CEREMONIA
DE PETICION DE LLUVIAS
En
un pequeño pueblo rodeado de hermosas montañas, donde cientos de aves cantan
alegremente desde que sol renace en el horizonte, la gente del pueblo se
prepara para su ofrenda anual a los señores del tiempo que habitan en cuevas,
cañadas y manantiales, ubicados en los alrededores del lugar. Es una tradición celebrada desde tiempos muy
antiguos, nadie podría decir desde cuándo. Sólo se sabe que los padres lo
enseñaron a sus hijos y a los hijos de sus hijos.
Durante
alguna época este ritual estuvo prohibido, pues los invasores españoles que
colonizaron el país, destruyeron centros ceremoniales, códices, persiguieron y
mataron a los nativos por su cosmovisión que era diferente a la religión
católica. Sin embargo, en este y otros
lugares del país y a pesar del riesgo que representaba para sus propias
vidas, la gente siguió celebrando algunos rituales de manera secreta. Muchos de
los antiguos dioses fueron escondidos dentro de las estatuillas que representaban a los santos, cuya veneración se impuso a través de la
tortura y la muerte, de tal modo, que hoy día, en muchos lugares, se veneran a
los antiguos dioses escondidos en imágenes religiosas católicas.
Cientos
de años después cuando la represión a las creencias dejó de ser tan sangrienta,
los nativos pudieron volver a realizar, de manera discreta, sus rituales sin el
temor a ser perseguidos. No obstante, la jerarquía católica seguía
menospreciando y encasillando estas ceremonias como idolatrías paganas, aleccionando a sus
agremiados para que las desconocieran y los consideraran
como rituales de brujos y por lo tanto, contrarios a la ideología cristiana.
Trataron de que la gente olvidará su filosofía, sus creencias, pero no lo
lograron del todo.
Un
pequeño grupo de personas preservaron el conocimiento y lograron mantener el
contacto con los seres espirituales que a lo largo de los siglos los han guiado
para no perder el contacto con la madre tierra. Llegó el día, durante los
últimos años del milenio pasado, que las ceremonias pudieron volver a
realizarse abiertamente y poco a poco las comunidades comenzaron a participar
nuevamente. Pero estos eventos se realizaban como algo separado de los rituales
católicos, hasta que algunos sacerdotes comprendieron que dicha tradición estaba
tan arraigada en la memoria del pueblo, que no podrían erradicarla. Entonces
decidieron asimilarla, por lo que comenzaron a celebrar una misa, muy temprano,
antes de llevar la ofrenda al lugar indicado, para bendecirla.
Hoy
en día, las ofrendas se realizan con una
mezcla de elementos propios de la cultura del lugar y de elementos católicos,
pero el propósito y el sentido de la misma, no ha cambiado: es un
agradecimiento por todos los regalos que la naturaleza otorga al hombre y a la
vez una petición para que los señores del tiempo, bendigan a toda la población
con un buen temporal, sin fuertes vientos y granizadas que dañen las siembras.
Es
por eso, que semanas antes del tercer viernes el mes de mayo, la comunidad se
prepara para el gran evento. Voluntariamente, algunas personas colaboran en la
recolección de dinero a lo largo del pueblo para comprar todo lo necesario para
las ofrendas y para el festejo de la misma, que consiste en comer todos juntos, después de que las personas
encargadas de llevar las ofrendas, están de vuelta con el encargo cumplido.
Quienes no tienen dinero colaboran en especie, es decir con maíz, hojas para
tamales, leña o con su propio trabajo. Algunas personas prestan sus trastes,
mesas, lonas, etc., para realizar dicho evento.
Un
día antes de llevar las ofrendas, algunas personas van al mercado de la ciudad
más cercana a comprar todo lo necesario. Por la tarde, la gente comienza a
llegar a la iglesia para preparar los alimentos que llevará la ofrenda. Las
mujeres con sus propias manos, tortean la masa y cuecen sobre el comal figuras
de animalitos y tlaxcales. Otro grupo prepara el mole rojo y verde, otro más,
los tamalitos, otras personas prenden los fogones donde se han de cocer los
alimentos, y preparan café para todos. No hace falta invitar a nadie a
participar, todos saben que tienen un compromiso en ese día y ese lugar y
llegan con la intención de ofrecer su mejor participación.
