En las guerras entre los
países y las personas, cada uno defiende sus creencias, ideas, poder,
posesiones, derechos o territorios. Quien se encuentra en territorio de batalla
está obligado a pertenecer a un bando si es que pretende sobrevivir de alguna
manera. Pero en las guerras que han durado generaciones, a veces las circunstancias
colocan a ciertas personas en el lado contrario al que estuvieron inicialmente.
Aunque en cualquier guerra
se pretende vencer al enemigo, a veces sucede, que a quién se destruye es a sí
mismo. Hombres y mujeres son víctimas del poder, la violencia, la tortura, el
encarcelamiento y quienes logran sobrevivir a ello, deberán emplear muchos años
de su vida para sobreponerse a lo vivido.
La protagonista de esta
película, Nawal, es una mujer que siempre se mostró silenciosa y retraída en el
trato con sus hijos gemelos Jeanne y Simon. Ellos sólo comprenderán ese
silencio cuando al morir ella y leer su testamento, reciban unas cartas que
deberán entregar a un hermano que ignoraban que tenían y a un padre que creían
muerto. En la búsqueda del padre y el hermano, realizaran un recorrido por el
pasado de su madre, descubriendo a una mujer totalmente desconocida para ellos.
Conocerán su insospechado origen y saldrá a la luz una verdad escalofriante.
Este film dirigido por Denis
Villaneuve está lleno de suspenso, y el horror supera en mucho cualquier verdad
imaginable.
Hace algunos años, en un pequeño
pueblo alejado de las grandes ciudades, los habitantes se organizaban para su
propia seguridad. Eran los años postrevolucionarios. La mayoría de los pueblos
eran pequeños y aislados. La falta de carreteras y medios de transporte, hacía
que la comunicación con las ciudades fuera muy lenta.
Los pueblos indígenas tenían sus
propias formas de organización social, las cuales por cierto, eran muy
eficientes. La seguridad era algo muy importante, en un lugar en donde el
gobierno federal no tenía alcance. Todavía existían bandoleros que iban de
pueblo en pueblo robando y matando gente, por lo que era necesario protegerse
de ellos.
En este pequeño pueblo, existía
un comandante que había sido elegido en una asamblea general por mayoría de
votos. Él estaba a cargo de organizar a los hombres del pueblo para
salvaguardar la seguridad de los pobladores. Todos los hombres mayores de
dieciocho años debían prestar un servicio de ronderos periódicamente.Su trabajo consistía en realizar recorridos
nocturnos y dar la voz de alarma en caso de que algún bandido estuviera en el
pueblo, hubiera algún pleito entre los hombres o sucediera alguna fechoría.
Después de hacer su recorrido
nocturno, los ronderos se dormían en la comandancia, prestos a cualquier
emergencia. Y así eran todas las noches. El comandante, por su parte, antes de
irse a descansar a su casa, revisaba que los ronderos estuvieran de guardia en
la comandancia. Así que ese día, como siempre fue a saludarlos antes de
retirarse. Pero al acercarse al lugar en donde dormían, vio que alguien
caminaba alrededor de ellos. No alcanzaba a distinguir quién era, sólo veía un
hombre encapuchado.
El encapuchado daba vueltas
alrededor de los hombres dormidos. El comandante trataba de saber quién era,
pero en aquella época no había luz. Lo único que alumbraba el interior de la
comandancia era la claridad de la luna. A pesar de su miedo, con gran valor se
plantó frente a él y le preguntó:
-¿Quién eres tú?
Por respuesta, sólo escuchó como
el encapuchado le hacía burla, repitiendo sus propias palabras. El comandante
le volvió a preguntar dos veces más y la única respuesta fueron las burlas.
