DIA DE LA MISERICORDIA
Corro desesperada mente, no
hay a dónde ir, sólo corro, corro tratando de escapar de este infierno. En el
cielo sobrevuelan varios aviones que bombardean la ciudad, se oye el estallido
de las bombas, una tras otra, es interminable. Disparos, hay muchos disparos desde
arriba y desde abajo, disparos de armas muy potentes. No sé qué tipo de armas
son, yo sólo escucho los estallidos, los gritos desgarradores de la gente que
cae herida de muerte, los gritos de las madres que recogen a sus pequeños hijos
destrozados, sangrantes.
Hoy 23 de abril, es día de la misericordia, así me lo dijo una señora que
constantemente trata de convencerme de ir a misa los domingos: “con sólo ir a
misa, todos tus pecados quedan perdonados”, puntualiza una vez más tratando de
que yo vaya a misa. Pero a mi no me preocupan mis pecados. No discuto con ella,
es inútil, ha sido adoctrinada por años para creer ciertas ideas, que traen al
mundo de cabeza, así sucede en todas las religiones.
Algunos mueren
instantáneamente, alcanzados por los disparos de las armas o de las bombas,
caen desmembrados. Las madres los reconocen porque los traían corriendo de la
mano hace un instante, antes de que sus cuerpos se convirtieran en una masa
sanguinolenta. Si no fuera porque los
traían cargando o de la mano, no podrían reconocerlos.Todo sucede tan rápido,
todos quedamos tan aturdidos por el fuerte ruido, tirados en el suelo, la bomba
cayó tan cerca, destruyó las casas, todo lo que había. Los que sobrevivimos,
tratamos de recuperarnos.
Desde hace meses, en medio oriente se vive la guerra, paises han sido
bombardeados inmisericordemente. Bombardeadas poblaciones llenas de civiles,
mujeres y niños masacrados impunemente. Privados de todos sus derechos, aún de
los más elementales, protección, salud, educación, expuestos a diario a la
violencia que va en aumento y al ataque de armas explosivas. Los niños,
obligados a convertirse en soldados, a trabajar para sus familias, o a sobrevivir
por su cuenta. Muchos de ellos se han quedado sin familia, niños sin hogar, sin
nada, huyendo a otros países, en continuo peligro,tratando sólo de sobrevivir.
Yo me levanto, miro a mi
alrededor, todo es destrucción y hay que correr, yo lo sé, tengo que correr,
todos corremos cuando empiezan los bombardeos. Tengo miedo, mucho miedo, no veo
a nadie conocido, no sé dónde está mi familia, ni siquiera recuerdo si tengo
familia, pero corro, corro en medio del bombardeo. Corro tratando de escapar de
esta pesadilla. Por todos lados veo fuego, humo, destrucción y gritos, muchos
gritos. Voces desesperadas que piden ayuda. Pero ¿quién puede ayudar en medio
de este infierno?
Desde el año pasado ya habían sido bombardeados hospitales, escuelas,
lugares públicos, la población civil, pero este mes la barbarie llegó a un nivel, que se pensó nunca
más debía suceder. Desde que se usaron armas biológicas durante la primera
guerra mundial y se miraron las devastadoras consecuencias, se prohibió su uso
en cualquier guerra, se tomaron acuerdos, se hicieron leyes. Pero muchos de los
acuerdos tomados, son violados continuamente, al momento de invadir países, en
nombre de no sé qué absurdo. ¿Dónde están los líderes de los países que tomaron
el acuerdo?,¿ cuáles son sus acciones ante este tipo de atrocidades perpetradas
sobre niños y mujeres totalmente indefensos?, ¿quién es responsable de todo
esto?
Yo no sé de dónde vengo, ni
sé a donde voy, sólo trato de escapar de los bombardeos de la muerte. No sé
cómo puedo correr tanto. Es una cuestión de suerte lograr sobrevivir en medio
del estallido continuo de bombas. Sólo sé que tengo que correr, correr y
correr, evitando los proyectiles. Lo único que recuerdo, es que he estado corriendo,
aunque no sé desde cuándo, no siento el cansancio, no siento el cuerpo. No sé
de dónde me viene esta fuerza para correr, como un impulso interno, algo que me
mueve más allá de mi voluntad. Estoy muy delgado y no he comido, no sé cuándo
fue la última vez que comí. Me miro a mí mismo y me resulto extraño, no
recuerdo nada, no sé dónde está mi familia.
