EL REENCUENTRO
Eran
las tres de la tarde, la hora más esperada del día, la hora más esperada del
mes, del año, de muchos, muchos años.
El
momento que él estuvo anhelando desde el instante en que se despidieron.
De
pronto había llegado.
Él
sentía una intensa emoción que hacía vibrar todo su cuerpo.
El
corazón galopaba a todo lo que daba.
Todos
estos años sin ella sólo le habían confirmado que era la mujer de su vida. La
mujer ideal. La mujer con quien le habría gustado vivir todos y cada uno de los
minutos que le faltaban por vivir.
Sintió
una enorme alegría de ver a quién había extrañado, cada uno de los segundos
desde que dejó de verla.
Quería
decirle que pensó en ella todos los días de su vida, pero eso no era posible,
habría arruinado ese momento mágico.
La
miró tan radiante y hermosa. Exactamente igual como la recordaba. Era como si
el tiempo se hubiera detenido en sus ojos y su sonrisa.
Sus
ojos enormes y brillantes, eran el faro que todos estos años había buscado
desesperadamente en las noches largas y oscuras.
Toda
su mirada denotaba felicidad. Su cuerpo esbelto y ágil, la hacían ver más joven
de lo que era.
Incontables
veces había imaginado el momento en que
pudiera verla otra vez, tenerla frente a frente, para tener una conversación
larga. Para atrapar ese momento que se convirtiera en una eternidad.
La
escuchó hablar con ese tono dulce, armonioso. Cada una de las palabras salidas de
sus labios, eran un canto de paz a su corazón.
Le
bastaba verla, aunque fuera un instante, aunque no pudiera hablarle ni decirle
que en su corazón sólo cabía ella.
Ahora
estaba ahí, sentado a escasos veinte pasos de su sueño convertido en mujer.
Tres
mesas, un esposo, dos hijos y veintidós años lo separaban de ella.
Él
trataba de disimular los nervios, pero sus manos temblorosas lo delataban. Se
pidió una copa de vino mientras respondía sin interés las preguntas de su
acompañante.
Por
fin, después de una hora, ella lo miró a él, sorprendida. Encontraba algo familiar en su cara, tal vez su
voz, y algo en su mirada, pero al mismo tiempo era extraño.
La
mirada insistente de él sobre cada uno de los movimientos que ella realizaba
llamaba poderosamente su atención.
Y
aunque algo en su interior parecía reanimarse al escuchar esa voz, no consiguió
recordar a quién pertenecía.
¿Quién
era aquél hombre que la miraba desde que llegó al restaurante acompañada de su
esposo e hijos?
Un
hombre en extremo delgado con una apariencia triste y un aire nostálgico.
De
tanto en tanto, cuando su esposo no lo notaba, ella lo miraba a él. Lo
sorprendió mirándola de arriba abajo, como acariciándola con los ojos.
Le
recordaba a alguien que tal vez conoció alguna vez, pero no sabía a quién.
Las
palabras de su esposo la volvieron a la realidad: “hermosa, ¿quieres algo más o
pedimos la cuenta?”
Pidió
un pastel para llevar, era su cumpleaños
y en casa sus demás familiares irían a felicitarla.
Se
colgó su bolso, sonriente, tomada de la mano de su esposo e hijos salió en
tanto ellos le decían que le tenían preparada una sorpresa.
Él
permaneció mirando la silla en donde ella estuvo un largo rato.
Durante
esos años siempre estuvo pendiente de ella, de cómo estaba, preguntando
frecuentemente a los conocidos de ambos.
Sabía
cada uno de los pasos que ella daba, de los triunfos que obtenía. Supo incluso
el día en que se casó.
En
silencio, sin perturbarla, conformándose con los ecos lejanos de su voz. Así se
le fueron más de veinte años de su vida.
Dichoso
de saber que ella existiera y que él, ya no era una sombra oscura en su vida.
Soñando
con que tal vez, un día…se volvieran a cruzar sus caminos.