LOS HOMBRES PARADOS ESTAN MUERTOS
Un año desde que esta sociedad comenzó a morir. Morir de
hastío, morir de miedo, morir de aburrimiento. Morir sin saber qué hacer con el
tiempo detenido. Morir al ser obligados a dejar de hacer lo que han hecho por
mucho tiempo, aquello que por años se volvió rutina y que se hacía sin
cuestionamientos, por inercia, porque era lo que todos hacían, sin opción, sin
pensar, sólo hacer, hacer, hacer y nada más.
Pero la velocidad del tren de la vida se detuvo bruscamente,
para dar lugar a lo inesperado. El encierro, el confinamiento, la
sobrevivencia, lo mínimo de lo mínimo. Despidos del trabajo, reducción de
horarios de trabajo, falta de ingresos. El acoso constante de la publicidad
sobre una pandemia, que un después de un año de haber surgido no hay un
concenso sobre su existencia real.
Un porcentaje de gente vive aterrada, sospechando que cada
ser humano con que se cruza en su camino es un agente de contagio. Cubiertos
con máscaras, guantes, gorras, cubrebocas, con frasco de gel desinfectante a la
mano y de uso continuo. Hasta cinco veces en menos de diez minutos. Cuando se
encuentran cerca de alguna persona, aun con la sana distancia (metro y medio)
se sienten amenazados. Pero a pesar de su miedo salen al mundo.
Otros, aún mas aterrados, ni siquiera se asoman a la puerta
de su casa, hacen las compras por teléfono y las recogen en su puerta, no dejan
entrar a nadie y no salen a menos que sea por un asunto médico, pero sólo a
eso, y después a continuar el encierro. Aislados del mundo, sin contacto social
con nadie, encerrados porque pueden hacerlo, tienen una fuente de ingreso
segura, aun sin trabajar, pero estos son los menos. Sin darse cuenta que afuera
la vida continúa a pesar de todo. Los que tienen que trabajar el día a día para
poder alimentar a su familia no tienen opción, sólo trabajar en medio de las
restricciones.
Pero el miedo no se ha generalizado, un alto porcentaje no le
teme al tal virus más que a cualquier otra gripe. En este grupo se encentran
los que están seguros que la pandemia es una exageración, llamándola plandemia,
es decir, un plan orquestado para manipular a la población a través del miedo.
Siguen las restricciones cuando no les queda otra alternativa, porque se ha
hecho condición obligatoria el uso del cubrebocas para acceder a bancos,
tiendas, lugares cerrados, pero fuera de eso viven una vida normal, sin miedo
ni restricciones, salen a caminar, hacen deporte, e incluso fiestas. Están
también los que están seguros de que una vida sana con una alimentación
equilibrada, ejercicio, y alimentos que alcalinicen el cuerpo, se puede
sobrevivir a este virus. Gente convencida que tarde o temprano todos nos
contagiaremos del virus y desarrollaremos las defensas que nos permitan seguir
nuestra vida. En este grupo se encuentra gran cantidad de gente que usa para el
cuidado de su salud diversas terapias alternativas, la mayoría desacreditada
por la medicina ortodoxa, pero que de acuerdo a la experiencia y testimonio de
ellos mismos, han resultado eficientes para sanar enfermedades que la ciencia
médica ha considerado incurables.
Un grupo más, con una fuerte convicción espiritual, con la
firme creencia de que no se mueve la hoja de un árbol sin que dios lo sepa. Y
que con este virus se irán las personas que tengan que irse, ni más ni menos,
se encierren o no en sus casas. Con la certeza de que más allá de que pueda existir una manipulación
con este virus, de cualquier modo hay un propósito superior que no podemos
comprender pero que debe de estar bien. Y aunque hay cierto temor, la vida continúa,
apoyados en la creencia de que dios sabe por qué suceden las cosas.
También hay un grupo que ve en este virus el fin apocalíptico
de la humanidad, que lo ven como un castigo divino y que la única posibilidad
de salvarse es el arrepentimiento por todos los pecados cometidos, son los que
se pasan el día enviando cadenas de oración a familiares y amigos con el temor
de que si cortan las cadenas serán castigados. Más que antes tratan de
convencer a sus allegados de que asuman su religión o culto que para ellos es
la única y verdadera salvación.
Son tiempos difíciles para la economía, los ingresos no son
constantes ni seguros, algunos negocios han fracasado ante el cierre y las
demás restricciones, personas y familias que no han podido pagar sus rentas han
sido lanzados a la calle, algunos encuentran refugio con familiares y amigos,
otros viven como y donde pueden, y a pesar de todo, la vida sigue, para algunos
sin muchos cambios, para otros con mayores complicaciones.
Algunos aprovechan para tomar cursos en líneas, para aprender
a cocinar cosas nuevas, más económicas, para reinventar otros modos de hacer
las cosas, desarrollando nuevas habilidades, ofreciendo servicios a domicilio,
llevando la vida lo mejor posible.
El mundo desaceleró el ritmo apabullante que llevaba, muchas
cosas dejaran de ser, algunas se reorganizaran de una nueva forma, al nuevo modo de vida, tendrán que hacerse de un modo diferente a
todo lo anterior. Es un tiempo para mirar con calma y repensar, reorganizar
para recomenzar en un modo más compatible con el respeto a la vida y la
naturaleza. Un pequeño virus, invisible al ojo humano a simple vista, muestra
al ser humano su vulnerabilidad, muestra lo que aun muchos no quieren ver, que
todos estamos interrelacionados, que lo que afecta a uno, afecta a todos, que
no se puede estar bien, sin que los otros lo estén también.
¿Será este virus, lo
que muestre a la humanidad lo que realmente importa en la vida?, ¿es este el
inicio de una nueva forma de vivir?, o, ¿pasado el peligro, dentro de algunos
meses, seremos los mismos de siempre?
Algunos sienten morir por el confinamiento, porque las
reuniones masivas se suspendieron, porque se prohibieron los festejos, la
quietud, la inmovilidad no es la naturaleza de lo vivo, pero muchas veces la
quietud es necesaria para mirar lo que en medio de la agitación no puede
percibirse. Morimos lentamente y poco a poco, mientras una forma de vida a la
que nos habíamos acostumbrado, ha dejado de ser posible y quizás no lo vuelva a
ser jamás. Así son los cambios drásticos de la vida, todos los hemos tenido alguna
vez, pero en esta ocasión, los vivimos simultáneamente una gran mayoría. Queremos
el movimiento, nos duele dejar esa vida, adaptarnos a la nueva situación lleva
tiempo, dejar ir lo que se tiene que dejar para poder seguir, volver a
sentirnos vivos a pesar de estar de un modo distinto.
¿Qué, nuevas cosas
descubriremos?, ¿cambiará nuestra visión de la vida y de la gente? O ¿seguiremos
indiferentes a los demás?, creyendo que no tienen que ver nada con nosotros. Aferrándonos
a lo viejo, sin ser capaces de mirar las posibilidades de lo nuevo.
Pronto lo descubriremos.
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