TENGO QUE HUIR
Escribo esto como un
testimonio de lo que ocurrió, no sé si alguna vez alguien lo leerá, no sé si
tendré el tiempo suficiente para terminarlo, pero quiero hacerlo, quiero
intentarlo, quiero que esto pueda ser leído por alguien, leído a tiempo.
No es la primera vez,
que ocurre, pero no lo sabíamos. Cómo podíamos haberlo sabido, siempre habíamos
vivido en lo más profundo, en lo más alejado de la selva. Nuestra vida había
sido tranquila, armónica, creímos que siempre sería así, creímos que teníamos
el control de todo. Pero un día todo cambió. Nuestros ancestros tenían una
leyenda que nos transmitieron de padres a hijos,
por muchos años. Dijeron que teníamos que estar siempre en lo más
profundo de la selva, que eso era importante para nuestra tribu, que debíamos
tener cuidado con lo extraño, con lo que viniera de fuera. Pero estábamos tan
alejados que por muchos años, no hubo nada nuevo. Teníamos contacto con otra
tribu, y aunque eramos diferentes y habíamos tenido algunas guerras, después
hicimos la paz, concertando matrimonios, creando lazos familiares. Todo parecía
ir bien.
Pero no quiero
detenerme en esto, pues no acabaría de explicarlo, es demasiado complejo para
escribirlo, y no tengo mucho tiempo. Ahora estoy en un lugar secreto, logre
guarecerme, logré ocultarme, esconderme lo mejor posible . Sí, tal vez pueda
ocultarme y sobrevivir por un tiempo, estoy preparado para ello. Puedo cazar
para alimentarme, conozco plantas comestibles pero no tengo agua, el agua es
muy poca. He intentado usar la menor cantidad posible, pero aún así es demasiado
poca. Encontré un goteadero, eso es muy raro, de ahí obtengo el vital líquido,
pero si alguien más lo encuentra, tal vez, no pueda beber de ahí mas. Ya sucedió
anteriormente, él me lo había dicho, a su vez, él lo había escuchado. Sucedió en otras tribus, eso le dijeron, en
lugares lejanos. ¿Cómo lo supo? No lo sé, pero de algún modo él sabía que esto
podía pasarnos.
Pero nosotros no
teníamos la mínima idea que esto podía ocurrir, estábamos tan alejados de lo
que llaman civilización, sabíamos de esas grandes ciudades, alguna vez, alguien
de mi tribu viajó y vivió en la gran ciudad, sólo por un breve tiempo, esa
clase de vida, no era vida para él. Los hombres civilizados querían educarlo,
querían enseñarle cosas, muchas cosas de su forma de vida. Pero esa vida era tan
distinta a la nuestra. Él intentó aprender, de verdad lo intentó, con todo su
corazón quiso entender esa forma de vida, adaptarse a ella, pues decían que eso
era el progreso, que eso era la mejor forma de vida. Así se lo hicieron creer a
todos, el gobierno y los hombres poderosos, los que controlaban el mundo
querían que todos creyeran eso.
Pero él no pudo, no
pudo soportarlo por mucho tiempo. Mientras viajaba hacia la ciudad, en una gran
máquina de metal, vio cosas que no imaginó jamás. Todos parecían enloquecidos.
En una enorme montaña, muchos muchos árboles, tantos como arenas tiene el mar,
eran derribados, derribados sin piedad. Sin pedir permiso a la madre tierra,
sin pedir perdón al árbol por tomar su vida y peor aún sin saber para qué se
tenía que derribar. Oh sí, en la gran ciudad los hombres parecían estar locos,
derribaban árboles que no necesitaban derribar. En la tribu sólo se derriba un
árbol para hacer una casa, se toman los árboles secos para el fuego, para hacer
herramientas, vasijas, muebles, pero no mucho, sólo los necesarios. Es
suficiente una taza y un plato para cada persona.
