LA CONFERENCIA
Todos los alumnos están sentados
en donde han podido encontrar un lugar. La conferencia del maestro en
literatura se retrasó por motivos personales un día. Así que el salón que
anteriormente había sido designado para el evento no estuvo disponible al
siguiente día. Muy amablemente el maestro preguntó a su público si estaban
dispuestos a escucharlo en el único espacio posible: el jardín. Todos dijeron
que sí, de por medio iba su calificación. Debían hacer un trabajo sobre la
conferencia.
Un lugar muy amplio. Eran las
nueve de la mañana cuando inició. La mayoría se sentó sobre el pasto enfrente
del maestro. El clima era agradable. Pero de súbito las nubes despejaron el
cielo. Un sol abrasador, tomó posesión
como el asistente más allegado. En pocos minutos todos sintieron los efectos.
Algunos pudieron colocarse bajo la sombra de un árbol, pero no había suficiente
cobijo para todos.
Era temporada de lluvia, Sofía
sacó de su bolsa un paraguas, los estudiantes la miraron son extrañeza. Era la
única que tenía uno para protegerse. El maestro hablaba sobre el tema de la
normalidad. Tomó el ejemplo, dijo: lo normal es lo que hace la mayoría. En este
momento la mayoría está asándose, bajo el sol. Bajo este argumento podíamos
decir que esto es lo normal, y que la
única persona que se cubre del sol con un paraguas, por estar fuera de la
norma, está loca, desadaptada, o fuera de lugar.
LUCRECIA
Lucrecia camina por el pueblo
durante los días calurosos con un sombrero sobre su cabeza y lentes obscuros.
Ella nació y creció ahí, sabe que su forma de vestir confronta a los demás
pobladores. El sombrero y lentes son propios sólo de los turistas. Cuando ella
pasa, las miradas y sonrisas burlonas la siguen, a ella no le importa. Hace mucho que aprendió a
ignorar los comentarios que no conducen a ningún lado. No necesita la
aprobación de nadie, así que sale a la calle como le place, la gente la juzga,
la llaman presumida, pero lo único que ella hace es protegerse del sol.
Lucrecia encuentra a su tía en la
calle, se saludan. La señora va de casa en casa, vendiendo tamales, el sudor le
escurre por la cara, su piel esta requemada, dice a su sobrina que se ve muy
fresca, ella le dice que sí, que está muy a gusto con su sombrero y a su vez,
le pregunta por qué ella no usa uno para
cubrirse del sol mientras vende. La tía responde que le da pena, que le
preocupa lo que digan de ella, que van a decir que es gringa.
Lucrecia sonríe ante la respuesta
y le dice: bueno, pues entonces siga vendiendo así.
VANESSA
Vanessa tiene doce años, desde
muy pequeña cuando aún no sabía hablar, le gustaban las zapatillas con adornos
y muy altas, el maquillaje y el cabello pintado. Frente al televisor mirando un video de una
popular cantante de música pop, bailaba todas las mañanas imitando sus
movimientos y vistiéndose con la ropa de su madre.
De pronto se pusieron de moda
unos zapatos de plástico y tela con flores, muy angostos y con la punta levantada.
En realidad son muy incómodos para caminar, pero ella de todos modos los usa. A
Vanessa le gusta siempre vestir a la moda. Al final del día tiene los pies
ampollados y doloridos. Se pone un poco de aceite y se los masajea al tiempo
que dice: sólo hay una cosa peor que el dolor…perder el glamour.
ARIADNA
Ariadna es una joven delgada y un
poco alta en relación al promedio de las chicas de su pueblo. Pero en la ciudad
su estatura no sobresale. Siempre ha querido ser diferente, destacar, brillar
como una estrella. No quiere ser como las demás pueblerinas.
Se compra zapatillas muy altas y cada
que va al pueblo, es un reto a su equilibrio transitar por las calles
empedradas, disparejas, llenas de hoyos y polvo. Se contonea tanto que su andar
pareciera el de una mujer borracha.
