sábado, 30 de junio de 2018

CEREMONIA DE PETICIÓN DE LLUVIAS




CEREMONIA DE PETICION DE LLUVIAS




En un pequeño pueblo rodeado de hermosas montañas, donde cientos de aves cantan alegremente desde que sol renace en el horizonte, la gente del pueblo se prepara para su ofrenda anual a los señores del tiempo que habitan en cuevas, cañadas y manantiales, ubicados en los alrededores del lugar.  Es una tradición celebrada desde tiempos muy antiguos, nadie podría decir desde cuándo. Sólo se sabe que los padres lo enseñaron a sus hijos y a los hijos de sus hijos.





Durante alguna época este ritual estuvo prohibido, pues los invasores españoles que colonizaron el país, destruyeron centros ceremoniales, códices, persiguieron y mataron a los nativos por su cosmovisión que era diferente a la religión católica. Sin embargo, en este y otros  lugares del país y a pesar del riesgo que representaba para sus propias vidas, la gente siguió celebrando algunos rituales de manera secreta. Muchos de los antiguos dioses fueron escondidos dentro de las  estatuillas que representaban a los santos,  cuya veneración se impuso a través de la tortura y la muerte, de tal modo, que hoy día, en muchos lugares, se veneran a los antiguos dioses escondidos en imágenes religiosas católicas.
  
Cientos de años después cuando la represión a las creencias dejó de ser tan sangrienta, los nativos pudieron volver a realizar, de manera discreta, sus rituales sin el temor a ser perseguidos. No obstante, la jerarquía católica seguía menospreciando y encasillando estas ceremonias como idolatrías paganas, aleccionando a sus agremiados para que las desconocieran  y los consideraran como rituales de brujos y por lo tanto, contrarios a la ideología cristiana. Trataron de que la gente olvidará su filosofía, sus creencias, pero no lo lograron del todo.




Un pequeño grupo de personas preservaron el conocimiento y lograron mantener el contacto con los seres espirituales que a lo largo de los siglos los han guiado para no perder el contacto con la madre tierra. Llegó el día, durante los últimos años del milenio pasado, que las ceremonias pudieron volver a realizarse abiertamente y poco a poco las comunidades comenzaron a participar nuevamente. Pero estos eventos se realizaban como algo separado de los rituales católicos, hasta que algunos sacerdotes comprendieron que dicha tradición estaba tan arraigada en la memoria del pueblo, que no podrían erradicarla. Entonces decidieron asimilarla, por lo que comenzaron a celebrar una misa, muy temprano, antes de llevar la ofrenda al lugar indicado, para bendecirla.

   
Hoy en día, las ofrendas  se realizan con una mezcla de elementos propios de la cultura del lugar y de elementos católicos, pero el propósito y el sentido de la misma, no ha cambiado: es un agradecimiento por todos los regalos que la naturaleza otorga al hombre y a la vez una petición para que los señores del tiempo, bendigan a toda la población con un buen temporal, sin fuertes vientos y granizadas que dañen las siembras.


Es por eso, que semanas antes del tercer viernes el mes de mayo, la comunidad se prepara para el gran evento. Voluntariamente, algunas personas colaboran en la recolección de dinero a lo largo del pueblo para comprar todo lo necesario para las ofrendas y para el festejo de la misma, que consiste en comer todos  juntos, después de que las personas encargadas de llevar las ofrendas, están de vuelta con el encargo cumplido. Quienes no tienen dinero colaboran en especie, es decir con maíz, hojas para tamales, leña o con su propio trabajo. Algunas personas prestan sus trastes, mesas, lonas, etc., para realizar dicho evento.



