San Juán de Ulúa
Llegamos
al fuerte de San Juan de Ulúa, una construcción que a simple vista parece de
piedra, pero que al acercarnos, nos damos cuenta que fue hecha de coral. En un
principio fue una isla rodeada por un mar de cinco metros de profundidad, ahora
puede verse claramente el fondo aproximadamente a sesenta centímetros. Actualmente
es una península, poco a poco el hombre fue ganando terreno al mar. La entrada
a la fortaleza es a través de un puente de madera. Una guía nos acompaña, una
mujer joven que viene cubierta por una chamarra de piel, aunque la temperatura
para nosotros es fresca, parece que ella tiene frío, justo el día de ayer
comenzó un norte, así le llaman a las corrientes de aire que vienen del mar y
que pueden llegar a los 100 kilómetros por hora y que hacen descender la
temperatura y provocan lluvias o huracanes.
Ella
nos comenta que en esta temporada la temperatura promedio supera los cuarenta
grados centígrados, hoy estamos alrededor de veinte. Atravesamos la entrada y
después de cruzar un patio, nos detiene debajo de unos arcos. Ahí nos explica
que el material que se utilizó para construir la fortaleza, no fue el más
adecuado para las bodegas en donde se almacenaban toda clase de semillas
producto del cobro de impuestos y que estaban destinados a España, de la misma
forma la pólvora que era traída de allá y que se pretendía usar para la misma
defensa de los ataques piratas al fuerte, quedó inservible al ser almacenada en
las bodegas que continuamente gotean de agua, debido a que la materia caliza del
coral trasmina el agua. El goteo continuo ha formado estalactitas y
estalacmitas.
Podemos
observar el grosor de las paredes que varía de acuerdo al lugar, entre dos y
seis metros. También hay algunos arcos árabes. Al fondo podemos apreciar lo que
se ha llamado la puerta de América. Por ahí ha entrado todo lo bueno y malo del
viejo mundo, la peste, las ratas, la viruela, los esclavos negros, los frailes
que vendrían a imponer la religión católica. y por ahí también salieron muchos
de los tesoros de nuestra nación, toneladas de oro, joyas, códices que los
nativos tuvieron que dar a los conquistadores y que hoy día pueden exhibirse en
famosos museos europeos.
Mirando
hacia el sur, está una casa de estilo francés cuya construcción es más
reciente, y en donde alguna vez estuvo alojado Benito Juárez antes de ser
presidente y Porfirio Díaz antes de exiliarse para siempre al extranjero. La
guía explica que durante la época en que San Juan de Ulúa fue una prisión,
quién ingresaba a éste lugar nunca salía. Las condiciones de vida eran
completamente insalubres e inhumanas y la isla estaba completamente rodeada de
tiburones, así que no existía posibilidad de escape. Sin embargo, cuentan las
leyendas que dos personas lograron escapar; la primera una mulata hechicera y
el segundo, Chucho el roto, famoso ladrón que ayudaba a los pobres. La mulata
dicen, fue una mujer extraordinariamente hermosa que fue encarcelada acusada de
brujería. Cuentan que después de un tiempo, logró hacerse amiga de uno de los
guardias a quién le pidió un carbón. Él se lo concedió, ella dibujó un barco
perfectamente detallado, tan exacto que parecía real, cuando el guardia lo vio
preguntó para qué lo había hecho, ella le respondió que era para irse en él
durante la noche. Cuando llegó el nuevo día la celda estaba completamente
vacía. De la mulata y el barco no había un solo rastro.
Vamos
hacia la puerta de América, ahí podemos ver unas enormes argollas, que no son
las originales pero que representan a las que en su tiempo sirvieron para atar
los barcos que llegaban al fuerte. Al frente vemos el actual puerto de Veracruz
donde incesantemente cargan y descargan barcos con toda clase de mercancías, de
hecho en el malecón es tan común encontrar una gran cantidad de vendedores
ambulantes que ofrecen los productos chinos que actualmente han invadido al
mundo, sobre todo, juguetes de luces brillantes y relojes. Podemos ver cómo
funcionan las enormes grúas que trasladan enormes contenedores, cuyo color se
diferencia de acuerdo a su contenido, los que almacenan alimentos tienen
congeladores para mantener la temperatura adecuada. Hay también una bodega de
automóviles.
