VALENTINA
Valentina
nació en un pueblo de la sierra, fue la mayor de cuatro hermanos. Una niña de
piel blanca, ojos grandes y almendrados. Gabino, su padre es un peón como todos
los hombres de ese lugar, que tiene que salir a trabajar a un pueblo más grande
que dista una media hora en camioneta. Él y otros peones son llevados y traídos
cada día por su patrón. Su madre es una mujer amorosa y responsable, que,
dentro de las limitaciones que su situación económica le impone, ha dado
siempre lo mejor a sus hijos.
Es
costumbre en este pueblo comprometer en matrimonio a los hijos cuando son muy
pequeños y es muy común que apenas entrada la adolescencia se realice la boda.
El novio debe pagar al padre de su novia cierta cantidad de dinero. Cuando los
padres realizan el trato entre ellos y los novios son muy pequeños, es el padre
del novio quien da dinero al padre de la novia cada determinado tiempo o cuando
se lo piden, hasta completar lo que han acordado. En otras situaciones, cuando
el trato se realiza cuando la novia ya está en edad de casarse se realiza un sólo
pago con la cantidad total.
Valentina
cumplió doce años, su apariencia armoniosa, su piel y ojos claros, hacen
resaltar su belleza en donde la mayoría de las niñas son morenas y de estatura
pequeña. Al padre de ella pronto le hacen ofertas de dinero por su hija.
Cincuenta mil pesos es una cantidad tentadora, en toda su vida el señor, no ha
visto esta cantidad de dinero junta. Piensa en todo lo que podría hacer con ese
dinero, comprar algo de ganado o arreglar su casa. Su esposa no está de acuerdo
con las costumbres de su pueblo, habla con su esposo y logra convencerlo de que
no acepte.
Por
otras niñas vecinas han pagado veinte mil o treinta mil pesos. Adriana, una
amiga de Valentina ya está comprometida, su padre ha estado recibiendo dinero a
cambio de ella. Adriana no está de acuerdo, pero no tiene otra opción, en poco
tiempo sus padres la entregarán a su novio.
Pasa
el tiempo, y a don Gabino le hacen una oferta más tentadora, nuevamente su
esposa logra convencerlo de que no acepte. Días después la madre habla con su
hija, le dice que tiene que irse del pueblo, que en dos ocasiones pudo
convencer a su esposo de no venderla, pero teme que en una siguiente vez, él no
le haga caso y termine vendiéndola. Ella no quiere esa vida para su hija. Le
dice que debe irse a la ciudad, buscar trabajo y estudiar para salir adelante y
que no vuelva al pueblo. Valentina entiende muy bien lo que su madre le dice,
es una niña muy valiente y se prepara para irse.
Un
día muy temprano cuando su padre ya se había ido a trabajar, la madre le dio
comida para el camino, un poco de dinero que pudo conseguir, la acompañó un
largo tramo del camino, le explicó hacia donde irse para encontrar la ciudad y
después de darle su bendición se despidió de ella diciéndole que no se dejara
vencer. Valentina antes de irse fue a buscar a su amiga, la invitó a irse con
ella, a huir antes de que la casaran. Adriana lloró de tristeza, le dijo que su
padre ya había recibido mucho dinero y
que si ella no cumplía el trato lo matarían. No hubo manera de
convencerla, así que se despidieron y se
fue sola a buscar su camino.
Valentina
llegó a la ciudad en donde encontró trabajo y casa. Acostumbrada a vivir con lo más necesario ahorraba lo más
posible de su sueldo y comenzó a buscar la forma de estudiar. En la escuela
vendía dulces a sus compañeros y cosméticos a sus compañeras y con ese dinero
completaba los gastos de sus estudios. Su carácter amable ganó la simpatía de
quienes la conocían. En los momentos más difíciles sus amigos la ayudaron. Con
esfuerzo y dedicación logró salir adelante, primero cursó la escuela
secundaria, la preparatoria y finalmente la carrera de derecho. Su tenacidad y
disciplina le abrieron las puertas.
Quince
años pasaron desde el día que Valentina se fue de su pueblo, decidió que era
momento de volver. Nadie esperaba su regreso. Fue recibida con gran alegría,
aún por su padre que en un inicio se enojó con su esposa al saber que ella se
había ido. Largas fueron las horas para conversar y ponerse al tanto de lo que
había pasado. En el pueblo las cosas seguían siendo iguales en cuanto a las
costumbre de vender a las hijas. Nunca su madre estuvo más feliz de haberla
motivado a irse. Ahora su hija era una mujer independiente, con una carrera y
había logrado escapar del destino de todas las mujeres de ahí. Todos los días
en que no supo nada de ella, las largas
horas llenas de angustia cavilando sobre todo lo que había podido pasarle a su
hija llegaron a su fin.
Valentina
fue a buscar a su amiga Adriana, quien ahora tenía también una hija que ya
estaba comprometida. Fue entonces cuando decidió ayudar a las mujeres de su
pueblo que estuvieran dispuestas a salir de ese círculo que por generaciones
las había atrapado usurpándoles su derecho a decidir sobre su propia vida.
Ahora Valentina y otras personas luchan por los derechos de la mujer en esa
comunidad y otras cercanas. Les dan apoyo legal y capacitación para trabajar e
iniciar una vida diferente. Ella está feliz de poder ayudar a mujeres que por
su condición social y cultural no tendrían posibilidad de otra forma de vida.