Siempre a la moda con ropa muy
entallada para lucir su cuerpo. Pero en su cintura se nota ya, las primeras
“llantas” por tanta comida chatarra y refrescos.
Su maquillaje exagerado la hace
ver grotesca y su cabello rubio con raíces muy negras sólo la hace ver más morena de lo que en realidad, es. Se decolora las cejas, pero sus ojos y
pestañas tan negros no pueden ocultarse ni con los pupilentes verdes.
Algunos la miran compasivamente,
otros ríen a sus espaldas cuando comprenden que vive cada segundo de su vida,
tratando de ser lo que no es. Como prisionera de un disfraz, que solamente ella
no es capaz de notar.
LALITO
Dicen que es el loco del pueblo,
siempre viste playera de algodón, pantalón corto a la rodilla y una cinta atada
a su cabeza de la misma tela del pantalón que deliberadamente rompe hasta
hacerlo del tamaño que le agrada.
Por las mañanas suele ir a
caminar al cerro, desde ahí ve los amaneceres de cada día. Los contempla
tranquilamente, sentado sobre el suelo, pero su mirada se ve más lejana que el
horizonte. Callado, apoyando el cuerpo sobre su brazo izquierdo, mientras con
el otro brazo abraza su rodilla derecha doblada a la altura de su pecho. La
cabeza ligeramente inclinada a la izquierda en actitud contemplativa. Así puede
pasar mucho tiempo.
Después de una hora y media
regresa al pueblo, no tiene prisa. Llega y se sienta a la entrada de alguna
tienda. La gente lo conoce desde hace años, siempre hay alguien que al ir de compras
le ofrezca algo de la tienda, él acepta y da las gracias. Espera pacientemente
una hora, dos, tres, lo que sea necesario.
A veces espera mucho tiempo y
cuando el hambre lo apremia, suele decir a quien atine a pasar por ahí:
“acompletame para unas papas”. Cuando le preguntan cuánto necesita, él
responde: “todo”. Toda la gente del pueblo sabe que cuando Lalito se sienta en
frente de algún lugar en donde se vende comida, es porque quiere comer y es
común que cualquier persona le compre sus tacos, su agua o lo que sea que se
venda, una vez que come se va del lugar.
Lalito esta siempre en alguna
calle del pueblo sentado, viendo pasar a la gente. Los niños le suelen
preguntar cosas sobre sus tareas, les divierte preguntarle las tablas de
multiplicar, que él responde siempre correctamente. Dicen que de joven era
muy brillante, un excelente estudiante.
Las personas acostumbran
saludarlo por su nombre, él responde con el nombre de la persona, o con el de
algún familiar cercano o bien con uno distinto. Por ejemplo a algún niño pequeño
puede llamarle como a su abuelo o tío, parece que usa el nombre de la persona
con quien le encuentra más parecido. A una señora llamada Juana siempre le dice
Inés y cuando ella le preguntó por qué le llamaba así, el respondió que por Sor
Juana Inés de la Cruz.
Lalito es una persona pacífica
que le gusta caminar por el campo, subir a las montañas y que jamás agrede a
nadie, por lo cual es bien aceptado por todos. A veces coincide con otras
personas que también gustan de las caminatas, entonces se mantiene a una
distancia prudente, si son mujeres generalmente va adelante y si ve que se
retrasan se detiene a esperarlas, una vez que llegan al pueblo a salvo, él toma
su camino.
En algunas ocasiones la gente
suele emplearlo en algún pequeño trabajo, le dan comida y dinero. Aún en las
fiestas siempre es bien recibido, se sienta en las mesas como cualquier otro
invitado. Después de comer a veces se queda un rato mirando a la gente
divertirse o escuchando la música.
Así es su vida desde hace más de
30 años, con caminatas por el pueblo y el cerro. No tiene ninguna preocupación
ni prisa de nada. Tranquilamente espera cada día. Sin miedo, sin angustias, sin
envidias, sin frustraciones. Tiene siempre todo lo que necesita.