Hoy podemos mirar la guerra cuando está sucediendo, videos de los ataques
circulan por las redes sociales, y la barbarie y la destrucción, empiezan a
convertirse en algo normal, cuando nadie hace nada, ante lo que sucede, cuando
todos guardan silencio. Pero en el capítulo V, versículo 32 del corán, Alá
decreta: “cuando muere un hombre inocente, la humanidad completa sufre la misma
suerte de ese hombre y muere con él”. El exterminio con gas letal y bombas de
fósforo en Siria, es una denigración para toda la humanidad. En otros tiempos
fueron los indígenas americanos, los judíos y distintos grupos étnicos de
varios países, ahora es Siria, ¿quién será el próximo, y cuándo?, ¿los países
subdesarrollados, los que no tienen armas y ejércitos para defenderse, los que
en sus territorios poseen riquezas y por ello son codiciados?
El bombardeo no se acaba,
corro, corro y corro, tratando de esconderme, pero no hay en dónde hacerlo. En
esta tierra desértica, puedo mirar muy lejos hacia todos lados, sólo hay
destrucción, fuego, escombros y muerte.
Me tiro en el suelo, tal vez no me miren, soy un niño pequeño, no lo sé con
exactitud, pero creo que tengo como seis años, estoy desnudo de la cintura para
arriba, mi única vestimenta es un pantalón roto, sucio, ensangrentado, lleno de
arena.
Todo es posible en un mundo donde reina la indiferencia, dónde los líderes
no son cuestionados por sus acciones, dónde no se fincan responsabilidades por
acciones atroces de exterminio, de tortura, de desaparición, de abuso, de
discriminación de seres humanos. Los avances y logros de la humanidad han sido
posible por las acciones de hombres y mujeres con el poder para decidir, para
actuar, pero el exterminio de seres humanos indefensos, definitivamente no es
un avance.
He corrido demasiado, siento
que no puedo más, ahora que me detengo un poco, me doy cuenta de cómo tiembla
mi cuerpo, tiembla todo, incontrolablemente, me arrastro hasta una montaña de
escombros, no sé si ahí estaré a salvo, pero es el único lugar que encontré
para guarecerme. La gente sigue corriendo, tratando de escapar, muchos cuerpos
quedan tirados en el campo. Yo quisiera seguir, pero no puedo más.
Reza el credo católico: “yo confieso que he pecado mucho de pensamiento,
palabra, obra y omisión, por mi culpa, por mi culpa, por mi grande culpa…”
muchos católicos hoy fueron e irán a misa, y se liberarán para sí mismos de los
pecados que han cometido con sus acciones, con sus pensamientos, y que con sus
palabras, pero se olvidan de los pecados de omisión. En realidad nadie los toma
en cuenta, piensan que lo que no se hace, lo que no existe cómo acción, no
existe cómo pecado. Pero la falta de acción ante situaciones atroces, es parte
de la complicidad. La indiferencia del mundo y de los líderes que tienen en su
poder, el realizar acciones para evitar este tipo situaciones y simplemente
callan, es lo que denigra a toda la humanidad.
Siguen los estallidos, el
tiroteo, los gritos. Encontré un hueco entre las varillas retorcidas, me escondo en
lo más profundo. Me acuesto de lado, encojo las piernas, me tapo los oídos, me
quedo quieto, tan quieto como puedo, pero los estallidos de las bombas me
sobresaltan continuamente. Después de un rato, me vence el cansancio, los ojos
se me cierran, no puedo tenerlos abiertos, trato de mantenerme despierto, pero
no puedo.
En acciones masivas y atroces sobre una población indefensa, hay muchos
responsables. Desde los países “democráticos” y “defensores de la libertad”,
“defensores de la paz”, y últimamente “defensores de la seguridad mundial” ,
que invaden otros países vulnerables para apropiarse de sus territorios o sus
riquezas, haciendo uso de su superioridad en armas, hasta los ciudadanos que
eligen líderes y gobiernos que provocan guerras para activar su economía.
Ciudadanos que no protestan cuando sus líderes toman decisiones de destrucción
y guerra, de discriminación y exterminio, de abuso y explotación. Y por
supuesto quienes ordenan este tipo de acciones y quienes las ejecutan, sin
cuestionarse por un segundo.
Me despierto en medio del
llanto y lo quejidos. No sé cómo llegué aquí, estoy recostado sobre el piso, de
la frente me escurre sangre, alrededor mío hay mucha gente herida, gente
quemada. de todas las edades. Niños pequeños mueren en los brazos de sus madres
impotentes. Estoy en una sala muy grande, algunos lloran, otros gritan, otros
piden auxilio y algunos tratan de ayudarlos.
Ciudadanos que callan y con su silencio apoyan las decisiones de sus
gobernantes que cuando invaden países y les hacen la guerra, lo consideran su derecho. Y cuando los
países invadidos se defienden, los países invasores dicen ser atacados en su
soberanía, seguridad o lo que sea que se hayan inventado para justificar su
invasión. Hace quinientos años américa, fue invadida y masacrada, la historia
oficial lo llamó elegantemente, “conquista”, “encuentro de dos mundos”, ¿cómo
le llamarán dentro de quinientos años a esto que se hace ahora en Siria?, ¿qué
nombre elegante puede ponerse a fumigar con gas letal a toda una población,
mientras duerme?
