Ella es originaria de uno de los
estados más pobres de la república. Tiene seis hermanos. Es la mayor de las
mujeres, dos hermanos varones le anteceden. Su madre es una mujer dedicada principalmente
a sus hijos, que elabora pequeñas y curiosas artesanías que vende en el mercado
local, para colaborar en el sustento familiar. Cuando hay oportunidad trabaja
en alguna casa realizando trabajo doméstico.
Pero los salarios tan bajos que percibían ella y su esposo campesino,
eran insuficientes para mantener a una familia tan numerosa.
El padre de Elena emigró a los E.
U. cinco años atrás, llevando con él al mayor de sus hijos. Desde entonces se
ha ido llevando a sus hijos apenas cumplen quince años, ahora le llegó el turno
a su hija. Ella se va con un tío y el mayor de sus hermanos que había venido a
su casa de visita. Cruzan la frontera por el cerro, caminando a través del desierto.
A lo largo del recorrido, continuamente puede ver algunos restos de esqueletos
humanos, personas que nunca llegaron a su destino. La travesía no es fácil,
caminan toda la noche sin descanso, aprovechando la oscuridad para evitar ser
descubiertos por la guardia fronteriza.
Son aproximadamente veinte los
inmigrantes que componen el grupo. Y a pesar de todo lo que han caminado, cuando
el día llega, aún están en el desierto, el calor es intenso. Ese camino ha sido
recorrido por millones de personas que ingresan al país buscando una
posibilidad de mejorar sus propias vidas y la de sus familias. Testigo de ello
son los restos de huesos humanos diseminados por el campo, de aquéllos que por distintas razones no
alcanzaron su objetivo. Prueba de ello son también las botellas de agua debajo
de los arbustos, que han dejado quienes les anteceden en el recorrido en un
gesto de solidaridad y humanismo. Botellas
de agua que les sobran a los que llegan al final y que dejan de manera visible,
pues saben que con ello pueden salvar la vida de personas que se extravían en
medio de su huida de la guardia fronteriza.
A pesar del duro recorrido Elena
no se rinde. Otras personas, al no resistir más, se entregan a las autoridades
que constantemente patrullan la ruta en su intento de atrapar a las personas que cruzan la frontera de
manera ilegal. Por fin, salen del desierto, llegan a un camino en donde una camioneta los aguarda para trasladarlos a una casa en donde son alojados,
ahí tienen que esperar hasta que les avisen que pueden continuar. Una mujer les
lleva comida y agua, por su apariencia y forma de hablar puede notarse que es
mexicana. Discretamente se acerca a
Elena y le dice que no se aparte del grupo, que no deje que se la lleven a
ningún lado.
Poco después llega un hombre, que
les da instrucciones, y le dice a Elena que la va a llevar a otra habitación,
con otras mujeres para que esté más cómoda, y pueda bañarse, puesto que es la única mujer en ese grupo.
Elena se niega a irse a ningún lado,
responde que ella va a quedarse donde esté su tío y su hermano. El hombre
insiste, pero ella se niega rotundamente, finalmente la dejan quedarse. Tiempo
después Elena se entera que de esa forma se llevan a muchas mujeres para abusar
de ellas o meterlas en redes de prostitución, si es que van solas.
Por la tarde continúan su recorrido,
y en el camino muchos de los inmigrantes se van quedando con familiares y
amigos en las distintas ciudades. Algunos, aunque muy pocos, ya tienen un lugar de
trabajo. Entre los que se quedan, está
su hermano, quien trabaja en unos campos de cultivo. Es un lugar en donde sólo
hay hombres por lo que Elena no puede quedarse con él. El destino de ella es
Pensilvania, el lugar en donde trabaja su padre en una granja. Ella sigue al
lado de su tío hasta donde es posible, pues llega el momento en que él también
se queda en una ciudad. Conforme avanzan
hacia el norte, el grupo se reduce,
hasta que finalmente sólo queda ella y el hombre que la llevará con su padre. Alertada por el comentario de
la mujer que les llevó comida, no tiene confianza en el “coyote” (traficante de
personas) que la acompaña, pero no tiene ninguna otra opción.
Elena tiene miedo de que ahora
que está sola, éste hombre la lleve a otro lugar, pues sabe que está
completamente indefensa ante él. Ella está en un país extraño, con un idioma
distinto al suyo, pero no es una chica que se deje amedrentar fácilmente. Todo el tiempo se mantiene alerta, cuando se
detienen a cargar gasolina, y a comprar algo para comer , ella compra café y lo
bebe constantemente para no dormirse. Mira muy atenta los lugares por donde
avanzan y pone mucho cuidado en los letreros que indican hacia donde van las
carreteras. En una de las tiendas compra
un mapa del estado, en donde estan detalladas las autopistas, lo revisa con
mucho detenimiento para saber por dónde tiene que ser su recorrido. En un
momento dado, se da cuenta que el hombre
la lleva por un camino que no es el indicado. Exige al “coyote” que se regresen
y que tomen la ruta correcta, él dice que es un atajo, pero ella no le cree e insiste
en que se regresen, amenazando con bajarse de la camioneta aunque esté en
movimiento. Ante su determinación e insistencia el hombre regresa y retoma el camino.