Seguimos
avanzando y atravesamos el puente del último suspiro, es el último acceso a las
celdas en donde todos los prisioneros morían. Sus nombres son terroríficos y
sarcásticos a la vez. La que mejor de todas es la gloria, es la más grande,
completamente húmeda y oscura, la pared del fondo que la separa del mar, mide
dos metros de grosor, tiene dos rendijas para la ventilación que es mínima, tal
vez, unos veinte centímetros de ancho, por unos sesenta de alto. Entramos a
ella, donde el agua continuamente gotea, la guía nos dice que en aquéllos
tiempos los prisioneros tenían que permanecer de pie, porque cuando la marea
subía la celda se inundaba cubriéndoles hasta las rodillas. Todo el lugar
estaba infestado de ratas, cucarachas, chinches y piojos. Hacían sus necesidades
en una cuba, que era un barril partido a la mitad y que después era tirado al
mar. El calor que rebasaba los cuarenta grados hacía que el hedor fuera
insoportable. Una situación que podría enloquecer a cualquiera. Muchos de los
presos preferían tirarse al mar y ser devorados por los tiburones.
Estamos
en la celda aproximadamente 10 minutos, y es difícil respirar adentro a pesar
de que la temperatura de este día no es calurosa. Al salir, de inmediato
notamos el cambio en el aire que se respira dentro y fuera, sentimos una enorme
compasión por las personas que alguna vez estuvieron presos. Parte de su dolor,
desesperación e impotencia debió quedarse para siempre congelado en el
ambiente, en nuestra mente podemos verlos claramente y la energía pesada y negativa
se siente flotando, nos toca lo mismo que la brisa marina y un escalofrío
recorre nuestros cuerpos. Salimos felices de no estar condenados a permanecer
ahí.
La
segunda celda es el purgatorio, es casi igual a la anterior, sólo que de
menores dimensiones debido a que el grosor de sus paredes es el doble de la
primera y la ventilación es mucho peor.
Es
en esta en donde la leyenda dice que estuvo preso Chucho el roto. Según se
comenta intentó escapar en repetidas ocasiones sin lograrlo, hasta que hizo
amistad con uno de los guardias y lo convenció de que lo ayudara. El legendario
ladrón se escondió dentro de uno de los barriles que normalmente se utilizaban
para las necesidades fisiológicas de los presos y en él fue lanzado al mar. No
se sabe cómo o dónde fue rescatado. Una versión dice que tras su fuga se fue a
vivir a la ciudad de México en donde después de unos años murió, pero existen
otras versiones, ninguna de ellas ha sido corroborada.
La
tercera no solo hace honor a su nombre, es quizás peor, totalmente oscura,
apenas entrar y el ambiente es sofocante. Entrar en este lugar es prácticamente
como estar enterrado en vida dentro de una tumba, la única ventilación llega a
través de una pared de seis metros. No estamos ni un minuto dentro y la respiración
es difícil.
Después
de darnos toda la explicación, la guía nos deja libres para recorrer la parte
de arriba del fuerte. Por el lado oeste, dicen que en la noche se ven las luces
de Cuba, no podemos comprobarlo, son apenas las once de la mañana. Parece que
se realizan viajes turísticos de un día hasta la isla en barco, pero solo en
temporada vacacional alta. Seguimos recorriendo y llegamos hasta el faro,
subimos por sus escaleras de caracol y durante un rato más contemplamos el
fuerte y el mar. Enormes peces saltan hacia la superficie, ahora ya no hay
tiburones, el mar es tranquilo y seguro a pesar del norte.
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