LA
FELICIDAD
Había una vez en una
enorme y densa selva, un pájaro de brillantes colores, sus alas de color azul
turquesa, su pecho de color amarillo, su cabeza de color rojo y su pico era negro,
delgado y muy alargado.
Tenía ya muchos días que
volaba de un lugar a otro, de norte a sur, de oriente a poniente, buscando
incansablemente la felicidad. Miraba aquí y miraba allá. Preguntando al águila,
al gorrión, a la calandria, a la codorniz, al correcaminos, a la golondrina, a
la paloma, al perico… en fin, a cuanta ave se encontraba en su camino.
Así paso un día, dos,
tres, hasta que le fue imposible saber cuánto tiempo había pasado. Buscó tanto
sin encontrar nada. Estaba tan agotado y decepcionado. Y se quedó parado en un árbol
pensando: ”creo que la felicidad no existe”. Entonces, muy triste decidió
quedarse ahí definitivamente, hasta que llegara el día de su muerte.
Habían pasado algunos
días cuando escuchó el aleteo de un viejo pájaro, que al verlo tan triste se
acercó a su rama y le preguntó:
-¿Por qué estás triste?
- Te lo voy a decir.
- Los dos somos aves y a
la mejor te puedo ayudar.
- Dicen que existe la
felicidad, pero yo he ido de norte a sur, de oriente a poniente, buscando y
preguntando y no la he podido encontrar. Estoy cansado de buscar
- ¡Ah!...todos los que
vivimos en este mundo pensamos en ser felices de alguna manera. ¿De verdad
quieres encontrar la felicidad? Yo te puedo decir cómo encontrarla.
- ¿De verdad sabes dónde
encontrarla?
- Yo sé cómo puedes
encontrarla, te lo diré si quieres.
- ¡Claro que quiero!, es
lo que he estado buscando todo este tiempo.
- Bueno, pues si de
verdad quieres encontrarla, entonces harás exactamente lo que yo te digo.
- Sí, yo haré lo que tú
me digas, porque ya me cansé de buscar.
- Entonces, escúchame
bien. Es importante que escuches con atención lo que harás. ¿Ves ese enorme
árbol a lo lejos?
- Sí, de aquí lo veo muy
bien.
- Busca en sus ramas un
lugar seguro, y construye tu nido, cuando hayas terminado, pon tus huevos y
empóllalos. De ahí nacerán dos o tres pajaritos como tú. Atiéndelos, cuídalos,
dales de comer, enséñales a volar y a buscar su alimento. Después de hacer
esto, yo vendré y me dirás si todo lo que has hecho te ha servido de algo.
– Haré todo lo que me
dices.
- Ahora ve de inmediato
y hazlo.
El ave voló hacia el
árbol y de inmediato se puso a buscar hojitas, ramitas, pasto, todo lo
necesario para construir su nido. Cuando vio que estaba bien hecho puso sus
huevos y pacientemente esperó a que nacieran los polluelos. Al principio se
preguntaba qué tenía que ver lo que hacía con la felicidad. La verdad es que no
le encontraba sentido. Y llegó a pensar que era una prueba que el viejo pájaro
le ponía para al fin decirle dónde estaba la felicidad.
Cuando los polluelos
salieron del cascarón no tuvo tiempo de pensar más. Se encontraba muy atareado
yendo a buscarles comida. Y cada vez que lo
veían llegar con un gusano para alimentarlos, los polluelos abrían
enormemente su pico y trinaban
alegremente, y esto daba al pájaro una gran satisfacción. Los miró dar sus
primeros pasos tambaleantes, los vio crecer y hacerse fuertes. Y se sintió muy
feliz cuando los vio volar por primera vez y buscarse su alimento.
Cuando los polluelos hubieron
crecido, al fin el pájaro tuvo tiempo de pararse a descansar en la rama del
árbol, en donde tiempo atrás había encontrado al viejo pájaro que le dijo lo
que tenía que hacer. Y un día volvió a encontrarlo.
– Compañero, ¿cómo te ha
ido?
- Soy muy feliz, cuidé a
mis polluelos, los alimenté, les enseñé a volar y están muy hermosos.
- Ahora ¿ya sabes dónde
está la felicidad?
- Sí, no tengo que ir a
buscarla a ninguna parte.
- Así es, la felicidad
no se busca. La felicidad se hace.
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