martes, 2 de diciembre de 2014

EL ÁNGEL



EL ANGEL



Es una noche tibia, todo está en silencio. La gente reposa y duerme tranquilamente después de un arduo día de trabajo. Afuera se escucha solamente el canto de los grillos y las lechuzas. La luna llena está a medio cielo e ilumina la habitación a través de la ventana. Sombras largas se proyectan en el piso.



No hay viento ni ladridos de perro, no hay razón para despertarme en este momento, pero lo hago.  Miro sin abrir los ojos, como si estuviera fuera de mi cuerpo. Siento mi cuerpo recostado en la cama y me doy cuenta que hay alguien a mi lado. No sé quién es y no sé cómo, pero tengo la certeza que no es un ser de este mundo. Se encuentra exactamente a mi lado izquierdo, puedo sentirlo como una sensación de calor tibio y suave.


A pesar de que me despierto y me percato de su presencia sigue ahí, a mi alcance. No tengo miedo, siento curiosidad, quiero atraparlo y sin pensarlo extiendo la mano y lo agarro. Entonces me doy cuenta de que en realidad no he movido nada de mi cuerpo y sin embargo, pude tocarlo. De pronto comprendo, moví un cuerpo que no es físico. No se cómo ocurre, pero puedo moverlo sólo con desearlo.


Lo tomé con mi mano izquierda y el sentir su suavidad y tibieza produce dentro de mí un gozo. Una tranquilidad que viene de no sé dónde, pero me llena de confianza. Algo que parecía estar guardado dentro de mí, esperando a ser encontrado. Algo muy escondido o muy olvidado. No lo sé. Pero me sienta bien encontrarlo.



Estoy despierta, pero no quiero abrir los ojos, no quiero que este ser y esta sensación desaparezcan. Debe ser mi ángel de la guarda, es lo que pienso. Me quedo quieta, en silencio. Él sigue a mi lado por un largo rato, en realidad no es él o ella, creo que no tiene género. Después de un tiempo, no sé cuánto, vuelvo a dormirme.


La luz intensa del sol entrando por mi ventana me despierta. Abro mis ojos, todo mi cuerpo está alerta. Sé que estoy completamente despierta. Recuerdo perfectamente lo que ha pasado. Y no, no fue un sueño.


Ahora sé que él está a mi lado en cuanto lo llamo o lo necesito. Siento su energía. Le hablo, le pido su ayuda, especialmente cuando las cosas parecen difíciles o me siento en peligro. O simplemente cuando quiero hablar de algo que me confunde o me da miedo. No sé cómo, pero estoy segura que me escucha, me protege, y me ayuda, a veces de una forma inesperada. La ayuda llega siempre a tiempo. Él está conmigo, tal vez, ha estado conmigo desde siempre. Pero es hasta ahora que lo percibo. Estoy tranquila de saber que alguien cuida mi camino.

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