Las
señoras de mayor edad y las que ya han participado las veces anteriores son las
personas a quién se consulta para saber la forma en que debe prepararse todo,
son ellas la memoria colectiva del pueblo. Cuánto y qué ha de comprarse, cómo y
en qué momento se debe preparar cada cosa, cómo han de envolverse y adornarse
todas las frutas y comida para la ofrenda. Pero no es sólo una persona quien
dirige todo el evento, sino varias, pues tradicionalmente, año con año, cada
persona ha ido realizando una función. Así, todos trabajan colectivamente.
A
las siete de la noche del día jueves se presentan las señoras para elaborar los
alimentos y mientras ellas preparan las figuras de animalitos de masa cocida,
otro grupo de señoras tienden un petate en el que colocan todas las frutas y
juguetes que han de envolverse. Cortan tiras de estambre y papel de china de
diferentes colores, ordenadamente van envolviendo cada una de las frutas. Cada
una debe ser envuelta con tres tiras de diferentes colores y amarrada en la
parte superior con un nudo de moño, también con tres colores de estambres. Así se hace con todas las frutas: mangos,
guayabas, ciruelas, naranjas, plátanos, manzanas, limas, en total trece de cada
una, pues trece son los sitios en que se colocan las ofrendas. Mientras algunas
envuelven las frutas, otras hacen lo mismo con los juguetes, los cuales sólo se
anudan con estambres de colores, dos
muñecos: niña y niño y soldaditos.
También
se colocan chifladores y figuras de
animalitos hechas en barro que desde un mes antes son elaboradas por las mismas
personas de la comunidad, tales como, alacrán, víbora, araña, ciempiés, rana,
sapo, lagartija, ardilla, tortuga y pequeños sahumerios. Cada chiflador hecho
en forma de animalito será usado para llamar a los espíritus cuando ya se haya
colocado la ofrenda. No pueden faltar velas, flores, y alguna bebida de alcohol
como pulque, ron o mezcal. Las frutas que van en rebanadas como la sandía, piña
y melón se agregan muy temprano el día de llevar la ofrenda, lo mismo el mole
que va en jarritos y los tamales. Mientras se realiza el trabajo de envoltura,
otras señoras han preparado café y lo ofrecen a todos los presentes con una
pieza de pan, en algunas ocasiones también ofrecen ponche.
Cada
pieza de la ofrenda es adornada con los estambres de colores. Desde una noche
previa, al terminar de envolver todo, se colocan dentro de los chiquihuites(nombre
nahuátl de un cesto tejido a mano, hecho de fibras naturales, cuyo uso sigue
siendo muy común) con el nombre del lugar a dónde serán llevados. Al mismo
tiempo, las señoras que cocinarán el mole verde para que coman todos al
regresar de llevar la ofrenda, ya están pelando los tomates, lavando el
cilantro, epazote, cortando la carne, cociendo el nixtamal para los tamales,
preparando las ollas para el café de la siguiente mañana.
A
las cuatro de la mañana del día viernes, llegan las señoras a preparar el café.
Pan y café es lo único que deberán tomar quienes llevarán la ofrenda. Antes de
las siete, las ofrendas se llevan ante el altar de la iglesia para que sean
bendecidas durante la misa. La gente del pueblo y de otros lugares comienza a
llegar antes de las siete. El ritual se ha hecho tan conocido, debido a los
medios de comunicación de hoy día, que incluso llega gente de otros estados
como Guerrero, México, D.F., Puebla etc.
Todos llegan preparados con agua para beber durante el largo recorrido
por el cerro, con zapatos y ropa adecuada para cubrirse del sol. Algunos estudiantes
de universidades o reporteros vienen también para ser partícipes y testigos de
una celebración que ha sobrevivido a las adversidades históricas y culturales,
toman fotos, videos, hacen entrevistas, documentales, tratando de entender el
sentido del ritual.
