mirada de su cuerpo. Lo disfruta, goza con ello, con esas miradas que dicen más
que las pálabras. Su madre se lo decía siempre, levanta el pecho, mete el
estómago, saca el trasero. Lo oyó desde que era muy pequeña, desde mucho antes
que comprendiera el porqué su madre le decía eso.
Creció con toda una serie de consignas sobre lo que debía
de hacer para ser la chica más popular, la más deseable, la que consigue lo que
quiere, la que no acepta un no por respuesta. Desde pequeña, toda su educación
estuvo encaminada a enseñarle todas las artimañas para salirse con la suya,
pasara por quien pasara e hiciera lo que hiciera.
La consigna fue muy clara: “tú eres especial, tú eres
única, tú eres una reina”. Todo estaba encaminado a que ella creyera en ello.
En la casa todo estaba diseñado para complacerla, no había capricho que no le
fuera satisfecho, costara lo que costara y sin importar a quien le costara. Su
madre podía trabajar todo el día si era necesario para comprar el más caro de
los juguetes que ella quisiera. Así fue, no una sino muchas veces. El deseo de
su madre por complacerla era tal que dejaba de comprarse ella misma lo más
indispensable con tal de darle gusto.
Sus hermanos no importaban, nada en absoluto, sí, eran
sus hermanos, pero para sus padres carecían de todo valor por una razón
principalmente, eran morenos. Morenos como sus padres, como sus tíos, como toda
la familia, y eso era suficiente para ser considerados de menor valor. Pero
ella, ella era especial, única, una diosa, pues de ese modo se le trataba. Ella por supuesto creció despreciando a
todos, principalmente a su familia, porque todos ellos eran morenos.
En la escuela hizo creer a sus compañeros, que sus papás
estaban en el extranjero y cuando alguno de ellos la llevaba o recogía de la
escuela, decía que eran sus tíos a quienes sus padres pagaban para hacerse
cargo de ella. Sus compañeras no la soportaban, pues estaba acontumbrada a
hacer sólo lo que ella quería. Cuando era niña todos los juegos terminaban siempre
en pelea, pero cuando fue mayor, ella terminaba siempre aislada, incapaz de
aceptar otras ideas, otras opiniones, otras necesidades. Se consolaba a sí
misma comprándose la ropa y zápatos más caros. Solazándose de usar márcas
exclusivas delante de sus compañeras. Ella podía tener todo lo que el dinero
podía comprar, pero era incapaz de ganar una amiga, una compañera.
Alguna vez tuvo un par de novios que fueron atraidos por
su apariencia física, pero a los poco días huían de ella, simplemente era imposible
de complacer y de contradecir. Cuando no estaban de acuerdo con ella, entonces
eran agredidos, insultados e incluso golpeados. Para ella los demás no
importaban, todos debían estar sujetos a su servicio, a su capricho. Así que
más tardaban en acercarse, que en huir. Por lo demás no había ningún compañero
que pudiera complacer sus caprichos, pues todo cuanto ella quería, y exigía era
muy costoso.
Tampoco era una buena estudiante, pero no le hacía falta
preocuparse por ello, pues sus padres le arreglaban todos los líos en que se
metiera. Terminó la escuela preparatoria aunque no pudo obtener su certificado
por no aprobar todas las materias. Su padre buscó desesperado entre sus
amistades alguien que pudiera ayudarle para conseguir su certificado. En un
país tan susceptible al soborno y la corrupción, todo el posible con un poco de
dinero. Y sus padres lo lograron, pagaron por los exámenes que ella no había
aprobado.
Ella nunca fue brillante, estudiosa, ni disciplinada,
pero aprendió a coquetear a los maestros, a seducirlos, a dar regalitos a las
maestras, en fin a salirse con la suya. Esa estrategia le había resultado muy
eficiente, por lo que ella creyó que era la estrategia correcta para seguir
haciendo su voluntad.
Nunca tuvo interés en los estudios, ni en nada, porque
nunca había carecido de nada. Más bien le habían concedido todo, aún a costa de
sus hermanos, quienes habían sido privados de lo más básico y se vieron
obligados a trabajar desde muy pequeños para satisfacer sus propias necesidades
y los caprichos de ella. Para ellos no
hubo nunca consideraciones, tenían que estar al sevicio de ella, así lo
ordenaban sus padres, y tenían que acatarlo sin ninguna reserva, tenían que
acatarlo si querían vivir en la casa.
Gracias a algunos amigos de sus padres, ella consiguió un
empleo como recepcionista en un consultorio médico. Era un trabajo que no le
implicaba mucho esfuerzo y que le permitía lucir sus zapatos y ropa costosos. Y
sobre todo, era un trabajo en donde tenía la oportunidad de conocer a gente con
dinero, y quizás con un poco de suerte, podría conocer a alguién que se
sintiera atraído por su belleza. Esa fue su principal motivación para cumplir
las responsabilidades de ese trabajo.
