I.Rosita
-- ¡Adios Rosita!
Escucho la voz fuerte
de una mujer que va dentro de un coche que avanza por la calle a mi izquierda,
detrás de la ventana me mira y me sonríe, al mismo tiempo, agita su mano en
señal de adiós.
Sigo caminando, y me
río por la insistencia de esta mujer. Cada vez que me encuentra me saluda muy
efusivamente llamándome Rosita, así fue desde la primera vez que me la topé,
justo en frente de la escuela secundaria. Aquél día yo
caminaba tranquilamente, cuando ella me interceptó y poniendo su mano sobre mi
hombro me dijo:
-- ¿Cómo estás Rosita?
Yo la miré sin
responder, la situación era muy simple, yo no era, y no soy Rosita. Ante mi
silencio, volvió a insistir.
-- ¿Ya no te acuerdas de mí, Rosita?
-- Yo no soy Rosita.
Se lo dije entonces y
se lo he dicho cada una de las veces que la he vuelto a encontrar y a pesar de
ello, sigue llamándome Rosita. Ella simplemente ignora mi respuesta, no duda ni
siquiera un segundo de lo que dice, es incapaz de considerar que me confunde
con otra persona.
-- Claro que sí,
Rosita. Yo fui tu maestra en la secundaria, fui tu maestra de cocina,
¡acuérdate! Vaya insistencia, ¿cómo puedo acordarme de algo que nunca
sucedió?
--Yo nunca tomé clases
de cocina en la secundaria. De hecho no he tomado clases de cocina nunca. Pero
mis respuestas parecen no importarle en absoluto.
-- Sí claro, tú eres
Rosita, me acuerdo perfectamente de ti.
Comprendo que no hay
manera de hacerle entender que yo no soy Rosita. No sé quién es Rosita, ni lo
que significa para ella, que insiste tanto en otorgarme esa personalidad. Sin
duda, esta es la clase de personas que no aceptan un no por respuesta, y que
son incapaces de escuchar al otro. Y ya que no hay manera de que ella acepte
que no soy Rosita, me alegro de que la persona con quien me confunde, no fuera
alguien a quien aborreciera y quisiera estrangular.
-- Bueno Rosita, cuídate
mucho- me dice a modo de despedida, y comienza a caminar sobre la acera en
sentido contrario a donde yo voy.
II. La llamada
Suena el timbre del
teléfono celular, de manera automática lo tomo y miro un número desconocido en
la pantalla, acepto la llamada y respondo.
-- Hola
-- ¿Quién habla? –
escucho la voz de una mujer muy alterada.
-- ¿Con quién quiere
hablar? – le digo sin darle mi nombre-. No acostumbro dar detalles a personas
desconocidas.
-- ¿Quién habla? –
vuelve a decir, usando un tono altisonante y autoritario.
-- ¿Con quién quiere
hablar? – vuelvo a repetirle calmada-mente, sólo para confirmar que esta persona
no me conoce, ni yo a ella, pero lo que trata de saber es quien soy.
-- ¡Usted identifíquese
primero! – me dice en un tono más enojado y más fuerte.
Por supuesto no tengo
porque darle mi nombre a alguien desconocido y menos aún si me grita por
teléfono. No tengo la mínima idea de dónde ha tomado mi número, pero por la
forma en que me habla, me hace pensar en una mujer celosa. Con toda calma
vuelvo a decirle.
-- ¿Con quién quiere
hablar? - Ante mi respuesta y la
imposibilidad de obtener ninguna información de mí y sobre mí, cuelga el
teléfono muy enojada. No volvió a llamarme nunca más.
III. El rancho
Es un día tranquilo a
media semana, salgo a comprar algunos
materiales a la papelería. En la calle sobre la banqueta, a punto de llegar a
la tienda, pasa a mi lado en sentido
contrario ,una pareja. Yo sigo avanzando, pero de pronto, el señor se regresa y
me habla.
-- Hola, ¿te acuerdas de
mí? – me dice, en tanto su pareja se acerca también y me mira con mucha
atención.
Yo los miro también y
no conozco a ninguno de los dos, de eso estoy segura. Ellos me miran
detenidamente de arriba abajo y de abajo hacia arriba. Él vuelve a insistir.
-- Sí, sí eres tú.
Acuérdate, nosotros –dice mientras mira a su pareja, esperando que ella lo
confirme- fuimos al rancho de tu padre.
-- Oh, no. Yo no soy esa
persona- les digo, mientras niego con un movimiento de cabeza, para reafirmar
mi respuesta.