La noche era muy fría, pero al
comandante, eso no le importó, lanzó su sarape sobre el encapuchado y en un
intento por atraparlo, se le fue encima. El encapuchado salió huyendo
velozmente de la comandancia, mientras el comandante corría tras de él con el
machete en la mano. Lo correteo por la calle, y cuando estaba a punto de
alcanzarlo, se metió a la iglesia, El comandante recogió piedras y se las lanzó
con fuerza, pero extrañamente, era como si algo las desviara de su blanco. A
pesar de esto, le gritó que no le tenía miedo y que quería saber quién era.
El comandante seguía lanzándo
piedras y gritándole, y a pesar de todo el ruido que hacían, ningún rondero
vino a ayudarle, pues misteriosamente, todos dormían profundamente. El
comandante correteo al encapuchado por el atrio de la iglesia por mucho tiempo.
Y cada vez que estaba a punto de alcanzarlo, un fuerte viento lo aventaba lejos
de él. Estaba muy cansado de corretearlo, pues lo había perseguido toda la
noche, pero no quería dejar que se le escapara. Entonces vino a su mente un
pasaje bíblico, y le dijo:
-En el nombre de Dios, yo te voy
a vencer aunque seas el diablo.
Al momento de pronunciar estas
palabras, el encapuchado se convirtió en una bola de fuego, que explotó con un
gran trueno. Cuando el humo se hubo disipado, no quedaba rastro alguno de aquél
ser, pero sí se percibía un fuerte olor a azufre. En el lugar en donde fue la
explosión, tiempo después los pobladores pusieron una cruz de piedra.
Pasaron los días, y desde
aquella noche de la persecución, el comandante perdió el apetito, no comía casi
nada, y pronto estuvo en los puros huesos. Fue con el sacerdote y le contó todo
lo que había pasado. Le dijo que había sido golpeado tres veces por aquél ser
encapuchado, y que sentía un profundo asco por cualquier comida, porque sentía
que el olor de azufre se le había quedado impregnado en el cuerpo.
El sacerdote dijo que había
luchado con el diablo y que era muy afortunado de haberlo vencido.
-Tienes que comer, aunque tengas
asco, porque si no lo haces te vas a morir.
Desde ese día, el sacerdote
hacía oración por él. Y el comandante siempre leía su biblia y hacía oración
antes de comer. Y así, poco a poco, con determinación y pidiendo la ayuda de
Dios, venció el asco y volvió a tener ganas de comer. El comandante vivió
muchos años todavía, y murió cuando estaba ya muy viejo.
Nestora, es una mujer indígena, nació y creció en el pequeño
pueblo de Olinalá Guerrero. Ella es la sexta de siete hermanos. Mujer fuerte y
luchadora, nunca cejó en su empeño de salir adelante, de buscar una mejor vida
de la que podía tener en su lugar de origen. Como millones de mexicanos pobres
y marginados, a los veinte años emigró a los Estados Unidos buscando la única
posibilidad que podía cambiar su vida.
En el país vecino trabajó duramente como empleada doméstica,
niñera y mesera. Allá se casó, formó una familia, y finalmente se hizo
ciudadana. Ella es de los mexicanos que dejan su patria por falta de
oportunidades en su país. Y aunque vivió allá por muchos años, nunca dejó de
amar y extrañar su tierra. Con el tiempo, sus hijas crecieron e hicieron su
propia familia. Sin las responsabilidades de la crianza y con la posibilidad de
entrar y salir libremente de Estados Unidos, comenzó a realizar frecuentes
viajes a su pueblo natal. Sólo para confirmar con sus propios ojos el aumento
de la pobreza extrema y el hambre de sus paisanos. La misma hambre, que años
atrás, la movió a irse.
Quién ha pasado hambre y frío alguna vez en su vida, no es
insensible al hambre de sus hermanos de sangre.
Comenzó a viajar más frecuentemente de Estados Unidos a Olinalá, para
traer ropa y alimentos a sus paisanos. Poco a poco, un sentimiento de
solidaridad y justicia la llevó a involucrarse en el movimiento indígena de su
comunidad.