Muchas madres lloran, lloran
inconsolablemente y en medio del llanto relatan su tragedia, que es la tragedia
de muchos. Madres que han visto morir a sus hijos hechos pedazos. Otros tienen
tantas quemaduras en el cuerpo, su dolor es terrible, son sobrevivientes de las
bombas de fósforo, ni ellos saben cómo han escapado, vieron a otros quemarse
vivos. Es terrible, ni el agua puede apagar el fuego. Los gritos de dolor de la
gente quemándose son espeluznantes, quien los escuchó no puede olvidarlos.
Hitler, uno de los exterminadores más reconocidos del siglo pasado, lo
habría llamado limpieza racial, limpieza étnica, la construcción del hombre
perfecto. La historia dice que Hitler murió, pero lamentablemente sus ideales,
están demasiado vigentes. Se fumigan a seres humanos como si fueran bichos
ponzoñosos sin derecho a existir, se discrimina a seres humanos por todo tipo
de cosas, por ser morenos, negros, latinos, musulmanes, centroaméricanos,
mexicanos, indígenas, mujeres, etcétera.
Se escucha el bombardeo, está
muy cerca, el ruido tan fuerte y la vibración rompen los cristales, me arrastro
al lado de una escalera y me acurruco en
un intento de protegerme, se oye que la
gente grita y corre. ¡Auxilio!, ¡auxilio! Es
la palabra que con más desesperación
se oye.
Cuántos católicos, que tuvieron alguna responsabilidad en los ataques a
Siria, fueron hoy a misa a recibir la misericordia por sus pecados. Y cuántos
más, desde otras religiones, desde sus ideologías políticas de expansión
justifican sus ataques o sus omisiones. Cuántos desde la comodidad de su hogar,
miran estos ataques a Siria como algo lejano, como algo que a ellos nunca les
sucederá. Pero la tecnología que hace
posible la creación de armas de destrucción masiva, incluyendo la
biológica, hace que ningún país sea demasiado lejos.
El bombardeo es cada vez más
cerca, gente llega corriendo tratando de guarecerse dentro del hospital, pero
este no parece ser un lugar seguro, este es un lugar de muerte. El piso se
cimbra y el ruido nos ensordece, tengo miedo mucho miedo, esto tiembla
demasiado y empieza a caerse. Tengo que irme, tengo que correr, tengo que
correr, tengo que correr, es la única idea que pasa por mi mente.
Hoy es día de la misericordia, vuelvo a recordarlo, los católicos asisten a
sus iglesias para recibir misericordia por sus pecados. Y, la misericordia para
las víctimas, para los niños y mujeres, ¿cuál es la misericordia para ellos? Es
que el hombre sólo espera recibir misericordia de su creador, mientras mira en
silencio como son exterminados seres inocentes. El hombre sólo espera
recibir sin dar. En verdad, ¿seremos
mejores por recibir la misericordia mientras ignoramos el exterminio de seres
humanos? La misericordia, ¿es algo que se tiene que recibir? O, ¿es algo que
también debemos tener hacia los demás?
Salgo corriendo, sólo corro,
como todos corro, tengo que correr,
tratar de escapar, aunque no tengo a dónde ir, no hay ningún lugar
seguro. Por un segundo miro hacia atrás, este era el último hospital, ahora no
hay nada, los que podíamos correr, corrimos, muchos no pudieron hacerlo.
Las ideas de exclusión y separación, el enjuiciamiento, la intolerancia, es
lo que promueve y justifica acciones de ataque, de exterminio, de persecución.
Sólo corro, desde hace mucho
que corro tratando de escapar. Trato de recordar si alguna vez no fue así, pero
todo lo que recuerdo es que siempre he estado huyendo. Y mi familia, ¿dónde
está?,¿ acaso la perdí en medio de la huida? No lo puedo recordar. Y si están
vivos, ¿dónde están?, ¿podré encontrarlos algun día?
El ataque a Siria nos demuestra que somos una sociedad con gran desarrollo
tecnológico, capaces de extraordinarios inventos, pero que nuestra conciencia
como seres humanos, no se ha desarrollado a la par. Mientras el hombre
permanezca impasible ante la tragedia de los demás, preocupándose sólo de sí
mismo, enfocado en lograr un beneficio particular, sin importar si tiene que
masacrar un pueblo, una nación, quemar un bosque, derribar una montaña o
destruir todo el planeta, la tecnología se convertirá en nuestra peor enemiga.
Tecnología creada y usada para el exterminio o sumisión de los pueblos,
para la explotación irracional de los recursos naturales, y una sociedad sin
conciencia humana, liderada por los hombres más codiciosos, es la fórmula
perfecta para la autodestrucción.