-- Pero sí, sí eres tú,
yo me acuerdo de ti. Estuvimos en el rancho de tu papá aquélla vez- vuelve a
decir esperando que la mujer lo corrobore- ¿verdad que sí?, estuvimos allí.
-- Sí, pero no es ella –
le dice la mujer mirándome fijamente-. No, no es ella.
-- Sí es ella – insiste
él, débilmente y con cara de incredulidad.
-- No, no es ella –
vuelve a decir la mujer mientras lo jala de un brazo- déjala, no es ella.
Ellos se van, pero él
sigue insistiendo en que yo soy aquélla persona, los escucho hablando de lo
mismo hasta que dan la vuelta en la esquina. Y no, no soy ella, la que él dice,
mi padre no tiene, ni jamás ha tenido un rancho.
IV. Vicente
Ring, ring, es el
sonido del teléfono de la casa. Levanto
la bocina para responder
-- ¿Está Vicente?.
Del otro lado de la
línea, sin saludar y sin identificarse, me pregunta una voz de mujer.
-- Perdón, pero aquí no
hay ningún Vicente.
-- ¿No es este el número
3005928?
-- Sí este es.
-- Este es el número que
me dio Vicente.
-- Pero aquí no hay
ningún Vicente.
-- Pero, este es el
número.
-- Sí, pero no hay
ningún Vicente.
-- ¡Oh, Está bien¡ – me
dice con un tono de desilusión y cuelga-.
Continúo haciendo lo
que la llamada interrumpió, después de unos pocos minutos, vuelve a sonar el teléfono.
Levanto la bocina para escuchar la voz de la misma mujer.
-- ¿Está Vicente?
-- Señora, ya le dije
que aquí no hay ningún Vicente –le contesto con cierto tono de fastidio.
-- Pero es que yo
necesito hablar con Vicente y él me dio este teléfono.
-- Le repito que aquí no
vive ningún Vicente.
-- Es que yo necesito
hablar con mi hija, se fue con él y no ha regresado- me insiste en un tono
desesperado y de súplica.
-- Lo siento señora, si
le dieron este teléfono que es mío, pero yo no puedo ayudarla porque aquí no
hay ningún Vicente, ni yo conozco a nadie llamado Vicente.
-- Es que él me dio este
número –me repite con decepción- entonces, ¿no está ahí Vicente?
-- No señora, lo
lamento. Este es mi número y no hay ningún Vicente.
-- Disculpe, es que no
sé a donde buscar a mi hija.
-- Lo lamento señora.
-- Disculpe –vuelve a
repetir y cuelga la bocina
Son las cinco de la
tarde, camino por la acera para llegar a la biblioteca, casi a punto de llegar,
hay una casa en remodelación. Algunos materiales y escombros se encuentran
dispersos en la calle obstruyendo el paso. Me detengo y miro hacia los dos lados de la calle
buscando el espacio para poder pasar, pues es un lugar muy transitado por
carros. En ese momento un joven que trabaja en la construcción me saluda.
-- Hola – al ver que no
le respondo insiste.
-- Hola, ¿no te acuerdas
de mi?
Entonces me doy cuenta
que se está dirigiendo a mi. Volteo hacia los lados y confirmo que no hay nadie
aparte de mi. Lo miro y me doy cuenta que no lo conozco y le respondo.
-- No, yo no te conozco.
-- Sí, si te conozco, tu
te llamas...- hace una pausa pretendiendo que está tratando de recordar mi
nombre y esperando que yo se lo diga.
Pero yo no le digo mi
nombre, algo en sus gestos me indica que está tratando de obtener información
de mi y a través de mi. Entonces solo me quedo viéndolo, el finge no poder
recordar mi nombre y repite.
--Tú te llamas…tú te
llamas –dice, a modo de ganar tiempo- ¡ay!, no me acuerdo, pero nos conocimos
allá en la fiesta.
-- No te conozco –le
digo completamente segura.
-- Sí, nos conocimos en
la fiesta –dice sin darme ningún dato de cuándo y dónde fue la fiesta a la que
alude- ahí, ahí en la fiesta.
De cualquier forma, no
hay modo de que lo conozca, yo no soy de ese lugar, ni he asistido a ninguna
fiesta. Él insiste en conocerme, pero yo estoy completamente segura de que sólo
trata de establecer un diálogo conmigo para saber quién soy.
-- No te conozco –le
digo una vez más- y sigo mi camino.