LA
CASA DEL ARBOL
En
algún lugar de una selva muy grande, tan grande que el hombre moderno no ha
podido explorarla completamente. Donde la vegetación crece tan rápido que los
caminos que el hombre ha creado desaparecen continuamente. Alejada de cualquier
contacto con la civilización, vive una tribu, de una manera en que tal vez,
también vivieron muchos de nuestros ancestros. Su forma de vida nos recuerda al
hombre primitivo de hace miles de años. En medio de los peligros naturales de
su medio han aprendido a sobrevivir construyendo sus casas en las copas más
altas de los árboles. Todos los hombres, mujeres y niños se reúnen para
trabajar conjuntamente, cuando hay necesidad de construir una nueva.
Con gran habilidad y conocimiento de lo que necesita,
el jefe de la tribu (el mayor de todos, cuya edad apenas rebasa los cuarenta
años) elige un árbol gigante de aproximadamente cuarenta metros. Se despeja un
radio de cincuenta metros en la periferia. Los troncos de los árboles
derribados son utilizados para distintas cosas. Unos para construir una larga
escalera, que se empleará para subir y bajar de la casa. Otros para apuntalar
la construcción. Comienzan por quitarle al árbol elegido, las ramas que le
estorban para asentar lo que será la base de la casa. Se cortan cuatro troncos
muy gruesos, y se unen por los extremos formando un rectángulo en donde se
asentarán los pilares que sostendrán las paredes y el techo. Una vez que se han
asegurado de que están sujetados firmemente, traen troncos más delgados pero también muy resistentes, que
serán usados de soporte para todo el piso de la casa, los van uniendo uno a
uno, atados paralelamente. Del mismo modo, las cuatro orillas de la construcción
son rodeadas haciendo una empalizada más delgada, de tal modo que los
habitantes queden protegidos para no
caer al vacío por ninguno de los lados. Después mujeres y niños traen corteza
de los árboles, la cual es utilizada para recubrir las paredes y como tapetes para
tenderse sobre los troncos que conforman el piso.
Casi
para finalizar la construcción, las mujeres y los niños colaboran trayendo
hojas de palma para cubrir el techo. Los
hombres adultos son los encargados de subir los troncos y atarlos con lazos de
palma que previamente han elaborado. También son ellos quienes derriban los
árboles necesarios con unas hachas muy rudimentarias, hechas de filosas piedras
atadas a un palo. De la misma forma, sus cuchillos son de piedra.
Una
semana les lleva la construcción de la enorme casa. Un trabajo muy organizado y
bajo la supervisión constante del jefe de la tribu que, se ha ganado su lugar,
por ser el hombre con mayor edad y experiencia en el arte de sobrevivir en la
selva. Desde pequeños los niños aprenden las habilidades más esenciales al lado
de los hombres mayores, los sabios de la tribu, trasmisores de conocimientos.
Por ejemplo, aprenden cómo afilar una piedra, cómo hacer un hacha o un
cuchillo, cómo derribar un árbol, cómo encender el fuego y cuidarlo de tal modo
que no incendie la casa de madera. Su vida entre los árboles les ha permitido
desarrollar un equilibrio extraordinario para trepar y caminar sobre ellos.
Habilidad que es fomentada recién aprenden a caminar.
Finalmente
terminan su casa, pero antes de habitarla realizan un rito de purificación. Los
malos espíritus son ahuyentados con el
fuego que se enciende en el centro de su nueva morada. Todos están arriba,
felices de haber terminado su trabajo. Los niños, aún los que apenas comienzan
a caminar, exploran su nuevo hogar, se
acercan peligrosamente a la orilla. Las
madres no se asustan, porque sus hijos han nacido en la selva y prácticamente
sus primeros pasos los dan sobre los árboles. Su equilibrio es perfecto. Ellos
saben del peligro, pero no le temen a la altura, tienen que habituarse a ella,
el saber moverse en ella es requisito indispensable para su sobrevivencia. Sólo
los que todavía no caminan son cargados por las madres, los demás van y vienen
por sí solos. No hay lugar para el miedo a las alturas, es parte de su
naturaleza.
En
esa enorme casa en el árbol vive toda la tribu, fuera del alcance de animales
salvajes depredadores, del acoso de los insectos, de la humedad, de la densa
vegetación y de las inundaciones. Las mujeres bajan a recolectar raíces y
frutos. Y los hombres van de cacería. A veces, por las noches colocan trampas
entre los árboles para atrapar murciélagos frutícolas. Son grandes, con uno de
ellos, se pueden alimentar a diez personas. Pero los cazadores deben de ser
pacientes, observar primero las rutas por las que transitan, después derribar
algunos árboles para poder colocar las trampas, y finalmente sólo esperar. Una
vez que la presa cae, de inmediato la matan de un golpe certero en la cabeza. Y
cuando el amanecer llega, encienden un fuego y asan a sus presas para
compartirlas con toda la tribu.
No es fácil sobrevivir en medio de la selva
con armas primitivas, el hombre debe ser ingenioso para procurarse sus
alimentos. Y corre riesgos constantes para alimentar a su familia. Cuando
descubre un panal lleno de miel en lo alto de algún árbol, trepa por las largas
ramas para alcanzarlo. No tiene nada para cubrirse, su única protección son
unas ramas encendidas entre las que ha puesto hojas verdes para producir humo y
ahuyentar a las abejas. Pero no es suficiente y las abejas son feroces y
defienden con su vida el panal. El hombre recibe muchos pinchazos y aún así no cesa en su empeño. Se apodera del
panal y desciende del árbol para dar primero la miel a su esposa e hijos, el
resto lo comparte con la tribu. Es un
precio alto, pero la miel es una rica fuente de proteína. Él lo sabe y no
desperdicia la oportunidad de conseguirla.
Todos
los días, el hombre primitivo de la selva libra una batalla de sobrevivencia y
desde tiempos inmemoriales la ha ganado, tanto él como sus ancestros. Un hombre
fuerte, ágil para desplazarse en las ramas de los árboles, heredero de la
fortaleza física y los conocimientos que le permiten sobrevivir de manera
natural en un medio, en que el hombre moderno no podría hacerlo. Un hombre que
toma sólo lo que necesita cada día, que es parte de la selva. Que es capaz de
coexistir con su entorno sin causarle grandes e irreparables daños.
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