Pequeñas tortugas
Miro el inmenso mar, el azul intenso, el rugido constante y
el romper de las olas. Es de los espectáculos que me hacen pensar en la infinitud del universo y en mi contrastante
pequeñez y fragilidad.
Una enorme ola puede arrasarme en un instante, convertirme
en algo menos que un grano de arena.
Soy nada y soy todo en un momento. Nada ante la furia de
los elementos y al mismo tiempo un ser
con todo lo necesario para vivir esta vida.
Es el momento esperado para la liberación de las tortugas. Pequeñas
criaturas nacidas dos o tres días antes.
Se marca una línea sobre la orilla de la playa, muy cerca
de donde rompen las olas.
Al mismo tiempo todas las tortugas son depositadas sobre la
línea. Es la primera vez que enfrentan el mar.
Las miro caminar presurosas, algunas tambaleantes, pero
todas absolutamente saben hacia dónde ir.
Inscritos en sus genes está cuanto necesitan para enfrentar
su destino. El inmenso y avasallante mar.
Algunas fuertes y otras débiles pero todas siguen el
camino. Esa línea de destellos dorados
que el sol dibuja sobre el mar antes de marcharse cada día.
Poco a poco alcanzan las olas, son tan pequeñas que el mar
las arrastra y devuelve un poco cada vez.
Ellas se levantan, siguen avanzando, siempre hacia adelante hasta rebasar la zona en que son devueltas
por las olas.
Poco a poco todas desaparecen en las profundidades de mar. Las
miro valientes y determinantes.
Las veo pequeñas, frágiles enfrentando la vida y la
adversidad. Con un fuerte impulso por la vida. Sin duda esto es obra de Dios.
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