miércoles, 31 de mayo de 2017

DESENCUENTROS





I.Rosita

         -- ¡Adios Rosita!

Escucho la voz fuerte de una mujer que va dentro de un coche que avanza por la calle a mi izquierda, detrás de la ventana me mira y me sonríe, al mismo tiempo, agita su mano en señal de adiós.

Sigo caminando, y me río por la insistencia de esta mujer. Cada vez que me encuentra me saluda muy efusivamente llamándome Rosita, así fue desde la primera vez que me la topé, justo en frente de la escuela secundaria. Aquél día yo caminaba tranquilamente, cuando ella me interceptó y poniendo su mano sobre mi hombro me dijo:

         -- ¿Cómo estás Rosita?

Yo la miré sin responder, la situación era muy simple, yo no era, y no soy Rosita. Ante mi silencio,  volvió a insistir.

        -- ¿Ya no te acuerdas de mí, Rosita?
        -- Yo no soy Rosita.

Se lo dije entonces y se lo he dicho cada una de las veces que la he vuelto a encontrar y a pesar de ello, sigue llamándome Rosita. Ella simplemente ignora mi respuesta, no duda ni siquiera un segundo de lo que dice, es incapaz de considerar que me confunde con otra persona.

        -- Claro que sí, Rosita. Yo fui tu maestra en la secundaria, fui tu maestra de cocina, ¡acuérdate!   Vaya insistencia,  ¿cómo puedo acordarme de algo que nunca sucedió?
        --Yo nunca tomé clases de cocina en la secundaria. De hecho no he tomado clases de cocina nunca. Pero mis respuestas parecen no importarle en absoluto.
        -- Sí claro, tú eres Rosita, me acuerdo perfectamente de ti.

Comprendo que no hay manera de hacerle entender que yo no soy Rosita. No sé quién es Rosita, ni lo que significa para ella, que insiste tanto en otorgarme esa personalidad. Sin duda, esta es la clase de personas que no aceptan un no por respuesta, y que son incapaces de escuchar al otro. Y ya que no hay manera de que ella acepte que no soy Rosita, me alegro de que la persona con quien me confunde, no fuera alguien a quien aborreciera y quisiera estrangular.

        -- Bueno Rosita, cuídate mucho- me dice a modo de despedida, y comienza a caminar sobre la acera en sentido contrario a donde yo voy.



II. La llamada

Suena el timbre del teléfono celular, de manera automática lo tomo y miro un número desconocido en la pantalla, acepto la llamada y respondo.

        -- Hola
        -- ¿Quién habla? – escucho la voz de una mujer muy alterada.
        -- ¿Con quién quiere hablar? – le digo sin darle mi nombre-. No acostumbro dar detalles a personas desconocidas.
        -- ¿Quién habla? – vuelve a decir, usando un tono altisonante y autoritario.
        -- ¿Con quién quiere hablar? – vuelvo a repetirle calmada-mente, sólo para confirmar que esta persona no me conoce, ni yo a ella, pero lo que trata de saber es quien soy.
        -- ¡Usted identifíquese primero! – me dice en un tono más enojado y más fuerte.

Por supuesto no tengo porque darle mi nombre a alguien desconocido y menos aún si me grita por teléfono. No tengo la mínima idea de dónde ha tomado mi número, pero por la forma en que me habla, me hace pensar en una mujer celosa. Con toda calma vuelvo a decirle.

        -- ¿Con quién quiere hablar? - Ante mi respuesta  y la imposibilidad de obtener ninguna información de mí y sobre mí, cuelga el teléfono muy enojada. No volvió a llamarme nunca más.



III. El  rancho

Es un día tranquilo a media semana,  salgo a comprar algunos materiales a la papelería. En la calle sobre la banqueta, a punto de llegar a la tienda,  pasa a mi lado en sentido contrario ,una pareja. Yo sigo avanzando, pero de pronto, el señor se regresa y me habla.

        -- Hola, ¿te acuerdas de mí? – me dice, en tanto su pareja se acerca también y me mira con mucha atención.

Yo los miro también y no conozco a ninguno de los dos, de eso estoy segura. Ellos me miran detenidamente de arriba abajo y de abajo hacia arriba. Él vuelve a insistir.