Guerrero es uno de los estados más violentos del país. La
extrema pobreza en que viven los indígenas, ha hecho que históricamente en este
lugar surjan líderes que encabezan la lucha por la justicia y el derecho a una
vida digna. El gobierno ha respondido desapareciendo o matando a los líderes en
un intento por apagar las protestas y mantener el control. Las masacres de
campesinos indígenas han sido parte de la historia de este estado. La desaparición
de los estudiantes de Ayotzinapa, es un hecho que al hacerse público, ha
indignado a la comunidad mundial, pero que, no es el único. En los últimos cinco años la violencia,
pobreza, corrupción y criminalidad ha aumentado, no sólo en Guerrero sino el
todo el país. En carne propia, estos pueblos han experimentado en repetidas
ocasiones, la represión gubernamental.
Conscientes de su vulnerabilidad ante el gobierno y la
criminalidad, algunas comunidades de los estados de Guerrero, Michoacán y
Oaxaca, han optado por organizarse y protegerse a sí mismas, formando una Policía
Comunitaria. Derecho, que constitucionalmente está fundamentado en el artículo 2º de nuestra ley magna, y, además
en la Ley 701 de Reconocimiento, Derechos y Cultura de los Pueblos y
Comunidades Indígenas del estado de Guerrero. Una de las funciones de la
Policía Comunitaria, es proteger a los residentes contra el crimen organizado.
Su propósito no es delinquir, sino colaborar en la seguridad de las
poblaciones.
La población de Olinalá había sido víctima de grupos
criminales organizados que secuestraban mujeres para la trata y explotación
laboral, mientras a los hombres los obligaban para el trasiego de la droga o
como sicarios. En este pueblo, fue el asesinato de un taxista que se negó a
pagar el dinero para su “protección” a un grupo criminal, lo que motivó a la
formación de la Policía Comunitaria. Como
mujer luchadora y líder natural, Nestora encabezó y dirigió la manifestación de
los pobladores para expulsar al grupo criminal de su localidad y se
establecieron retenes para impedir que regresaran.
En la primavera de 2013, Nestora fue electa comandante de la
Policía Comunitaria de Olinalá. En sus inicios pidió ayuda al gobernador de
Guerrero, quien se comprometió a proporcionarles una fuerza armada,
entrenamiento y algunas armas. El impacto que tuvo la Policía Comunitaria, que operaba
con base en medios tradicionales de responsabilidad y control social fue
asombroso: la disminución de la tasa de criminalidad en un 90% y ningún
homicidio en los 10 meses en que estuvo operando. Un logro que ni remotamente
ha logrado el gobierno federal en todos estos años en su lucha contra el
narcotráfico.
En agosto de 2013 ocurrió una emboscada en la carretera a
Olinalá, en donde murieron dos ganaderos y otro más, desapareció. Familiares de
las victimas solicitaron ayuda al síndico procurador del municipio, quien los
ignoró, por lo que, decidieron acudir a la Policía Comunitaria. Como dirigente
de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria
(CRAC-PC), Nestora detuvo al síndico procurador a quien encontró alterando pruebas
de la escena del crimen y tratando de huir con una vaca propiedad de uno de los
difuntos. El síndico fue trasladado a la Casa de la Justicia de El Paraíso, en
Ayutla de los Libres, para que fuera juzgado conforme a la ley, o bien,
conforme a las leyes de usos y costumbres de la CRAC-PC en el tribunal popular.
Cinco días después de este suceso, Nestora fue detenida por
el ejército y la marina, policías federales, estatales y municipales, sin que
hubiera una orden judicial en su contra. En el operativo se le informó que
sería trasladada a la ciudad de Chilpancingo. El pretexto oficial de su
detención fue el secuestro de unos adolescentes (a quienes arrestó porque
vendían droga) y del síndico procurador. Hubo una segunda acusación por
secuestro y lesiones contra otras cinco personas. Y una tercera acusación del
gobierno federal por el delito de delincuencia organizada en la modalidad de
secuestro.