Pero en la gran ciudad
nada parecía suficiente, todo tenía que ser en exceso, no sólo las casas, los
utensilios, la ropa. Qué absurdo, tenían más ropa de la que podían usar. Muebles
llenos de ropa de distintos colores, algunas la usaban ocasionalmente, sólo en
sus fiestas, algunas sólo una vez, y algunas nunca . Y que diferencia con las
fiestas de ellos y las nuestras.Hacían fiestas sólo para exhibir sus ropas, sus
riquezas, sus joyas. No eran fiestas dónde lo principal fuera compartir, o para
agradecer al dios por la lluvia, por las abundantes cosechas, para agradecer a
la madre tierra por los alimentos, para venerar al abuelo fuego, para alimentar
al gran sol, no, lo más importante para ellos era alardear de todo cuanto
poseyeran. Se rodeaban de gente a quién no
amaban, pero que poseían riquezas, oh sí.Se decían dueños de la tierra,
de las montañas y de todo lo que en ella hubiera, incluidas las personas.
Pero,¿ cómo puede ser un solo hombre dueño de
la tierra?, la tierra que fue creada por el gran dios, creada con la ayuda del
gran espíritu, creada para todos su hijos, para todos los hombres y mujeres que
habitan este mundo. En la tribu, desde niños nos enseñaron que no éramos dueños
de nada, que no necesitábamos poseer nada, pues nuestra estancia en esta vida
es pasajera. En cambio, ellos habían matado a otros hombres para obligarlos a
renunciar a sus derechos naturales sobre la tierra que habían habitado por
generaciones.Ahora los hombres blancos eran los dueños y se sentían superiores
por ser los dueños, por arrebatar a otros hombres la tierra donde nacieron que heredaron de sus ancestros.
Y aquél hombre de mi tribu que fue a la gran
ciudad, pudo darse cuenta que esos dueños nuevos, los que arrebataron las
tierras a los nativos, lo hicieron no sólo en esas ciudades, sino también en
lugares muy lejanos. No, no fue suficiente lo que ya tenían, enviaron a
emisarios a otros países, hombres miserables, codiciosos, ávidos de riquezas,
que con la promesa de tener también grandes extensiones de tierra, fueron a
esas naciones y masacraron a los nativos de esos naciones. Tenían un solo propósito: arrebatar sus tierras y
todas sus riquezas.
El mayor exterminio de
toda la humanidad ocurrió, más de veinte millones de nativos masacrados. No
hubo piedad, ni misericordia. Los nativos fueron perseguidos con feroces
perros, perseguidos y destrozados hasta morir. Los codiciosos invasores le
llamaron conquista, pero no hubo tal, fue una invasión, fue la peor masacre que
el “hombre civilizado” haya hecho.
Los nativos
sobrevivientes de algunas tribus que lograron escapar, los que pudieron huir y
refugiarse en enormes y lejanas
montañas, aún lo recuerdan. Recuerdan la ferocidad con que fue atacada su
nación. Recuerdan a aquéllos bárbaros salvajes que llegaron con poderosas armas,
jamás vistas. Se apoderaron de todo con violencia, con mentiras, no tenían honor,
no conocían el respeto. Saquearon las naciones, grandes cargamentos de joyas y
vasijas de oro fueron robadas de los templos, llevadas al otro lado del mar de
donde provenían, con la riqueza extraída de esas grandes naciones, construyeron
lujosas ciudades en las lejanas tierras
de donde vinieron, mientras en las tierras invadidas dejaban exterminio,
muerte, enfermedad.
Al hombre civilizado no le basta una porción
de tierra para vivir, siempre quiere tener más, más de lo que puede habitar,
mucho más de lo que necesita. Y yo también tuve que escapar, no quería hacerlo,
estaba desesperado, yo también, buscaba a mi familia, pero no la hallé. Tarde
meses buscando, pero no sé dónde están. No sé si ellos me buscan, no sé si aún
viven. Yo quería combatir, defender a mi pueblo, defender mi tierra, pero él me
dijo que no, que alguien tenía que salvar lo más valioso que teníamos, que yo
debía hacerlo. Llevar nuestros tesoros, los que nos heredaron nuestros
ancestros, lo que más importaba en todo esto. Él me dijo que me fuera, que el
exterminio era inevitable, él hombre más sabio de la tribu lo había visto,los
grandes dioses se lo habían mostrado, nuestra civilización perdería mucho de su
conocimiento, pues estos hombres blancos desconocían su conexión con la madre
tierra, desconocían el poder de la naturaleza, desconocían la importancia de
los seres que habitan este mundo, desconocían que hay vida aún en cosas que no
lo parecen.