        -- Sí, sí eres tú. Acuérdate, nosotros –dice mientras mira a su pareja, esperando que ella lo confirme- fuimos al rancho de tu padre.
        -- Oh, no. Yo no soy esa persona- les digo, mientras niego con un movimiento de cabeza, para reafirmar mi respuesta.
        -- Pero sí, sí eres tú, yo me acuerdo de ti. Estuvimos en el rancho de tu papá aquélla vez- vuelve a decir esperando que la mujer lo corrobore- ¿verdad que sí?, estuvimos allí.
        -- Sí, pero no es ella – le dice la mujer mirándome fijamente-. No, no es ella.
        -- Sí es ella – insiste él, débilmente y con cara de incredulidad.
        -- No, no es ella – vuelve a decir la mujer mientras lo jala de un brazo- déjala, no es ella.

Ellos se van, pero él sigue insistiendo en que yo soy aquélla persona, los escucho hablando de lo mismo hasta que dan la vuelta en la esquina. Y no, no soy ella, la que él dice, mi padre no tiene, ni jamás ha tenido un rancho.



IV. Vicente


Ring, ring, es el sonido del  teléfono de la casa. Levanto la bocina para responder

        -- ¿Está Vicente?.

Del otro lado de la línea, sin saludar y sin identificarse, me pregunta una voz de mujer.
  
        -- Perdón, pero aquí no hay ningún Vicente.
        -- ¿No es este el número 3005928?
        -- Sí este es.
        -- Este es el número que me dio Vicente.
        -- Pero aquí no hay ningún Vicente.
        -- Pero, este es el número.
        -- Sí, pero no hay ningún Vicente.
        -- ¡Oh, Está bien¡ – me dice con un tono de desilusión y cuelga-.

Continúo haciendo lo que la llamada interrumpió, después de unos pocos minutos, vuelve a sonar el teléfono. Levanto la bocina para escuchar la voz de la misma mujer.

        -- ¿Está Vicente?
        -- Señora, ya le dije que aquí no hay ningún Vicente –le contesto con cierto tono de fastidio.
        -- Pero es que yo necesito hablar con Vicente y él me dio este teléfono.
        -- Le repito que aquí no vive ningún Vicente.
        -- Es que yo necesito hablar con mi hija, se fue con él y no ha regresado- me insiste en un tono desesperado y de súplica.
        -- Lo siento señora, si le dieron este teléfono que es mío, pero yo no puedo ayudarla porque aquí no hay ningún Vicente, ni yo conozco a nadie llamado Vicente.
        -- Es que él me dio este número –me repite con decepción- entonces, ¿no está ahí Vicente?
        -- No señora, lo lamento. Este es mi número y no hay ningún Vicente.
        -- Disculpe, es que no sé a donde buscar a mi hija.
        -- Lo lamento señora.
        -- Disculpe –vuelve a repetir y cuelga la bocina



 V. El  desconocido


Son las cinco de la tarde, camino por la acera para llegar a la biblioteca, casi a punto de llegar, hay una casa en remodelación. Algunos materiales y escombros se encuentran dispersos en la calle obstruyendo el paso. Me detengo  y miro hacia los dos lados de la calle buscando el espacio para poder pasar, pues es un lugar muy transitado por carros. En ese momento un joven que trabaja en la construcción me saluda.

        -- Hola – al ver que no le respondo insiste.
        -- Hola, ¿no te acuerdas de mi?

Entonces me doy cuenta que se está dirigiendo a mi. Volteo hacia los lados y confirmo que no hay nadie aparte de mi. Lo miro y me doy cuenta que no lo conozco y le respondo.

        -- No, yo no te conozco.
        -- Sí, si te conozco, tu te llamas...- hace una pausa pretendiendo que está tratando de recordar mi nombre y esperando que yo se lo diga.

Pero yo no le digo mi nombre, algo en sus gestos me indica que está tratando de obtener información de mi y a través de mi. Entonces solo me quedo viéndolo, el finge no poder recordar mi nombre y repite.
               
         --Tú te llamas…tú te llamas –dice, a modo de ganar tiempo- ¡ay!, no me acuerdo, pero nos conocimos allá en la fiesta.
         -- No te conozco –le digo completamente segura.
         -- Sí, nos conocimos en la fiesta –dice sin darme ningún dato de cuándo y dónde fue la fiesta a la que alude- ahí, ahí en la fiesta.

De cualquier forma, no hay modo de que lo conozca, yo no soy de ese lugar, ni he asistido a ninguna fiesta. Él insiste en conocerme, pero yo estoy completamente segura de que sólo trata de establecer un diálogo conmigo para saber quién soy.


         -- No te conozco –le digo una vez más- y sigo mi camino.

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