domingo, 30 de abril de 2017

EL DIA DE LA MISERICORDIA



DIA DE LA MISERICORDIA



Corro desesperada mente, no hay a dónde ir, sólo corro, corro tratando de escapar de este infierno. En el cielo sobrevuelan varios aviones que bombardean la ciudad, se oye el estallido de las bombas, una tras otra, es interminable. Disparos, hay muchos disparos desde arriba y desde abajo, disparos de armas muy potentes. No sé qué tipo de armas son, yo sólo escucho los estallidos, los gritos desgarradores de la gente que cae herida de muerte, los gritos de las madres que recogen a sus pequeños hijos destrozados, sangrantes.

Hoy 23 de abril, es día de la misericordia, así me lo dijo una señora que constantemente trata de convencerme de ir a misa los domingos: “con sólo ir a misa, todos tus pecados quedan perdonados”, puntualiza una vez más tratando de que yo vaya a misa. Pero a mi no me preocupan mis pecados. No discuto con ella, es inútil, ha sido adoctrinada por años para creer ciertas ideas, que traen al mundo de cabeza, así sucede en todas las religiones.

Algunos mueren instantáneamente, alcanzados por los disparos de las armas o de las bombas, caen desmembrados. Las madres los reconocen porque los traían corriendo de la mano hace un instante, antes de que sus cuerpos se convirtieran en una masa sanguinolenta. Si no fuera porque  los traían cargando o de la mano, no podrían reconocerlos.Todo sucede tan rápido, todos quedamos tan aturdidos por el fuerte ruido, tirados en el suelo, la bomba cayó tan cerca, destruyó las casas, todo lo que había. Los que sobrevivimos, tratamos de recuperarnos.



Desde hace meses, en medio oriente se vive la guerra, paises han sido bombardeados inmisericordemente. Bombardeadas poblaciones llenas de civiles, mujeres y niños masacrados impunemente. Privados de todos sus derechos, aún de los más elementales, protección, salud, educación, expuestos a diario a la violencia que va en aumento y al ataque de armas explosivas. Los niños, obligados a convertirse en soldados, a trabajar para sus familias, o a sobrevivir por su cuenta. Muchos de ellos se han quedado sin familia, niños sin hogar, sin nada, huyendo a otros países, en continuo peligro,tratando sólo de sobrevivir.

Yo me levanto, miro a mi alrededor, todo es destrucción y hay que correr, yo lo sé, tengo que correr, todos corremos cuando empiezan los bombardeos. Tengo miedo, mucho miedo, no veo a nadie conocido, no sé dónde está mi familia, ni siquiera recuerdo si tengo familia, pero corro, corro en medio del bombardeo. Corro tratando de escapar de esta pesadilla. Por todos lados veo fuego, humo, destrucción y gritos, muchos gritos. Voces desesperadas que piden ayuda. Pero ¿quién puede ayudar en medio de este infierno?



Desde el año pasado ya habían sido bombardeados hospitales, escuelas, lugares públicos, la población civil, pero este mes la  barbarie llegó a un nivel, que se pensó nunca más debía suceder. Desde que se usaron armas biológicas durante la primera guerra mundial y se miraron las devastadoras consecuencias, se prohibió su uso en cualquier guerra, se tomaron acuerdos, se hicieron leyes. Pero muchos de los acuerdos tomados, son violados continuamente, al momento de invadir países, en nombre de no sé qué absurdo. ¿Dónde están los líderes de los países que tomaron el acuerdo?,¿ cuáles son sus acciones ante este tipo de atrocidades perpetradas sobre niños y mujeres totalmente indefensos?, ¿quién es responsable de todo esto?


Yo no sé de dónde vengo, ni sé a donde voy, sólo trato de escapar de los bombardeos de la muerte. No sé cómo puedo correr tanto. Es una cuestión de suerte lograr sobrevivir en medio del estallido continuo de bombas. Sólo sé que tengo que correr, correr y correr, evitando los proyectiles. Lo único que recuerdo, es que he estado corriendo, aunque no sé desde cuándo, no siento el cansancio, no siento el cuerpo. No sé de dónde me viene esta fuerza para correr, como un impulso interno, algo que me mueve más allá de mi voluntad. Estoy muy delgado y no he comido, no sé cuándo fue la última vez que comí. Me miro a mí mismo y me resulto extraño, no recuerdo nada, no sé dónde está mi familia.

