jueves, 28 de agosto de 2014

EL TESORO ENTERRADO


 EL TESORO ENTERRADO




Hace algunos años, en un pequeño y hermoso pueblo, vivió un señor llamado don Desiderio. Este señor de origen campesino era muy religioso y con mucho entusiasmo se había comprometido en repetidas ocasiones a realizar la comida para la fiesta anual del santo de su pueblo. Aquélla vez, se acercaba el día de la celebración y don Desiderio no tenía suficiente dinero para realizar la fiesta. Su preocupación aumentaba día con día, pensando en cómo podía cumplir con su compromiso.

En uno de esos días, en que todavía no resolvía su problema, tuvo necesidad de poner un clavo dentro de su casa para colgar algunas cosas. Su casa había sido  la herencia de sus padres. Una casa enorme de paredes muy altas y gruesas, tanto que algunas paredes medían un metro de ancho.

Don Desiderio, tomó martillo y clavo, y comenzó a perforar la pared. No había golpeado ni tres veces con el martillo, cuando una porción de la pared se vino abajo. Era una capa muy delgada. Al golpear varias veces con su mano en ese lugar pudo darse cuenta que estaba hueco. Con su martillo derribó otra parte de la delgada pared y dentro encontró una enorme olla de barro completamente llena de monedas de oro. Al instante don Desiderio se llenó de júbilo pensando en que con ese dinero podría hacer la gran fiesta que había prometido a Dios. Y así lo hizo. Para él lo más importante en su vida era demostrar gratitud al creador.

El tesoro que había encontrado don Desiderio era tanto, que una gran parte la donó a la misma iglesia. Con la donación se compraron bancas, floreros, se arreglaron puertas, se pintó el altar, el techo y   paredes. Para él mismo apenas si tomó algunas monedas, porque era un hombre trabajador y honesto que no requería de grandes lujos para ser feliz.

A pesar de que tenía tanta riqueza como para no trabajar por el resto de su vida, don Desiderio eligió tener la vida de siempre, seguir trabajando y vivir con modestia. La gente del pueblo se enteró de su hallazgo. Todos sabían que algo así podía ocurrir, pues en ese pueblo habían sido escondidos mucho dinero, joyas y objetos de valor por bandidos que durante la revolución se habían dedicado al robo y al saqueo. Ellos acostumbraban enterrar el botín o esconderlo en las cuevas que hay en el campo.

Por muchos años don Desiderio se siguió encargando de preparar la comida para la fiesta patronal, pues tenía dinero de sobra para ello. Con la finalidad de no despertar la codicia de ninguno de sus descendientes, decidió prescindir del resto del tesoro. Con el cuero de buey que mató para la comida de la fiesta que ofreció, mandó a hacer algunas bolsas. Dentro de ellas depositó el resto de las monedas, y las enterró en distintos lugares. Algunos creen que dentro del mismo patio de su casa, otros piensan que las llevó al campo. Pero lo cierto es que nunca le dijo a nadie donde estaban.

Hoy día, la casa en que vivió don Desiderio está completamente deshabitada, a pesar de su antigüedad, se conserva en perfectas condiciones. Una casa hecha de tierra y cal, de enormes habitaciones con ventanas y puertas de madera. Desde la entrada se mira su patio interior y al frente un corredor amplio. Una casa vacía con un aire de misterio. Ninguno de sus descendientes la habita, pero algunos de ellos, suelen ir de vez en cuando, a buscar un tesoro que aún no encuentran.


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