Un día antes de llevar las ofrendas, algunas personas van al mercado de la ciudad más cercana a comprar todo lo necesario. Por la tarde, la gente comienza a llegar a la iglesia para preparar los alimentos que llevará la ofrenda. Las mujeres con sus propias manos, tortean la masa y cuecen sobre el comal figuras de animalitos y tlaxcales. Otro grupo prepara el mole rojo y verde, otro más, los tamalitos, otras personas prenden los fogones donde se han de cocer los alimentos, y preparan café para todos. No hace falta invitar a nadie a participar, todos saben que tienen un compromiso en ese día y ese lugar y llegan con la intención de ofrecer su mejor participación.

Las señoras de mayor edad y las que ya han participado las veces anteriores son las personas a quién se consulta para saber la forma en que debe prepararse todo, son ellas la memoria colectiva del pueblo. Cuánto y qué ha de comprarse, cómo y en qué momento se debe preparar cada cosa, cómo han de envolverse y adornarse todas las frutas y comida para la ofrenda. Pero no es sólo una persona quien dirige todo el evento, sino varias, pues tradicionalmente, año con año, cada persona ha ido realizando una función. Así, todos trabajan colectivamente.

A las siete de la noche del día jueves se presentan las señoras para elaborar los alimentos y mientras ellas preparan las figuras de animalitos de masa cocida, otro grupo de señoras tienden un petate en el que colocan todas las frutas y juguetes que han de envolverse. Cortan tiras de estambre y papel de china de diferentes colores, ordenadamente van envolviendo cada una de las frutas. Cada una debe ser envuelta con tres tiras de diferentes colores y amarrada en la parte superior con un nudo de moño, también con tres colores de estambres.  Así se hace con todas las frutas: mangos, guayabas, ciruelas, naranjas, plátanos, manzanas, limas, en total trece de cada una, pues trece son los sitios en que se colocan las ofrendas. Mientras algunas envuelven las frutas, otras hacen lo mismo con los juguetes, los cuales sólo se anudan con estambres de colores,  dos muñecos: niña y niño y  soldaditos.


También se colocan  chifladores y figuras de animalitos hechas en barro que desde un mes antes son elaboradas por las mismas personas de la comunidad, tales como, alacrán, víbora, araña, ciempiés, rana, sapo, lagartija, ardilla, tortuga y pequeños sahumerios. Cada chiflador hecho en forma de animalito será usado para llamar a los espíritus cuando ya se haya colocado la ofrenda. No pueden faltar velas, flores, y alguna bebida de alcohol como pulque, ron o mezcal. Las frutas que van en rebanadas como la sandía, piña y melón se agregan muy temprano el día de llevar la ofrenda, lo mismo el mole que va en jarritos y los tamales. Mientras se realiza el trabajo de envoltura, otras señoras han preparado café y lo ofrecen a todos los presentes con una pieza de pan, en algunas ocasiones también ofrecen ponche.



Cada pieza de la ofrenda es adornada con los estambres de colores. Desde una noche previa, al terminar de envolver todo, se colocan dentro de los chiquihuites(nombre nahuátl de un cesto tejido a mano, hecho de fibras naturales, cuyo uso sigue siendo muy común) con el nombre del lugar a dónde serán llevados. Al mismo tiempo, las señoras que cocinarán el mole verde para que coman todos al regresar de llevar la ofrenda, ya están pelando los tomates, lavando el cilantro, epazote, cortando la carne, cociendo el nixtamal para los tamales, preparando las ollas para el café de la siguiente mañana.

A las cuatro de la mañana del día viernes, llegan las señoras a preparar el café. Pan y café es lo único que deberán tomar quienes llevarán la ofrenda. Antes de las siete, las ofrendas se llevan ante el altar de la iglesia para que sean bendecidas durante la misa. La gente del pueblo y de otros lugares comienza a llegar antes de las siete. El ritual se ha hecho tan conocido, debido a los medios de comunicación de hoy día, que incluso llega gente de otros estados como Guerrero, México, D.F., Puebla etc.  Todos llegan preparados con agua para beber durante el largo recorrido por el cerro, con zapatos y ropa adecuada para cubrirse del sol. Algunos estudiantes de universidades o reporteros vienen también para ser partícipes y testigos de una celebración que ha sobrevivido a las adversidades históricas y culturales, toman fotos, videos, hacen entrevistas, documentales, tratando de entender el sentido del ritual.

