lunes, 29 de abril de 2013

SAN JUAN DE ÚLUA



San Juán de Ulúa

Llegamos al fuerte de San Juan de Ulúa, una construcción que a simple vista parece de piedra, pero que al acercarnos, nos damos cuenta que fue hecha de coral. En un principio fue una isla rodeada por un mar de cinco metros de profundidad, ahora puede verse claramente el fondo aproximadamente a sesenta centímetros. Actualmente es una península, poco a poco el hombre fue ganando terreno al mar. La entrada a la fortaleza es a través de un puente de madera. Una guía nos acompaña, una mujer joven que viene cubierta por una chamarra de piel, aunque la temperatura para nosotros es fresca, parece que ella tiene frío, justo el día de ayer comenzó un norte, así le llaman a las corrientes de aire que vienen del mar y que pueden llegar a los 100 kilómetros por hora y que hacen descender la temperatura y provocan lluvias o huracanes.

Ella nos comenta que en esta temporada la temperatura promedio supera los cuarenta grados centígrados, hoy estamos alrededor de veinte. Atravesamos la entrada y después de cruzar un patio, nos detiene debajo de unos arcos. Ahí nos explica que el material que se utilizó para construir la fortaleza, no fue el más adecuado para las bodegas en donde se almacenaban toda clase de semillas producto del cobro de impuestos y que estaban destinados a España, de la misma forma la pólvora que era traída de allá y que se pretendía usar para la misma defensa de los ataques piratas al fuerte, quedó inservible al ser almacenada en las bodegas que continuamente gotean de agua, debido a que la materia caliza del coral trasmina el agua. El goteo continuo ha formado estalactitas y estalacmitas.



Podemos observar el grosor de las paredes que varía de acuerdo al lugar, entre dos y seis metros. También hay algunos arcos árabes. Al fondo podemos apreciar lo que se ha llamado la puerta de América. Por ahí ha entrado todo lo bueno y malo del viejo mundo, la peste, las ratas, la viruela, los esclavos negros, los frailes que vendrían a imponer la religión católica. y por ahí también salieron muchos de los tesoros de nuestra nación, toneladas de oro, joyas, códices que los nativos tuvieron que dar a los conquistadores y que hoy día pueden exhibirse en famosos museos europeos.

Mirando hacia el sur, está una casa de estilo francés cuya construcción es más reciente, y en donde alguna vez estuvo alojado Benito Juárez antes de ser presidente y Porfirio Díaz antes de exiliarse para siempre al extranjero. La guía explica que durante la época en que San Juan de Ulúa fue una prisión, quién ingresaba a éste lugar nunca salía. Las condiciones de vida eran completamente insalubres e inhumanas y la isla estaba completamente rodeada de tiburones, así que no existía posibilidad de escape. Sin embargo, cuentan las leyendas que dos personas lograron escapar; la primera una mulata hechicera y el segundo, Chucho el roto, famoso ladrón que ayudaba a los pobres. La mulata dicen, fue una mujer extraordinariamente hermosa que fue encarcelada acusada de brujería. Cuentan que después de un tiempo, logró hacerse amiga de uno de los guardias a quién le pidió un carbón. Él se lo concedió, ella dibujó un barco perfectamente detallado, tan exacto que parecía real, cuando el guardia lo vio preguntó para qué lo había hecho, ella le respondió que era para irse en él durante la noche. Cuando llegó el nuevo día la celda estaba completamente vacía. De la mulata y el barco no había un solo rastro.

Vamos hacia la puerta de América, ahí podemos ver unas enormes argollas, que no son las originales pero que representan a las que en su tiempo sirvieron para atar los barcos que llegaban al fuerte. Al frente vemos el actual puerto de Veracruz donde incesantemente cargan y descargan barcos con toda clase de mercancías, de hecho en el malecón es tan común encontrar una gran cantidad de vendedores ambulantes que ofrecen los productos chinos que actualmente han invadido al mundo, sobre todo, juguetes de luces brillantes y relojes. Podemos ver cómo funcionan las enormes grúas que trasladan enormes contenedores, cuyo color se diferencia de acuerdo a su contenido, los que almacenan alimentos tienen congeladores para mantener la temperatura adecuada. Hay también una bodega de automóviles.

Seguimos avanzando y atravesamos el puente del último suspiro, es el último acceso a las celdas en donde todos los prisioneros morían. Sus nombres son terroríficos y sarcásticos a la vez. La que mejor de todas es la gloria, es la más grande, completamente húmeda y oscura, la pared del fondo que la separa del mar, mide dos metros de grosor, tiene dos rendijas para la ventilación que es mínima, tal vez, unos veinte centímetros de ancho, por unos sesenta de alto. Entramos a ella, donde el agua continuamente gotea, la guía nos dice que en aquéllos tiempos los prisioneros tenían que permanecer de pie, porque cuando la marea subía la celda se inundaba cubriéndoles hasta las rodillas. Todo el lugar estaba infestado de ratas, cucarachas, chinches y piojos. Hacían sus necesidades en una cuba, que era un barril partido a la mitad y que después era tirado al mar. El calor que rebasaba los cuarenta grados hacía que el hedor fuera insoportable. Una situación que podría enloquecer a cualquiera. Muchos de los presos preferían tirarse al mar y ser devorados por los tiburones.

Estamos en la celda aproximadamente 10 minutos, y es difícil respirar adentro a pesar de que la temperatura de este día no es calurosa. Al salir, de inmediato notamos el cambio en el aire que se respira dentro y fuera, sentimos una enorme compasión por las personas que alguna vez estuvieron presos. Parte de su dolor, desesperación e impotencia debió quedarse para siempre congelado en el ambiente, en nuestra mente podemos verlos claramente y la energía pesada y negativa se siente flotando, nos toca lo mismo que la brisa marina y un escalofrío recorre nuestros cuerpos. Salimos felices de no estar condenados a permanecer ahí.

La segunda celda es el purgatorio, es casi igual a la anterior, sólo que de menores dimensiones debido a que el grosor de sus paredes es el doble de la primera y la ventilación es mucho peor.
Es en esta en donde la leyenda dice que estuvo preso Chucho el roto. Según se comenta intentó escapar en repetidas ocasiones sin lograrlo, hasta que hizo amistad con uno de los guardias y lo convenció de que lo ayudara. El legendario ladrón se escondió dentro de uno de los barriles que normalmente se utilizaban para las necesidades fisiológicas de los presos y en él fue lanzado al mar. No se sabe cómo o dónde fue rescatado. Una versión dice que tras su fuga se fue a vivir a la ciudad de México en donde después de unos años murió, pero existen otras versiones, ninguna de ellas ha sido corroborada.

La tercera no solo hace honor a su nombre, es quizás peor, totalmente oscura, apenas entrar y el ambiente es sofocante. Entrar en este lugar es prácticamente como estar enterrado en vida dentro de una tumba, la única ventilación llega a través de una pared de seis metros. No estamos ni un minuto dentro y la respiración es difícil.

Después de darnos toda la explicación, la guía nos deja libres para recorrer la parte de arriba del fuerte. Por el lado oeste, dicen que en la noche se ven las luces de Cuba, no podemos comprobarlo, son apenas las once de la mañana. Parece que se realizan viajes turísticos de un día hasta la isla en barco, pero solo en temporada vacacional alta. Seguimos recorriendo y llegamos hasta el faro, subimos por sus escaleras de caracol y durante un rato más contemplamos el fuerte y el mar. Enormes peces saltan hacia la superficie, ahora ya no hay tiburones, el mar es tranquilo y seguro a pesar del norte.     

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