jueves, 29 de agosto de 2013

EL NIÑO EN LA LLUVIA



EL NIÑO EN LA LLUVIA

Son las cuatro de la tarde, el instante en que el sol resplandeciente se opacó por las densas nubes grises que el viento trajo velozmente del lado norte. Nubes muy densas y oscuras que descienden presurosas. En menos de cinco minutos, un torrente de lluvia cae abruptamente. Como una cortina blanca, impide la visibilidad del horizonte.  

Un niño celebra la lluvia, sale al patio y corre a lo largo y ancho. Da vueltas y saltos mientras ríe a carcajadas. Toma su muñeco de plástico favorito, un atleta con ropa deportiva que  lanza tan alto como sus fuerzas le permiten, para que quede colgado entre las ramas de un amate frondoso. Lo lanza muchas veces, y el muñeco cae una y otra vez. Está roto, le falta una pierna y un brazo. Pero eso no importa, el niño lo sigue aventando mientras corre y salta por el patio. 

Una cubeta se ha llenado con el agua de la lluvia, el niño coge el agua con una jícara, la lanza hacia arriba de tal modo que caiga sobre él mismo. Ríe y grita de júbilo. Vuelve a correr por el patio, saltando sobre la cubeta, el muñeco y la jícara. Le divierte salpicar el agua que se ha formado en el charco. Completamente empapado, el agua le escurre de su short, y sigue saltando y gritando como un pequeño duende. Es una fiesta de lluvia y agua, de alegría y vida. 

De pronto, súbitamente, de la misma forma en que la lluvia comenzó, desaparece. Como si alguien hubiese cerrado una llave. El niño pone cara de desaliento. Le duró poco el gusto, apenas quince minutos. Sigue jugando con el agua del charco y con su muñeco hasta que el frío comienza a invadir su cuerpo. Entonces toma una toalla, se seca y se pone ropa abrigadora.  

Otra cosa llama poderosamente su atención: su estómago. Tanta actividad ha despertado su apetito. Va a la cocina y busca comida. Con gran avidez devora su comida favorita, un polvorón y un vaso de leche con chocolate. En cinco minutos ha saciado su hambre. 

En medio de la calma que sigue a las tormentas, escucha el sonido del agua que corre en la barranca, muy cerca de donde él está. Hacia allá encamina sus pasos, ahora quiere ver la caída y corriente del agua. Se acerca a una distancia prudente, observa con detenimiento. No ve solamente el agua, en su mente ha comenzado a imaginar la rapidez con que la fuerza del agua hará desplazar sus barcos de papel. Pero esta vez no están con él sus amiguitos con los que realiza las competencias, así que esa actividad tendrá que ser para otra ocasión. 

Finalmente, vuelve a su casa le esperan sus tareas escolares. Está cansado pero feliz de haber disfrutado de la lluvia.

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