Hoy podemos mirar la guerra cuando está sucediendo, videos de los ataques circulan por las redes sociales, y la barbarie y la destrucción, empiezan a convertirse en algo normal, cuando nadie hace nada, ante lo que sucede, cuando todos guardan silencio. Pero en el capítulo V, versículo 32 del corán, Alá decreta: “cuando muere un hombre inocente, la humanidad completa sufre la misma suerte de ese hombre y muere con él”. El exterminio con gas letal y bombas de fósforo en Siria, es una denigración para toda la humanidad. En otros tiempos fueron los indígenas americanos, los judíos y distintos grupos étnicos de varios países, ahora es Siria, ¿quién será el próximo, y cuándo?, ¿los países subdesarrollados, los que no tienen armas y ejércitos para defenderse, los que en sus territorios poseen riquezas y por ello son codiciados?

El bombardeo no se acaba, corro, corro y corro, tratando de esconderme, pero no hay en dónde hacerlo. En esta tierra desértica, puedo mirar muy lejos hacia todos lados, sólo hay destrucción, fuego,  escombros y muerte. Me tiro en el suelo, tal vez no me miren, soy un niño pequeño, no lo sé con exactitud, pero creo que tengo como seis años, estoy desnudo de la cintura para arriba, mi única vestimenta es un pantalón roto, sucio, ensangrentado, lleno de arena.



Todo es posible en un mundo donde reina la indiferencia, dónde los líderes no son cuestionados por sus acciones, dónde no se fincan responsabilidades por acciones atroces de exterminio, de tortura, de desaparición, de abuso, de discriminación de seres humanos. Los avances y logros de la humanidad han sido posible por las acciones de hombres y mujeres con el poder para decidir, para actuar, pero el exterminio de seres humanos indefensos, definitivamente no es un avance.

He corrido demasiado, siento que no puedo más, ahora que me detengo un poco, me doy cuenta de cómo tiembla mi cuerpo, tiembla todo, incontrolablemente, me arrastro hasta una montaña de escombros, no sé si ahí estaré a salvo, pero es el único lugar que encontré para guarecerme. La gente sigue corriendo, tratando de escapar, muchos cuerpos quedan tirados en el campo. Yo quisiera seguir, pero no puedo más.

Reza el credo católico: “yo confieso que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión, por mi culpa, por mi culpa, por mi grande culpa…” muchos católicos hoy fueron e irán a misa, y se liberarán para sí mismos de los pecados que han cometido con sus acciones, con sus pensamientos, y que con sus palabras, pero se olvidan de los pecados de omisión. En realidad nadie los toma en cuenta, piensan que lo que no se hace, lo que no existe cómo acción, no existe cómo pecado. Pero la falta de acción ante situaciones atroces, es parte de la complicidad. La indiferencia del mundo y de los líderes que tienen en su poder, el realizar acciones para evitar este tipo situaciones y simplemente callan, es lo que denigra a toda la humanidad.



Siguen los estallidos, el tiroteo, los gritos. Encontré un hueco entre las varillas retorcidas, me escondo en lo más profundo. Me acuesto de lado, encojo las piernas, me tapo los oídos, me quedo quieto, tan quieto como puedo, pero los estallidos de las bombas me sobresaltan continuamente. Después de un rato, me vence el cansancio, los ojos se me cierran, no puedo tenerlos abiertos, trato de mantenerme despierto, pero no puedo.

En acciones masivas y atroces sobre una población indefensa, hay muchos responsables. Desde los países “democráticos” y “defensores de la libertad”, “defensores de la paz”, y últimamente “defensores de la seguridad mundial” , que invaden otros países vulnerables para apropiarse de sus territorios o sus riquezas, haciendo uso de su superioridad en armas, hasta los ciudadanos que eligen líderes y gobiernos que provocan guerras para activar su economía. Ciudadanos que no protestan cuando sus líderes toman decisiones de destrucción y guerra, de discriminación y exterminio, de abuso y explotación. Y por supuesto quienes ordenan este tipo de acciones y quienes las ejecutan, sin cuestionarse por un segundo.



Me despierto en medio del llanto y lo quejidos. No sé cómo llegué aquí, estoy recostado sobre el piso, de la frente me escurre sangre, alrededor mío hay mucha gente herida, gente quemada. de todas las edades. Niños pequeños mueren en los brazos de sus madres impotentes. Estoy en una sala muy grande, algunos lloran, otros gritan, otros piden auxilio y algunos tratan de ayudarlos. 

Ciudadanos que callan y con su silencio apoyan las decisiones de sus gobernantes que cuando invaden países y les hacen la guerra, lo consideran su derecho. Y cuando los países invadidos se defienden, los países invasores dicen ser atacados en su soberanía, seguridad o lo que sea que se hayan inventado para justificar su invasión. Hace quinientos años américa, fue invadida y masacrada, la historia oficial lo llamó elegantemente, “conquista”, “encuentro de dos mundos”, ¿cómo le llamarán dentro de quinientos años a esto que se hace ahora en Siria?, ¿qué nombre elegante puede ponerse a fumigar con gas letal a toda una población, mientras duerme?