Hoy
que el planeta ha sido deteriorado por la sobre explotación para el beneficio de
muy pocos, se hace necesario recordar el sentido de este tipo de rituales que
son un vínculo de la relación, hombre-naturaleza, se hace necesario fomentar el
respeto a nuestra madre tierra, a todos los espíritus que moran en la
naturaleza, recordar y fomentar el respeto a la tierra que nos alimenta, a los
elementos de los que procedemos, de los que se nutre nuestro cuerpo, el viento,
la lluvia, todos en conjunto que hacen posible nuestra existencia.
Después
de la misa, la gente se divide en tres grupos para poder llevar todas las
ofrendas, pues son sitios bastante alejados, y que en su conjunto forma un
círculo alrededor del pueblo. Los que realizan el recorrido más largo tienen
que caminar durante dos horas hacia la montaña más alejada. Tendrán que cargar
todos los chiquihuites hasta allá, que es el primer sitio y el más importante
para ofrendar, pues es el lugar desde donde se dice que se forman las nubes que
riegan este valle. Después de ese lugar descenderán la montaña colocando las
ofrendas, hasta llegar a la más cercana al pueblo.
La
caminata es larga y se hace a paso rápido sin descansos, por lo que quien
quiere ir allá, debe tener una buena condición física y excelente salud. Al
llegar al lugar, descienden a la cueva quienes harán el ofrecimiento y la
petición. Con cuidado se recogen los restos de la ofrenda del año anterior y se
depositan a un lado. Se coloca la nueva ofrenda, ya listo el altar, se lanzan
cohetes y se toca el silbato tres veces para llamar a los espíritus que allí
moran, se enciende un cigarrillo y se sahuma el lugar, los asistentes guardan
silencio mientras dura el ritual. Al finalizar se lanzan tres cohetes para
despedirse. Y así se procede en todos los sitios indicados.
De
regreso al pueblo todos se concentran en la iglesia, a esperar a los que fueron
por las otras dos rutas, mientras tanto, las señoras les ofrecen de beber agua
de jamaica o de tamarindo. Cuando llega el último grupo todos se acercan al
lugar donde está lista la comida, ordenadamente se forman para ser sahumados, y
de este modo evitar quedarse con un espíritu de las cuevas o manantiales.
Posterior a esto, también formados en fila, pasan a recibir su plato de comida
y tamales, algunos se ubican en las pocas mesas que hay, otros se sientan sobre el pasto o el piso. Todo el
tiempo hay personas que pasan ofreciendo más agua, tamales o comida. Las
enormes cazuelas de barro llenas de mole pronto se vacían ante el apetito feroz
de quienes han realizado tan larga caminata.
En
un esfuerzo de no contaminar con el uso de platos y vasos desechables, un grupo
de señoras, realizan el trabajo de lavar los platos y vasos que fueron donados
o prestados para tal evento. Algunos visitantes traen su plato, vaso y cuchara,
pues a través de la página de Facebook del pueblo se les solicitó que
colaboraran de esa manera, para no usar más desechables. Después de saciar el
hambre la gente comienza a retirarse.
Al
final sólo quedan los que ayudaron en la preparación de los alimentos, a
servirlos y quienes lavan los trastes, el resto de la comida se reparte entre
las personas que realizaron este duro trabajo. Todos cansados, pero muy
contentos, seguros de que los señores del tiempo que moran en las cuevas, barrancas
y manantiales han escuchado la petición y la lluvia abundante caerá sin fuertes
vientos ni granizo.
Porque esto, la comunicación con la tierra y
los espíritus, es algo que aprendieron de sus padres y de los padres de sus
padres, desde el inicio de los tiempos. Y es algo que esta comunidad quiere
conservar, que quiere heredar a sus hijos y a los hijos de sus hijos, para
recordar su lugar y el respeto a la madre tierra.