Esos hombres parecían
no tener raíces, no haber heredado ningún conocimiento de sus ancestros,
actuaban salvajemente, destruyendo todo, sólo con un propósito acumular
riquezas.
El sabio de la tribu
los llamó los hombres separados, pues no comprenden que son una unidad con el
todo, no comprenden que el daño que hacen a la naturaleza es un daño a todo el
universo y a todos los hombres. Se miran a sí mismos distintos, se miran
superiores. No comprenden quienes son. No se dan cuenta de su ignorancia. Este
mundo sufrirá por su ignorancia y su codicia, tal vez, este mundo llegue a
morir por el saqueo que ellos hacen. Ya ha ocurrido, esta registrado en los
textos sagrados, el fin de mundos pasados.
Aquél hombre de mi
tribu se dio cuenta cómo funcionaba el mundo civilizado, y no quiso estar ahí,
un lugar donde se da más valor a las cosas que a las personas, un lugar dónde
es aceptable pisotear a los propios hermanos, donde es aceptable arrebatar hasta lo
más mínimo necesario para su sobrevivencia. Me lo dijo alguna vez, cuando había
regresado de esa gran ciudad civilizada. Dijo que ya había pasado una vez, hace
mucho tiempo, mucho más tiempo del que le hombre puede recordar. Los más
fuertes y feroces habían exterminado a
tribus y naciones completas, sólo por el territorio y las riquezas. El no
quería volver a esa civilización, dijo que era terrible, porque habían
desarrollado muchas máquinas, máquinas que en la tribu eran desconocidas. Y
cada día desarrollaban más tecnología, artefactos que parecían tener vida
propia, que recorrían grandes distancias. Parecía cosa de
magia o de brujería. Eran capaces de
crear tantas cosas para la destrucción de sus propios hermanos, de la
naturaleza, de todas las formas de vida.
Ellos parecían ignorar
esta verdad espiritual que en la tribu nos es transmitida por nuestros ancestros
desde tiempos inmemoriales: somos hermanos, todos somos parte de un todo, todos
somos hijos de Dios. Y tienen libros donde esta escrita ésta verdad, pero ellos la ignoran, todo el tiempo
la ignoran, no la toman en cuenta. Parece como si la palabra escrita, que fue
hablada por su propio dios, fuera letra muerta, hubiera perdido su esencia, dejo
de ser transmitida desde el corazón. Aunque
los hombres blancos acuden a sus templos a alabar a su dios, no aplican sus
enseñanzas. Escrito en un gran libro, se dice que se debe amar al prójimo como
a sí mismo, pero es una enseñanza que se
guarda, como algo ajeno, sólo como una bonita lección.
Todos están convencidos
que lo más importante en la vida de cada ser humano es poseer la mayor cantidad de cosas y todos sus esfuerzos están
encaminados a ello. En las grandes ciudades son pocos los hombres que se han
adueñado de las riquezas de las naciones, poseen tanta que en su propia vida y
la de sus hijos y la de los hijos de sus hijos no terminarán de gastarla. Pero
no importa cuánto posean; jamás es
suficiente. A él también quisieron convencerlo de acumular riquezas. Sabían que
él era el curandero de la tribu, creían que él conocía todos los secretos de la
tribu y de la selva. Querían saber en dónde estaban los metales y piedras
preciosas. Le prometieron que si les decía en donde hallarlos, lo harían su
socio, le ayudarían a explotar los yacimientos. Ellos tenían mucho dinero para
hacerlo, podían traer toda la maquinaria que hiciera falta, y si era necesario
perforarían la montaña o la derribarían.
Para ellos, no había nada imposible, eso dijeron, y a él lo convertirían en un
hombre muy rico y poderoso.
Pero él no quiso, ¿cómo
podría traicionar a la selva y a la montaña? La madre tierra que lo había
alimentado siempre, que había alimentado a la tribu y que había alimentado a
todos sus ancestros, a todos, aún a los que jamás había conocido.¿ Cómo podría
herir a la montaña que lo protegía?, con la que hablaba en sus largas
caminatas, el hogar de tantos animales y plantas que daban vida a todo cuanto le rodeaba. ¿Cómo
podría derribar a los árboles que refrescaban el aire?, que lo bañaban con el
rocío de sus hojas en las tardes calurosas, que lo guarecían del sol con su
sombra. ¿Qué le heredaría a sus hijos y a los hijos de sus hijos, si todo esto
se destruyera?