Muchas madres lloran, lloran inconsolablemente y en medio del llanto relatan su tragedia, que es la tragedia de muchos. Madres que han visto morir a sus hijos hechos pedazos. Otros tienen tantas quemaduras en el cuerpo, su dolor es terrible, son sobrevivientes de las bombas de fósforo, ni ellos saben cómo han escapado, vieron a otros quemarse vivos. Es terrible, ni el agua puede apagar el fuego. Los gritos de dolor de la gente quemándose son espeluznantes, quien los escuchó no puede olvidarlos.



Hitler, uno de los exterminadores más reconocidos del siglo pasado, lo habría llamado limpieza racial, limpieza étnica, la construcción del hombre perfecto. La historia dice que Hitler murió, pero lamentablemente sus ideales, están demasiado vigentes. Se fumigan a seres humanos como si fueran bichos ponzoñosos sin derecho a existir, se discrimina a seres humanos por todo tipo de cosas, por ser morenos, negros, latinos, musulmanes, centroaméricanos, mexicanos, indígenas, mujeres, etcétera.

Se escucha el bombardeo, está muy cerca, el ruido tan fuerte y la vibración rompen los cristales, me arrastro al lado  de una escalera y me acurruco en un intento de protegerme, se oye  que la gente grita y corre. ¡Auxilio!, ¡auxilio! Es  la palabra que con más desesperación  se oye.



Cuántos católicos, que tuvieron alguna responsabilidad en los ataques a Siria, fueron hoy a misa a recibir la misericordia por sus pecados. Y cuántos más, desde otras religiones, desde sus ideologías políticas de expansión justifican sus ataques o sus omisiones. Cuántos desde la comodidad de su hogar, miran estos ataques a Siria como algo lejano, como algo que a ellos nunca les sucederá. Pero la tecnología que hace  posible la creación de armas de destrucción masiva, incluyendo la biológica, hace que ningún país sea demasiado lejos.

El bombardeo es cada vez más cerca, gente llega corriendo tratando de guarecerse dentro del hospital, pero este no parece ser un lugar seguro, este es un lugar de muerte. El piso se cimbra y el ruido nos ensordece, tengo miedo mucho miedo, esto tiembla demasiado y empieza a caerse. Tengo que irme, tengo que correr, tengo que correr, tengo que correr, es la única idea que pasa por mi mente.

Hoy es día de la misericordia, vuelvo a recordarlo, los católicos asisten a sus iglesias para recibir misericordia por sus pecados. Y, la misericordia para las víctimas, para los niños y mujeres, ¿cuál es la misericordia para ellos? Es que el hombre sólo espera recibir misericordia de su creador, mientras mira en silencio como son exterminados seres inocentes. El hombre sólo espera recibir  sin dar. En verdad, ¿seremos mejores por recibir la misericordia mientras ignoramos el exterminio de seres humanos? La misericordia, ¿es algo que se tiene que recibir? O, ¿es algo que también debemos tener hacia los demás?



Salgo corriendo, sólo corro, como todos corro, tengo que correr,  tratar de escapar, aunque no tengo a dónde ir, no hay ningún lugar seguro. Por un segundo miro hacia atrás, este era el último hospital, ahora no hay nada, los que podíamos correr, corrimos, muchos no pudieron hacerlo.

Las ideas de exclusión y separación, el enjuiciamiento, la intolerancia, es lo que promueve y justifica acciones de ataque, de exterminio, de persecución.

Sólo corro, desde hace mucho que corro tratando de escapar. Trato de recordar si alguna vez no fue así, pero todo lo que recuerdo es que siempre he estado huyendo. Y mi familia, ¿dónde está?,¿ acaso la perdí en medio de la huida? No lo puedo recordar. Y si están vivos, ¿dónde están?, ¿podré encontrarlos algun día?



El ataque a Siria nos demuestra que somos una sociedad con gran desarrollo tecnológico, capaces de extraordinarios inventos, pero que nuestra conciencia como seres humanos, no se ha desarrollado a la par. Mientras el hombre permanezca impasible ante la tragedia de los demás, preocupándose sólo de sí mismo, enfocado en lograr un beneficio particular, sin importar si tiene que masacrar un pueblo, una nación, quemar un bosque, derribar una montaña o destruir todo el planeta, la tecnología se convertirá en nuestra peor enemiga.

Tecnología creada y usada para el exterminio o sumisión de los pueblos, para la explotación irracional de los recursos naturales, y una sociedad sin conciencia humana, liderada por los hombres más codiciosos, es la fórmula perfecta para la autodestrucción.    








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