Hoy que el planeta ha sido deteriorado por la sobre explotación para el beneficio de muy pocos, se hace necesario recordar el sentido de este tipo de rituales que son un vínculo de la relación, hombre-naturaleza, se hace necesario fomentar el respeto a nuestra madre tierra, a todos los espíritus que moran en la naturaleza, recordar y fomentar el respeto a la tierra que nos alimenta, a los elementos de los que procedemos, de los que se nutre nuestro cuerpo, el viento, la lluvia, todos en conjunto que hacen posible nuestra existencia.


Después de la misa, la gente se divide en tres grupos para poder llevar todas las ofrendas, pues son sitios bastante alejados, y que en su conjunto forma un círculo alrededor del pueblo. Los que realizan el recorrido más largo tienen que caminar durante dos horas hacia la montaña más alejada. Tendrán que cargar todos los chiquihuites hasta allá, que es el primer sitio y el más importante para ofrendar, pues es el lugar desde donde se dice que se forman las nubes que riegan este valle. Después de ese lugar descenderán la montaña colocando las ofrendas, hasta llegar a la más cercana al pueblo.

La caminata es larga y se hace a paso rápido sin descansos, por lo que quien quiere ir allá, debe tener una buena condición física y excelente salud. Al llegar al lugar, descienden a la cueva quienes harán el ofrecimiento y la petición. Con cuidado se recogen los restos de la ofrenda del año anterior y se depositan a un lado. Se coloca la nueva ofrenda, ya listo el altar, se lanzan cohetes y se toca el silbato tres veces para llamar a los espíritus que allí moran, se enciende un cigarrillo y se sahuma el lugar, los asistentes guardan silencio mientras dura el ritual. Al finalizar se lanzan tres cohetes para despedirse. Y así se procede en todos los sitios indicados.


De regreso al pueblo todos se concentran en la iglesia, a esperar a los que fueron por las otras dos rutas, mientras tanto, las señoras les ofrecen de beber agua de jamaica o de tamarindo. Cuando llega el último grupo todos se acercan al lugar donde está lista la comida, ordenadamente se forman para ser sahumados, y de este modo evitar quedarse con un espíritu de las cuevas o manantiales. Posterior a esto, también formados en fila, pasan a recibir su plato de comida y tamales, algunos se ubican en las pocas mesas que hay, otros  se sientan sobre el pasto o el piso. Todo el tiempo hay personas que pasan ofreciendo más agua, tamales o comida. Las enormes cazuelas de barro llenas de mole pronto se vacían ante el apetito feroz de quienes han realizado tan larga caminata.



En un esfuerzo de no contaminar con el uso de platos y vasos desechables, un grupo de señoras, realizan el trabajo de lavar los platos y vasos que fueron donados o prestados para tal evento. Algunos visitantes traen su plato, vaso y cuchara, pues a través de la página de Facebook del pueblo se les solicitó que colaboraran de esa manera, para no usar más desechables. Después de saciar el hambre la gente comienza a retirarse.




Al final sólo quedan los que ayudaron en la preparación de los alimentos, a servirlos y quienes lavan los trastes, el resto de la comida se reparte entre las personas que realizaron este duro trabajo. Todos cansados, pero muy contentos, seguros de que los señores del tiempo que moran en las cuevas, barrancas y manantiales han escuchado la petición y la lluvia abundante caerá sin fuertes vientos ni granizo.

 Porque esto, la comunicación con la tierra y los espíritus, es algo que aprendieron de sus padres y de los padres de sus padres, desde el inicio de los tiempos. Y es algo que esta comunidad quiere conservar, que quiere heredar a sus hijos y a los hijos de sus hijos, para recordar su lugar y el respeto a la madre tierra.

  

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