CARTA
A MIS LECTORES IX
DICIEMBRE
DE 2020
Se
acaba el año, de la manera que nadie esperaba, con medidas estrictas para
evitar contagios del más famoso de los virus, aunque en un algunos lugares esas
medidas no son tan tomadas en cuenta. La gente de campo sigue en sus labores
sin muchos cambios y en realidad no se ven tan afectados, debe ser que el
trabajo tan duro de muchos años, los ha hecho fuertes, que el contacto con la
tierra, la naturaleza, el viento, el sol tenga más beneficios de los que jamás
nos han dicho o que no nos habíamos dado cuenta. Levantarse con el sol,
trabajar en las cosechas todo el día, no da mucho tiempo para estresarse por un
virus, la sobrevivencia diaria es más importante.
Sin
embargo la intuición desarrollada, hace percibir que hay algo diferente, una
energía, que crea sensaciones distintas, para algunos, ansiedad, miedo,
insomnio, algo que remueve por dentro las emociones, los recuerdos. Algunos se
hacen preguntas que antes jamás se hubieran hecho, se dan cuenta de cosas de su
vida que no les gustan pero que nunca se habían atrevido a decirlas, por miedo,
por costumbre, por no faltar el respeto a sus padres, por callar para evitar
problemas. Surge una incomodidad consigo mismo, por haber sido algo de manera
obligada, por haber perdido la alegría, de hacer algo sólo por el gusto de
hacerlo, por distracción. La pregunta
es, ¿dónde está la persona que se quería ser?
Por
lo demás no hay tanto pánico por la muerte, será que la gente de campo, está
más acostumbrada a ver los ciclos de la vida, ver nacer, crecer, reproducir y
morir. La muerte como parte del ciclo de la vida, no como un castigo, la
aceptación de que todo tiene un final, algo que es natural, no una tragedia. En
este lugar en donde vivo, se acepta la muerte y muy pocos la temen. La gente no
quiere encerrarse, quiere seguir su vida lo más normal posible, disfrutar todos
los momentos, sin encerrarse a morir lentamente de hastío. Se escuchan las
historias de gente que muere por el virus, pero no son historias tan cercanas y
los pocos que han muerto, eran personas con enfermedades crónicas o personas
muy mayores.
Un
motivo más de alegrarme por haber nacido en este lugar, donde puedo disfrutar
de la naturaleza, del viento, de hermosos paisajes. Hablando con gente mayor,
cuya memoria es privilegiada, me cuentan de años atrás, cuando hubo verdaderas
epidemias, la gente moría rápidamente, tres o cuatro por familia en un mismo
día, por lepra o viruela, no había medicamentos, ni vacunas. Pero claro, esto
no está registrado en la historia como epidemias, solo existe en la historia
oral de los padres a hijos. Esa gente mayor, vio morir a familias enteras, son
sobrevivientes y gracias a ellos podemos saber de lo ocurrido. Ha de ser por
eso que estamos aquí, sin enfermarnos, porque heredamos su fortaleza, sus genes.
Sé
que en el mundo hay mucha gente aterrada, que las noticias se encargan de
alimentar el miedo, se habla hasta el cansancio de los contagios, de los
muertos, pero no de los que se recuperan. Pero no, la mayoría de la gente a mi
alrededor no tiene miedo, yo tampoco. Sobrevivimos a una economía en caída lo
mejor que podemos, esperando a que esto pase, como todas las cosas en la vida
que tienen que pasar, sabiendo de antemano que esto no es eterno y que de una
manera u otra saldremos adelante. Como país lo hemos hecho tantas veces,
sobrevivimos a la extinción hace quinientos años ante una invasión bárbara, nos
hemos recuperado de catástrofes naturales, de terremotos, ¿por qué no habríamos
de sobrevivir ahora?
Muchos
sabíamos que estos tiempos vendrían, habían sido anunciados por una de las
civilizaciones más avanzadas que alguna vez habitó nuestro territorio, el
inicio de una nueva era, la repetición de ciclos, conocimientos que nos fueron
dados como leyendas, verdades escondidas en historias, escritas en códices o
grabadas en discos de piedras. Una era de cambio, el nacimiento de una nueva
conciencia, el nacimiento de un nuevo ser humano, el cierre de ciclos, el
desapego de cosas viejas.
Sé
que muchos esperaban mis escritos cada mes y no pude cumplir la meta. Pero aún
estoy aquí, haciendo cosas diferentes, trabajando para lograr cambios en el
lugar donde vivo y empleando la mayor parte de mi tiempo en ello. Volveré a
escribir, a contar historias, a crear mundos, a soñar con todos ustedes, porque
más que siempre sé, que este es un momento de transición hacia cosas mejores,
habitaremos en esos mundos fantásticos y volveremos a reír como en los mejores
momentos de la infancia.
Les
deseo, fortaleza, confianza y el amor incondicional del creador en su corazón.
Un día, estos momentos serán sólo historia, muchos contaremos a nuestros nietos
de cómo sobrevivimos a un virus. De la misma forma que se sabe de la lepra, de
la peste o la viruela, será sólo un capítulo más en nuestra evolución. Mientras
tanto, tratemos de ser nuestra mejor versión de nosotros mismos. Sólo eso, cada
día.
Gracias
a todos los nuevos lectores y a los que releen mis textos una y otra vez, sé
que si yo no estuviera más en este mundo, ustedes podrían encontrar parte de mi
alma en esas historias, y todo el tiempo invertido en escribir ha valido la
pena, sólo saber que les ha arrancado sonrisas, sueños, motivaciones, aunque el
corazón me dice que aún estaré un tiempo más en esta vida para seguir compartiendo.
Por eso puedo estar tranquila, mi corazón no se equivoca y en estos años
aprendí a escucharlo y dejar que me guíe. He
pasado por momentos oscuros
tantas veces, que no puedo dudar ya, de que al final siempre está la luz.
Espero que ustedes puedan sentir esa convicción en su corazón un día, porque
entonces sabrán, que todo, está bien, aún en medio del caos.
Muchas
gracias por seguir conmigo, a pesar de este largo silencio.
Gracias.
Gracias. Gracias.