viernes, 31 de marzo de 2017

TENGO QUE HUIR


TENGO QUE HUIR

 Escribo esto como un testimonio de lo que ocurrió, no sé si alguna vez alguien lo leerá, no sé si tendré el tiempo suficiente para terminarlo, pero quiero hacerlo, quiero intentarlo, quiero que esto pueda ser leído por alguien, leído a tiempo.

No es la primera vez, que ocurre, pero no lo sabíamos. Cómo podíamos haberlo sabido, siempre habíamos vivido en lo más profundo, en lo más alejado de la selva. Nuestra vida había sido tranquila, armónica, creímos que siempre sería así, creímos que teníamos el control de todo. Pero un día todo cambió. Nuestros ancestros tenían una leyenda que nos transmitieron de padres a hijos,  por muchos años. Dijeron que teníamos que estar siempre en lo más profundo de la selva, que eso era importante para nuestra tribu, que debíamos tener cuidado con lo extraño, con lo que viniera de fuera. Pero estábamos tan alejados que por muchos años, no hubo nada nuevo. Teníamos contacto con otra tribu, y aunque eramos diferentes y habíamos tenido algunas guerras, después hicimos la paz, concertando matrimonios, creando lazos familiares. Todo parecía ir bien.

Pero no quiero detenerme en esto, pues no acabaría de explicarlo, es demasiado complejo para escribirlo, y no tengo mucho tiempo. Ahora estoy en un lugar secreto, logre guarecerme, logré ocultarme, esconderme lo mejor posible . Sí, tal vez pueda ocultarme y sobrevivir por un tiempo, estoy preparado para ello. Puedo cazar para alimentarme, conozco plantas comestibles pero no tengo agua, el agua es muy poca. He intentado usar la menor cantidad posible, pero aún así es demasiado poca. Encontré un goteadero, eso es muy raro, de ahí obtengo el vital líquido, pero si alguien más lo encuentra, tal vez, no pueda beber de ahí mas. Ya sucedió anteriormente, él me lo había dicho, a su vez, él lo había escuchado.  Sucedió en otras tribus, eso le dijeron, en lugares lejanos. ¿Cómo lo supo? No lo sé, pero de algún modo él sabía que esto podía pasarnos.

Pero nosotros no teníamos la mínima idea que esto podía ocurrir, estábamos tan alejados de lo que llaman civilización, sabíamos de esas grandes ciudades, alguna vez, alguien de mi tribu viajó y vivió en la gran ciudad, sólo por un breve tiempo, esa clase de vida, no era vida para él. Los hombres civilizados querían educarlo, querían enseñarle cosas, muchas cosas de su forma de vida. Pero esa vida era tan distinta a la nuestra. Él intentó aprender, de verdad lo intentó, con todo su corazón quiso entender esa forma de vida, adaptarse a ella, pues decían que eso era el progreso, que eso era la mejor forma de vida. Así se lo hicieron creer a todos, el gobierno y los hombres poderosos, los que controlaban el mundo querían que todos creyeran eso.

Pero él no pudo, no pudo soportarlo por mucho tiempo. Mientras viajaba hacia la ciudad, en una gran máquina de metal, vio cosas que no imaginó jamás. Todos parecían enloquecidos. En una enorme montaña, muchos muchos árboles, tantos como arenas tiene el mar, eran derribados, derribados sin piedad. Sin pedir permiso a la madre tierra, sin pedir perdón al árbol por tomar su vida y peor aún sin saber para qué se tenía que derribar. Oh sí, en la gran ciudad los hombres parecían estar locos, derribaban árboles que no necesitaban derribar. En la tribu sólo se derriba un árbol para hacer una casa, se toman los árboles secos para el fuego, para hacer herramientas, vasijas, muebles, pero no mucho, sólo los necesarios. Es suficiente una taza y un plato para cada persona.

