EN LA CIMA
Camino a paso regular, tratando de mantener un ritmo, no puedo ir más rápido, es esfuerzo es continuo. Me dirijo a la cima de un cerro alto para tomar fotos del atardecer, antes podía llegar hasta arriba en cuarenta minutos, ese era mi record, hoy tengo que ir más lento. De hecho no estoy segura de poder llegar hasta arriba, el dolor en la columna en los últimos días fue muy intenso e incapacitante.
Inflamación y contracturas me
obligaron a descansar y tomar terapia de rehabilitación. Ahora el dolor que se
irradiaba por las piernas y hasta las rodillas casi ha desaparecido, pero no
estoy segura de poder ascender por una pendiente tan pronunciada. De cualquier
modo lo intentaré, la vista, vale el esfuerzo, no estoy obligada a llegar hasta
la cima, si en algún momento siento que es demasiado para mí, no continuaré. A
donde pueda llegar, tendré una vista del atardecer mejor que la que tengo desde
la parte baja del pueblo.
Me estoy ajustando a los nuevos límites que me pone
mi cuerpo, debo hacer el suficiente ejercicio para mantener mi salud, mi
flexibilidad, mi resistencia, fortalecer mis músculos, mis pulmones. El
ejercicio es vital en el mantenimiento de la salud y de la calidad de vida, más
aún en mis condiciones. Cuando inicié la
serie de ejercicios que me enseñó el terapeuta, tuve mucho dolor en el cuerpo,
me pregunté si realmente eso me serviría, hoy, después de un par de meses, mi
mejoría es notoria. He visto pacientes con un gran deterioro y pérdida de la
movilidad, no me gustaría llegar a ese punto, así que, disciplinadamente haré mi
rutina si con ello ayudo a retrasar un mayor deterioro en mi columna. Han
cambiado algunas cosas con estos ejercicios, mi marcha es distinta y ha
mejorado, la gente lo ha notado.
Me alegro de poder encontrar alternativas para las
situaciones que se me presentan, esos momentos de dolor intenso en la columna,
lograron hacerme dudar por un breve tiempo de que esto podía mejorar. Lo cierto
es que mi cuerpo ha experimentado tantos cambios y las terapias que encontré me
han permitido mejorar lo que parecía inmejorable, soy consciente de ese poder
que tengo como hija de dios de participar en mi sanación…así que aplico todo lo
que he aprendido a lo largo de estos años.
La mayoría de las personas no están listas para
comprender esto, yo lo entiendo, porque tampoco lo entendería sin todo lo que
he vivido en los últimos doce años. A veces, también el dolor, casi me hace olvidarlo, y entonces me digo; es mi
cuerpo, sólo es mi cuerpo, nada más, sólo es dolor en mi cuerpo. El mismo me lo
dijo, sí, él mismo: no le hagas caso, y eso trato de hacer, no hacerle caso al
dolor. He aprendido a relajarme con la respiración y meditación, no obstante, a
veces, también tengo que tomar alguna pastilla, y está bien, es parte de sobrellevar
las dificultades de la vida.
Asciendo sin mucha dificultad, tomando descansos continuos para poder oxigenarme bien, pero sí, a pesar de mis reservas, aún puedo llegar hasta la cima, una vez más en la cima. Cada que regreso me digo que tal vez, sea la última vez que lo hago. No importa, lo he hecho tantas veces y siempre es maravilloso estar hasta arriba y tener esa vista de los cerros, las nubes tiñéndose de colores conforme se mete el sol. ¿Quién pinta y despinta ese paisaje en instantes? Sólo dios. Yo apenas puedo captar algunos fragmentos en fotos, y hay destellos de luz que no pueden ser captados por las cámaras. Por eso es que estar en la cima y ver este espectáculo siempre será especial.
Respiro ese aire fresco que mueve mis cabellos y
hace danzar las flores rosas del pasto, las flores amarillos que inundan los
campos en la época de muertos y su aroma tan peculiar, esos colores vistosos de
las flores que inundan estos cerros después de la temporada de lluvias, porque
esta es la primavera en este lugar. La naturaleza tiene su propio orden y no es
el que me enseñaron en la escuela. La escuela dice primavera, verano, otoño e
invierno, pero aquí yo he visto a la primavera florecer entre el verano y el
otoño por siempre. Los ciclos de la vida, de la naturaleza y las costumbres
heredadas de mis ancestros profundamente ligadas. Porque esas flores amarillas
y blancas las usamos para las ofrendas del día de muertos
Los zopilotes revolotean muy cerca, pues más bien, este es su territorio, desde aquí ellos planean continuamente aprovechando las altas corrientes de aire, adheridos a las paredes de las rocas se encentran sus nidos y también los de los cuervos. Algunas otras aves también se posan sobre las ramas de los árboles, los hay con hermosos cantos y al poco tiempo se comienza a escuchar el canto de la lechuza y el búho. Estos dos generalmente no se dejan ver, y en cuanto perciben la cercanía de un humano se alejan.
A mis espaldas un cerro aún más alto refleja los
rayos del sol. A medida que el sol desciende, las sombras se alargan y la luz
va desapareciendo, por instantes se ven rayos de sol alrededor de alguna nube,
rayos de colores, entre nubes rosadas, violetas y naranjas. Colores extendidos
en el cielo como finos velos que rápidamente cambian de color haciéndose más
intensos lo mismo que el sol al irse perdiendo en el horizonte.
La oscuridad se hace presente, generalmente no me
quedo arriba hasta este momento. El descenso es un tanto riesgoso, debido a la
pronunciada pendiente, y a las pequeñas rocas que se desprenden con cada paso y
sin luz, hay que poner mayor atención. A pesar de haber recorrido ese camino
tantas veces, con la oscuridad debajo de los árboles no se pueden ver los
puntos de referencia que indican a dónde ir. Me digo que no debo de pensar, sólo
debo dejar que el instinto y la intuición me guíen, hay en ellos una sabiduría
que no hay en la mente. Sin prisa camino, tengo la luz de mi teléfono móvil. Sé
que debo ser cuidadosa, personas experimentadas han caído en esta zona y no es
fácil rescatar a alguien en este lugar, así que me desentiendo del tiempo, no
hay prisa, sólo hay que dar un paso a la vez.
A medio descenso, hace su aparición la luna, ha
tardado un poco en llegar, creo que tampoco tiene prisa, ahora estoy bajo su
cuidado. Sin mayor problema, he descendido, mis rodillas han soportado bien,
apenas una pequeña molestia que aliviaré con algo de calor y alguna pomada.
Todo ha ido bien, nuevamente siento la confianza de que todo está bien,
incluido mi cuerpo, a pesar de algunos dolores. Como siempre, haré o que tenga
que hacer, lo que está en mis manos. La vida sigue y la viviré lo mejor
posible.
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