Parte del trabajo comunitario desarrollado por Nestora era
fomentar el liderazgo de las mujeres indígenas y empoderarlas para defenderse
de la violencia intrafamiliar y el abuso infantil. Como ciudadana estadounidense
está considerada una defensora de los derechos humanos y de las comunidades
indígenas. La Universidad Berkeley, de California, la apoyó con la contratación
de un bufet de abogados para su defensoría, quién ganó la apelación contra el
auto de formal prisión en marzo de 2014. La conclusión de los magistrados fue
contundente: la fiscalía del estado de Guerrero no pudo acreditar que Nestora
privó ilegalmente de su libertad a las personas para pedir rescate, porque ella
era coordinadora de la Policía Comunitaria. Las detenciones que se hicieron
estaban dentro de sus funciones como coordinadora, y las personas detenidas,
siempre estuvieron dentro de las Casas de Justicia de la Policía Comunitaria.
Los actos que se le imputaban a Nestora eran privación ilegal
de la libertad de varias personas, pero esto, no puede considerarse como un
delito, en tanto que la Policía Comunitaria forma parte de Sistema Estatal de
Seguridad Pública y lo que se ha manejado como pago de rescate, en realidad es
el pago de la fianza que se fijó de acuerdo a la gravedad del delito cometido
por las personas detenidas.
Años atrás, Nestora sufrió un accidente automovilístico que dejó
paralizada temporalmente del cuello hacia abajo. La terapia física le permitió
recuperar casi todas sus funciones motoras, sin embargo, todavía requiere de
tratamiento médico y terapia de rehabilitación. Pero ella fue trasladada a una
prisión de máxima seguridad en agosto de 2013, siendo considerada por el
Gobierno mexicano como un peligro para la sociedad, y desde las primeras
semanas de su detención, se le mantuvo totalmente incomunicada. Sin permitir la visita de familiares que hicieron el largo recorrido para verla.
Se le permitió hablar con su abogado, sólo después de pasada la fecha límite
para la petición de liberación durante
la espera de juicio.
A pesar de que el auto de formal prisión fue revocado desde
marzo de 2014, Nestora sigue encarcelada en la prisión de máxima seguridad El
rincón en Tepic, Nayarit, a varios días
de viaje de Olinalá. No hay ningún sustento jurídico para privar de su libertad
a Nestora, pero, ella ha cumplido año y medio, presa.
En la cárcel la mantienen completamente aislada, sin
posibilidad incluso de participar en ninguno de los talleres que realizan al
interior del penal. La falta de
ejercicio, atención médica, una buena alimentación y el contacto con sus familiares
y amigos han deteriorado rápidamente su salud, ocasionando incluso, un problema
en su riñón. Una mujer que nunca tuvo antecedentes
penales, que luchó para erradicar la violencia contra la mujer y los niños, que
buscaba el bienestar de su comunidad y que se enfrentó a bandas de criminales,
tratada como un criminal de alta peligrosidad.
Las amenazas de muerte y las represalias han impedido que reciba
apoyo para su liberación. De la misma forma, se ha impedido la reorganización
de la Policía Comunitaria. La persecución y encarcelamiento de líderes
comunitarios como Nestora y la supresión de las fuerzas policiales
comunitarias, obedece a intereses políticos ambiciosos. Por un lado, la
concesión a empresas extranjeras para la explotación de los recursos naturales
y metales preciosos de las montañas de Guerrero. Por otro, la desintegración de
la organización de los pueblos indígenas y la supresión de cualquier protesta
ante los abusos e injusticias de que históricamente han sido objetos.
En una de las prisiones de máxima seguridad de este país,
algún preso encarcelado injustamente, escribió un día en la pared: “En este
castillo fortaleza, no se castiga el delito, sino la pobreza”. Es la historia de los pobres, de los
marginados, de los luchadores sociales, de los que tratan de erradicar la
corrupción. La razón por la que Nestora sigue tras las rejas.