Pero en la gran ciudad nada parecía suficiente, todo tenía que ser en exceso, no sólo las casas, los utensilios, la ropa. Qué absurdo, tenían más ropa de la que podían usar. Muebles llenos de ropa de distintos colores, algunas la usaban ocasionalmente, sólo en sus fiestas, algunas sólo una vez, y algunas nunca . Y que diferencia con las fiestas de ellos y las nuestras.Hacían fiestas sólo para exhibir sus ropas, sus riquezas, sus joyas. No eran fiestas dónde lo principal fuera compartir, o para agradecer al dios por la lluvia, por las abundantes cosechas, para agradecer a la madre tierra por los alimentos, para venerar al abuelo fuego, para alimentar al gran sol, no, lo más importante para ellos era alardear de todo cuanto poseyeran. Se rodeaban de gente a quién no  amaban, pero que poseían riquezas, oh sí.Se decían dueños de la tierra, de las montañas y de todo lo que en ella hubiera, incluidas las personas.

 Pero,¿ cómo puede ser un solo hombre dueño de la tierra?, la tierra que fue creada por el gran dios, creada con la ayuda del gran espíritu, creada para todos su hijos, para todos los hombres y mujeres que habitan este mundo. En la tribu, desde niños nos enseñaron que no éramos dueños de nada, que no necesitábamos poseer nada, pues nuestra estancia en esta vida es pasajera. En cambio, ellos habían matado a otros hombres para obligarlos a renunciar a sus derechos naturales sobre la tierra que habían habitado por generaciones.Ahora los hombres blancos eran los dueños y se sentían superiores por ser los dueños, por arrebatar a otros hombres la tierra donde nacieron  que heredaron de sus ancestros.

 Y aquél hombre de mi tribu que fue a la gran ciudad, pudo darse cuenta que esos dueños nuevos, los que arrebataron las tierras a los nativos, lo hicieron no sólo en esas ciudades, sino también en lugares muy lejanos. No, no fue suficiente lo que ya tenían, enviaron a emisarios a otros países, hombres miserables, codiciosos, ávidos de riquezas, que con la promesa de tener también grandes extensiones de tierra, fueron a esas naciones y masacraron a los nativos de esos naciones. Tenían  un solo propósito: arrebatar sus tierras y todas sus riquezas.

El mayor exterminio de toda la humanidad ocurrió, más de veinte millones de nativos masacrados. No hubo piedad, ni misericordia. Los nativos fueron perseguidos con feroces perros, perseguidos y destrozados hasta morir. Los codiciosos invasores le llamaron conquista, pero no hubo tal, fue una invasión, fue la peor masacre que el “hombre civilizado” haya hecho.




Los nativos sobrevivientes de algunas tribus que lograron escapar, los que pudieron huir y refugiarse en enormes  y lejanas montañas, aún lo recuerdan. Recuerdan la ferocidad con que fue atacada su nación. Recuerdan a aquéllos bárbaros salvajes que llegaron con poderosas armas, jamás vistas. Se apoderaron de todo con violencia, con mentiras, no tenían honor, no conocían el respeto. Saquearon las naciones, grandes cargamentos de joyas y vasijas de oro fueron robadas de los templos, llevadas al otro lado del mar de donde provenían, con la riqueza extraída de esas grandes naciones, construyeron  lujosas ciudades en las lejanas tierras de donde vinieron, mientras en las tierras invadidas dejaban exterminio, muerte, enfermedad.

 Al hombre civilizado no le basta una porción de tierra para vivir, siempre quiere tener más, más de lo que puede habitar, mucho más de lo que necesita. Y yo también tuve que escapar, no quería hacerlo, estaba desesperado, yo también, buscaba a mi familia, pero no la hallé. Tarde meses buscando, pero no sé dónde están. No sé si ellos me buscan, no sé si aún viven. Yo quería combatir, defender a mi pueblo, defender mi tierra, pero él me dijo que no, que alguien tenía que salvar lo más valioso que teníamos, que yo debía hacerlo. Llevar nuestros tesoros, los que nos heredaron nuestros ancestros, lo que más importaba en todo esto. Él me dijo que me fuera, que el exterminio era inevitable, él hombre más sabio de la tribu lo había visto,los grandes dioses se lo habían mostrado, nuestra civilización perdería mucho de su conocimiento, pues estos hombres blancos desconocían su conexión con la madre tierra, desconocían el poder de la naturaleza, desconocían la importancia de los seres que habitan este mundo, desconocían que hay vida aún en cosas que no lo parecen.

