DON
EUSTAQUIO
Don Eustaquio es un
campesino de 50 años, la mayor parte de su vida ha trabajado en la parcela que
heredó de su padre. Un hombre moreno, regordete y de gustos sencillos. Todas
sus actividades están vinculadas al cultivo del maíz. Su trabajo es de los
menos remunerados. La producción que obtiene anualmente muchas veces no es
superior a lo que invierte en todo el proceso de cultivo. Desde hace 15 años es
de los campesinos que viaja a Canadá trabajar por 6 meses en el cultivo de
verduras en invernaderos. Ese es el trabajo que realmente le ha permitido sacar
adelante a su familia.
Su casa es pequeña y
modesta hecha de adobe que él mismo hizo. La construcción se ha realizado en
pequeñas partes cada año. Su techo es de tejas de barro, las trabes que lo
sostienen son troncos de árbol cortados en la selva. Maderas duras y muy
resistentes que pueden perdurar muchos años. Dentro de su único cuarto, se
encuentra almacenado el producto de su cosecha, maíz, hoja para tamales, olote
(tronco de la mazorca) que su esposa utiliza para encender y mantener el fuego
en donde cocina y hace tortillas. En un reducido espacio está su cama, un
ropero en donde guardan sus modestas ropas, y un pequeño altar en donde están
los santos más venerados: Jesucristo, la Virgen María, el patrón de su pueblo y
San Judas Tadeo.
En frente de su cuarto hay
un pequeño corredor (construcción con una puerta muy amplia y dos ventanales
sin vidrios, apenas cubiertos por unas cortinas de plástico) en donde tiene
muchas de sus herramientas de labranza y algunas camas en donde duermen sus hijos.
Don Eustaquio y su esposa doña Lupe provienen de familias muy humildes y
religiosas. Y siguiendo lo que creen que es la voluntad de Dios, se han negado
a utilizar cualquier método de control natal, aún y cuando doña Lupe ha tenido
un gran deterioro en su salud desde que tuvo al quinto de sus hijos.
Actualmente tiene nueve hijos en total y desde el sexto sus embarazos han sido
de alto riesgo, pero eso no es excusa para no seguir teniendo todos los hijos
que Dios le dé.
Normalmente doña Lupe no
acude a ningún médico para llevar a cabo un control prenatal. No lo hizo con
sus primeros hijos que nacieron cuando aún no había Centro de Salud en el
pueblo, así que debido a que nunca tuvo ningún problema, da por sentado que
tampoco lo tendrá ahora. La única ocasión en que pisa el hospital es en el
momento que da a luz. Después de cada parto ella vuelve a su mismo trabajo de
siempre; las labores de la casa y ayuda a su esposo con el trabajo del campo.
Su bebé recién nacido está bajo su cuidado y de sus hijas mayores que también
participan de todo un trabajo familiar.
Desde hace varios días don
Eustaquio ha tenido pesadillas en la noche. Muchas veces su esposa lo escucha
quejarse y moverse muy inquieto mientras duerme, entonces con mucho cuidado lo
despierta, tiene miedo de causarle daño. Le habla suavemente y entonces él
despierta. Todo asustado, sudoroso y agitado, pero no recuerda que ha soñado,
sólo sabe que era algo horrible. Se tranquiliza, toma un poco de agua y después
de un rato vuelve a dormirse. A veces la pesadilla vuelve y entonces su esposa
lo despierta otra vez.
Como todos los años, don
Eustaquio sigue construyendo un poco de su casa, para esta ocasión tuvo que
remover un cercado en donde pretende poner una barda de piedra y cemento. Por
años esa barda ha estado así. Al remover la tierra encontró algunos pedazos de
barro, sin duda restos de lo que alguna vez fueron ollas o platos, por su
grosor puede reconocerse que son muy antiguos. Hay algunas cuentas pequeñas de
piedras de colores que están perforadas y alguna vez debieron formar parte de
un collar. Recoge algunas cosas y los pedazos sin forma, los vuelve a dejar
enterrados en el mismo lugar y sigue con su trabajo.
Como todas las noches se
va a dormir muy cansado. Durante la noche vuelven las pesadillas. Esta vez se
despierta solo, con la respiración agitada y el cuerpo sudoroso. Ahora puede
recordar su sueño. En realidad no era un sueño, según dice, el malo vino a
hablarle. Le dijo que en el cercado que
removió durante el día, muy cerca de donde encontró algunos objetos, pero un
poco más abajo, se encuentra una olla llena de oro. Tiene siglos enterrada ahí,
un tesoro con cuyo valor él no tendría que trabajar nunca más y podría hacerse
una casa grande y bonita. El diablo está dispuesto a dárselo todo a cambio de
una sola cosa: la vida de uno de sus hijos.
Don Eustaquio es pobre y
toda su vida ha estado llena de carencias y aún con el trabajo de toda su
familia, a sus hijos ha podido brindarles apenas lo indispensable. Pero todo el
oro del mundo, dice, no vale la vida de ninguno de ellos. Platica a su esposa e hijos acerca de su
sueño. Todos coinciden con él. Por la mañana rocían agua bendita en la barda y
en la casa, con la intención de que el malo nunca más se aparezca por ahí.
Continúan con su barda y se olvidan de cualquier oro que pudiera estar
enterrado en las profundidades de esa tierra.
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