jueves, 30 de mayo de 2013

LA TORMENTA



LA TORMENTA


El cielo se ilumina con relámpagos rojos sobre el horizonte gris. El viento suave y fresco de pronto se torna violento y furioso, su paso veloz produce un rugido al rosar las hojas del pino. Se levanta el polvo y las ramas que han caído de los árboles son arrastradas hasta quedar atoradas en algún sitio. Un remolino que se desplaza a gran velocidad de un lado a otro, como buscando algo, como un león desesperado.

Nubes oscuras y densas se acercan rápida y amenazadoramente  y sus contornos se iluminan con los relámpagos. A lo lejos veo las ramas de los árboles balancearse peligrosamente. Puertas y ventanas se azotan inesperadamente. La gente sale de sus casas, mira el cielo e implora compasión al creador. Las mujeres corren a tomar ceniza de sus fogones y con ella forman cruces en sus patios, encienden cirios benditos para alejar todo mal de su hogar. Los hombres lanzan cohetes o toman sus armas y lanzan disparos al aire, esperando espantar o deshacer las nubes con balas. 

Una vez que guardan las cosas que quieren proteger de la lluvia, entran en su casa y preparan sus velas por sí falla la luz eléctrica. La lluvia comienza con gotas enormes y heladas, pero en un breve instante arrecia borrando todo el horizonte. Al mismo tiempo se escucha el golpeteo del granizo al rebotar en el piso y las ventanas. Los techos de lámina intensifican el ruido de la lluvia y se escucha el viento arrastrando cosas y los árboles amenazando con derrumbarse. Las hojas de los árboles se desprenden violentamente por la furia con que el granizo les cae. Rápidamente se rompen  y al caer son arrastradas por ese río de agua que se formó en la calle.

El cielo está enojado, sus rayos se escuchan como rocas chocando en el cielo. El estruendo hace cimbrar el piso. Fugazmente los relámpagos producen un estallido de luz constante que lástima los ojos y desgarra el corazón de miedo. Se escucha como si el techo del mundo se cayera a pedazos. Vuelvo a ser una niña asustada que busca refugio mientras aguarda la calma.

Afuera se oye correr el agua en la barranca que se desborda inundando las calles, piedras, lodo, ramas, basura son arrastrados inevitablemente. Después de una hora de lluvia intensa, las nubes desaparecen. Poco a poco el cielo se limpia, una suave llovizna va dando paso a la claridad del cielo azul. Los pájaros revolotean contentos entre los árboles, cantan alegremente al tiempo que sacuden sus alas. Se posan sobre los cables de luz celebrando una  vez más la vida. Los niños escapan del cuidado de sus madres y salen alegres a ver el agua que corre en la barranca, a saltar en los charcos, a jugar con el lodo, a extender las manos abiertas hacia el cielo sintiendo caer las últimas gotas de lluvia.

Tras la tormenta, viene la sinfonía del canto de los sapos y los pájaros, del gotear de agua de los techos y árboles, de la risa alegre de los niños y del correr del agua en la barranca. La primera gran tormenta de la temporada, el preludio del renacer de la selva, el nuevo ciclo  de siembra de las milpas, el reverdecer de los cerros, el aroma a tierra mojada. Los techos y las calles limpias y brillantes, intensifican su color, se rejuvenecen y contrastan hermosamente con los vívidos colores de la naturaleza, con el follaje denso de las plantas.
En las calles, los insectos se arremolinan alrededor de la luz de los postes, su vuelo errático los lleva a chocar contra las paredes de las casas, muchos mueren, pero algunos de ellos dejarán la semilla para las siguientes generaciones.


Sólo una tormenta transforma el paisaje, el clima, el color, el olor y la vida del hombre.

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