Esos hombres parecían no tener raíces, no haber heredado ningún conocimiento de sus ancestros, actuaban salvajemente, destruyendo todo, sólo con un propósito acumular riquezas.




El sabio de la tribu los llamó los hombres separados, pues no comprenden que son una unidad con el todo, no comprenden que el daño que hacen a la naturaleza es un daño a todo el universo y a todos los hombres. Se miran a sí mismos distintos, se miran superiores. No comprenden quienes son. No se dan cuenta de su ignorancia. Este mundo sufrirá por su ignorancia y su codicia, tal vez, este mundo llegue a morir por el saqueo que ellos hacen. Ya ha ocurrido, esta registrado en los textos sagrados, el fin de mundos pasados.

Aquél hombre de mi tribu se dio cuenta cómo funcionaba el mundo civilizado, y no quiso estar ahí, un lugar donde se da más valor a las cosas que a las personas, un lugar dónde es aceptable pisotear a los propios hermanos, donde es aceptable arrebatar hasta lo más mínimo necesario para su sobrevivencia. Me lo dijo alguna vez, cuando había regresado de esa gran ciudad civilizada. Dijo que ya había pasado una vez, hace mucho tiempo, mucho más tiempo del que le hombre puede recordar. Los más fuertes  y feroces habían exterminado a tribus y naciones completas, sólo por el territorio y las riquezas. El no quería volver a esa civilización, dijo que era terrible, porque habían desarrollado muchas máquinas, máquinas que en la tribu eran desconocidas. Y cada día desarrollaban más tecnología, artefactos que parecían tener vida propia, que recorrían grandes distancias. Parecía cosa de magia  o de brujería. Eran capaces de crear tantas cosas para la destrucción de sus propios hermanos, de la naturaleza, de todas las formas de vida.

Ellos parecían ignorar esta verdad espiritual que en la tribu nos es transmitida por nuestros ancestros desde tiempos inmemoriales: somos hermanos, todos somos parte de un todo, todos somos hijos de Dios. Y tienen libros donde esta escrita ésta  verdad, pero ellos la ignoran, todo el tiempo la ignoran, no la toman en cuenta. Parece como si la palabra escrita, que fue hablada por su propio dios, fuera letra muerta, hubiera perdido su esencia, dejo de ser transmitida desde el corazón.  Aunque los hombres blancos acuden a sus templos a alabar a su dios, no aplican sus enseñanzas. Escrito en un gran libro, se dice que se debe amar al prójimo como a sí mismo, pero es una enseñanza que se  guarda, como algo ajeno, sólo como una bonita lección.

Todos están convencidos que lo más importante en la vida de cada ser humano es poseer la mayor  cantidad de cosas y todos sus esfuerzos están encaminados a ello. En las grandes ciudades son pocos los hombres que se han adueñado de las riquezas de las naciones, poseen tanta que en su propia vida y la de sus hijos y la de los hijos de sus hijos no terminarán de gastarla. Pero no importa cuánto posean;  jamás es suficiente. A él también quisieron convencerlo de acumular riquezas. Sabían que él era el curandero de la tribu, creían que él conocía todos los secretos de la tribu y de la selva. Querían saber en dónde estaban los metales y piedras preciosas. Le prometieron que si les decía en donde hallarlos, lo harían su socio, le ayudarían a explotar los yacimientos. Ellos tenían mucho dinero para hacerlo, podían traer toda la maquinaria que hiciera falta, y si era necesario perforarían la  montaña o la derribarían. Para ellos, no había nada imposible, eso dijeron, y a él lo convertirían en un hombre muy rico y poderoso.

Pero él no quiso, ¿cómo podría traicionar a la selva y a la montaña? La madre tierra que lo había alimentado siempre, que había alimentado a la tribu y que había alimentado a todos sus ancestros, a todos, aún a los que jamás había conocido.¿ Cómo podría herir a la montaña que lo protegía?, con la que hablaba en sus largas caminatas, el hogar de tantos animales y plantas que  daban vida a todo cuanto le rodeaba. ¿Cómo podría derribar a los árboles que refrescaban el aire?, que lo bañaban con el rocío de sus hojas en las tardes calurosas, que lo guarecían del sol con su sombra. ¿Qué le heredaría a sus hijos y a los hijos de sus hijos, si todo esto se destruyera?

