viernes, 28 de febrero de 2014

ADELINA


ADELINA


Adelina es la tercera hija de una familia de cinco hermanos. Antes de ella tiene dos hermanas, le sigue otra y por último un hermano. Viven en un pueblo en el que su padre se dedica a la agricultura y su madre doña Licha ha sido ama de casa desde que se casó. Una mujer sumisa, temerosa, incapaz de levantar la voz ni la mirada ante nadie, menos ante un hombre, ni siquiera ante su hijo  

Don Julián es un hombre que piensa que las mujeres no tienen derecho a opinar nada menos aún a tomar alguna decisión, ni siquiera sobre sus propias  vidas. Exige su derecho a ser atendido de inmediato por su esposa e hijas. Nada en su casa se hace sin su consentimiento y cualquier desacato, por pequeño que sea, es severamente castigado. Adelina y sus hermanas mayores le tienen mucho miedo, saben que si no es obedecido puede castigar no sólo a una sino a todas.

En cuanto don Julián llega del trabajo, ellas tiemblan de miedo apenas oyen su voz. Su llegada a la casa no se acompaña de un saludo, sino de palabras altisonantes: “¿dónde están pinches viejas güevonas?”.  Guarda su caballo y sus aperos de labranza. Mira a sus hijas y si falta alguna de ellas de inmediato pregunta a dónde está. Su esposa responde con voz apenas audible y con la mirada hacia abajo. Ella ha sido golpeada por su esposo incontables veces aún sin motivo, sólo porque don Julián esta borracho, o por defender a sus hijas.

Adelina tiembla ante su padre y obedece de inmediato todas sus órdenes, pero ni así se ha salvado de su furia cuando por alguna situación inesperada se le hace tarde para llegar a casa después de salir de la escuela. Entonces no hay explicación que valga. Para don Julián existe sólo su voluntad que debe ser obedecida en todos los casos.

Pero a diferencia de sus hermanas mayores, Leticia la más pequeña no se doblega con golpes. Ella no tiene miedo, el dolor simplemente no le importa. No sólo es desobediente, sino también desafiante. La única que le contesta a su padre y lo mira a los ojos retadoramente. Leticia llega tarde todas las veces que quiere aunque sabe lo que le espera. Una golpiza con el cinturón de cuero de su padre, a veces incluso con la hebilla metálica,  a pesar de ello de sus ojos no sale una sola lágrima. Tiene la espalda marcada por todas las veces que ha sido castigada.

Julián es el único hombre de la familia. A pesar de ser el menor de todos es a quien su padre  concede derechos sobre sus hermanas por el único motivo de ser hombre. El derecho a mandarlas y a ser atendido por ellas. Pero desde los diez años, su padre decidió que era el momento de enseñarle a mandar a las mujeres, a dominarlas por completo y empezó a ordenarle que las golpeara cuando no obedecieran. Que las golpeara sin piedad, tan fuerte como sus fuerzas se lo permitieran, so amenaza de golpearlo a él si no lo hacía bien. Julián no tuvo reparo en hacerlo, disfruta y se ufana de lo que cree es su derecho natural. A la que más ha golpeado es a Leticia

Por la tarde don Julián se va a la calle, en una esquina junto con otros hombres juega a la baraja, apuesta dinero y con frecuencia pierde. Se va a tomar cerveza con sus amigos y los fines de semana se pone borracho en alguna fiesta. Su vicio no le resta ninguna autoridad. Al llegar a su casa se tira en la cama mientras su esposa o hijas le quitan las botas y el sombrero y lo cubren para que duerma. En cuanto despierta exige a gritos su café y sus chilaquiles.

Adelina está harta de su situación. No quiere volver a sentir miedo, escenas como las de su casa las ha visto con frecuencia en las casas de sus tíos. Está convencida de que todas las familias son así, y de que todos los hombres son violentos.  No quiere verse algún día en la misma situación de su madre a quien no sabe si compadecer a reprochar por tanta sumisión. No sueña con casarse y tener una familia. Sólo quiere irse lejos, lo más lejos posible de los hombres. Irse lejos de su casa y de sus padres, pero no tiene demasiadas opciones. La decisión de su padre de permitirle estudiar sólo para terminar la escuela secundaria no habrá quien la cuestione. Para él una mujer no necesita estudios, su destino es el cuidado del hogar y los hijos. Adelina lo sabe, en su interior un deseo de rebelarse crece. Sólo el tiempo dirá si encontrará dentro de sí la fuerza y la manera de escapar del muro que su padre le pone.

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