Ella esta muy agotada, pues desde
que cruzaron la frontera no se ha dormido, tiene más de treinta y seis horas despierta.
Pero no está dispuesta a dejarse vencer por el sueño, aún cuando el hombre se detiene para dormir un
rato dentro de la camioneta, ella sigue despierta tomando café. Siguen
avanzando y entonces se da cuenta que está toda mojada, y ha manchado el
asiento de la camioneta, de manera
inesperada le ha venido su periodo menstrual. Ella no sabe que hacer, el hombre
le dice que no se preocupe, que mandará lavar la camioneta y en la primera
tienda, le compra ropa y compresas sanitarias. En uno de los baños públicos se
detienen para que ella pueda tomar un
baño y cambiarse.
Después de muchas horas de camino
llegan al lugar donde se encuentra su padre. Él vive en un departamento que
comparte con un compañero de trabajo. Apenas el “coyote” baja de la camioneta,
lo toman por sorpresa y lo meten dentro de la casa. El padre de Elena no es
ignorante de todas las cosas a las que
se expone una mujer al entrar de manera ilegal a ese país. Y aunque el acuerdo
fue que no pagaría un centavo hasta que le entregaran a su hija, bien sabe que
podían haber abusado de ella.
Dentro del departamento, los dos
hombres inmovilizan al “coyote” , en
tanto el señor pregunta a su hija, si aquél tipo le ha hecho algún daño, porque
si es así, en ese momento se hará justicia por su propia mano. Le dice que no
le importa que lo metan a la cárcel o que le pase cualquier cosa, él cobrará
esa deuda. Elena sabe que su padre habla con la verdad, y que cumplirá su
palabra. La gente de los poblados de la sierra en México tienen un dicho al
respecto: “el mal debe cortarse de raíz”. Ese tipo de deudas se sanjan a
machetazos, pues el sistema de justicia, muchas veces deja impunes esta clase
de delitos. Por lo que, en algunas comunidades, los indígenas se hacen justicia por su propia mano.
Sin dudar, Elena confirma que el
hombre no le ha hecho ningún daño, aunque no le dice que trató de apartarla del
grupo y de llevarla por otro camino. Dicho esto, el padre libera al tipo y le
paga lo acordado por llevarle a su hija. Reiterándole que cualquier daño sobre
su hija no viviría para contarlo.
Elena se queda a trabajar en la
casa de los patrones por algún tiempo, pero como al año y medio de haber
llegado, comienza a enfermar. Ellos viven en el campo, muy alejados de
cualquier ciudad para ir a un médico. Por un tiempo ella resiste con algunos calmantes, pues en verdad ha
venido dispuesta a trabajar y ahorrar lo suficiente para ayudar a su
familia. Sabe lo peligroso y costoso que le ha sido llegar hasta ahí, pero
no tiene acceso a atención médica y su condición empeora cada día.
En ese lugar trabaja a un joven
que también es mexicano y de su misma edad, pronto se enamoran y viven en unión
libre, pues ahí no tiene manera de casarse. El padre esta de acuerdo pues
conoce a ese joven desde que llegó a ese lugar y es una persona responsable y
honesta. Pero la salud de Elena no mejora, al contrario, cada vez se siente
peor y se ve muy pálida y demacrada. Por lo que, finalmente deciden que tiene
que regresar a México para atenderse y recuperar su salud. Pues aunque no ha
recuperado la inversión que su padre hizo para llevarla ahí, es más
importante su vida, que cualquier otra cosa.
Debido a la condición de su salud
se regresa a México, pero no con su familia que vive en la sierra, sino con la
de su pareja. La familia de él habita en un pueblo muy cercano a una gran
ciudad y con acceso a médicos y hospitales donde ella pueda ser atendida rápida
y eficientemente. Si bien el servicio de hospitales públicos está saturado y es
muy lento. Hay una gran oferta de servicio privado, y después de todo, ella
cuenta con el apoyo económico de su pareja, lo que hace posible que ella pueda
tener acceso a ese tipo de servicio.
Así, Elena llega a una familia totalmente
desconocida para ella. Los padres de su pareja, al tanto de la situación, la
esperan en el aeropuerto y la llevan a su casa. Tan pronto como es posible la
llevan al médico y después de un tratamiento, ella se recupera completamente. Para ella es
difícil estar con esta familia, aunque sea la familia de su pareja, pero sabe
que esa es su mejor opción. Cada seis o siete meses su pareja vuelve a México. Él como la mayoría de los hombres de su pueblo
va a Estados Unidos a trabajar por contratos, por lo que su estancia allá es legal.
En cuanto él vuelve, ellos se casan por
las leyes civiles. Al poco tiempo forman una familia, y van construyendo poco a
poco su casa.
Elena ahora esta en la casa que
ha construido con su esposo y a cargo de sus dos hijos. Ella sigue trabajando
en lo que encuentra para ayudar a la economía familiar, pues ella proviene de
una familia muy trabajadora. No tiene un trabajo fijo, pero ella sigue luchando
por su familia. El esposo va y viene de
Estados Unidos por temporadas. Esta es
la forma de vida en que muchas familias mexicanas logran salir adelante y dar
una vida modesta, pero con lo necesario para los hijos.
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