Todos los días entraba a las nueve de la mañana y en
verdad era muy puntual para llegar. Le agradaba estar ahí, en ese lugar lujoso,
en dónde gente pudiente eran los clientes. Ella sonreía amablemente a todos,
principalmente a los hombres, pues estaba segura que tarde o temprano ahí
conocería a alguién que pudiera complacerla en todos sus caprichos.
No era su interés buscar un novio con quien casarse, pues
consideraba que el matrimonio era una esclavitud. Y ella no había nacido para
pertenecer a nadie, ella estaba acostumbrada a hacer su voluntad y la de nadie
más.
En poco tiempo conoció a varios hombres que podían ser
interesantes. Y tal como lo había pensado, no fue díficil hacerse notar por
ellos. Salió con algunos, recibió regalos y dinero, pero en poco tiempo dejaban
de buscarla. No había mucho problema, ella era joven y hermosa, y pronto
conocía nuevas personas.
Aquél día, caminando con su vestido rojo, un coche lujoso
se le emparejó al paso. Dentro un hombre joven, le sonrió y se ofreció a
llevarla a donde quisiera. Ella lo miró, no era muy atractivo, pero vestía ropa
cara. Ella se negó a aceptar el ofrecimiento, no por recato, sino por dar la
imagen de una mujer digna, que no se va con desconocidos. Pero en todo el
recorrido, el coche avanzó a su ritmo. Así fue ese y los siguientes días de la
semana.
No fue díficil que pronto salieran juntos y que aquél
joven le hiciera regalos costosos. Y tal como ella deseaba, todos sus caprichos
eran complacidos. La convenció de dejar el trabajo y mudarse a vivir con él. Se
fue sin decir a dónde iba, de hecho, ella dijo no tener familia. Pronto estaba
viviendo en una lujosa mansión con un hombre del que no sabía nada, y por algunos
días, su vida parecía sacada de un cuento de princesas.
Así fue por varias semanas, ella solamente estaba en la
casa, dormía comía, veía la televisión, nadaba en la alberca y tenía a su
disposición a varios empleados que se hacían cargo dela casa. El joven con el
que se mudó entraba y salía sin decirle a donde iba y también le daba dinero
para que fuera de compras, y quien la llevaba era el chofer, pues a ella no le
había dado ningún carro, a pesar que tenía varios.
En la casa no había casi nada, sólo los muebles y algo de
ropa, pero no había fotografías, objetos que tuvieran mucho tiempo y el
personal era completamente hermético, se limitaban a cumplir sus labores. En la
noche llegaba el joven, le ordenaba arreglarse y se iban a bailar a lugares
exclusivos, ahí conoció a otros hombres que eran empledos de él y
guardaespaldas. Ella no sabía con certeza qué clase de negocios tenía su joven
pareja, pero comprendía perfectamente que eran ilícitos. Y aunque algunas veces
ella trató de saber, él simplemente le
respondía que no se metiera en sus asuntos, que cuanto menos supiera, era
mejor, y se lo dijo con un tono, que a ella le quedó muy claro que no debía
volver a preguntar.
Mientras tanto la familia de ella estaba muy angustiada,
pues no sabían nada de ella, la habían reportado como desaparecida, y la habían
buscado por todos los lugares posibles, hospitales, cárceles, morgues, sin
haberla encontrado. Ella no quería saber de su familia, nunca le había
importado y por fin, tenía lo que siempre había deseado, dinero, y una mansión
donde era tratada como una reina, la reina que siempre le había dicho su madre
que era. Se pasaba durmiendo hasta el medio día, después de haber pernoctado
toda la noche, tenía acceso a todo lo que el dinero puede comprar, aunque no
sabía de dónde proviniera.
Tres semanas estuvo disfrutando de esa vida de placer y
opulencia, un día muy temprano, cuando ella dormía profundamente, unos hombres
armados irrumpieron violentamente en la casa, los empleados huyeron y algunos
fueron asesinados. A ella la sorprendieron en la cama, con pistola en mano le
preguntaron por un hombre, ella no sabía de quién se trataba. En realidad ella
no sabía nada del hombre con el que se fue a vivir. Ni sabía en donde estaba.
Por supuesto no le creyeron y se la llevaron. Hablaron de que habían sido
traicionados por él y que lo encontrarían tarde o temprano, pero que iban a
enviarle un mensajito con ella.
La amordazaron, le ataron pies y manos, le taparon los
ojos y la metieron en la cajuela del coche, la dejaron ahí encerrada hasta que
llegó el atardecer, entonces manejaron hasta llegar a una carretera sin
tráfico, y ahí la bajaron, la pusieron de rodillas y le dieron un disparo en la
cabeza. Sobre su cuerpo tirado en la carretera un letrero que decía;” aquí está
tu reina y aquí termina tu reinado”
A la mañana siguiente su cuerpo fue encontrado, la
familia lo reconoció por las fotos que salieron en el periódico. No comprenden
que pasó y es mejor que no lo sepan. Durante el velorio, afuera de la casa
estuvieron unos hombres, parecían esperar ver llegar a alguién que se presentara al sepelio, pero no
llegó quien esperaban. Así murió esta jovencita después de tres semanas de ser
la reina.
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