Él y todos en la tribu lo sabían, dañar a ellos era dañarse a él mismo, lo sabía muy bien, lo había sabido desde muy pequeño. Su abuelo se lo explicó tantas veces. El hombre y la naturaleza son parte de lo mismo, están inter-relacionados, aunque  a veces, la naturaleza puede ser superior y muy violenta. La naturaleza ha existido y puede seguir existiendo sin el hombre, pero el hombre no puede existir sin la naturaleza. La naturaleza debe cuidarse, debe protegerse, tomar solamente lo que se necesita.

Pero el hombre blanco de las grandes ciudades ignora por completo esta verdad, toma sin control y derrocha, derrocha de todo. Toma lo que no necesita, sólo para acumular, toma y destruye las montañas, bosques, plantas, animales. Toma y contamina el agua, sin importar la vida de los mismos hombres.    

El hombre más sabio de la tribu, el que habla con los dioses, me lo había  dicho, que el hombre blanco destruiría mi tribu, destruiría estas montañas, buscaría el oro, destruiría los arboles, ensuciaría el agua, la enfermaría y los hombres morirán de enfermedades antes desconocidas, enfermedades que no tendrían cura con nuestras plantas, enfermedades que brotarían desde dentro del cuerpo por beber el agua sucia. Ellos no comprenden, son ignorantes, son bárbaros con poder y armas. Ellos se miran a sí mismos diferentes a los otros hombres, se miran superiores por sus riquezas, se miran superiores por el color de su piel, pero son ignorantes, muy ignorantes.

Ese día llegó, vinieron a destruir a mi tribu.Por eso debo huir, salvar el conocimiento, resguardarlo, y cuando sea el momento adecuado, usarlo de manera apropiada, para beneficio de todos los hombres. Aprenderé a hablar con los dioses, ellos me indicarán qué hacer. Hablaré con la montaña ella me resguardará, ella ocultará lo que deba ocultarse, hablaré con las plantas ellas me alimentarán, hablaré con los animales ellos me darán las señales precisas. Y cuando yo deba irme, enseñaré a alguien más este conocimiento y lo que deba hacerse, porque pasarán muchos años antes de que el hombre blanco tome conciencia de su ignorancia.

Muchas tribus y naciones sufrirán por su ignorancia y su codicia, muchos hombres, mujeres y niños morirán por su afán de riquezas, muchos sufrirán por haber nacido en donde se encuentran las riquezas que ellos quieren. Trataran de engañarlos para comprar territorios a precios demasiado baratos y si no pueden convencerlos, si no aceptan ceder sus tierras, los aniquilarán. Así lo han hecho impunemente, así desaparecieron a muchas tribus, así se hicieron dueños de grandes territorios. Así han desaparecido mi tribu.

Ahora tengo que huir, ahora debo esconderme, cuando sea el momento propicio, y encuentre el lugar adecuado,  volveré a la vida común, me integraré a alguna tribu. Muchos han huido, yo hubiera querido pelear, defender mi tribu, mi familia, pero me asignaron otra misión. Otros también han huido, algunos lo han hecho por miedo, otros porque deben hacerlo. Otras tribus también resguardarán sus conocimientos, los hombres sabios de las tribus se comunicaron entre sí. Sabían que el exterminio era inevitable. Han hecho lo único que podía hacerse y los hombres encargados de ello nos encontraremos en algún momento,  pero para ello tendrá que pasar mucho tiempo.


He puesto ha resguardo lo que se me ha encomendado, ahora debo sobrevivir hasta poder pasar este conocimiento a alguien. He visto como mataban a mi gente, he visto cómo le quemaban los pies al jefe para obligarlo a entregar las riquezas, lo vi a través del gran espejo humeante. Por eso tuve que huir, debo hacerlo. Ellos me buscarán creyendo que llevo oro, pero lo que yo custodio es mucho más valioso, ellos no pueden entenderlo. Si me encuentran me matarán porque no podré entregarles lo que quieren. Debo sobrevivir para salvar el conocimiento de mi nación, algún día, el gran mundo va a necesitarlo.  

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