Él y todos en la tribu
lo sabían, dañar a ellos era dañarse a él mismo, lo sabía muy bien, lo
había sabido desde muy pequeño. Su abuelo se lo explicó tantas veces. El hombre
y la naturaleza son parte de lo mismo, están inter-relacionados, aunque a veces, la naturaleza puede ser superior y
muy violenta. La naturaleza ha existido y puede seguir existiendo sin el
hombre, pero el hombre no puede existir sin la naturaleza. La naturaleza debe
cuidarse, debe protegerse, tomar solamente lo que se necesita.
Pero el hombre blanco
de las grandes ciudades ignora por completo esta verdad, toma sin control y derrocha, derrocha de todo. Toma lo que no necesita, sólo para acumular, toma
y destruye las montañas, bosques, plantas, animales. Toma y contamina el agua,
sin importar la vida de los mismos hombres.
El hombre más sabio de
la tribu, el que habla con los dioses, me lo había dicho, que el hombre blanco destruiría mi
tribu, destruiría estas montañas, buscaría el oro, destruiría los arboles,
ensuciaría el agua, la enfermaría y los hombres morirán de enfermedades antes
desconocidas, enfermedades que no tendrían cura con nuestras plantas,
enfermedades que brotarían desde dentro del cuerpo por beber el agua sucia.
Ellos no comprenden, son ignorantes, son bárbaros con poder y armas. Ellos se
miran a sí mismos diferentes a los otros hombres, se miran superiores por sus
riquezas, se miran superiores por el color de su piel, pero son ignorantes, muy
ignorantes.
Ese día llegó,
vinieron a destruir a mi tribu.Por eso debo huir, salvar el conocimiento,
resguardarlo, y cuando sea el momento adecuado, usarlo de manera apropiada,
para beneficio de todos los hombres. Aprenderé a hablar con los dioses, ellos
me indicarán qué hacer. Hablaré con la montaña ella me resguardará, ella
ocultará lo que deba ocultarse, hablaré con las plantas ellas me alimentarán,
hablaré con los animales ellos me darán las señales precisas. Y cuando yo deba
irme, enseñaré a alguien más este conocimiento y lo que deba hacerse, porque
pasarán muchos años antes de que el hombre blanco tome conciencia de su
ignorancia.
Muchas tribus y naciones
sufrirán por su ignorancia y su codicia, muchos hombres, mujeres y niños
morirán por su afán de riquezas, muchos sufrirán por haber nacido en donde se
encuentran las riquezas que ellos quieren. Trataran de engañarlos para comprar
territorios a precios demasiado baratos y si no pueden convencerlos, si no
aceptan ceder sus tierras, los aniquilarán. Así lo han hecho impunemente, así
desaparecieron a muchas tribus, así se hicieron dueños de grandes territorios.
Así han desaparecido mi tribu.
Ahora tengo que huir,
ahora debo esconderme, cuando sea el momento propicio, y encuentre el lugar
adecuado, volveré a la vida común, me
integraré a alguna tribu. Muchos han huido, yo hubiera querido pelear, defender
mi tribu, mi familia, pero me asignaron otra misión. Otros también han huido,
algunos lo han hecho por miedo, otros porque deben hacerlo. Otras tribus
también resguardarán sus conocimientos, los hombres sabios de las tribus se
comunicaron entre sí. Sabían que el exterminio era inevitable. Han hecho lo
único que podía hacerse y los hombres encargados de ello nos encontraremos en
algún momento, pero para ello tendrá que
pasar mucho tiempo.
He puesto ha resguardo
lo que se me ha encomendado, ahora debo sobrevivir hasta poder pasar este
conocimiento a alguien. He visto como mataban a mi gente, he visto cómo le
quemaban los pies al jefe para obligarlo a entregar las riquezas, lo vi a
través del gran espejo humeante. Por eso tuve que huir, debo hacerlo. Ellos me
buscarán creyendo que llevo oro, pero lo que yo custodio es mucho más valioso,
ellos no pueden entenderlo. Si me encuentran me matarán porque no podré
entregarles lo que quieren. Debo sobrevivir para salvar el conocimiento de mi
nación, algún día, el gran mundo va a necesitarlo.